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Grandes temas.

Breve encuentro en un tren al estilo Hichtcock.

Breve encuentro en un tren al estilo Hichtcock.

- ¿Lee novelas de espionaje? Soy una mujer misteriosa montada en un tren. Dígame cual es mi historia.

Un turista americano llega por primera vez a Europa, quiere olvidarse del fracaso de una relación amorosa. En el viaje conoce a una bella y misteriosa mujer, Angelina Jolie, para más señas. El viaje promete cualquier cosa, menos aburrimiento, pero al final se verá involucrado en una trama, con el telón de fondo de Venecia. Nos llama la atención de la trama por ser muy reconocible en el séptimo arte. Un hombre sin una clase de cualidades llamativas, con quien cualquiera puede identificarse. 

 - Perdone, ¿podría hacerle una pregunta?

- Adelante.

- ¿Por qué se ha sentado aquí?

 - Porque usted es mi tipo de hombre.

Tourist es el remake americano de una película francesa, El secreto de Antonhy Zimmer, en la que un traductor se ve repentinamente descubriendo su propia versión del anuncio de Martini; ella era Sophie Marceau, con el destino de la costa azul francesa, la ciudad de Cannes. 

- Por la suerte que he tenido por sentarme aquí.

- La suerte no ha tenido nada que ver con ello.

- ¿El destino?

- Los cinco dólares que les he dado al maitre por si venía a sentarse aquí.

- ¿Es una declaración?

- Nunca hablo de amor antes de comer.


Ambas películas terminan infuenciadas por algunas películas del celebérrimo maestro del suspense, y en concreto por una cinta en especial, Con la muerte en los talones (North & Northwest). Se tratan de thrillers con toques romáticos, con el tema de las  falsas identidades y el protagonismo de un tren. El romance y la acción en un ambiente al estilo Hichtcock es lo que ha hecho que muchos de los momentos cinematográficos nos dejen con una sensación de "ya visto". 

               

El tren ha sido un protagonista indiscutible en la historia del cine. Una de las primeras imágenes que tenemos del celuloide nos presentaba a un tren aterrorizando a los espectadores de un café de Lyon y la construcción del ferrocarril acompañaba al western, un género cinematográfico muy americano. En un tren se han dado lugar historias de todo pelaje y condición, y sirvió para uno de los grandes cineastas de todos los tiempos.

- Perdóname, ¿no es usted Guy Haynes?

- Sí.

- Le vi derrotar a Faraday en el Southforat en la temporada pasada, llegó a la semifinal, ¿verdad? Admiro a las personas que hacen cosas. Por cierto, me llamo Bruno, Bruno Anthony.

Pero Hicthchok, ya repitió el mismo esquema en otras películas, por ejemplo, en Extraños en un tren. Dos desconocidos, que se encuentran viajando en tren, conversan sobre el asesinato perfecto.

En este sentido, la última parada es Código fuente (Duncan Jones).


- ¿Hasta qué punto me conoces?

- No demasiado, parece.

- ¿Me conoces lo suficiente como para que te pidiese hacer algo extraño o peligroso, y confiaras en mí, y lo hicieses?

- No.

- Joder, qué sinceridad.

El piloto de helicópteros Colter Stevens (Jake Gylenhaal) se despierta viajando en un tren camino a Chicago y a los ocho minutos el transporte estalla víctima de un ataque terrorista. Es entonces, cuando vuelve a despertar, con el objetivo de volver al mismo tren y evitar la bomba.

- ¿Se hace idea de la gente que moriría si hubiera una explosión en la ciudad?

- Nos queda muy poco tiempo, los relojes sólo se mueven en ese único sentido.

Atrápame si puedes: Perseguidos y juegos de supervivencia en el cine.

Atrápame si puedes: Perseguidos y juegos de supervivencia en el cine.

Perseguido y perseguidor, el cine nos ha mostrado el juego por la supervivencia que sale de este tema. El western ha sobresalido, por ser el género que mejor supo adecuar a la figura humana en la inmensidad de los paisajes. 

La persecución implacable, al igual que la caza del hombre, se encarrila en la mayoría de las veces por dos causas invariables. Por una parte, encontramos el deseo de vengaza o la búsqueda constante y obsesiva de alguien o algo.  El título de referencia de este tipo de argumentos es Centauros del desierto, de John Ford, un clásico entre los clásicos en el que se ponen en relevancia dos ideas, el deseo de rescatar a una víctima inocente y el de preservar las señas de identidad frente a otra comunidad hostil, con las que el personaje que encarna John Wayne establece nítidamente las diferencias.

- Pero, ¿creo que usted que hay posibilidad de encontrarla?

- El indio, tanto cuando ataca como cuando huye, es inconstante, abandona pronto. No comprende que se deba perseguir algo sin descanso y nosotros no descansaremos.

En el western, el otro desencadenante habitual de este tipo de persecuciones suele ser la ambición, con frecuencia dirigida a cobrar la recompensa que la justicia ofrece por la captura de un presunto delincuente. De una manera o de otra, este tipo de historias pueden encontrarse en muchas películas de los grandes  del género, como Anthony Mann o en la mayoría de las que protagonizó el actor Rundolph Scott a las órdenes del director como Budway Buyticher. Pero también, muchos de los llamados "spaguettis-western" tenían como protagonistas, cazarrecompensas. A parte del western, otros géneros sabrían sacar partido de este tema.  La ciencia-ficción (La isla, La fuga de Logan), el cine de acción (Blanco humano, John Woo) o el género policiaco (El fugitivo), presentan la persecución obsesiva, como principal argumento.

- Manos arriba, sobre la cabeza. Richard, ¿quiere que le pegue un tiro?

- ¡Soy inocente, soy inocente!

- ¡No me importa!

Por cierto, Harrison Ford fue un actor que fue perseguido, pero también perseguidor. Si lo recuerdan en Blade Runner (Ridley Scott) era un policía llamado Rick Deckard que tenía el dudoso trabajo de perseguir a unos replicantes más humanos que los propios humanos. 

El título del reportaje "Atrápame si puedes", lo hemos tomado de una divertida comedia de Steven Spielberg, con Tom Hanks y Leonardo Dicaprio, como perseguidor y perseguido, en esta historia basada en hechos reales. Tema que aparece en muchas de las películas del conocido cineasta americano (desde El diablo sobre ruedas a E.T), como también fue seña de identidad de otros grandes directores. Alfred Hitchcock jugó al gato y al ratón en numerosas películas, desde su etapa del cine inglés (39 escalones), aunque logró la genialidad en ese juego de "Atrápame si puedes" en la obra maestro del género: Con la muerte en los talones.

-Una persecución auténtica, una víctima auténtica, un asesinato auténtico. 

Otra película clave fue la italiana "La víctima número 10" (Elio Petri). En un mundo futuro, ciertas personas que adoran la violencia practican "La Gran Caza": diez jugadores se matan entre sí.  Es la adaptación de una novela de Robert Sheckley en la que se planteaba el esquema de la caza del hombre desde una perspectiva futurista que muchos films posteriores también adaptarían: "El precio del peligro", "Perseguido" o "Battle Royale". Pero si tuviera que destacar un título sería El malvado Zaroff, todo un hito en este género del cine de supervivencia. 



Ciclo de cine y automovilismo. Quemando asfalto en el celuloide.

Ciclo de cine y automovilismo. Quemando asfalto en el celuloide.

Desde sus inicios, el cine ha tenido una estrecha relación con la velocidad, por eso el automovilismo como expresión de cinética pura ha resultado ser uno de los transfondos idóneos para la superación personal, la tenacidad o sobre los egos en las luchas fratricidas. Repasemos algunas producciones cinematográficas y escenarios. El infierno verde, el circuito alemán de Nubum Green, cuando todavía medía unos pocos treinta kilómetros es el escenario de Hombres temerarios (Henry Hattaway), disección de las competencias dentro del equipo Ferrari. La lucha entre sus pilotos deja en una riña de colegio la competencia entre Alonso y Hamilton. En Gran Prix, John Fankenheimer recorre las interiordades de la Fórmula 1 y a las rivalidades entre compañeros, se suman las infidelidades de sus esposas. Culebrón a parte, lo mejor de Gran Prix son las tomas de los circuitos de Mónaco y Gran Bretaña.

- Fran Capua es el quinto piloto que intenta clasificarse en este tercer día de pruebas de cronometraje, en Indianápolis, Indiana.

        

Paul Newman, piloto aficcionado y patrón de un equipo de fórmula indie, intrepretaba al piloto Fran Capua en 500 millas (James Golding). En parte, rodada en el circuito de Indianápolis, la película funcionaba como retrato de una obsesión, pero también de un actor entregado a su aficción. El propio Paul Newman conducía el bólido, sin necesidad de dobles. Unos años más tarde, Steve McQueen hizo la réplica de Newman en Las 24 horas de Le Mans. Rozando en muchos casos el documental, la película de Lee H. Hatzing, posee escenas deslumbrantes por su realismo, así de una de las salidas más soberbias jamás rodadas. Sin embargo, esta película pondría fin a la edad de oro de la relación entre cine y el automovilismo. Días de trueno, recogerá el testigo, pero la fórmula Nazda, jamás tuvo el glamour y el romanticismo de las competiciones de Viejo Continente.

                         

Sin embargo, más allá del cine de las competiciones automovilisticas, destacamos también la proeza doméstica consistente en construir los coches campeones en el garaje familiar, algo que ahora se conoce como tunning y que ahonda sus raíces en la sociedad norteamericana de finales de los años sesenta.

- ¿Roy qué haces ahí metido? ¿Va a correr contigo?
- No te metas en lo que no te llaman.
- Sí, ella va a correr conmigo.

 Las carreras ilegales de coches ha servido para retratar la pulsión adolescente o la confusión de una sociedad desencantada, como nos lo contaba Coppola en American Graffiti. En este aspecto, merecería citarse algunos títulos significativos como rock movies, entre las películas malditas de los setenta Carretera asfaltada en dos direcciones y Cannowal. Con David Carradine como actor fetiche, Cannonball narraba una carrera ilegal entre Los Ángeles y Nueva York. Un alocado remake y una disparata secuela, convirtieron a esta película en un rock movie de culto. Al menos, estéticamente, Death Proof es deudora de la Cannonball original, como también de una serie televisiva que aquí en España tuvo el nombre de Locos en el asfalto. Serial lleno de carreras, que tuvo una miserable adaptación cinematográfica. Lejos de todo esto, Speed racer parecía la repetición de una videoconsola, con una expresión cromática que resulta decididamente pop, transpirando la frialdad de un videojuego. Lejos del glamour del Meteoro televisivo, la última película de los hermanos Wachowsky respondía a la audacia teconógica y al ego creativo.

 - ¿Ve usted ese brazo?, dentro encontrará los mecanismos de defensa. Cortina de humo, chorro de aceite, pantalla posterior a pruebas de balas y ametralladora a derecha e izquierda de los guardabarros.

 Como James Bond, Meteoro dispone de una serie de modificaciones que van de una capota a prueba de balas a unas puas que le permiten al Match 5 discurrir por terrenos escarpados.

- ¡Indios, indios!. ¡Vienen a por nosotros!

- Cortinas de humo, conecta el dispositivo. ¡Rápido!

 Algo menos efectivos y más naïf son los gadchets del profesor Face, en esa desquiciada expresión del universo de Blacke Edward que fue La carrera del siglo. Filme que introdujo el juego sucio y el coche trucado como forma de competición, algo que ya existía en la serie de animación americana Los autos locos: "Arrancan, pero ¿qué es eso? Cielos han sido atados han poste por el fiero Pier Nodoyuna. Y ahora, sí, arrancan los loquísismos Autos locos". El profesor Fate, Jack Lemmon, tiene su alter ego en Pier Nodoyuna, pero también en Snake Oiler, uno de los competidores más sucios de Meteoro, que nos trae a la mente al villano Zorday, el enemigo de Herbie en su primera entrega.

La última gran referencia cinematográfica es la saga de Fast and Furious (A todo gas), una franquicia que ha materializado los deseos de varias subculturas en una sola ficción: los tuneros, el reggeton o el mundo del gimnasio. Pero es un actioner de muy elemental composición: tipos duros, tías buenas, espectaculares persecuciones automovilísticas y ruidosas peleas. Saga que ha influído en la española Combustión, el último trabajo de Daniel Calparsoro, director ha llevado a las calles de A Coruña un intento por emular las persecuciones de la banda de Toretto.                          

                                      

     


Los viajes en el tiempo y sus paradojas en el cine.

Los viajes en el tiempo y sus paradojas en el cine.

Shakespeare llegó a decir que hasta en el día menos pensado, ocurra lo que ocurra, las horas y el tiempo pasan. Si hay algo que el hombre haya querido  controlar desde sus orígenes ha sido precisamene el tiempo, porque el tiempo determina la vida de todos y cada uno de nosotros.  Por eso, las paradojas temporales han sido de lo más cinematográfico, lo que vemos, por ejemplo en la sci-fi, la gran plataforma capaz de transportarnos a todos esos mundos alternativos, ya sean reales o ficticios. Nos lleva a descubrir el universo, las interioridades de nuestra mente a través de los sueños o conocer tiempos remotos.

-¿Qué es?

-Solo se trata de un modelo experimental, para llevar a un hombre se necesita algo más grande.

-Para llevar a un hombre, ¿a dónde?

-Al pasado o al futuro, es una máquina del tiempo. 

Cuando todo horizonte parece estar conquistado, el control del tiempo se ha impuesto como la obsesión de la ciencia-ficción. H. G. Wells fue uno de los escritores que fantaseron con este tipo de viajes,  en su primera novela "La máquina del tiempo". La obra de este visionario autor fue adaptada al cine en multitud ocasiones desde la versión más clásica (El tiempo en sus manos, George Pal), para plantear que  ningún tiempo futuro sería mejor si el hombre no aprendía a controlar su propia época.

-Voy a hacer un viaje, pero sin salir de Londres.

 Veinte años más tarde, el propio H. G. Wells aparecía como personaje de ficción, para usar el ingenio que el mismo ideo en la novela para buscar a Jack el Destripador, en Los pasajeros del tiempo (Nicholas Meyer).  "Tú eres el que no pertenece a este tiempo, tú, con tus absurdas teorías de una sociedad perfecta y justa". El film introducía muchos de los elementos que estas aventuras  temporales nos traerían en el futuro del género. 

-Me llamo H. G. Wells, vine  aquí en la máquina del tiempo que se exhibe en el museo. Dígame que más quiere.

-¡La verdad por encima de todo, no esa serie de disparates!

Terry Guilliam jugó con estos viajes espacio-temporales en su divertida Los heroes del tiempo, uniendo a Napoleón, Robin Hood y al rey Agamenón en una misma cinta, que convertía al mundo como un tablero lleno de agujeros cuánticos.

                             

Los viajes y paradojes temporales han dado pie a más un centenar de películas y producciones televisiva; no es el propósito de este reportaje abordar todas ellas, sino aproximarse a la temática. Los viajes en el tiempo era, junto con la vida artificial, los universos paralelos o la la visión apocalíptica del mundo, las principales temáticas de la serie de culto "Dimensión desconocida". El tema del reportaje se hallaba presente en el capítulo de la primera temporada "A Stop at Willouguihby" (Robert Palmish). El protagonista (James Daly) sentía tanta la nostalgia de los tiempos pretéritos que terminaba yendo a vivir a un pueblo, mágicamente anclado en el siglo XIX. En otro episodio, "No time a like the past", el personaje interpretado por Dana Andrews viajaba al pasado con el propósito de resolver los "errores" de la Historia, como la escalada bélica de Adolf Hitler o el hundimiento del Lusitania. Estos dos capítulos sirven para ejemplificar cómo el cine ha visto en los viajes en el tiempo la forma de revivir tiempo pasados, dando aliento a la nostalgia, como el personaje del citado episodio o la aventura onírica vivida por Owen Wilson en Midnight in Paris (Woody Allen), pero también para resolver los "errores".

 Es dentro de esta gran temática, donde la ciencia-ficción ha dado un gran juego a estas paradojas temporales. La Jeteé, de Chris Marker, proponía viajar en el tiempo, su protagonista intentará cambiar el futuro desde el padado, en una de las las obras maestras de ciencia-ficción.

-Viajará al pasado para hecar unas obsercvaciones imorante, hará una gran contribucción para salvar el planeta. 

Terry Guilliam adoptaría la misma propuesta de La Jeeté, en Doce monos, con dos ideas fundamentales: el terrorismo y la guerra bacteriológica. 

-Voy a crear un virus que acabe con toda la humanidad y al resto de los animales y los árboles. 

Los viajes en el tiempo eran parte del argumento de la saga Terminator (James Cameron). En la primera entrega, un Terminator (Arnold Swarzeneger) viajaba al pasado para matar a la madre de quien iba a ser el líder de la resistencia, John Connor, pero con él iba también un soldado dispuesto a todo por salvar a aquella mujer. 

-¿Qué se siente al viajar en el tiempo?

-Luz blanca, dolor. Es como nacer.

Una de las propuestas más originales es El efecto mariposa, película que toma en su argumento un principio de la teoría del caos, basado en el conocido aforismo: "el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo".

Cerraremos con un par de títulos emblemáticos más, porque sino se haría la lista demasiado extensa, en los cuales la influencia  de la paranoia antiterrorista, tiene mucha importancia. Destaca una aparatosa y sofisticada puesta de escena del "viaje", en historias bastante convencionales, como Deja vù (Tony Scott) o Código fuente (Duncan Jones).

En la primera Denzel Whashington tratará de envitar una masacre con la ayuda de una de las víctimas: "Si supieran una cosa que le quisieras contar a la persona más importante, pero que no te va a creer, ¿qué harías?", mientras que Código fuente, parece como si se tratase de una variante del anterior film. Jacke Gilanhole tiene ocho minutos en cada viaje para evitar la bomba de un terrorista en un tren. La curiosidad es que la película aparece planteada como un thriller al estilo "Atrapado en el tiempo" (Harold Ramis), porque en cada ocasión muere a causa del atentado, pero "despierta" con el rostro de una de las víctimas. 

Hay muchas, muchísimas propuestas más: la taquillera trilogía de Regreso al futuro (Robert Zemeckis), la española Los cronocrímenes, la interesante El sonido del trueno o la versión "Van Damme" de Timecop, ambas dirigidas por Peter Hyams, para demostrar cómo los viajes en el tiempo es uno de los subgéneros más cinematográficos. 

                              

                      

Locutores, los amos de las ondas.

Locutores, los amos de las ondas.

Hubo un tiempo en que el pulso del entretenimiento y de las noticias procedían de la radio, medio que tuvo su hegemonía antes de que existiese la televisión, y por supuesto de Internet y de las redes sociales. Hoy, sin embargo, resiste la dura competencia, gracias a la experiencia, la gracia o llamémoslo como queramos, de unos locutores, los amos de las ondas. Y el cine ha puesto la mirada en la radio en numerosas ocasiones.

No todo era espectáculo y juego de artificio, también había tiempo para la intimidad, tiempo en el que el diálogo se convertía en confesión, como ocurría en Elígeme, Alan Rundolph: “No eras bueno en el sexo, Tom, bueno, tal vez ella sí, así que le animo a que se esfuerze a tratarla como se merece”. El locutor seducía a los espectadores, pero rechazaba tener contacto con ellos por precaución. Nunca se sabe quién puede estar al otro lado. “Especialmente dedicado a Evelyn”. Lo sabría muy bien, Clint Eastwood, en Escalofrío en la noche, en donde interpretaba a un locutor de radio que caía en la seducción de una mujer obsesionada por él. En otros casos, el locutor se convertía en un testigo de una persecución, como sucedía en Punto límite cero, Richard C. Safarian.

-En honor al último hombre americano, para quien la velocidad significa libertad de espíritu.

La radio se convirtió en un icono, para los adolescentes que no sabían qué hacer sin la voz de un gurú. George Lucas planteó esta idea en su película American Graffiti: “¡Aquí está, The Player!”. La satisfacción era tan grande que algunos locutores llegaban a creerse los amos del universo, como le sucedía al personaje de Jeff Bridges en El rey pescador.

-Son malos, Edwin, les repelen la imperfección, les dan horror lo banal, todo aquello que América defiende, todo lo que tú y yo luchamos.

La radio ha emitido terror.

- Si en el término de veinticuatro horas no se decide enviar las tropas de Polonia completamente, se instaurará el Estado de Guerra entre nuestros dos países.

Unas veces reales, como el inicio de la Segunda Guerra Mundial, reflejado en Esperanza y gloria, uno de los filmes menos conocidos de John Boorman.

Otros son casos ficticios.

-Sydney, esta es nuestra primera cita.

-¡Ah, Ellen, ya sabes lo que siento por ti!

-Interrumpimos el programa para emitir un informativo especial. Retrasmitimos desde New Jersey, lo que parece el aterrizaje de centenares de naves espaciales no identificadas. Confirmamos la invasión a gran escala de la Tierra, por los marcianos.

Lo sabría Woody Allen, quien recurre a ella, en Días de Radio, para contarnos los mismos traumas de siempre, con la Guerra de los Mundos de H. G. Wells, de fondo. Pero siendo cierto, que sin ellos, ya nos hubieran invadidos hasta las hormigas. El cine siempre ha sentido esa comunión entre locutores y espectadores, por encima de todo. Ellos necesitan de sus oyentes, nosotros de sus voces.

¡Ah! y todos a escuchar la radio; es mucho más que música, es espectáculo, información, actualidad, es un medio que no podemos permitirnos perder porque perderíamos una parte de nosotros mismos. Y es gratis. 

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Apocalipsis en el cine.

Apocalipsis en el cine.

- ¡La profecía del Apocalipsis!

- Con la tercera trompeta, una estrella ardiente. 

El nombre de la rosa, Jean Jacques Annaud. 

El miedo al fin del mundo resulta universal y propio de todas las edades del Hombre, de forma que tanto la literatura como el cine han sabido explotar este filón que es la destrucción del mundo. En el séptimo arte lo hemos visto desde todos los puntos de vista posibles, casi siempre acompañados de efectos especiales al servicio de un gran espectáculo. 

- Las víctimas se refirieron al calendario maya, que predice que el fin del mundo será el 12 de diciembre de 2012.

De hecho, de forma periódica el cine lo refleja en la gran pantalla, hasta tal punto que se nos hace raro hablar de este subgénero sin las catástrofes, invasiones o profecías de las que nos tiene acostumbrado Hollywood. Los guionistas han tomado para sus argumentos desde el cine de extraterrestres a catástrofes naturales, las leyendas mayas del fin del mundo (2012, Roland Emerich), o el puro egoísmo propio del hombre y los errores de la humanidad (El libro de Eli): 

- Teníamos más de lo que necesitábamos, no sabíamos lo que era valioso y lo que no. Tirábamos cosas por las que ahora la gente mataría. 

E incluso no han faltado las reminiscencias religiosas, por la ira de Dios, aunque no se tenga muy en cuenta los motivos de su enfado. Así sucede en Legión o en La niebla (Frank Darabont).

- ¿Aún no has conocido la verdad?, nos están castigando por ir en contra de la voluntad de Dios, por actuar en contra de las reglas prohibidas de los Patriarcas.

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 A veces, las reflexiones ante este inevitable hecho es lo fundamental del argumento, sin necesidad de recurrir a efectos especiales de ninguna clase. Esto sucede con Lars Von Triers, Melancholia, o con Abel Ferrara, en 4:44 Last Day on Earth. "Cuando se debe morir y el mundo está a punto de acabarse, no queda más remedio que aceptarlo”, sostiene el director. Ferrara prefiere recrear el cataclismo desde la intimidad de un loft neoyorquino, para contar la temática preferida de su filmografía: la autodestrucción, la crisis de un personaje ante un acontecimiento que le supera.

De la realidad política a las catástrofes naturales. 

La buena salud que goza el subgénero, lo demuestra la cantidad de títulos que ambientan sus historias en paisajes apocalípticos o que muestran la forma de afrontar el estallido final de sus personajes. Muchas veces se tiene en cuenta la propia realidad que servía de barómetro para los estados de ánimos, reflejados en el celuloide. En los años cincuenta, tras Hiroshima y las prácticas atómicas en los atolones del Pacífico, la palabra más temida era radicación. Siguiendo esta temática, muchas películas aventuraron acerca de un apocalipsis atómico, como por ejemplo, El día en que la Tierra se encendió, en donde su director, Val Guest, hace pausible este apocalipsis, al mismo tiempo que sobrecoge y esperaza. Antes, Gregory Peck y Ava Gadner habían intentado sobrevivir a una radiación nuclear en La hora final, con la ayuda del único submarino de la flota americana. 

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El cine explotó nuestros miedos y nos enfrentó a catástrofes medioambientales, tema de máxima actualidad, sobre todo desde que Al Gore nos concienciara por el problema del cambio climático. El día de mañana (Roland Emmerich) es una fantasmada característica del Hollywood más actual, a propósito del calentamiento global, en donde la humanidad tiene que enfrentarse a una nueva era glacial. 

- Este tornado acabo de arrasar el cartel de Hollywood, ha pasado por encima y lo ha destruido. 

Vida tras el apocalipsis. 

¿Cómo sería la vida post-apocalíptica? 

Cuando el destino nos alcance (Richard Fleisher) retrataba el Apocalipsis de un modo veraz: un mundo en donde los alimentos de la naturaleza se habían extinguido, los supervivientes se hacinan en las ciudades hambrientos y haraposos, el agua está racionada y el único alimento es un misterioso producto llamado Soleynt Green. Estos miedos empezaron a estimular historias sobre los esfuerzos desesperados de los gobiernos por enfrentarse a enemigos ocultos, como también surgió un interés por reflejar la vida humana post-apocalíptica. Sobre todo cuando eran unos pocos los supervivientes de la destrucción de la sociedad que intentaban reconstruirla. ¿Por qué nos fascina tanto este subgénero, que lo convertimos en una de las fantasías cinematográficas más recurrentes de los últimos años? Esperamos que el Armagedon destruya la sociedad que conocemos y surja una especie de Edén bíblico, pero en cambio, se nos plantea un futuro dwarviniano, en donde la barbarie y la desolación son las señas de identidad. En este sentido, el regreso a una violencia inusitada, la formación de bandas paramilitares, la obsesión por reunir los recursos naturales y la idea de la soledad, eran los referentes temáticos de un subgénero a medio camino entre la ciencia-ficción y el western. 

                                    Un chico y su perro

Uno de los primeros títulos en aparecer sería Un chico y su perro, film de los años setenta, que nos presentaba una sociedad destrozada por la guerra y a un solitario (Don Johnson) que hurga entre la basura de la que está cubierta. Pero sería Max Rotanosky, o si se prefiere, Mad Max (George Miller), el personaje referencial en este sentido. Representaba a un duro ángel vengador de la era postapocalíptica, con el tema de fondo de la escasez de agua y gasolina. 

- Estoy profundamente decepcionado, me habéis obligado a sacar a mis perros de guerra. Sois unos egoístas, acaparáis la gasolina. Me dicen mis prisioneros que pensáis sacar la gasolina del páramo, qué les habéis enviado a buscar un vehículo lo suficientemente potente para remolcar ese tanque.

                          madmax

Otro título interesante es Kamikaze 99: El último combate. La primera obra de Luc Besson nos presentaba cómo en un futuro desbastado, la Tierra quedaba reducida a una especie de desierto. Una pequeña comunidad lucha por sobrevivir en un mundo en donde la voz humana - la comunicación - ha desaparecido; otra clave distópica. Sin embargo, el género nos ha dado temáticas muy diversas. Uno de los problemas más candentes de la actualidad, la superpoblación, es utilizada por Alfonso Cuarón para su película Hijos de los hombres, pero el cineasta mexicano la presenta de un modo inverso: un mundo a punto de ahogarse por la falta de fertilidad de las mujeres inspira a una cultura de terror y una serie de mecanismos de control similares a los actuales.

Quizás hoy, sea impensable una situación como la que exponemos, pero quién sabe si estamos condenado  el día de mañana; mientras tanto podeis disfrutar con el reportaje del equipo de Popular televisión. ¡Un feliz fin del mundo!

                         

Por una cabeza: un tango de cine.

Por una cabeza: un tango de cine.

El séptimo arte se ha dejado seducir por grandes compositores como el conocido Cole Porter, gracias sobre todo a Woody Allen, pero el cine debe sentirse en deuda con otros tantos, gracias a los cuales este no sería como es hoy en día. El que se homenajea en este breve reportaje, se ha empleado en tantas películas que ya se ha convertido en un clásico.

                               

Todo el mundo le conoce, es Carlos Gardel, el compositor argentino que hizo del tango la música de varias generaciones allí, en su país, pero también en el celuloide. Además de cantante, trabajó en el cine y de hecho, fue en su debut en donde oímos por primera vez, “Por una cabeza”. Desde entonces, el séptimo arte y esta inolvidable canción han sido inseparables en multitud de formatos. Apareció en La lista de Shindler o sonaba de fondo en El amor en los tiempos del cólera.

-Vino para hacer los estudios de maestra superior.

E incluso se dejó bailar en Mentiras arriesgadas (James Cameron), luciéndose una pareja de espías de lo más peculiar, Arnold Swarseneger y Jamie Lee Curtis. Y fue Al Pacino en Esencia de mujer, quien, con más vista que nadie (su personaje es ciego en la película) supo definir la esencia del tango, mientras se oía esta pieza, símbolo de sexualidad y deseo.

-En el tango no pasa como en la vida, en el tango no hay errores.

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Vidas de artistas, entre la genialidad y la locura.

Vidas de artistas, entre la genialidad y la locura.

 El principal denominador común de las películas centradas en artistas -ya sean pintores, escritores o músicos- es su faceta novelesca, ensimismados con su obra, atrapados por los fantasmas de su imaginación, objetos de arrebatadoras pasiones e incapacitados –salvo en ciertas excepciones- de llevar una vida social. Eso le sucedía al personaje de televisión Doctor House (House), como al escritor Allan Poe o los pintores Van Goght (El loco del pelo rojo) y Touluse-Lautrec, habitual del famoso cabaret parisino Moulin Rouge (John Huston).

- Son de tres a cinco francos, tres por la mañana y cinco por el resto del día.

- Entonces, debe pagarme, ¿yo no le he dicho que pinte ese cuadro? Por lo tanto debe pagarme como a una modelo.

- He dicho que te lo regalaré, basta.

- No sé si valdrá algo o no.

                                 moulinrouge_huston1

Por lo general, suelen interesarse más por el biopic más clásico que por los planteamientos intelectuales o artísticos, formales o estéticos, relacionados con su manera de entender el arte, función o la influencia de la época en el artista.

- ¿Los artistas clásicos tenían algún medio para expresar su época?

- Sí, y lo hicieron muy bien. Todas las épocas han tenido sus medios y técnicas para expresar sus fines e inquietudes.

Pollock

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 Sólo excepcionalmente, el séptimo arte se ha convertido en ventana para reflexiones más o menos sesudas sobre la pintura, y el arte en general, como hacía Ed Harris en su debut en la dirección con Pollock, la vida del pintor norteamericano Jackson Pollock. Por este motivo, suelen coexitir en estos personajes, la locura y la creación, el infortunio y la genialidad, como vidas que atrapan al espectador por su enorme carga emocional y una existencia trágica y autodestructiva. Aparecen en los márgenes capaces de crear la leyenda, pues a pesar de poderse realizar un buen trabajo sobre alguien triunfador, con una vida equilibrada e incluso anodina, el arte suele ir relacionado con una vida desdichada, el arte se explica como una vía de escape, además de ofrecer el sentido necesario.

- ¿Y si terminásemos con ello? ¿No te gustaría que muriéramos juntos? ¿Qué se hablaría de nosotros? Entre una bella muerte y una sucia vida en donde no hay luz, te ofrezco la salida.

Los amantes de Montparnasse, filme de J. Beckett, presentaba a unos parisinos amantes de Teruel que bien pueden servir para ejemplificar cómo una vida destrozada encontraba como catarsis la propia muerte, la autodestrucción característica de muchos artistas geniales, pero de vida controvertida. El líder de la mítica banda The doors tuvo una de esas vidas tan intensas como para ser trasladada al celuloide, por el cineasta Oliver Stone e interpretado en la cinta por el actor Vall Kilmer, que en plena caída existencial se aproxima a la reflexión puramente filosófica.

The Doors

- Yo creo en el largo y prolongado desorden de los sentidos para alcanzar lo desconocido. Yo vivo en el subconsciente, en donde el azar y la razón nos ocultan lo infinito.

Podríamos terminar con la autodestrucción más evidente, como ocurría con el gran cantante del jazz, el afroamericano Charlie Parker, sumido por las drogas y el alcohol, a quien daba vida un estupendo Forrest Wittaker en Bird (Clint Eastwood).

- ¿Cuándo fue la última vez que se desmayó, señor Parker?

- No lo sé, ya hace tiempo.

-¿Bebe mucho?

- ¡Oh!, algunas veces bebo un jerez antes de cenar.