Cuando decida retirarse de su profesión, se habrá perdido una forma de rodar y comprender el mundo que pocos como élhan sabido representar. Con una combinación perfecta de estilo y forma de dirigir, más allá de los ochenta, Eastwood(con 88 años), dirige y protagoniza la increíble historia real de un nonagenario que se convirtió en correo para un importante cártel de la droga, trasportando cocaína. Cuenta con un reparto encabezado por el propio Eastwood, junto a Bradley Cooper, Lauren Fishburne, Dianne West y Andy García, y muestra algunos de los temas recurrentes en su cine como el perdón, el arrepentimiento, la inmediatez de la muerte o el desapego en la familia.
El guión está escrito por Nick Schenk (El Gran Torino), a partir de un artículo de Sam Dolnick que se publicó en New York Times Magazine. Las primeras compases de la película nos muestran a un Earl Stone triunfador como una destacada figura en una convención de lirios de día, junto a unas adorables damas. El espectador descubre como una ironía que el personaje principal haya dedicado su vida, como horticultor, al cuidado de las flores más efímeras que existen. También comprobamos cómo prefiere divertirse con extraños en el bar de un hotel antes que aparecer por la segunda boda de su hija, Irish (interpretada por Alison Eastwood, hija del director).
Pero a consecuencia del embargo de su invernadero, en Illinois, decidirá aceptar un trabajo (por el que ganaría una buena suma de dinero solo por conducir), con la idea de mantenerse a flote. Earl Stone se había pasado la vida conduciendo y ni tan siquiera le habían multado por exceso de velocidad. Unas manos seguras al volante, tan seguras que un cártel mexicano lo emplea como mula, dispuesto a pasar por alto su edad y sus imprevistos.
Es una reflexión meditada, conflictiva y tierna sobre cómo Estados Unidos condiciona a la gente, en un país en donde el trabajo es una identidad en sí misma. Un viejo floricultor, veterano de guerra, que se preocupa de las flores antes de que cualquier persona de su entorno. Podría ser un símil autobiográfico de sí mismo: un anciano inmensamente rico que se niega a retirarse de su profesión porque es más respetado como cineasta que como padre (no por casualidad, es un tema recurrente en su cine e incluso participa su propia hija). E incluso Internet acaba con el negocio de flores de este individualista floricultor, tal y como está haciendo la Red al cine tradicional.
El fin del héroe anónimo norteamericano.
Clint Eastwood ya había anunciado la retirada de la interpretación tras la olvidable “Golpe de efecto” (2012) y “Mula” podría ser ese conveniente Canto del Cisne, su particular “The Old man and the Gun”, comparándolo con el último personaje de otro gran veterano de Hollywood: Robert Redfort.
Desde sus primeras imágenes, con las flores movidas por el viento y esa música emotiva tan suya (esta vez firmada por Arturo Sandoval), descubrimos el tono de esta película dramática, con algún punto divertido. Pero más allá de la condición genérica de thriller, el film se acerca más a la línea de esos legendarios westerns que tanto han gustado al viejo Eastwood. “La mula” sería un riff de esos personajes que interpretase a tanto las órdenes de Sergio Leone como de Don Siegel.
Este Earl Stone estaría dentro de esos personajes -desde su Harry el Sucio hasta ese abuelo de El Gran Torino- que Eastwood interpreta mejor: un veterano de guerra convenientemente racista, un personaje conflictivo a pesar de que Eastwood sepa exactamente cómo mostrarlo encantador.
Sin duda estamos en la zona de confort de uno de los grandes nombres del séptimo arte, después de que su última película recibiese tantas críticas. Pero “Mula”venía llena de prejuicios. Muchos la tildaban de racista y “trumpista”, antes de que nadie la hubiese visto e incluso algunos consideraban a Eastwood prácticamente acabado al sentirse decepcionados por su último trabajo como director. La película logra acallar las voces más críticas, sin ser un film redondo.
El veterano cineasta representaría un cine que ya se ha quedado viejo. Con la película como excusa, Eastwood diseña un personaje que crea su propio código de conducta, a través de un individualismo cada vez más caduco (incluso el propio Stone lo entiende así). Esos personajes errantes y anónimos que ha interpretado como nadie en el cine, desde ese “hombre sin nombre” de Leone hasta el Walter Kowalski de “Gran Torino”, han llegado a su fin.
Quien quiera conocer el artículo de donde procede esta película puede hacerlo a través del siguiente enlance.