Blogia
Travelling. Blog de cine.

Ready Player One. La distópica nostalgia de Spielberg.

Resultado de imagen de ready player one

Una nueva especie de nerd y un viejo patriarca del cine de los ochenta unen sus fuerzas en el último trabajo de Steven Spielberg; film que adapta una novela superventas de Ernest Cline, en donde se juega con la nostalgia, los videojuegos y el mundo de la realidad virtual. Volvemos a terrenos ya explorados, desde Tron (Steven Liserberg, 1982), ExistinZ (David Cronemberg, 1999), a Matrix (los hermanos Wachowski, 1999) o Black Mirror.

Nos situamos en 2045, en un mundo futuro que poco tiene que ver con las distopías pre-apocalípticas ya vistas. Las ciudades no son más que unos enormes barrios marginales donde la realidad virtual es el opio de las masas. Tye Sheridan (visto en “Mud”) interpreta a Wade Watts un adolescente solitario que vive en Columbus, Ohio, convertido ahora en una especie de favela. Su único interés es entrar en el universo alternativo de Oasis, como el mítico avatar de Parzifal. Se trata de un videojuego creado por el difunto James Hallyday (Mark Rylance), un cruce entre Willy Bonka y Steve Jobs. Esta es una configuración extraña. Un acrítico entretenimiento para tiempos críticos, que no hace otra cosa que expandir la idea del american way life, junto a un trasfondo casi cristiano, en donde Oasis ejercería de equivalente a la píldora azul de Matrix; eso sí, de adicción global.

Un festival de referencias.

La nostalgia ha sido uno de los grandes leitmotivs del mundo del entretenimiento de la última hornada. A falta de imaginación, se echa mano de lo conocido. Llamémoslo efecto  Stranger things o Funko Pop, pero la verdad es que la “nostalgia” ha estado presente en todo su cine. Si conoces el nombre de la escuela de Secundaria a la que fueron los personajes de las películas de John Hudges o jugaste al “Adventure" en el Atari, cuando eras niño, ya conoces algunos de los guiños que aparecen en Ready Player One. El film juega con la nostalgia de quienes fuimos niños en los 80. Spielberg despliega todas esas referencias con las que muchos de nosotros hemos crecido. Nos muestra una emocionante carrera de coches a través de las calles virtuales de Nueva York, mientras los personajes se atreven a adelantar a King Kong o al T. Rex. Y comparten imagen la moto de Akira, Chucky, Chunli de Street Fighter o el Gigante de Hierro.  Lo curioso es que todas esas referencias ya aparecían en la novela de Ernest Cline.

Resultado de imagen de ready player one

Pero la película pretende ir más allá de un simple festival de referencias.

Al comienzo de su carrera, Spielberg se identificaba con niños huérfanos o los que aprendían a valerse solos, pero en sus últimas décadas se está concentrando en lo que significa ser un patriarca responsable de una familia, o el caso de Abraham Lincoln, de una nación. Así se entiende el personaje de Hallyday, interpretado por Mark Rylance, quien ganó el Oscar por “El puente de los espías” y prestó la voz del gigante del título "Mi amigo el gigante".

Un Spielberg muy conservador.

Considero el film, visualmente apabullante y muy entretenido. Spielberg despliega su lado más juguetón y divertido, alejándose de esas películas en las que se pone serio, al reflejar la Historia convulsa del siglo XX; de ahí, que no tome partido por uno de los aspectos más notables de la novela original: su lado político. Es curioso que el cine de Spielberg haya reflejado temas tan controvertidos como la esclavitud, el racismo, el Holocausto o el terrorismo, pero  sus críticas al sistema no terminan cuestionando tales sistemas. Y “Ready Player One” es puro Spielberg, en este sentido: Los desfavorecidos a comienzos de la historia terminarán ocupando la jerarquía de los “malos”. De hecho, que se haga una referencia a la cultura pop no es más que una revancha de los nerd frente a las élites intelectuales.

El mensaje no puede ser más conservador: Spielberg suprime los pasajes más turbios de la novela y transforma la idea de partida –todo tiempo pasado fue mejor- por el célebre Carpe Diem –vive el presente-. Todo esto, junto a una tibia moralina, pensada para los tiempos de crisis, para al final -como diría El Gatopardo- “cambiarlo todo para que nada cambie”.

Podríamos concluir observando que se trata de un entretenidísimo film de acción tanto en el insípido mundo real como en el colorido y exuberante, virtual, con una afinidad con el estilo reflexivo y emocional de Spielberg. Es una película irregular o al menos de una perfecta imperfección, donde lo mejor sería el homenaje  que dedica a su amigo Kubrick.

Imagen relacionada

0 comentarios