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Travelling. Blog de cine.

Steven Spielberg

Ready Player One. La distópica nostalgia de Spielberg.

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Una nueva especie de nerd y un viejo patriarca del cine de los ochenta unen sus fuerzas en el último trabajo de Steven Spielberg; film que adapta una novela superventas de Ernest Cline, en donde se juega con la nostalgia, los videojuegos y el mundo de la realidad virtual. Volvemos a terrenos ya explorados, desde Tron (Steven Liserberg, 1982), ExistinZ (David Cronemberg, 1999), a Matrix (los hermanos Wachowski, 1999) o Black Mirror.

Nos situamos en 2045, en un mundo futuro que poco tiene que ver con las distopías pre-apocalípticas ya vistas. Las ciudades no son más que unos enormes barrios marginales donde la realidad virtual es el opio de las masas. Tye Sheridan (visto en “Mud”) interpreta a Wade Watts un adolescente solitario que vive en Columbus, Ohio, convertido ahora en una especie de favela. Su único interés es entrar en el universo alternativo de Oasis, como el mítico avatar de Parzifal. Se trata de un videojuego creado por el difunto James Hallyday (Mark Rylance), un cruce entre Willy Bonka y Steve Jobs. Esta es una configuración extraña. Un acrítico entretenimiento para tiempos críticos, que no hace otra cosa que expandir la idea del american way life, junto a un trasfondo casi cristiano, en donde Oasis ejercería de equivalente a la píldora azul de Matrix; eso sí, de adicción global.

Un festival de referencias.

La nostalgia ha sido uno de los grandes leitmotivs del mundo del entretenimiento de la última hornada. A falta de imaginación, se echa mano de lo conocido. Llamémoslo efecto  Stranger things o Funko Pop, pero la verdad es que la “nostalgia” ha estado presente en todo su cine. Si conoces el nombre de la escuela de Secundaria a la que fueron los personajes de las películas de John Hudges o jugaste al “Adventure" en el Atari, cuando eras niño, ya conoces algunos de los guiños que aparecen en Ready Player One. El film juega con la nostalgia de quienes fuimos niños en los 80. Spielberg despliega todas esas referencias con las que muchos de nosotros hemos crecido. Nos muestra una emocionante carrera de coches a través de las calles virtuales de Nueva York, mientras los personajes se atreven a adelantar a King Kong o al T. Rex. Y comparten imagen la moto de Akira, Chucky, Chunli de Street Fighter o el Gigante de Hierro.  Lo curioso es que todas esas referencias ya aparecían en la novela de Ernest Cline.

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Pero la película pretende ir más allá de un simple festival de referencias.

Al comienzo de su carrera, Spielberg se identificaba con niños huérfanos o los que aprendían a valerse solos, pero en sus últimas décadas se está concentrando en lo que significa ser un patriarca responsable de una familia, o el caso de Abraham Lincoln, de una nación. Así se entiende el personaje de Hallyday, interpretado por Mark Rylance, quien ganó el Oscar por “El puente de los espías” y prestó la voz del gigante del título "Mi amigo el gigante".

Un Spielberg muy conservador.

Considero el film, visualmente apabullante y muy entretenido. Spielberg despliega su lado más juguetón y divertido, alejándose de esas películas en las que se pone serio, al reflejar la Historia convulsa del siglo XX; de ahí, que no tome partido por uno de los aspectos más notables de la novela original: su lado político. Es curioso que el cine de Spielberg haya reflejado temas tan controvertidos como la esclavitud, el racismo, el Holocausto o el terrorismo, pero  sus críticas al sistema no terminan cuestionando tales sistemas. Y “Ready Player One” es puro Spielberg, en este sentido: Los desfavorecidos a comienzos de la historia terminarán ocupando la jerarquía de los “malos”. De hecho, que se haga una referencia a la cultura pop no es más que una revancha de los nerd frente a las élites intelectuales.

El mensaje no puede ser más conservador: Spielberg suprime los pasajes más turbios de la novela y transforma la idea de partida –todo tiempo pasado fue mejor- por el célebre Carpe Diem –vive el presente-. Todo esto, junto a una tibia moralina, pensada para los tiempos de crisis, para al final -como diría El Gatopardo- “cambiarlo todo para que nada cambie”.

Podríamos concluir observando que se trata de un entretenidísimo film de acción tanto en el insípido mundo real como en el colorido y exuberante, virtual, con una afinidad con el estilo reflexivo y emocional de Spielberg. Es una película irregular o al menos de una perfecta imperfección, donde lo mejor sería el homenaje  que dedica a su amigo Kubrick.

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El Imperio del Sol. La pérdida de la inocencia de Spielberg.

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Después de la fantasía escapista de “Indiana Jones y el templo maldito”, Steven Spielberg se aventuró en el territorio del drama, con trasfondo histórico, en sus dos siguientes películas, “El color púrpura” y “El Imperio del Sol”. Pero mientras la primera citada fue un rotundo éxito comercial, “Imperio del Sol” funcionó mal en taquilla, al menos en comparación con sus anteriores películas. Quizás no logró encontrar al espectador porque se trataba de uno de sus trabajos más sombríos. Pero 20 años después de su estreno, puede ser visto como una intrigante combinación de las tendencias de Spielberg: la anterior infantil, espectacular y escapista, y la línea de un director, más maduro, con la que buscaría hacerse hueco también en el cine de prestigio.

A pesar del enorme éxito de títulos como “Tiburón” o “Encuentros en la tercera fase”, el director de Ohio estaba lejos de la condición de cineasta de prestigio. De ahí que Steven Spielberg decidiese filmar algunas películas que le dieran ese impulso, e incluso pensando en la posibilidad de lograr algún Oscar.

Basada en una novela de JG Ballard, que se inspiró en sus propias experiencias en la Segunda Guerra Mundial, el “Imperio del Sol” se ambienta en 1941 y se centra en Jim Graham (Christian Bale), un niño inglés que vive con sus padres en Shanghai, una familia rica que lleva una vida lujosa. Cuando los japoneses lo invaden, Jim es separado de su madre y su padre (Emily Richard y Rupert Frazer), y termina viviendo solo en su casa abandonada y vagando por las calles de Shanghai. Pronto se cae con Basie (John Malkovich) y Frank (Joe Pantoliano), dos estadounidenses escondidos en Shanghai y bienes de trueque para sobrevivir. Finalmente, los tres de ellos son capturados por los japoneses y terminan en un campo de internamiento, donde permanecerán por un número de años. Mientras Basie y sus compinches estadounidenses planean un escape, y los prisioneros británicos soportar su situación con dignidad tranquila, Jim se lanza con entusiasmo en su nueva vida, el tratamiento del campamento y la gente en él como sustituto de su hogar perdido y ausente de la familia.

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El film podría ser analizado desde diversas perspectivas: la vinculación con David Lean y las influencias de ese cine con mayúsculas en la película; el rodaje en España y otros mil asuntos más. Pero hemos optado por dirigir la crónica hacia un tema en concreto.

La pérdida de la inocencia.

A diferencia de anteriores películas de Spielberg, esta es menos una celebración de las maravillas de la niñez y más un lamento por la pérdida de la inocencia. Jim es un niño que no quiere crecer, porque hacerlo significaría tener que reconocer las cosas terribles que le están sucedido, a él, pero sobre todo a la ciudad de Shanguai, en el momento en que fue ocupada por los japoneses.

Después de una breve introducción narrada, uno de las primeros detalles que vemos es un plano cenital de ataúdes flotantes en el agua, que un barco surca y empuja a un lado (por cierto, esto, junto con las secuencias de las personas que huyen desesperadamente de Shanghai, anticiparía tanto los cadáveres flotando agua abajo como la multitud de ciudadanos desplazados en “La guerra de los mundos”). Vemos entonces un primer plano de una bandera japonesa ondeando violentamente en el viento, detrás de la cual se revela Shanghai, un plano que anticipa a los acontecimientos posteriores en la película.

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-¡El P51, el Cadillac del cielo!

Uno de esos detalles que Spielberg pretende destacar viene al final de la película. Una secuencia rodada en planos-secuencia y americano, en la que se ametralla y bombardea la pista japonesa al lado del campo de internamiento. Como atacan, Jim se encuentra en el techo de un edificio, como un espectador excitable al ver una secuencia de acción emocionante, distinguiéndose entre su visión romántica de la guerra y la dura realidad. La visión de un niño por un conflicto, un juego de guerra con aviones de tamaño natural y un campo de prisioneros convertido en su  parque de juegos.

“El imperio del sol” no es tan gráfica como los mundos infernales de “La lista de Schindler” y “Salvar al soldado Ryan”, pero Spielberg no endulza los horrores de la guerra. Rueda gran parte de la película desde la perspectiva de Jim, el niño, y nos muestra no sólo lo que ve su personaje, sino también cómo lo ve. En la secuencia, en la que Jim regresa a su casa vacía después de la invasión de Shanghai (otra virtuosa secuencia, libre de diálogo), entra en la habitación de su madre y ve una huella desnuda sobre el polvo de talco que cubre el suelo. Por un momento, Jim está feliz de ver este detalle que le recuerda a su madre, pero se sacude rápidamente de su ensueño cuando descubre otras huellas y marcas que aluden a signos de lucha. Es un ejemplo de cómo obtiene una sensación vívida de la violencia, y su efecto sobre él.

Jim podría servir de alter ego del espectador, pero también de Ballard y del propio Spielberg. Tanto Jim y Spielberg (en el momento de esta película) podrían verse como unos jóvenes talentosos y privilegiados (combinando ingenuidad infantil con la experiencia de los adultos). Pero, al igual que le sucede a Jim, nunca podría regresar a su infancia más inocente. Spielberg, para bien o para mal, nunca regresará a los placeres ligeros, inocentes y entretenidos de “Indiana Jones en busca del arca perdida” o de “Encuentros en la tercera fase”. Como última instancia, “El imperio del sol” es una de las películas más sombrías que Spielberg ha hecho sobre la infancia (o más exactamente,  sobre la transición de un niño sin preocupaciones a un adulto responsable), y como tal es una película clave en el crecimiento y desarrollo de su carrera.

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Encuentros en la tercera parte. Cuarenta años de un clásico contemporáneo de la ciencia-ficción.

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-Si en la cara oculta de la Luna, todo está bien, venga las cinco notas.

Se cumple el cuarenta aniversario de “Encuentros en la tercera fase”, con la que  viajamos a una película de avistamientos, naves que llegan del espacio y de criaturas que pretenden establecer contacto con los humanos, una historia que Steven Spielberg imaginó siendo un adolescente y que recibió el aplauso de la crítica y el público. Lograría revolucionar no sólo el género de la ciencia-ficción sino también el cine mainstream, siendo este de los primeros blockbusters de la era moderna. 

Es curioso que se citen a David Cronemberg, Ridley Scott e incluso a Terry Gilliam, entre los nombres de referencia del género, mientras que la crítica especializada parece olvidarse de Spielberg, quién ha filmado algunos de los títulos más recordados por el gran público. Ahí quedarían, su regreso al mundo cretácico (Parque Jurásico), los universos distópicos (Minority Report), la robótica (AI, Inteligencia Artificial) y sus tres películas sobre contactos con extraterrestres.  La ciencia-ficción había retratado a los aliens como seres dispuestos a acabar con la humanidad (con la excepción destacada en “Ultimátum a la Tierra”) cuando llegaron los años setenta. El mensaje de paz de estos beatíficos extraterrestres coincidiría con sus fantasías de adolescentes, el impulso contracultural de la época y la crónica OVNI. De ahí, que Spielberg se aleje de los Monsters Aliens de los 50, para convertirlos en unos seres espirituales, unos ángeles con unos optimistas mensajes –no estamos solos en el universo-.

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La historia es, en apariencia, sencilla. Una serie de personas se sentirán atraídas por una “obsesión” tras sufrir una experiencia OVNI, entre ellos, Rod Neary (un empleado de electricidad y padre de familia) y Jillian Guiler (una madre que perderá a su hijo). Al final, franquearán una alambicada conspiración creada por el Gobierno para ocultar un “secreto”, el contacto con extraterrestres que van a devolver a un grupo de personas abducidas, a lo largo de los años. De esta forma “Close encounters of thirh kind” se convierte en el film definitivo sobre la ufología. Existe un tono didáctico y testimonial, por lo que existe una relación con los estudios de Josef Allen Hynek y Claude Lacombe (el personaje interpretado por Truffaut), e incluso con la obra del escritor suizo Von Däniken o con la crónica OVNI, de la época.

Pero, a la hora de estructurar el film, Spielberg sigue unos ejes principales. El contexto histórico e intelectual en el que se concibe una película, al mismo tiempo que busca una singularidad, centrándose en diferentes temas con implicaciones filosóficas muy concretas. Todo ello, a través de un arsenal de emociones. Steven Spielberg es un maestro de la manipulación fílmica, al jugar con emociones. Así nos hace sonreír, nos proporciona unas pequeñas dosis de tensión o miedo, e incluso nos deja que soltemos algunas lágrimas. También repite algunos temas (el padre conflictivo) y cuenta con un poso de oscuridad. La historia de Rod Nery no es otra que la padre/esposo que enloquece después de obsesionarse con los extraterrestres y que decide abandonar a su familia para realizar su viaje estelar con unos aliens que han ido secuestrando, sistemáticamente, durante años.

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La génesis de una historia, escrita a seis manos.

-El Sol salió anoche y me cantó.

El origen de “Close encounters” estaría en sus sueños de adolescentes, cuando era un crío que buscaba estrellas con su telescopio o formaba parte de los boy-scouts. Un chico que se fue a vivir junto a su padre (una vez que sus progenitores se divorciaron) y se mudaron de Ohio a California. Un entusiasta del cine, armado con una cámara de 16 mm., que a los 16 años filmaría su primer largometraje “Firelight”, sobre un grupo de científicos que investigaban unos extrañas luces en el cielo.

Spielberg era por aquel entonces un joven de apenas 30 años que venía de triunfar con “Tiburón” (Jaws, 1976), película que había superado a las previsiones más optimistas. Con ese bagaje, era normal que se presentase ante una gran productora –la Columbia, con un pie en la quiebra- y con el proyecto de una gran superproducción, el mismo año en que su amigo George Lucas estrenaba su “Star Wars”. Una apuesta que reunió a un equipo memorable. Douglas Trumbull fue el asesor de los efectos especiales y Carlo Rambaldi, quien diseñó a los extraterrestres; el compositor John Williams y  Isao Tomita –el autor de la música con la que ensayan los científicos el contacto con los “extraterrestre”- o a Vilmos Zsigmond, en la fotografía.

Se había contratado a Paul Schraeder para el guion, pero Spielberg hizo tantos cambios que Schraeder decidió retirar su nombre y ante la posibilidad de quedar desierta, el propio director se sentó a escribir la historia, con la ayuda de hasta seis personas. En cuanto al reparto, vuelve a contar con Richard Dreyfuss (después de “Tiburón”) y junto a él,  una prácticamente desconocida, Melinda Dillon; François Truffaut y Cary Guffey, entre otros, el crío de 5 años que desaparece, el futuro Danny Torrance, en “El Resplandor” (Stanley Kubrick). 

La película no dirime cuestiones, al estilo de “2001”, ni responde a los interrogantes que plantea, pero demostró las enormes cualidades de Spielberg (a la vez, artista y artesano, con fuerte raigambre clásica) justo antes de su primer gran fracaso de taquilla y crítica “1942”.

Steven Spielberg: Detrás de las cámaras.

Steven Spielberg: Detrás de las cámaras.

Cuando se piensa en las escenas más emblemáticas de la historia del cine, ¿Qué es lo que viene a la mente? ¿El plano secuencia de  Sed de mal? ¿La escena de Copacabana, en Uno de los nuestros? ¿O la secuencia del coche en Hijos de los hombres? Definitivamente, existe una infinidad de escenas memorables que han dejado su hueco en la historia del cine. En el caso de Spielberg existen algunas escenas meritorias, junto a recursos cinematográficos (audiovisuales y narrativos) que forman parte de su sello particular. En este artículo vamos a intentar acercarnos a algunos de ellos a través de la información que ofrecemos, a continuación, como del reportaje que hemos preparado para nuestro canal de Youtube.

Todos hemos escuchado la regla de oro de la cinematografía  “muestra, no cuentes” - al tratar de no abusar de diálogo, para contar su historia si se puede usar de la cinematografía y sus efectos visuales - o por lo menos tanto como puedas. De hecho, Spielberg suele utilizar 12 planos para introducir sus personajes al espectador, sin el uso de diálogo. Así sucede en películas como La lista de Shidler, E.T. o "Indiana Jones".

El personaje de Indiana Jones se presenta en “Raiders of the Lost Ark” como un aventurero que afronta numerosos peligros con envidiable valor y la destreza con su látigo. El sombrero, campera de exploración, recuerda a aquel personaje de las versiones cinematográficas de Las Minas del Rey Salomón (interpretado por Stewart Granger,  actor emblemático de films de aventuras de la  época, como en los 80 sería Harrison Ford).

                  

El personaje se ve apenas comienza la película. Uno de sus ayudantes intenta traicionarlo apuntándolo con un arma. Un látigo le quita el arma, y un primer plano de Indiana Jones vuelve a presentarlo.

 

En otro momento, vemos otra situación distinta. Tomemos este ejemplo de la película Munich. La imagen presenta cuatro planos de acción que revelan información de la historia sin un solo corte. En cambio, la cámara se mueve en el interior del coche, utilizando los diversos espejos para reflejar cada uno de los personajes que no se sientan uno frente al otro.

                        

Spielberg toma un plano amplio de una secuencia (generalmente medio-largo) y para destacarlo, pasa  a un plano más cercano (llegando incluso al plano detalle). De esta forma estructura muchas de sus escenas.

               

Si os interesa, también podeis ver el reportaje sobre este mismo tema, para Youtube. (No está audiocomentado)

                             

Jaws (Tiburón) Aspectos cinematográficos de una película que cumple cuarenta años.

Jaws (Tiburón) Aspectos cinematográficos de una película que cumple cuarenta años.

Con la consideración del Rey Midas por su éxito taquillero, ha conseguido no ser ya uno de los cineastas más populares de todos los tiempos, sino también un gran director, más allá de sus admiradores y de los detractores (que también los tiene).

Sus detractores  han visto en su cine una forma de entretenimiento insustancial, maniqueo y con un dramatismo efectista, basándose más en los efectos especiales que en un guión bien construido (con personajes poco definidos en comparación con sus “criaturas” digitales; con unas constantes temáticas –el abandono del padre- a veces repetitivas; situar, en muchas ocasiones, su mejor escena al comienzo de la película y no estar a la altura en el resto del metraje); mientras que sus admiradores han buscado en su cine pasar unas dos horas, sin apartar la mirada de la pantalla, por el ritmo de sus escenas y sobre todo por sus espectaculares efectos especiales.

Mucho más importante es la cuestión que aún sigue oyéndose en torno a Spielberg, si es un autor –crea su estilo o sello propio- o un artesano –que d0mina como nadie los recursos cinematográficos pero que se limita a hacer “cine hecho de cine”-.

Lo cierto es que Steven Spielberg cuenta con un estilo eminentemente clásico, de los que podríamos resaltar tres recursos fundamentales: la horizontalidad del encuadre, la profundidad de campo y los sostenidos planos-secuencias. Tres tratamientos formales que ya estaban presentes en su primera colaboración televisiva con Rod Sterling (su episodio “Ojos” de “Galería nocturna”). Tomamos como ejemplo la escena de Tiburón (Jaws)  en la que los hombres beben aguardiente de albaricoque, y Quint y Hooper comparan cicatrices. Finalmente Quint  terminará contando la historia del hundimiento del USS Indianapolis, en plena Segunda Guerra Mundial.  El encuadre horizontal es una constante en su cine, acuñando el propio Spielberg el concepto de “geografía del espacio cinematográfico”, en donde aboga por ilustrar un escenario con un plano sencillo en donde los travelling cobran importancia.


El encuadre general se transforma en un primer plano para que el impacto dramático sea más efectivo.


Relacionada con esta idea del encuadre, encontramos el recurso de la profundidad de campo. En dicha conversación, la posición de los personajes con respecto al escenario cobra una dimensión moral. Por último, y asociado con estos dos elementos analizados, señalamos el plano-secuencia. Como el objetivo es una planificación clásica, los planos se alargan hasta en planos secuencias.

En esta misma película encontramos una idea del clasicismo cinematográfico americano: la conversación en el trasbordador entre el jefe de policía, Martin Brody, y el alcade de Amity Island, filmado de forma frontal.

                                    

Otro plano famoso de la película está tomado del llamado "efecto Vértigo", que utilizó Hitchcock para Vértigo.


-Va a necesitar un barco más grande.

De esta manera, informa Martin Brody al famoso cazador de tiburones, justo después de la primera aparición de gran banco en "Jaws". No es solamente una espléndida línea de diálogo, sino un ejemplo de la estrategia de Steven Spielberg durante toda la película, donde se habló bastante del tiburón pero no llegó a verse hasta la hora de metraje.  Cuando los productores Richard Zanuck y David Brown  le hicieron la oferta para dirigir una película sobre el best seller de Peter Benchley, sólo puso una condición: que el tiburón no fuera visto durante la primera hora. Al mantener al tiburón en el fuera de campo, Spielberg mantuvo una estrategia empleada por Alfred Hitchcock. "Una bomba que esté debajo de la mesa, y que explota: Eso es una sorpresa", dijo Hitchcock. "La bomba que se encuentra bajo la mesa, pero que no explota: Eso es suspense."

"Tiburón" fue estrenada en 1975, hace cuarenta años, convirtiéndose rápidamente en una de las películas más taquilleras. Para Spielberg, la película fue la plataforma de lanzamiento para su carrera como uno de los directores de mayor éxito en la era moderna del cine. Antes de "Jaws", se le conocía como un talentoso director de películas como "Duel" (1971) y "The Sugarland Express" (1974), después de "Tiburón",  llegaron "Encuentros en la tercera fase" (1977) y "En busca del arca perdida" (1981); entonces ya era el Rey.

La Lista de Shindler: humanidad y drama en el Holocausto nazi.

La Lista de Shindler: humanidad y drama en el Holocausto nazi.

-Esta lista es la vida, más allá de sus márgenes se abre el abismo.

Steven Spielberg se pasó veinte años cosechando éxitos de taquilla, cuando se alzó con su primera estatuilla del Oscar como Mejor Director con un film que le auparía a la cima como cineasta de gran prestigio. 

-Las niñas son esenciales, las niñas pulen con los dedos el interior de las cápsulas. ¿Cómo quieren que se pule una cápsula de 45 mm?

Este año se celebra el veinte aniversario del estreno de una de las grandes películas de Steven Spielberg, aquella con la que obtuvo su primer Oscar, más allá del enorme éxito taquillero y de crítica que ha acompañado su carrera. Pero La lista de Shidler también es una de las producciones más sobrecogedoras sobre el tema del genocidio judio, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Con anterioridad a esta película, se dieron producciones cinematográficas que trataban el Holocausto, que no terminaban de explorar con profundidad el tema. Eso sí, hubieron algunas excepciones entre las que destacamos Shoah, el documental de más nueve horas de duración, que supuso doce años de producción a su director, el francés Claude Lanzmann, la obra maestra absoluta sobre el Holocausto. 

-Estamos en la calle Cheroka, que durante años fue el centro de la vida judía de la ciudad de Cracovia. Spielberg decició rodar en este barrio -el Karzimierz- porque se conservaban casas antiguas, mientras que en el guetto judío -que los nazis crearon a las a fuera de la ciudad- no quedaba practicamente nada en pie. 

                                 

El proyecto de llevar al cine el libro El arca de Schindler fue ambicionado por grandes cineastas, como por ejemplo, Billy Wilder -quién perdió parte de su familia en Austwitz- antes de que los derechos cayeran en manos de Steven Spielberg. Pero él, pensó en ceder la responsabilidad de dirigirla a otros directores: uno de ellos fue Stanley Kubrick, quién sentiría alivio tras abandonar el proyecto y Roman Polanski. El cineasta polaco revivió la historia de primera mano, pues él mismo vivía en Cracovia durante la guerra y fue una de los supervivientes, mientras que su madre, no. Tuvo que transcurrir casi diez años para empezar a afrontar su infancia en el cine, naciendo el proyecto de El pianista, otro de los grandísimos títulos sobre el genocidio hebreo. 

-Utensilios de campaña. Una vez terminada la guerra, se acabó, pero ahora podemos ganar una fortuna, ¿no le parece?

-Lo que me parece es que ahora la gente tiene otras prioridades.

Un apunte de historia.

-Durante seis siglos, ha habido una Cracovia judía, pensadlo bien. Esta noche, esos seis siglos serán solo un rumor.               

La película cuenta los esfuerzos de un empresario nazi que, organiza una empresa de suministros del ejercito con mano de obra judía, para salvarlos del Holcausto.  Más allá de ser uno de los dramas humanos mejor llevado a la gran pantalla, se trata de un episodio de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y Spielberg logra conseguir una estética impresionante al  decidir rodarla en blanco y negro, como el metraje de los noticiarios e imágenes de archivo de la época. Lo que sucede es el enorme dramatismo y el exceso de emociones que el cineasta despliega, algunas veces de forma excesiva, otras con detalles muy interesantes, como el de la niña que vaga perdida por el desalado panorama aportando una nota de color ante tanto blanco y negro.

Como historia, cuenta las vicivisitudes de algunos personajes reales que acompañaron a Oskar Schindler, entre los que destacamos al oficial de las SS Amon Leopold Goeth, interpretado por Ralph Fiennes, y el contable de Schindler, Itzhak Stern (Ben Kingsley).

                     

 Del mismo modo, La lista de Shindler supuso el inicio de un género absolutamente trillado, el cine del Holocausto. Este comparte con la película de Spielberg algunas similitudes, como por ejemplo, representar las matanzas de los nazis, escuchándose música clásica y otras mil convenciones dramáticas e ideológicas. Y muchas películas "sitúan la acción en los campos de concentración, donde todos y cada uno de los guardianes son monstruos dementes y sádicos que se complacen en machacar los cráneos de los recién nacios judíos". (Norman G. Filkenstein, "La industria del Holocausto: reflexiones sobre la explotación del sufrimiento judío". El cine recogió el testigo y se hizo eco de los terribles testimonios que han quedado reducidos a imaginarios debido al abuso de la llamada "ética de la cruedad", tal y como señaló José Ovejero. 

                         

                      

Caballo de batalla: Spielberg regresa a la guerra.

Caballo de batalla: Spielberg regresa a la guerra.

-¿Qué es eso?

-Es un caballo que han encontrado vagando por tierra de nadie. 

-¿Qué clase de caballo?

-Diría que es capaz de hacer milagros. 

Caballo de batalla se aleja de la categoría de obra maestra, que ha acompañado otras de sus grandes películas, porque se trata de un melodrama adulcorado, incluso más de lo que nos tiene acostumbrado este Midas del séptimo arte, aunque con la magestuosidad de la puesta de escena gracias al trabajo de algunos de sus colaboradores habituales. 

Parte de la novela escrita por el británico Michael Morpurgo, una obra adaptada con éxito en los escenarios de Londres y New York, con un montaje con sofisticadas marionetas, que atrajeron la atención del propio Spielberg. En una historia en la que el protagonista es el caballo, todos los demás personajes giran en torno a él, desde que asistimos a su nacimiento hasta el final, que no desvelaremos. Y durante toda la película se ve obligado a enfrentarse a todo tipo de penalidades, la principal de ellas, la Primera Guerra Mundial. En  este sentido, sirve de testimonio para el papel que los equinos jugaron en un conflicto, que supuso la pérdida de varios millones de ejemplares en el campo de batalla. En el filme encontramos algunas de las claves que han acompañado al director en su carrera. La primera de ellas, la guerra. 

-Inglaterra está en guerra. ¡Estamos en guerra!

Es la primera vez que se centra en la Primera Guerra Mundial, pero ya había se había adentrado en otros conflictos del siglo XX e incluso una supuesta invasión extraterrestre en La guerra de los mundos. Esta especial sensibilidad por la guerra, sobre todo contándolo desde el lado humano, le hizo conseguir dos Oscars como mejor director, primero con La lista de Shidler y luego con Salvar al soldado Ryan, ambas con un tono drámatico y violento. 

-Salvar al soldado Ryan fue lo único en limpio que se pudo sacar de este maldito lugar.

Eso sí, habría que señalar que Caballo de batalla no es una película bélica, no muestra la manera de combatir del conflicto y ni siquiera importa en el bando en que estuviera ese animal. En el filme, la guerra es sólo el escenario, porque lo importante de la historia es la relación entre el animal y su cuidador, un adolescente. 

-Sólo me obedece a mí. No será bueno para la guerra porque se asusta con los ruídos.

-¿Me puedes alquilar al caballo? ¿Para qué sea mi caballo personal? Te prometo de hombre a hombre, que cuidaré de él con tanto cariño como tú. Lo respetaré y lo cuidaré como tú, y si puedo te lo devolveré sano y salvo. 

-Pues si el caballo va a la guerra, yo me presento voluntario. 

             

Caballo de batalla es una película clásica de Spielberg, pensada para tener un visionado familiar y con ideas muy repetidas en sus películas: El valor. Quizás, por el afán de aventuras, por creerse un poco Peter Pan, tampoco suele faltar en sus películas un sentido aventurero del heroísmo, desde Indiana Jones hasta Elliot, el amigo de ET, con Peter Pan e incluso el propio Shidler, sus personajes tienen bastante de héroe. 

 -¿Te imaginas pasar por una guerra y pensar que no puedes detenerte? Debes seguir para adelante, por qué si no, no volverás a casa. Y yo pregunto, ¿hay algo más valiente que eso?

Eso sí, la gran baza de la película es el enorme trabajo técnico, a la altura de un filme de Spielberg o de una gran superproducción. Se consigue un perfecto estilo visual, gracias al director de fotografía, habitual del cineasta, el polaco, quien dota a cada momento de la vida del caballo del matiz de color pertinente para que el espectador perciba las emociones de las quen se quiere impregnar la película. A esto ayuda, y de qué manera, la nota musical de John Williams, inseparable de Spielberg, desde sus historias de Indiana Jones. En su factura, Caballo de batalla pretende equipararse a las grandes épicas del cine, a Ford, Kurosawa o David Lean, pero con un resultado demasiado empalagoso. 

-Caballeros, es un honor cabalgar con ustedes, hagan que el kaiser lamente el día en que osó enfrentarse a nosotros. ¡Sean valientes, por Dios y por el Rey!

                                      

 


Lincoln: Steven Spielberg tras la abolición de la esclavitud.

Lincoln: Steven Spielberg tras la abolición de la esclavitud.

Desde que D. W. Griffith estrenara El nacimiento de una nación, el cine hollywoodiense ha estado mezclando política y espectáculo de forma continuada. Ya sea con fines reflexivos o puramente demagógicos, excitados por discursos propagandísticos, una buena parte del barniz ideológico con el que ha adornado su entretenimiento resulta muy sensible a esta política norteamericana. Una política en la que siempre ha estado presente un moralismo, una fe e incluso un sentido particular del patriotismo, sobre todo cuando la realidad del mundo se transforma a su antojo, y si es necesario, por la fuerza.

-Dadnos valor para hacer lo que es justo y si eso implica la guerra civil, adelante con ella y cuando eso ocurra que sea por fin la última batalla de la Revolución Americana. 

Spielberg había tratado el problema de la esclavitud en su película Amistad, un drama con una fuerte carga de cine judicial. Curiosamente, el personaje que defiende a los acusados, John Quincy Adams, y el que abogaba por la postura esclavista en la misma película, John C. Calhoun, fueron Presidente y Vicepresidente durante una legislatura. 

 - Y lo afirmo que es una idea polémica, pero propia de todo hombre: la libertad.

La semilla del odio racial aparece, en la película, desde las primeras escenas, introduciéndonos en un campo de batalla entre los soldados de la Unión y los de los Estados Confederados. Una batalla brutal, entre hombres blancos y negros. Sin embargo, Lincoln es un biopic dirigido a exalzar la grandeza del presidente, entrando de lleno en la mitificación como personaje histórico, tal y como ya hicieran otras tantas versiones en la gran pantalla. Aquí está interpretado magistralmente por Daniel Day-Lewis, uno de los mejores actores de su generación: Pero han sido muchos los intépretes que han jurado el cargo en el celuloide. Lincoln –que aparecía en El nacimiento de una nación, de Griffith, y del que Ford había hecho un retrato idealizado de su juventud (El joven Lincoln)- es uno de los mejores tratados en el cine. 

-Caballeros, señoras y señores y imagino que sabéis quién soy, Abraham Lincoln.

De forma reciente, recordamos otra película que recuperaba la figura de Lincoln, la magnífica La conspiración de Robert Reford  (por supuesto, sin tener en cuenta la estrafalaria Abraham Lincol, Vampir hunter). Film de Reford que podría formar perfectamente un díptico con Lincoln, porque La conspiración empieza en el momento en que concluye la película de Spielberg. 

-No es justicia, lo que ustedes buscan, sino venganza. 

-No sé si es justicia o vengaza, pero por garantizar la supervivencia de la nación haría lo que fuera. Mary Surrat participó en el crimen más grave de la nación y la situación requiere una sentencia rápida, firme y severa. Yo también considero sagrados esos derechos, abogado, pero no tendrán ningún valor si nuestra nación deja de existir. 

Redford prefiere tratar este episodio de la historia norteamericana a través del asesinato de Lincoln, mientras que Spielberg eligió los últimos años de vida del Presidente, para terminar contándonos el magnicidio tal y como lo supieron la gran mayoría del país. 

-Soy un presidente, investido de un poder inmenso, van a procurarme esos votos. 

Ese es él, Lincoln o si lo prefieren Daniel Day-Lewis en una de sus mejores interpretaciones. Durante las dos horas y media del metraje, en la historia encontramos las luchas entre facciones en la Cámara de los representantes, con un presidente que dispuesto a todo, aunque sea lícito, por cumplir sus objetivos.

-Los diputados salen baratos, dos mil pavos y compras los que quieras. 

-Al presidente no le complacería que le hicieran eso. 

-¿Acaso le complacería perder?

De hecho, Lincoln deberá enfrentarse a varios dilemas, el primero si debe prolongar la guerra hasta la abolición de la esclavitud, el segundo si debe cumplir los deseos de su hijo por alistarse y el tercero radica en su esposa Mary Todd, interpretada por Sally Field. Una mujer de armas tomar. La propia actriz había comentado de su personaje: "Ella no se lo pone fácil, no representa la esposa dulce y complaciente. Es un persone con una personalidad muy fuerte y lo manifiesta cuando no está de acuerdo con lo que sucede". 

-Si no consigues los votos necesarios, deberás responder ante mí. 

                          Sally Field y Daniel Day-Lewis.

Tras doce años de preproducción, Steven Spielberg busca el retrato humano en el conflicto de la guerra civil que aparece en pantalla de forma tangencial. El propio realizador había explicado esta opción, que entendemos acertada: "Yo probé con un guión en la que salía la Guerra Civil, pero no funcionaba en absoluto porque tenía demasiadas escenas de batallas que te hacían olvidar cual era la postura del presidente a la hora de querer terminar la guerra". 

Quizás la película no guste mucho a quienes vayan al cine pensando que Lincoln es del estilo de la saga de Indiana Jones, su Tiburón o The war horse. No hay la acción suya característica y, a pesar de citarse -y mucho- la Guerra Civil no hay escenas bélicas espectaculares que han destacado en algunas de sus películas precedentes. Es un film de reflexión, sobre los lodos del poder, sobre las estrategias políticas -los sobornos-, la Enmienda XIII de la Proclama de Emancimación, etc...

Teniendo en cuenta todo esto, el resultado de Spielberg es sobresaliente a pesar de los excesos de glucosa, con la cual el cineasta suele teñir algunas escenas, y las alusiones historiográficas de dudosa veracidad. 

                    

Apunte final: ¿Cine o historia?

La película Lincoln  (Steven Spielberg) , parece haber despertado un debate sobre el uso de la Historia en el cine. ¿Está obligado el séptimo arte a reproducir fielmente las etapas históricas y sus personajes? Por supuesto, están  en lo cierto todos aquellos que opinan que la versión de Spielberg es partidista, destaca unos aspectos y olvida otros; pero esto sucede con todas las producciones audiovisuales de época. Desde la antigua Roma a la II Guerra Mundial, desde Kenedy a Colón, la Revolución Francesa o Jesucristo, toda película que centre a un personaje o acontecimiento histórico es una recreación, suceptible de licencias. A parte, los historiadores somos también partidistas, desde el momento en que se recoge una fuente, la estudias y escribes sobre ella, tomas partido, por tu formación, por la metodología o lo historiografía que usas. 

Quisiera  destacar el artículo Lo que la película ‘Lincoln’ no dice sobre Lincoln (Vincent Navarro), a pesar de no coincidir en todas sus conclusiones: el cine y la historia son dos campos diferentes, que comparten características, pero no sus reglas. En este sentido, el cine es arte, por supuesto, es una representación de una historia que aspira a la veracidad, pero también es industria. Existe una ley no escrita: La historia de verdad no vende. Hay que recordar que para esos menesteres están los documentales, que el cine -incluso el histórico- es ficción. 

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