Super 8. Nostalgia prefabricada.
Jacob Jeffrey Abrams (JJ Abrams) es un buen artesano, un alumno aventajado de Spielberg que plano a plano se pregunta cómo lo haría su maestro. Un director que sabe adaptarse a cada uno de los proyectos que le ha tocado en suerte dirigir, bien ya sea en las sagas de Star Treck o Star Wars, o simplemente cuando se pone en la piel del propio Steven Spielberg. Hablamos de “Super 8”, una película tan prefabricada que si Amblin fuese el McDonald de Hollywood, el film de Abrams sería el gran Big Mac de la temporada con todos los juguetitos para los críos.
Ambientada en 1979, en una ciudad ficticia de Ohio, se inicia cuando Joe Lamb ayuda a su amigo Charles, a filmar con una super 8, una cámara de 8 mm., una película de zombies para un festival de cine local. Durante el rodaje de una escena, se produce una gran oportunidad cuando aparece un tren y Charles grita: “Acción”. En ese justo momento, una camioneta se cruza en la vía provocando que el choque, lanzase los vagones fuera de las vías. De esta forma, sus jóvenes protagonistas descubren un asombroso misterio que tratarán de investigarlo ellos mismos.
Más allá de algunas firmas visuales del propio Abrahms, esos halos azules que encontramos repartidos por toda la película, Jacob Jeffrey no pretende en ningún momento crear un estilo personal sino recordar constantemente a su maestro. “Super 8” es un cariñoso tributo a los clásicos de Spielberg como “Close Encounters” o “ET”, a través de recursos visuales y sonoros, así como en las referencias a Ohio (el Estado donde nació Spielberg) o al primer cine en 8 mm., como rodaba el cineasta siendo niño. A casta le viene al algo. Quizás muchos no lo sepan pero Jeffrey Abrams trabajó en distintos departamentos en películas producidas por Spielberg, antes de “Misión imposible III”, “Star Treck” o de producir esas creativas series de televisión (Lost, Fringe, Alias).
Pero Abrams no es Spielberg por mucho que quiera parecerse; sería lo mismo que Haggis para Eastwood, Paolo Sorrentino para Fellini o Brian de Palma para Alfred Hitchcock. Viéndolo con perspectiva, en el Renacimiento, surgió el Manierismo cuando algunos artistas empezaban a pintar “a la manera” de Rafael, Leonardo o Miguel Ángel. Con otras palabras, Abrams dirigiría “a la manera” de Spielberg.
Todos hemos oído esa “regla de oro” que el director de Indiana Jones maneja a la perfección: “muestra, no cuentes”. “Super 8” se inicia de forma prometedora, mostrándonos cómo un accidente laboral ha dejado a Joe sin madre y a Jack, sin esposa, pero esta forma de narrar -con tanta elegancia- queda coja en el momento en que JJ Abrahms necesita explicar eso mismo en varias ocasiones. Jack (Kyle Chadler) culpa a un vecino del accidente mientras que Joe pasea sus recuerdos a través de un colgante que llevaba su madre.
Lo mejor de la película es el primer acto, cuando los personajes adolescentes (todos ellos, geniales) preparan el corto –resulta emocionante e ingenioso- y encontramos la mejor escena de “ensayo” desde la audición de Naomi Watts, en “Mulholand Drive”. La química entre ellos, sobre todo la creciente intimidad entre Joe y Alice, tenía un encanto que irá desapareciendo paulatinamente, al mismo tiempo que avanza la trama: la del accidente del tren y cómo el suceso afecta al pueblo.
Un acierto de “Super 8” sería el ocultarnos al monstruo hasta el tramo final de la película. Pero el director yerra en la forma de hacerlo. JJ Abrams recurre demasiado a técnicas visuales: desenfocados, barridos, movimientos nerviosos de la cámara, para ocultarnos a la criatura. Sin embargo, como demostraron el propio Spielberg (Tiburón) o el coreano Bong Joon-ho (The Host), lo importante no sería ocultar el monstruo al espectador, sino hacerlo a través de la tensión de sus personajes.
La película tendría dos elementos al mismo tiempo. Por una parte es cine de género, bullicioso y con un sentido del espectáculo con trazas de Spielberg o el suyo propio. Por otra parte es un canto a la nostalgia. A Abrams no le culpamos, generaciones enteras crecimos viendo sus películas (como director/productor). ¿Quién no ha querido ser un “Goonie”, en alguna ocasión?
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