Bohemian Rapsody. Una espectacular recreación de Queen.
La vida de Freddy Mercury –el célebre líder de la banda de rock, nacido en Zanzíbar- llena de excentricidades, tanto fuera como dentro de los escenarios, estaba destinada a representarse en el cine. Pero muchos de sus seguidores nos sentimos algo decepcionados porque, a pesar de la excelente interpretación de Rami Malek, ésta no logra transmitir la esencia de aquella obra maestra de la ópera rock que da título a la película ni mucho menos, profundiza en la banda o en los aspectos de la vida que definieron a su carismático líder.
Muchos nos congratulamos al saber que Brian Singer (cineasta al que siempre identificaremos con “Sospechosos habituales”) iba a ser el principal responsable de la película, aunque más adelante sería despedido, siendo sustituido por Dexter Fletcher, la primera opción y curiosamente el director de un segundo filme sobre otro icono de la música –Rocketman-. Pero “Bohemian Rapsody” no es ningún biopic convencional. “Nosotros no seguimos las fórmulas”, dirá uno de los personajes en un momento de la película.
El film comienza con el concierto de Live Aid, de 1985, en donde el gran talento de Queen hizo vibrar al estadio de Wembley. Luego, se traslada la acción a 1970, cuando un joven Farrock Bulsara, nacido en Zanzíbar y educado en un internado de la India, llega al aeropuerto de Heatrow. Si podemos confiar en la película, Queen surge sin ningún tipo de conflictos una tarde que Mercury descubre a Roger Taylor y Brian May, los miembros de la futura banda. Entonces eran los componentes de Smile y los conoce en un pub, en donde Freddy Mercury se lanza a una audición improvisada; en ese instante, también conocerá a quien sería el “amor de su vida”. Pronto, el jovencísimo cantante (maravillosamente interpretado por Rame Malik) llama la atención, por su extravagante forma de vestir y por su particular mandíbula (que nunca quiso arreglarse, temiendo que pudiera perder su característica voz).
Algunos biopics tienden a centrarse en lo “sensacional”, cometiendo el error de querer destacar los aspectos biográficos o circunstanciales antes que los artísticos. Este sería el caso de “Bohemanian Rhapsody”, cuya vinculación “artística” no suele ir más allá de los guiños a algunos temas célebres, sin llegar a profundizar sobre cómo fue surgiendo su estilo de música.
La película muestra al pobre Roger Taylor, haciendo toma tras toma de los particulares gritos de “¡Galileo!”, pero cualquiera que busque en la historia algún secreto de Queen, se sentirá decepcionado, salvo algún detalle suelto: Un riff del bajista John Deacon, para el tema “Another one biets the dust”, que surgió de forma improvisada cuando quiso calmar una bronca entre los miembros de la banda.
Otras escenas escenifican el problema que tengo con esta película. En una de ellas, Freddy Mercury se encuentra en su mansión, extrañando la emoción de las giras, vestido con armiño y una corona y rodeado de una multitud. Sus compañeros de Queen se sientan juntos, visiblemente incómodos. Los responsables del film (quienes fuesen) pretenden que el espectador se alinee con los miembros y que sintamos la misma incomodidad de ver al líder de su banda “mariposeando”, es decir, que de un plumazo quitamos la esencia de una de las personalidades más carismáticas de la música del último medio siglo.Lo que sucede es que al querer iniciar y concluirá la película con el triunfante concierto que dieron en 1985, ésta se convierte en la historia de la transformación del tímido Farrock Bulsara en el asombroso Freddie Mercury.
Visto con perspectiva, podrían haber resuelto con mayor profundidad algunos temas que la película toca de forma muy superficial, pero la verdad es que la hazaña de llevar la vida de Freddy Mercury a la pantalla no era fácil. Alguna dosis más de riesgo, por parte de sus responsables, habría estado un poco mejor, aunque deberíamos quedarnos con el vibrante espectáculo de dos horas y cuarto, con los fantásticos temas de Queen y una portentosa factura visual.
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