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Travelling. Blog de cine.

La favorita. Yorgos Lanthimos se reinventa hacia el feminismo histórico.

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Poco a poco van llegando a las carteleras, las películas que estarán en la parrilla de salida de los Oscar 2019 y que vienen de llevarse alguna estatuilla en los Globos de Oro. Este es el caso de “La favorita”, otro giro en el cine de Yorgos Lathimos, dispuesto a no encasillarse nunca.

Una tragicomedia de celos e intrigas políticas en la Inglaterra del siglo XVIII. Es la época de la Reina Ana, el último miembro de la Casa de los Estuardos. Una reina enfermiza que gobierna su país desde sus reales aposentos, aconsejada por una consejera y amiga, Sara Churchill (Rachel Weitz), que pretende hacerse con las riendas del poder. En este momento, aparece una prima suya (Abigail, Emma Stone) arruinada, pero dispuesta a recuperar su posición a través de la ambición y de envenenar los oídos de cualquiera capaz de ascenderla socialmente. Pero la cosa se complica por el conflicto con Francia, en el contexto de la Guerra de Sucesión Española y en donde participa Lord Malbrought, el esposo de Sara Churchill ¿Recordáis la canción infantil “Mambrú se fue a la guerra”? Una situación internacional que amenaza con convertirse en un conflicto doméstico tanto en la Corte como en el Parlamento.

Estamos ante la película más convencional y asequible del cineasta griego (recordar, el de “Canino” o “Langosta”), con versión bastante libre de la Historia.  Un giro total en el cine de Lanthimos no solo por la ambientación histórica sino porque todo su cine se había centrado en los conflictos domésticos de parejas o familias, bajo un mismo techo. También es la primera vez que no coescribe el guión junto a Efthymius Filippou, y eso se nota.

Hay cierta modernidad en la lucha de una mujer por obtener lo que se merece y  lograrlo por el medio que fuese, como también en el papel de un inmejorable trío de mujeres. Al fin y al cabo, es una película muy femenina sobre el poder y los afectos en donde los hombres se sitúan a su alrededor, pero en el terreno que les permiten los personajes principales.

Recuerda a Kubrick (Barry Lyndon) por la ambientación preciosista y el movimiento de las cámaras (grandes angulares) y a “Amistades peligrosas”, por la lujuria de los personajes, pero evidentemente Lanthimos se lo lleva a su terreno. Eso sí, siendo gran fan de sus trabajos griegos –“Canino” y “Alps”-, la verdad es que salí algo decepcionado (esperaba más “pathos” de ella), aunque me ha resultado muy buena película. Olivia Colman borda su personaje en la vulnerabilidad de una monarca abatida que se deja engatusar por sus dos consejeras; una lástima. A un mes visto de los Oscars, veremos cómo Glenn Close logra por fin su merecida estatuilla con un personaje sin los matices de la Reina Ana.

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Centenario de la United Artist. Fabricando los sueños del Séptimo Arte.

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Cuatro grandes nombres de un Hollywood, aún embrionario, decidieron crear su propia empresa para defender sus intereses y así ejercer el control creativo: Douglas Fairbacks, Charles Chaplin, Mary Pickford y D. W. Griffith. La productora se llamaría United Artist.

En febrero de 1919, en Hollywood no habría límites para los sueños. Durante la guerra, no sólo el cine no se había detenido sino que surgieron unos optimistas y aventureros que empezaron a hacer planes para el futuro, en la soleada California. En esa época, la distribución y exhibición era un completo caos más allá de los exhibidores locales. No había garantías ni se hacían ningún tipo de controles y los directores (como sucedió a Griffith, con “El nacimiento de una nación”) debían arriesgarse al desastre. Por poner este ejemplo, la película habría costado diez mil dólares y logró recaudar 2 millones. Fue tal éxito que un hombre llamado Louis B. Meyer compró los derechos para exhibirla en Inglaterra y con sus beneficios ayudó a crear la MGM. El problema es que no había control de estos beneficios y los artistas que participaban en esas películas no veían un dólar.

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Una gran parte de la crema de Hollywood se unió para crear la United Artist. De esta forma, producirían sus puelículas, se preocuparían del markenting y controlarían los beneficios. En ninguna cabeza humana cabría esa posibilidad, producir las películas y administrarlas al mismo tiempo. En esa época,  encontraron críticas de todas partes, sobre todo de los grandes magnates del cine que verían peligrar su privilegiado coto privado. Y la verdad es que la United Artist tuvo una existencia difícil y unos comienzos muy precarios. Sin embargo, se hicieron fantásticas películas, las de Chaplin y las de Douglas Fairbacks y Mary Pickford. Griffith se vio obligado a renunciar a causa de una crisis en la empresa que fue frenada con la llegada de Joseph Schenck, quien empleó en la productora a un tal Buster Keaton, su cuñado.  Se empezaron a producir películas como “El maquinista de la General” y fueron incorporándose estrellas, como Gloria Swanson o se fueron asociando a productores independientes como Samuel Goldwyn. Fueron los años dorados.

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En los años 30, pasaron los mejores momentos de Fairbaks y Keaton, pero la UnitedArtist siguió floreciendo gracias al impulso de Chaplin (Tiempos modernos y Luces de la ciudad). Hubo nuevas incorporaciones como Alexander Korda y Howard Hawks, y se lograron algunos acuerdos con David O Selznick. Llegó 1939 y la UnitedArtist esperaba ganar su primer Oscar con “Lo que el viento se llevó”, pero Selznick la había vendido a la MGM, gracias a unas gestiones de Carl Gable, y el romance entre Selznick y la United Artist se fue desvaneciendo. Por fortuna, justo al año siguiente, Selznick volvió a ganar el Oscar con “Rebeca”, esta vez sí asociado con la United Artist. El primer Oscar a Mejor Película que recibió un film suyo, producido de forma independiente, sería “Marty” (Delbert Mann, 1955).

En los años cuarenta, sufrió bastante a causa de la guerra y la posguerra, pero se mantuvo como una productora independiente. En los años 50, siguieron compitiendo con los grandes estudios pero la independencia fue una marca bien apreciada en Hollywood y sus películas iban recibiendo elogios y Oscars. Hasta que llegó a la década de los 60 y lograron un gran éxito comercial gracias a la franquicia de James Bond, una serie de películas que no tuvieron rival tanto en longevidad como en rentabilidad.

En los años 70, se filmaron películas como “Rocky”, “Annie Hall” o “Alguien voló sobre el nido del cuco” e incluso las de Francis Ford Coppola (Apocalysis Now) y Martin Scorsese (Toro salvaje). Pero la crisis del viejo Hollywood estaba a punto de estallar y la United Artist se lanzó a un arriesgado proyecto que fue todo un desastre y que supuso el fin de una era: “Las puertas del cielo”, desde entonces, la productora pasaría de un propietario a otro, en el resto de su historia, hasta que de forma definitiva fuera comprada por la MGM. Inicialmente presupuestada en 6 M$, la película de Michael Cimino terminó costando cinco veces más y apenas recaudó 3 millones de dólares en taquilla.

En los años 90 fue cuando una MGM en caída libre, compra la productora aunque tuvo que asociarse con la empresa dirigida por Tom Cruise y su socia comercial, Pamela Wagner, para mantenerse a flote.  No será la major más grande, ni con más Oscars, pero entre sus grandes éxitos están “Hign Noon” o “La reina de África”, “Con faldas y a lo loco”, “Novecento” o “Scarface”. En su nómina pasaron nombres tan célebres como Chaplin, John Ford, John Huston, Howard Hawks, Buster Keaton o Billy Wilder.

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Ha fallecido el cinco veces nominado al Oscar, Albert Finney.

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Ha fallecido recientemente a la edad de 82 años, víctima de un cáncer, el prestigioso actor británico, una de las grandes estrellas de posguerra. Protagonizó películas como “Tom Jones” o “Dos en la carretera”, e impresionó a la crítica por sus interpretaciones de “Bajo el volcán” o de Hércules Poirot. Estuvo cinco veces nominado al Oscar aunque nunca obtuvo la preciada estatuilla. 

Nació en Saldford (un distrito de la región inglesa de Gran Manchester) el 9 de mayo de 1936, y comenzó su carrera en el teatro, tanto en los dramas de Shakespeare como en Broadway;  de hecho, rechazaría una oferta del propio Laurece Olivier de dirigir el Teatro Nacional de Gran Bretaña. Tras pasar por la pequeña pantalla, decidió dedicarse a la interpretación cinematográfica. Formó parte de una generación de actores que habría llevado la dirección del negocio del séptimo arte al Reino Unido, junto a Peter O´Toole, Richard Burton o Richard Harris. Unos jóvenes intérpretes que se alejaban de los dramas de Laurence Olivier y John Guielgud, para representar el movimiento que se conoció como "Free Cinema". Finney debutó en el cine como el hijo de Olivier en “El animador” (Tony Richardson), en los años sesenta, pero su primer papel importante fue el de Arthur Seaton, en “Saturday night, Sunday morning” (Karel Reistz, 1960). Interpretaba a un joven rebelde y agrio que gracias a su particular carisma, parecía estar hablando a los jóvenes de su generación, cuando su personaje decía: “Todo lo que quiero es una oportunidad. El resto es propaganda”.

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A medida que avanzaba su carrera, encarnó a una multitud de personajes, siendo uno de los más populares su Hércules Poirot de “Asesinato en el Orient Express) (Sidney Lumet, 1974). La propia Agatha Christie quedó tan complacida con su interpretación que pensó en él para una iniciar una saga de películas centradas en Poirot, pero Finney rechazó la oferta. Albert Finney tenía alma de rebelde, nunca quiso encasillarse en ningún tipo de personajes, comprometerse en alguna producción que supusiera muchas películas e incluso temía la popularidad. Por eso, rechazó por ejemplo protagonizar “Lwarence de Arabia”.

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Participó en “Los dualistas”, por cuyo papel recibió de parte de un debutante Ridley Scott una botella de champán como pago, o eso es al menos lo que se cuenta entre bambalinas. Otro de sus grandes papeles lo encontramos en “The dresser” (1983), adaptación de la obra de Ronald Harwood, en donde Finney interpretaba a un viejo actor y gerente de una pequeña compañía de teatro, en gira en la Inglaterra de la Segunda Guerra Mundial. Al año siguiente, deslumbraba como el cónsul alcohólico, Malcom Lowry en “Bajo el volcán” (John Huston). También se asoció con Audrie Herburt, en esa reflexión sobre la pareja durante tres etapas de un matrimonio que fue “Dos en la carretera” (Stanley Donen).

En dos interpretaciones más recientes, trabajó con algunos cineastas de gran personalidad; con Tim Burton, en “Big Fish” (2004) y con los hermanos Coen en “Muerte entre las flores” (1990), en donde encarnaba a un jefe criminal, obstinado y de buen corazón. Después de que  unos asesinos intentaran incendiar su casa, el personaje de Finney les siguió de forma espectacular para luego acribillarlos a tiros, al ritmo de “Danny Boy”. Su última nominación a los Oscar fue con “Erin Brockovich” y su última aparición en pantalla la encontramos en “Skyfalls”.

Su carácter rebelde lo continuó en su madurez. Se negó a aparecer en televisión en la última gala de los Oscar en la que fue nominado, incluso estando presente en la entrega de premios, y rechazó el Sir, la distinción del Caballo de la Orden del Imperio Británico que le concedió la Reina. 

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Glass. La deconstrucción del superhéroe.

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Cada vez es más difícil para los que escribimos de forma periódica encontrar una película que realmente nos sorprenda. Cada vez son más largos los avances, se destripan por el camino las tramas o se citan las referencias cinematográficas. De “Glass” conocíamos sus personajes y sus cataduras morales, así como el “universo” al que pertenece. Dentro de sus cánones particulares, Shyamalan se acercaría a los hermanos Coen, por ejemplo, en el hecho de querer rentabilizar un gran éxito. Si los hermanos cineastas de Minnesota tomaron “Fargo” como punto de referencia, en el caso del director de “El sexto sentido”, sería “El protegido”.

“Split” se presentaba como un film de suspense con truco psicológico: un asesino en serie con múltiples personalidades. Pero en el último plano, nos mostraba una cafetería en la que aparecía el personaje de David Dunn (Bruce Willis) de “El protegido”. Siguiendo este breve hilo, con “Glass” nos encontramos con una película que resulta audaz, pero que lucha por relacionar dos universos en uno. Kevin sería el rol principal (en principio, 24 personajes, aunque aquí solo vemos a 20 de ellos, en acción) y McAvoy está sobresaliente, alternando sin esfuerzo sus diferentes voces y emociones. Pero tras un inicio lleno de acción, ambos quedan confinados al asilo espeluznante y el ritmo se ralentiza. Es aquí donde comienzan a aparecer las grietas en el cristal.

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Un universo propio sostenido en la lógica del cómic.

A Shyamalan le encantan los comics. Una parte de su cine involucra a personajes con habilidades especiales o que viven experiencias extraordinarias, aunque casisiempre las ha tratado desde una perspectiva cotidiana. Quizás, “After Earth” y “Airbender” sean sus dos excepciones, en este sentido. Al llegar a “Glass”, la lógica de los comics ya no es introducida por la puerta de atrás sino de manera frontal.

La acción de la película arranca 19 años después de la historia de “El Protegido” y unas semanas de concluir “Split”. De esta forma, se no presenta los tres personajes centrales: Kevin Crumb es capaz de escalar paredes y doblar acero cuando adopta la personalidad de la Bestia; David Dunn es un técnico de seguridad que lucha contra el crimen bajo el apodo de El Supervisor; y Eliah Price, es un cerebro criminal conocido como Don Cristal, por su particular enfermedad.

Son tres personajes “rotos” a su manera, buscando algún tipo de propósito a través de sus alter ego. De esta manera, David recurre a la justicia  del vigilante y Eliah al asesinato en masa, mientras que  Kevin planea secuestros para saciar la voracidad de la “Bestia”. Esto hace que la Dra. EllieStaple (Sarah Paulson) los tenga encarcelados en una institución mental con la idea de llegar al fondo del asunto.

Terminaré con otra obviedad que podría a escamar a algunos: A veces no se sabe diferenciar entre una obra maestra (idea demasiado manoseada) y el absoluto bodrio, pero la verdad es que entre ambos extremos hay mucho trecho que recorrer, por una gama de grises más presente de lo que nos atrevemos a reconocer. Hay géneros con mala prensa y géneros con un exceso de entusiasmo. “Glass” estaría en esa gama de grises, alejado de ambos extremos. 

The house that Jack built. El descenso a los infiernos.

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En 1822, Eugene Delacroix asombró al mundo del arte con una obra que pasaría a la Historia, “La Barca de Dante”. Un lienzo en donde unas angustiosas figuras navegaban por la laguna Estigia rumbo a los Infiernos y que supuso una ruptura con la pintura academicista que imperaba en los círculos parisinos, logrando al fin, la gloria como artista. Lars von Triers parece servirse de esa metáfora para regresar al olimpo cinematográfico, a través de un viaje en furgoneta de un particular psicópata con TOC, que va acumulando los cadáveres a lo largo de los 12 años en los que dura la historia.

Después de no haber calculado un chiste mordaz sobre Hitler, en una conferencia de prensa,  Lars Von Triers, tuvo que pasar su travesía por el desierto.  Siete años después, el prestigioso cineasta danés regresó a la Croisset, el Festival de Cannes, con una perturbadora historia sobre un asesino en serie que va levantando ampollas por donde va estrenándose. “The house that Jack built” nos traslada al noroeste del Pacífico donde Jack (Matt Dillon) es un ingeniero, obsesionado con la arquitectura, que diseña la casa de sus sueños mientras va acumulando los cadáveres en un frigorífico. Entre tanto, mantiene un diálogo con quien parece ser la voz de su conciencia (Bruno Ganz).

La película se estructura según cinco “incidentes”,  palabra que utiliza este arquitecto solitario y fracasado para describir el banquete de homicidios, que orquesta e improvisa. “Cinco incidentes elegidos al azar a lo largo de 12 años”. Al igual que en “Nimphomaniac”, la mayor parte de la película se desarrollará en un flashback que nos pondrá al día de sus crímenes, cada vez más violentos y explícitos, dirigidos a mujeres e incluso niños. Solamente eso. No hay suspense con giros en el guión, sino una serie de asesinatos, cada vez más brutales aunque con un toque de humor negro, y entre ellos, reflexiones en voz alta. Sería algo así como el “8 ½” de Lars von Triers, con todas obsesiones temáticas y estilísticas, que puede incluso resultar bastante artificiales.

Pongamos un ejemplo, para que todos lo entiendan. ¿Qué haces cuando eres un director que busca el reconocimiento en todo el mundo pero vives en un país que tiene su propio idioma? Lo lógico sería instalarte en Hollywood, pero Lars von Triers, con fobia a volar, decidió permanecer en su Dinamarca natal y comenzar a rodar en inglés, convirtiendo sus modestas producciones en todo unos fenómenos mediáticos. Otro efecto fue el de adjudicarse el “von” aristocrático, al igual que hicieron en su momento, Erich von Stroheim o Joseph von Sternberg. Al caso.  La película se ambienta en un lugar no especificado de los Estados Unidos pero se parece tanto al norte de Europa, hasta tal punto que los coches y los actores americanos podrían estar fuera de lugar. Supuestamente hay un lugar llamado “Carlston´s Supermarket”, que no veremos nunca, pero que aparece como un logotipo en una bolsa de la compra. Un recurso, como decimos, excesivamente artificial. 

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El asesinato como un arte.

Lars von Triers y su ficticio alter ego (Jack) serían como unos modernos Thomas de Quincy, haciendo una particular relectura de “El asesinato como una de las bellas artes” (1827). Recurren, en este sentido, a una diversidad de elementos por ejemplo, a una voz en off que actúa a modo de conciencia; a todo tipo de insertos, desde referencias artísticas (Gauguin, Blake, Doré, Coppo di Marcolvando o el citado Delacroix), también a referencias cinematográficas propias (fotogramas de “Anticristo” y “Melancolía”) y ajenas, o a figuras históricas como Adolf Hitler o Albert Speer, o culturales como Bruce Springteen o “La Divina Comedia”.

Esto es lo que va levantando ampollas. Cada película de Lars von Triers se siente como un desafío, aún recuerdo la polémica que generó esa obra maestra que fue “Anticristo” y de hecho, éste sería uno de los films más controvertidos que se habrían estrenado en Cannes, aunque ese honor lo recibe algún nuevo título cada cierto tiempo, desde “El imperio de los sentidos” a “La pianista” (Michael Haneke), por ejemplo. Pero cualquiera que sea asiduo del festival de Sitges descubrirá que “Thehousethat Jack built” no merece la fama que le están otorgando, incluso “Anticristo” me pareció más dura. ¿No recuerdan la escena de la auto-clitorioctomía?

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Super 8. Nostalgia prefabricada.

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Jacob Jeffrey Abrams (JJ Abrams) es un buen artesano, un alumno aventajado de Spielberg que plano a plano se pregunta cómo lo haría su maestro. Un director que sabe  adaptarse a cada uno de los proyectos que le ha tocado en suerte dirigir, bien ya sea en las sagas de Star Treck o Star Wars, o simplemente cuando se pone en la piel del propio Steven Spielberg. Hablamos de “Super 8”, una película tan prefabricada que si Amblin fuese el McDonald de Hollywood, el film de Abrams sería el gran Big Mac de la temporada con todos los juguetitos para los críos.

Ambientada en 1979, en una ciudad ficticia de Ohio, se inicia cuando Joe Lamb ayuda a su amigo Charles, a filmar con una super 8, una cámara de 8 mm., una película de zombies para un festival de cine local. Durante el rodaje de una escena, se produce una gran oportunidad cuando aparece un tren  y Charles grita: “Acción”. En ese justo momento, una camioneta se cruza en la vía provocando que el choque, lanzase los vagones fuera de las vías. De esta forma, sus jóvenes protagonistas descubren un asombroso misterio que tratarán de investigarlo ellos mismos.

Más allá de algunas firmas visuales del propio Abrahms, esos halos azules que encontramos repartidos por toda la película, Jacob Jeffrey no pretende en ningún momento crear un estilo personal sino recordar constantemente a su maestro.  “Super 8” es un cariñoso tributo a los clásicos de Spielberg como “Close Encounters” o “ET”, a través de recursos visuales y sonoros, así como en las referencias a Ohio (el Estado donde nació Spielberg) o al primer cine en 8 mm., como rodaba el cineasta siendo niño. A casta le viene al algo.  Quizás muchos no lo sepan pero Jeffrey Abrams trabajó en distintos departamentos en películas producidas por Spielberg, antes de “Misión imposible III”, “Star Treck” o de producir esas creativas series de televisión (Lost, Fringe, Alias).

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Pero Abrams no es Spielberg por mucho que quiera parecerse; sería lo mismo que Haggis para Eastwood, Paolo Sorrentino para Fellini o Brian de Palma para Alfred Hitchcock. Viéndolo con perspectiva, en el Renacimiento, surgió el Manierismo cuando algunos artistas empezaban a pintar “a la manera” de Rafael, Leonardo o Miguel Ángel. Con otras palabras, Abrams dirigiría “a la manera” de Spielberg.

Todos hemos oído esa “regla de oro” que el director de Indiana Jones maneja a la perfección: “muestra, no cuentes”. “Super 8” se inicia de forma prometedora, mostrándonos cómo un accidente laboral ha dejado a Joe sin madre y a Jack, sin esposa, pero esta forma de narrar -con tanta elegancia- queda coja en el momento en que JJ Abrahms necesita explicar eso mismo en varias ocasiones. Jack (Kyle Chadler) culpa a un vecino del accidente mientras que Joe pasea sus recuerdos a través de un colgante que llevaba su madre.

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Lo mejor de la película es el primer acto, cuando los personajes adolescentes (todos ellos, geniales) preparan el corto –resulta emocionante e ingenioso- y encontramos la mejor escena de “ensayo” desde la audición de Naomi Watts, en “Mulholand Drive”. La química entre ellos, sobre todo la creciente intimidad entre Joe y Alice, tenía un encanto que irá desapareciendo paulatinamente, al mismo tiempo que avanza  la trama: la del accidente del tren y cómo el suceso afecta al pueblo.

Un acierto de “Super 8” sería el ocultarnos al monstruo hasta el tramo final de la película. Pero el director yerra en la forma de hacerlo. JJ Abrams recurre demasiado a técnicas visuales: desenfocados, barridos, movimientos nerviosos de la cámara, para ocultarnos a la criatura. Sin embargo, como demostraron el propio Spielberg (Tiburón) o el coreano Bong Joon-ho (The Host), lo importante no sería ocultar el monstruo al espectador, sino hacerlo a través de la tensión de sus personajes.

La película tendría dos elementos al mismo tiempo. Por una parte es cine de género, bullicioso y con un sentido del espectáculo con trazas de Spielberg o el suyo propio. Por otra parte es un canto a la nostalgia. A Abrams no le culpamos, generaciones enteras crecimos viendo sus películas (como director/productor).  ¿Quién no ha querido ser un “Goonie”, en alguna ocasión? 

 

Lo mejor del cine español en el 2018.

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El cine español sigue demostrando que tiene calidad sobrada y que hay pocas cosas que envidiar, quizás algo del presupuesto del cine de Hollywood. Aquí lo mejor del cine producido en nuestro país, según nuestro criterio.

El fotógrafo de Mathausen (Mar Targarona), es  una potente producción española, con un sobresaliente Mario Casas a la cabeza y un escenario inédito en nuestro cine: un campo de concentración alemán.

-En Mathausen todo está preparado para impresionarte.

Una voz en off nos sitúa ya en el campo donde Frances Boix pasaría a la posteridad, al convertirse en fotógrafo de los horrores –que muchas veces nos han mostrado el cine-, como asistente de uno de los oficiales alemanes,  una ocupación que le mantuvo a salvo.  Mario Casas sigue abriendo su abanico actoral, interpretando al personaje real suyas fotografías permitieron revelar al mundo las calamidades cometidas por los nazis. De hecho, sería el único español, testigo en los famosos Juicios de Nuremberg, cuyos negativos fueron determinantes para acusar a algunos responsables. Un drama carcelario de manual y asistimos, por tanto, a un subgénero que permite unas interesantes lecturas.

Algunos años después de dar la sorpresa en los Goyas con esa historia romántica de corte independiente, “Sthockholm” (2012) y del thriller policiaco –“Que Dios os perdone”- con ese sabor a bocata de calamares y a tapete de ganchillo,nos llega lo último de Rodrigo Sorogoyen. El cineasta busca de nuevo el realismo a toda costa, lo que logra en este viaje a los infiernos de la política. “El Reino” es una película dondelas contradicciones que tienen la lealtad a un partido y los distintos niveles de la corrupción convierten esta historia en un “sálvese quien pueda”.

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“La sombra de la ley”, la nueva película de Dani de la Torre, es  una producción mucho más ambiciosa que la estupenda “El desconocido”.  Nos situamos en la Barcelona de comienzos de los años veinte, poco después del magnicidio a tiros de Eduardo Dato y justo antes del Golpe de Estado de Primo de Rivera, en una época en que se convivía con el pistolerismo, los mafiosos, los policías de gatillo fácil y las reivindicaciones sociales;  es decir, la lucha no iba dirigida al contrabando del alcohol en plena ley seca sino tras unos serie de derechos. Es la Barcelona de las reivindicaciones laborales, pero también de la burguesía catalana, de los barrios obreros, la Barcelona de los “prodigios” o del caso Savolta, retratados por la prosa de Eduardo Mendoza.

Estamos ante una notable recreación histórica con todo un lujo de detalles, entre ellos, por ejemplo, las obras de la Sagrada Familia. Una contundente ambientación para una historia con poca pegada en donde se apuesta por el cine negro de sabor clásico de Hollywood.

Del cine “mainstraim” al de autor en donde destacamos dos nombres y lo mejor del cine español de este año 2018: Carlos Vermut con “Quien te cantará”, le ofrece a su actriz fetiche (Eva Llorach) un regalo en la que lucirse en esta desconocida admiradora que hará recuperar a una famosa cantante (NawjaNimri) su voz, en un film con ecos a “Eva al desnudo” o “Persona”. El otro cineasta de autor a destacar es Jaime Rosales, gran ausente en los Goyas de 2018 con una inmensa película: “Petra”. La muerte de su madre hará que Petra se lance a buscar a su padre, cuya identidad se le ha ocultado toda su vida.

Y terminamos con tres debutantes en el largometraje, tras un exitoso discurrir por el mundo del corto o del documental. Este es el caso de Arantxa Echeverría con “Carmen y Lola”, la película que fue seleccionada por el festival de Cannes es un canto a una arriesgada realidad, la doble marginalidad que sufren sus protagonistas, ser gitanas y lesbianas. Los otros dos títulos son  “Animales sin collar”, de Jota Linares, con una historia a medio camino entre el thriller y el film romántico;y “Viaje al cuarto de una madre”, un cine con mayúsculas dirigido por Celia Rico Clavellino.

 

Lo mejor de 2018.

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Llega el final del camino de 2018 y es hora de hacer balance de lo mejor que hemos visto, -desde nuestra perspectiva, por supuesto- en los cines, este año.

Lo último de Paul Schraeder, “El reverendo” es uno de esos films de los que tomar buena nota. Volvemos a los terrenos ya explorados por el director, el de sus particulares antihéroes como el de “American Gigollo” o “Taxi Driver” (como guionista), sin olvidarnos, por su puesto de su adorado Robert Bresson.

Schraeder nos traslada a Nueva York y sitúa en el centro de la historia, un actor monumental: EthanHawke quien encarna con gran firmeza al personaje central. Un sacerdote serio y disciplinado, procedente de una familia de fuertes convicciones militares. El cineasta hace destacar una composición de la imagen, sin adornos, a los que entrelaza unos primeros planos y a su vez, una voz en off. Fotografiada por Alexander Dynan y diseñada por Grace Yun, en una paleta tan contenida, formalmente el film –quizás la absoluta obra maestra de Schraeder- parece  un mueble Shaker (austero y de bellas líneas), con unos sutiles diseños de sonido y un guión, que permiten que el foco de la película recaiga en sus interpretaciones.

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“The Florida Proyect” nos llevaba al alegre corazón de un niño, protagonista de esta historia de Sean Baker sobre las personas que vivían al margen de la imagen de postal turística de Florida. En esta ocasión, el cineasta enfocaba con su cámara a los desheredados del “más feliz lugar del mundo”, Disneylandia, adoptando un estilo visual más coreografiado y evocando la sensación de asombro infantil, rodado tanto en formato digital como en 35 mm., y con Alexis Zabe como director de fotografía.

Cada año se habla de la mejor ópera prima, lo que parece recaer esta temporada en la belga “Girl” de Lukas Dhont, no por casualidad el representante de Bélgica en los Premios Oscar, tras un largo trasiego por los mejores festivales (San Sebastián, Cannes). Un film sobre la danza y la transexualidad que nos trae a uno de los mejores actores del año, VictorPolster, un debutante de 15 años que interpreta a Lara y que te hace olvidar que se trata de un actor. El espectador sigue el día a día del personaje, descubriéndole en los momentos más íntimos o en aquellos, en la escuela de danza, todo ello acompañado de los problemas de la edad de una chica de 15 años, es decir, de la adolescencia.

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En esta lista se han colado dos títulos asiáticos: Una es la monumental “Burning”, película surcoreana que convertía un relato de Murakami en una auténtica lección de cine. Lee Chand-dong, quien habría debutado con “Poesía” (2010) logra que cada plano y cada escena –completamente milimetrados- den un mayor impulso dramático a esta historia sobre un joven mensajero que un  día conoce a una chica de su vecindario y sobre todo a un joven misterioso que ella conoció durante un viaje a África. 

El otro film que hemos querido destacar viene de Japón; lo último de HirokazuKore-eda, quien engrandó su leyenda tras alzarse con la Palma de Oro en Cannes, por “Un asunto de familia”. Estableciéndose en el drama familiar  que lleva décadas revisando, nos traslada a un retrato de la clase media japonesa, junto a un reflejo nostálgico de su propio cine, a ese conmovedor clásico que fue “Afterlife”.

La familia de esta película tiene una particular forma de salir adelante, a través de pequeños robos y de estafas de poco calado, hasta que una cría se interpone en su camino. Quizás lo más llamativo sea el despedirse de una de sus actrices fetiches, la inmensa KirinKiki quien interpretaba a la abuela de esta familia japonesa.

También ha habido terror con mayúsculas en este 2018. Ari Aster debutaba en el largometraje con una magnífica Toni Collette, una genuina y aterradora película que nos traslada a un nuevo tipo de horror: “Hereditary”. Annie Graham es una artista que lidia con la muerte de su madre, una persona muy reservada que practicaba rituales privados, unos herméticos ritos que –escena tras escena- tendrán que soportar los miembros de aquella familia que guarda bajo llaves sus secretos más ocultos. Hay una violencia impactante (cuerpos mutilados y quemados) y comportamientos extraños, pero además, un daño  psicológico que van sufriendo los Graham. Pero lo realmente llamativo es que es una película de terror poco convencional, que presta mucha atención al mundo real, a la forma en que las personas sufren un trauma.

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Del terror a la animación, también de gran calidad, como “Isla de perros”, un retrato de la posmoderna japonesidad a través de un fantástico stop-motion. El último film de Anderson es un placer divertido, conmovedor y muy, muy perruno.Está claro que Wes Anderson es el gran fabulador de nuestros tiempos. Con imágenes impresionantes y un buen ojo para retratar el comportamiento canino, transpone el encanto de los niños “TheIncreibleJourney” con los paisajes posapocalípticos de Mad Max, a través del cine japonés de JasujiroOzu, Seijun Suzuki, AkiraKurosawa y sobre todo Hayao Miyazaki.

De Rusia, viene un film con mayúsculas: “Sin amor”. La ganadora del Premio del Jurado en Cannes y la representante a los Oscar, por Rusia, es la nueva película de AndreyZvyagintsev, quien se ha inspirado en “Secretos del matrimonio” de Ingmar Bergman para su último trabajo. Boris y Zhenya se odian mutuamente y su virulencia se derrama sobre su hijo de doce años, como la lava.  En este contexto, el crío toma la decisión de marcharse de casa cuando observa que es un estorbo para las expectativas personales de sus padres.Es una historia descarnada, con un cierto poso espiritual y una intensidad hipnótica que atrapa al espectador, de principio a fin. Una lección de cine donde unos padres en pleno divorcio, deberán unir sus fuerzas para encontrar a su hijo desaparecido.

Y terminamos con “Roma”. Inevitablemente debemos recuperar uno de los mejores films de los últimos años, aunque -paradójicamente- no se haya estrenado en cines sino a través de Netflix. El mexicano demostraba su inmensa capacidad cinematográfica con un retrato de su infancia a través de la mirada de una familia de una criada, Cleo, que reside en el barrio de Ciudad de México que toma el título de la película. Una pequeña maravilla rodada en blanco y negro, que pasará a la historia del cine con mayúsculas.