Blogia
Travelling. Blog de cine.

Cine clásico.

Lwarence de Arabia: un clásico inolvidable.

 Junto a Ben-Hur, El puente sobre el rio Kwai o Los diez mandamientos, la película de David Lean es una de las grandes superproducciones de carácter épico de la historia del cine. Otro título del que celebramos su aniversario junto a un nutrido número de clásicos, para un film que marcaría un importante hito dentro del cine de aventuras. 

El cineasta británico supo aprovechar al máximo los impresionantes recursos que tuvo a su alcance y todo aquello que hizo de la película toda una superproducción. El impresionante reparto, la música, la fotografía, el diseño artístico, el guión,  sus escenarios naturales o el montaje son marcas de la casa de un director que convirtió en esta  película en un fenómeno inolvidable. Podríamos destacar el montaje, una de sus herramientas idóneas. De hecho, David Lean contaba con una gran experiencia como montador antes de comenzar su carrera como cineasta. "La cantidad de veces que he salido de una película en la que había una escena muy bien montada y he oído a la gente decir que la fotografía era muy buena. ¡Al diablo con el operador! Todo se debe al montador".

Sobre el personaje hay tantas luces como sombras, como también existe la sospecha de haber exagerado sus hazañas pues estas vivencias partían de una obra autobiográfica. Lo cierto es que T. E. Lwarence  fue arqueólogo y diplomático inglés que llegó a Arabia en plena I Guerra Mundial, en el momento del nacionalismo árabe frente a un imperio turco, en franca decadencia. Resultan interesantes los entresijos de la política internacional, que aluden a unos conflictos que parecen no tener fin. También encontramos el auge del imperialismo británico. De hecho, Lwarence de Arabia se convertiría en un icono de las políticas pro occidentales. 

-Al parecer tenemos un servicio de agua británico con la bandera árabe.

 La película de David Lean los considera ciertos, pero sobre todo para presentar al personaje dentro de su conflicto interno y de su profundidad dramática. 

-Es usted el hombre más extraordinario que he conocido.

-Déjeme en paz.

-¿Cómo?

-¡Qué me deje en paz!

Así junto a las proezas que se le atribuyen también hay brotes de locura e incluso momentos de crueldad. E incluso llega a convertirse en una especie de Mesias:

-No está escrito.

                        

 Lo realmente importante de la película es la influencia del desierto en sus personajes, clave en el cine del realizador inglés, pues los paisajes y los grandes espacios cobran tanto protagonismo como la historia o sus personajes. David Lean se sirve  como escenario de los desiertos de Jordania, Marruecos y el de Almería. "David Lean no podía hablar nada más que del desierto. Nosotros llegábamos al rodaje y ya estaba en medio del desierto horas antes, cada día, para tenerlo en su cabeza". Uno de los actores que más debe al gran éxito de esta película, el egípcio Omar Sharif, declaraba la importancia del desierto para el film en su visita al festival de Almería en corto, asombrando a los presentes por su dominio del español. 

Otro de los escenarios que más nos podría llamar la atención es el de Sevilla, recreándose la capital hispalense como el Cairo, con el hotel Alfonso XIII y la Plaza de España (localización muy cinematográfica pues también serviría para el rodaje de una de las entregas de Star Wars). Productores como Sam Spiegel o Samuel Bronston pusieron a España en el mapa cinematográfico de Hollywood, rodándose en nuestra geografía grandes superproducciones como Doctor Zivagho, El Cid, La caída del Imperio Romano o 55 días en Pekín

Otra de las referencias del film es la música magistral a cargo de Maurice Jarre, con uno de los temas tan reconocibles como el silbido de la Marcha del Coronel Bogey en ‘El puente sobre el río Kwai’ (‘The Bridge on the River Kwai’, David Lean) o el tema de Lara (Doctor Zivagho, David Lean), del mismo compositor. 

En definitiva, un film lleno de anécdotas por la gran dificultad del rodaje a la altura de la propia historia que querían narrar; por el empleo de miles de caballos, camellos y figurantes en pleno desierto; por el propio actor protagonista (Peter O´Toole) elegido tras un larguísimo proceso y de importantes descartes como el de Marlon Brandom o por ser una de las pocas películas en donde los personajes femeninos deseparecían de la pantalla más allá de simples figuraciones. 

peter-otoole-lawrence-of-arabia

Lwarence de Arabia

lawrence-of-arabia-006

Lawrence-of-Arabia (1)

La fiera de mi niña. La locura de vivir.

La comedia fue el género más destacado en el cine silente de Hollywood pero también el que encontró más posibilidades gracias al sonido. Llegaba la scrweball comedy. El título inaugural fue La comedia de la vida. Un productor teatral en decadencia intenta convencer a su amante, una estrella de Hollywood en completo ascenso, a que vuelva a los escenarios de Broadway para que logre relanzar su carrera. El gran inconveniente es que ambos personajes se odian. John Barrymore (el productor) quedaba como un loco en la película (ojos de demente, pelo alborotado), mientas que ella (Carole Lombard) interpretaba de forma muy rápida. Esa velocidad, nueva en el cine, fue el ritmo que se impuso en las siguientes películas, sobre todo en La fiera de mi niña, una de las obras maestras de un director que contaba con numerosos títulos destacables.

Si es verdad que en sus películas “serias” solía insertar escenas o interludios humorísticos, en sus comedias encontramos secuencias con un aire de aventuras, como sucede en La fiera de mi niña en su variante temática de safaris africanos. En algún momento, David y Susan buscan al leopardo Baby por la casa de campo; y hay algo más, una escena propia del cine negro, cuando ella simula ser una criminal al estilo de la femme fatale para engañar al comisario. No será la primera vez que vemos interferencias genéricas en su cine.

                          

Una de las esencias de este tipo de comedia es que los personajes femeninos provocan una infinidad de problemas a los masculinos. En una secuencia magistral, Susan, aprovechando que David está en la ducha, lleva su ropa a la ciudad para que se lave y se planche. David no dudará en ponerse la bata de mujer y con esa facha, se presenta a tía Elisabeth y persigue a un perro que había birlado una de las costillas de su brontosaurio. Escenas como esta representan la screwball comedy por antonomasia, una modalidad alocada de la comedia, pero sin caer en ningún momento en el mal gusto o alejarse de la lógica más aplastante.

La historia se basaba en un relato de Hagar Wilde, adaptado por la propia autora y por Dudley Nichols, guionista habitual de Ford y quien escribiría al año siguiente la inmensa “La diligencia”. Y los personajes principales fueron ofrecidos a Cary Grant y a Katherine Herburt. Hawks tuvo que meterla en cintura, hasta tal punto que insinuó a la actriz que se dejara aleccionar por uno de los veteranos secundarios del film, Walter Carlett (quién interpretaba al comisario).

El director que odiaba los flashbacks y los ángulos de cámara forzados, creía que la comedia era el género idóneo donde representar la irrealidad. El tono adecuado para una comedia ligera, aunque sofisticada, que sirviera de evasión para la crisis económica de los años treinta. Y sin embargo, fue un inexplicable fracaso de taquilla. En su momento, a nadie le parecía gustar la película, a excepción de Harold Lloyd quién tomó como referencia a Cary Grant para interpretar sus propios personajes. Pero el tiempo la colocó en su lugar, de hecho, es el origen de la comedia de los noventa como uno de los films favoritos de un cineasta con gran vocación cinéfila como Peter Bogdanovich. Las grandes similitudes de algunos planos de su película, "¿Qué me pasa doctor?", son testimonio de esa admiración.

Image and video hosting by TinyPic

Un caso especial sucede a Katherine Herburt, quien no entendía un guión tan alocado en donde ningún personaje parecía cuerdo. De hecho, se rompió las relaciones entre la actriz y la productora, la RKO, que se tuvo que exiliar en el teatro hasta su regreso triunfal con “Historias de Filadelfia” (George Cukor). Una película que podría servir de reverso de “La fiera de mi niña”. En uno de los siete planos de la famosa secuencia inicial, vemos como Herburt rompe a Cary Grant un palo de golf. Si recordamos, el primer encuentro entre ambos personajes en el film de Haws es durante una partida de golf, en la que ella le golpea con una bola en la cabeza. “La fiera de mi niña” trataba sobre un paleontólogo que pretendía casarse con su secretaria, aunque una millonaria hará todo lo posible por estropearle sus planes. “Historia de Filadelfia” cuenta la historia al revés. Una millonaria se piensa casar pero su ex marido se presenta unos días antes con el fin de desbaratarle su boda.

La calle sin alegría, la película expresionista de George W. Pabst.

La calle sin alegría, la película expresionista de George W. Pabst.

El nombre de Georg Wilhelm Pabst seguramente no suene a casi nadie y de hacerlo sería por “Sucedió un 20 de julio” o acaso por “La caja de Pandora (Lulú)”. Fue un director que se atrevió a dirigir una versión musical de nuestro clásico “El quijote” y de los pocos grandes cineastas que prefirieron permanecer en Alemania, después de la guerra.

“Bajo la máscara del placer” o “La calle sin alegría” (Die freudlose Gasse, 1925) es un estudio descarnado de la posguerra vienesa de la Primera Guerra Mundial. Asfixiada por la inflación, la metrópoli austriaca se convierte en el dominio de todo tipo de especulación, en donde un avaricioso carnicero  aparece como el personaje central, cuya influencia negativa dominaba la vida en la calle vienesa donde se desarrolla. Entre los personajes secundarios encontramos a un profesor pobre, su  atribulada hija, un idealista voluntario de la Cruz Roja americano y una prostituta furtiva. Cada personaje es fotografiado de una manera simbólica subrayando su principal personalidad: el carnicero es fotografiado desde un ángulo bajo, haciendo hincapié  su poder corrupto, mientras que el profesor es fotografió con un plano largo, destacando la desnudez de su apartamento, y por extensión, de su vida.


Entre las estrellas del “La calle sin alegría” encontramos a Asta Nielsen y Werner Krauss, pero el lector mostrará más interés  por el personaje interpretado por una joven Greta Garbo. Por cierto, a pesar de las afirmaciones de algunos historiadores del cine, y de aparecer en muchísimas webs, Marlene Dietrich no aparecía como extra en la película.

El film de George W. Pabst es uno de los pocos ejemplos de cine expresionista alejado del terror (Nosferatu, El gabinete del doctor Caligari) o de la ciencia-ficción (Metrópolis) para encuadrarse en un estilo realista de denuncia social. De hecho, sería un reflejo perfecto de lo que sería cualquier ciudad alemana o austriaca, al finalizar la guerra, en donde se apiñaban los más pobres en largar colas en busca de una comida que a veces no llegaba, mientras que los ricos derrochaban el dinero a mansalva. Pero nadie representaba la villanía, en la película, como aquel carnicero que explotaba a sus clientas, forzando a las mujeres más atractivas a pagar su mercancía a cambio de relaciones sexuales.

Continuamos con un reportaje, en dos partes, sobre el legado del expresionismo alemán, en Hollywood. 

                                  

                        

El cine de Abel Gance. Las vanguardias de los años veinte. Episodio V.

El cine de Abel Gance. Las vanguardias de los años veinte. Episodio V.

El impresionismo fue una de las reacciones francesas a los cánones cinematográficos de Hollywood, en un momento en que se iban imponiendo las vanguardias en Europa. Ya habíamos visto ejemplos en el cine realista de Carl Theodor Dreyer o en el formalismo soviético, mientras que en Francia se buscó reproducir las impresiones ante la naturaleza o cualquier estímulo, tomando sus principios de la corriente artística de finales del siglo XIX.

Los franceses, con Abel Gance a la cabeza se consideraron los más dinámicos en el cine de su época, los más frenéticos.  Algunas de estas imágenes duran sólo un fotograma, van demasiado rápido sobre todo en comparación con el cine romántico de Hollywood.

Buscaron en dos revoluciones  el concepto de la modernidad y según el artista Jean Cocteau  habría un antes y un después del cine con La rueda como  Picasso marcaba un antes y después en la pintura. Pero esta película sería un ejercicio preparatorio de su obra maestra que preparó con todo detalle, durante años, Napoleón visto por Abel Gance. Una película que contendría un metraje de cuatro horas sobre la figura de Napoleón Bonaparte, aunque reducida a dos horas por la productora Phaté.  Para conseguir su propósito, el dinamismo de las batallas, con las cargas de los caballos, el cineasta francés relacionaría la cámara con el movimiento, utilizando para ellos curiosos recursos. Por ejemplo cubrió una cámara con una esponja de pelo para que los actores pudieran golpearla, o colocó una cámara con aire comprimido en la silla de un caballo, para registrar el movimiento de Bonaparte.

Un clásico del cine marcado por el movimiento y la innovación visual.

También encontramos primeros planos muy significativos, como nunca antes se habrían visto en el cine mudo, de hecho habría que esperar al director Danés Carl Theodor Dreyer para encontrarnos este tipo de planos en La pasión de Juana de Arco.

Después de esta breve presentación, os dejamos el reportaje que hemos dedicado al cine de Abel Gance, de los años veinte, haciendo una especial atención a Napoleón

                          

                           

Je acusse (1919)

                     

La rueda, La roue. (1923)

Napoleón (1927)

Con esta última entrega cerramos el ciclo que hemos dedicado a las vanguardias en los años veinte. 

La pasión de Juana de Arco. Las vanguardias de los años veinte. Episodio IV.

La vanguardia soviética. Las vanguardias de los años veinte. Episodio III.

Avaricia/Y el mundo marcha. Las vanguardias de los años veinte. Episodios I y II.

Los años 20. Hollywood y las vanguardias.

También te puede interesar. 

Una página de locura. Sorprendente película japonesa de los años veinte.

La pasión de Juana de Arco. La mística y el cine, según Dreyer. (Sinfinalenguión)

EL ACORAZADO POTEMKIN (Sinfinalenelguión)


La pasión de Juana de Arco. Las vanguardias de los años veinte. Episodio IV.

La pasión de Juana de Arco. Las vanguardias de los años veinte. Episodio IV.

La película muda de Carl Dreyer, La pasión de Juana de Arco, es un ejemplo del potencial del cine como arte. De una estética meticulosa (el film está casi enteramente compuesta de primeros planos de los rostros de los actores) está unida a la desgarradora interpretación  de María Falconetti (una estrella de cine que nunca actuó en otra película) en el papel principal. No es necesario ser religioso para entender lo que  Juana de Arco quiere expresar según lo retratado por la actriz. Su rostro es pura expresión y  Dreyer  saca un enorme potencial de esta y otras imágenes impresionantes como la sombra de un marco de ventana que se convierta en una cruz en el suelo, gusanos que se arrastran a través de un cráneo desenterrado de una tumba recién cavada, o un aburrido verdugo que apenas es capaz de sostener su cabeza en la compañía de sus instrumentos de tortura. Y luego está la muerte en la hoguera y la brutal represión de esta campesina, en una serie de imágenes proyectadas sobre un permanente fondo blanco.

El genio de estos efectos visuales de Dreyer y la interpretación de Falconetti  logran una complejidad psicológica que impactará en el espectador. ¿Fue Juana de Arco verdaderamente una mística y una mártir? ¿O era simplemente una desafortunada víctima del tiempo en el que ella vivió y murió? De cualquier manera, una cosa es segura: su personaje se presenta aquí como humano. Se trata de la espiritualidad y la represión, en una película realizada por el danés Carl Dreyer en el año 1928, La pasión de Juana de Arco.

Pero como le sucede a la mártir de la historia, su director sufrió un auténtico calvario. Durante  décadas, el cine de Dreyer sería  víctima de censores religiosos y políticos, dos incendios que destruyeron importante metraje de sus cintas, cortes no autorizados, con el deseo de modernizar la película. Un rollo del largometraje, sin censura, se encontró milagrosamente en un hospital noruego para  enfermos mentales (irónico, ¿no?) Lo peor de todo sería, sin embargo, que su estilo no fue justamente apreciado y reconocido; de hecho, Dreyer se convirtió en un director que caería en desgracia. 

                       

                      

Una de las referencias que encontramos en Dreyer, más allá de La pasión de Juana de Arco es la pintura del también danés, Hammershøi, que influiría a otros directores como Michael Haneke, Amour.

De izquerda a derecha: 

Fotograma de la película Ordet.

Habitación, Vilhelm Hammershøi,1890

Fotografía de la casa de Dreyer.

Interior con Ida tocando el piano,Vilhelm Hammershøi,1910

Fotograma de Amour, Michael Haneke.

   

La vanguardia soviética. Las vanguardias de los años veinte. Episodio III.

Desde que en 1917 se instaurase en Rusia la Revolución Soviética –aplicación a cargo de Lenin de las ideas del marxismo y del materialismo histórico de Marx- se trastocó todo el sistema político, socioeconómico y cultural dentro de la futura URSS.  Por supuesto, también veremos grandes cambios en el mundo del cine que enlazaría con las vanguardias.

Un primer título muy significativo fue Aelita, reina de Marte (1924), que basándose en una novela de Alexei Tolstoi,   centra a un ingeniero de Moscú llamado Los (Nikolai Tsereteli) que insatisfecho con su vida en la Tierra, busca en otros mundos una  hermosa mujer, Aelita. Al final llegará a Marte, acompañado de un alegre soldado del Ejército Rojo, Gusev (Nikolai Batalov) que quiere llevar la revolución a ese planeta. De hecho, se trata de una película que serviría para relacionar a los futuros marcianos con los “rojos”, sentando las bases del imaginario de la ciencia-ficción de los cincuenta.

Pero donde realmente revolucionó el cine soviético fue en el montaje. Uno de los representantes de la revolución, Dizga Vértov, aplicó el montaje cinematográfico con un sentido marxista. Rodó una sinfonía urbana en la que iba combinando los principios del cine según el materialismo histórico y los del movimiento vanguardistas a través de composiciones angulares y movimientos acelerados. El hombre de la cámara, el título emblemático de su filmografía,  sin  embargo, no fue más que una muesca dentro de la gran maquinaria de lo que aún debería llegar. Hablamos de Sergei Eisenstein.  Con este gran cineasta vanguardista, se dio un giro copernicano en el sentido del montaje cinematográfico. 

Nos quedaría citar a un tercer realizador soviético muy destacado, Dovzhenko

Arsenal, de Alexander Dovzhenko es una obra maestra. En un momento de la película, la población permanece callada ante el eco de la música de guerra aún sonando en el recuerdo, en otra secuencia un soldado enloquece con el gas de la risa cuando encuentra a un alemán muerto, medio enterrado y riéndose.

Presentamos con este breve texto el reportaje que hemos dedicado a esta vanguardia cinematográfica soviética. 

                                  

                          

Te puede interesar, también:

Los años 20. Hollywood y las vanguardias.



Mario Monicelli: La comedia italiana en tres pinceladas.

Mario Monicelli: La comedia italiana en tres pinceladas.

En el cine  se da el caprichoso destino de muchos cineastas célebres que se desvanecen con una gran facilidad fuera de su ámbito. Esto mismo le sucede al director italiano Mario Monicelli,  hoy eclipsado en el escenario mundial. Monicelli fue un guionista prolífico en los años 40, despegó como director en los 50 y continuó haciendo películas sin mucha pausa hasta su muerte en 2010. En su apogeo como cineasta, trabajó con estrellas como Anna Magnani, Marcello Mastroianni, Totò, Claudia Cardinale, y Monica Vitti. En una ocasión compartió un León de Oro en Venecia con Roberto Rossellini, y fue nominado para el Oscar a la Mejor Película Extranjera dos años seguidos (y luego una tercera vez). Sin embargo, muy pocas de sus más de 50 películas están disponibles en países como el nuestro. Un caso ilustrativo es la película Boccaccio 70 (1962), donde el distribuidor internacional, preocupado por el largo tiempo de ejecución, cortó el segmento de Monicelli por completo. Otros tres directores de la misma película -Fellini, Visconti, y De Sica- boicotearon la proyección de Cannes en protesta.

Todo esto hace que demos la bienvenida a Mario Monicelli en su cien aniversario de su nacimiento.

                            

Fue uno de los maestros de la Commedia all’italiana ("Comedia a la italiana") y varias de sus películas son reconocidas como obras maestras del cine trasalpino. Sobre todo La gran guerra, considerada su mejor trabajo, pero también, Rufufú, cuya popularidad catapultaría a sus protagonistas Gassman y Mastroianni, y Risas de alegría, los tres títulos que van a recordar de su director. 

Risas de alegría  nos presenta la desventura de una extra en Cinecitta (Tortorella, una inmensa Anna Magnani) en la víspera de Año Nuevo,  como esas películas que suceden en una noche como la americana ¡Jo que noche!, que no pocos críticos la han querido relacionar.  Un carterista,  un cómplice poco dispuesto, un conductor de tranvía  y un turista americano muy borracho en busca de la Fuente de Trevi, completan el cartel de personajes principales.

También se ha dicho que Mario Monnicelli parece ser una versión a la italiana de Billy Wilder o de Martin Scorsese.

En este contexto, La Gran Guerra (1959), ganador del León de Oro, es notablemente más ambiciosa a medio camino entre el cine bélico y la comedia.  Ambientada en la Primera Guerra Mundial, la película se centra en dos gandules (Alberto Sordi y Vittorio Gassman) que se convierten en compañeros antagónicos. En una escena, la cámara sigue rápidamente hacia atrás por una columna de soldados, para colocarse en dos de ellos que están discutiendo acerca de si la chica pin up favorita es casta en la vida. Entonces aparecen un par de botas, y la cámara sigue adelante, volviendo sobre sus pasos para establecerse en un espía enemigo,  a quien han situado en una pared y han ejecutado. Vemos diferentes ritmos en una sola toma, como ejemplo de la maestría del cineasta italiano. También es llamativo que la película se rodase dos años después de Senderos de gloria (Stanley Kubrick).


En Rufufú encontramos un tema muy popular: el de la farsa entre ladrones. Fue considerada como una versión paródica del melodrama francés, Rififí.  El "gran problema" que se mencionaba en uno de sus títulos (que no era el título italiano, por cierto) era el robo en una tienda de empeñas, siguiendo el estilo “científico” que planteaba de forma seria, la película francesa.

Pero, por supuesto, no tienen éxito. Hay un tipo honrado  (Marcello Mastroianni), que tiene a la mujer en la cárcel,  y luego, el ex boxeador profesional (Vittorio Gassman). También está  el hijo (Renato Salvatori) que se enamora perdidamente de la hermana de otro de los conspiradores (Tiberio Murgia), un siciliano vengativo. Y por último está el "experto", un papel interpretado maravillosamente por Totó.

Avaricia/Y el mundo marcha. Las vanguardias de los años veinte. Episodios I y II.

Avaricia/Y el mundo marcha. Las vanguardias de los años veinte.  Episodios I y II.

No habría institución más conservadora que Hollywood y los productores lo sabían y sabrían que el público llenaba las salas en busca de historia de fácil consumo, películas de evasión, que los distrajese, porque en ese mundo de los felices años veinte habría grandes contrastes. En Estados Unidos no era fácil encontrar película de corte vanguardista, tan innovadoras como La rueda o Napoleón, El gabinete del Doctor Galigari o la original, toda una sorpresa posmoderna en los años veinte, procedente de Japón como Una página de locura. Esa década dieron lugar a una serie de propuestas a contracorriente de las que hemos querido destacar dos de ellas.

Von Stroheim fue uno de los ayudantes y asesores militares de Griffith, en la Universal, antes de que fuera expulsado por el Jefe de Producción Irving Thalberg. Entró en la Goldwyn Pictures, -futura MGM- donde estuvo al frente de la adaptación de la novela McTeague, de Frank Norris, trasladando el estilo naturalista de Emile Zolá, a lenguaje cinematográfico. Desde entonces, la película fue todo un calvario para su director, quién logró concluirla nueve meses después con el título de Greed (Avaricia). Fue un filme descomunal de nueve horas de metraje –muy alejado de las películas baratas de matinées, e incluso de las producciones más costosas que realizaba cualquier mayor de la época- que encontró el enfrentamiento de la productora, sobre todo cuando un viejo "amigo" suyo, el bueno de Thalberg, entró en la compañía y redujo la película a poco más de dos horas. La nueva versión indignó a Von Stroheim, director que se convertiría en uno de los autores malditos de Hollywood; pero como le sucedió a La Venus de Milo, la película mutilada se convirtió en un clásico de todos los tiempos.

                              

Unos años más tarde, encontramos este otro título que se demarcaría de los cánones de las productoras, Y el mundo marcha (The crowd, King Vidor). El cineasta tejano entró en la MGM cuando su propia empresa quedó en bancarrota. Vidor quería mostrar otra imagen frustrada del Sueño Americano, a través de un personaje, John Sims, nacido simbólicamente el 4 de julio de 1900.

Seguimos a John Sims desde los traumas de su infancia a través de su llegada a Nueva York. Gran parte de la película se rodó en exteriores; vemos un horizonte de Manhattan extrañamente carente sin los grandes rascacielos del Empire State y Chrysler. Finalmente, se enamora de una joven y termina trabajando en un edificio de oficinas.

Una de las imágenes más famosas de la historia del cine llega pronto. La cámara nos mostraba un rascacielos, antes de penetrar en una ventana aparentemente al azar para revelar vastas filas de monótonos escritorios, perfectamente alineados. El plano inspiró nada menos que a Orson Welles para Ciudadano Kane y luego para El proceso. Y a su vez, Billy Wilder lo tomaba prestado para explicar visualmente las oficinas donde trabajaba Jack Lemmon, en El apartamento. 

Pero como le sucedió a Avaricia, el deseo de innovación llevó a la película a su fracaso (se requirieron de hasta siete finales alternativos y el actor principal, que no había trabajado antes en el cine, no fue nunca más contratado). 

En el siguiente reportaje, analizamos algunas ideas de estas dos películas. Espero que les resulte interesante. 

                            

                             

                             

También te puede interesar.

Los años 20. Hollywood y las vanguardias.

La vanguardia soviética. Las vanguardias de los años veinte. Episodio III.

Una página de locura. Sorprendente película japonesa de los años veinte.