Blogia
Travelling. Blog de cine.

Grandes temas.

Recurriendo a lo cotidiano: Sillas en el cine.

Recurriendo a lo cotidiano: Sillas en el cine.

La decoración es parte esencial de una película, nada está escogido al azar y los buenos diseñadores de arte saben aprovechar hasta el mínimo detalle para dar vida a una historia o definir un personaje.

Empecemos con un sencillo juego, pensemos en los muebles de nuestra propia casa   que nos recuerde a ciertas películas, para luego centrarse en una de las piezas de las que el cine ha sacado un gran partido: la humilde silla. Es curioso cómo un solo mueble puede encapsular un estilo, una época o una psicología determinada. Podríamos comenzar con un interesante caso. Behind of the Candelabra es una peculiar película producida para la televisión, en la que destacaba –como verdadera estrella- tanto el maquillaje como el vestuario, pero también encontramos unas sillas y sofás de raso y terciopelo que marcarían la historia.  

La verdad es que no sé a quién se le ocurrió qué tipos de sillas podían encajar en un cierto género cinematográfico. ¿Por qué las mecedoras, o las sillas antiguas, funcionan muy bien en algunas películas de terror? Tienen una apariencia de aire rural o de “casa de la abuela” que ya chirría, de por sí.

Hay cineastas americanos que han incidido más que otros en el diseño artístico de sus películas; podría recordar a Stanley Kubrick y a Tim Burton. El primero usó un estilo futurista en la decoración, para mostrarnos una sala de estar, de los años 70, en La naranja mecánica.

                           

                     

O usaba las sillas Djiin, para 2001: Una odisea en el espacio, fabricadas por el famoso diseñador industrial francés Olivier Mourgue. De esta forma se conseguía este peculiar diseño artístico de la película.

Es frecuente encontrarnos sillas en forma ovalada en el cine futurista.

Mientras que las particulares sillas de orejas, definen el interiorismo de lujo de Goldfinger.

                                         

Las sillas de las películas de Tim Burton suelen tener bastante personalidad.

De forma espacial, encontramos la silla modificada de Sweeney Todd, al servicio de un asesino en serie: Benjamin Barker. La película se inspira en hechos reales, aunque barberos homicidas han habido muchos a lo largo de los siglos.

                              

Otra silla con historia que aparece en una película es aquella en la que discuten el monarca Jorge VI y el australiano Lionel Logue, -quién le enseña locuación-, durante una conocida escena de El discurso del rey. Se trata de la silla de la coronación, que cuenta con la “piedra del destino”, bajo la cual se fueron coronando monarcas escoceses y británicos durante siglos.

-¡Es la silla de San Eduardo!

-Pues hay muchos nombres grabados.

-¡Es la silla en la que todo rey y reina, se sientan!

Pueden representar profesiones concretas, como el capitán de una nave espacial, un monarca o un emperador, que domina la Galaxia.


También una silla puede identificarse con un status social. O una personalidad definida.

Un ejemplo a destacar lo encontramos en El Padrino II.


Fredo intenta sentarse recto, pero su silla se lo impide: Una forma de marcar la distancia con su hermano Michael, hermanos que han tenido una especial relación. De hecho, cuánto más se mueve, más impotente se siente. 

-Siempre he intentado cuidarte, Fredo.

 -¿Cuidarme?

Otra forma de ver una silla es a través de la nostalgia por un episodio pasado.


O sirve para marcar la diferencia.

-¿Esto es real? 

El cine rompe la cuarta pared.

¿Sabéis a que se llama “la cuarta pared”?

Es un recurso propio del teatro, la televisión, el cine, los videojuegos o la narrativa gráfica que consiste en dirigir la mirada del personaje al espectador, rompiendo la imaginaria pared que separa la historia de su audiencia. El concepto surge en los escenarios, popularizado por Pirandello y su famosa obra Seis personajes en busca de un autor, aunque uno de los ejemplos más memorables entre las representaciones teatrales lo encontramos en una versión de Peter Pan, en la que se pedía el aplauso de los niños para volver a la vida a Campanilla.

En la literatura se destacaría el ejemplo de Niebla,  una novela de Unamuno en la cual el protagonista, Augusto, conoce al propio autor, en un momento en que su personaje decidía suicidarse: el problema no es que viviera solo, sino que es un ente de ficción.

Dentro del cine, nos encanta que los personajes rompan la cuarta pared, ya sea para expresar pensamientos, reconocer que están en una película, buscar la complicidad con el espectador o simplemente como recurso técnico o narrativo de la película. En este sentido, son muchas las películas o directores que han recurrido en más de una ocasión a esta ruptura de la cuarta pared. (También recurrimos a un montaje, de producción propia, para mostrarnos una multitud de ejemplos).

"Amélie"

Es una película francesa muy peculiar que nos ofrecía una profunda mirada a las interioridades de una joven risueña y positiva, Amélie. En una escena se enfrentaba directamente al público para contarnos sobre sus preferencias en el cine, y las cosas que le gustaban, más o menos, de las personas.

"Funny Games”

Este ejemplo es fundamental no sólo porque la película esté montada sobre este recurso sino por permite situar la ruptura de la cuarta pared más allá del género de la comedia. Michael Haneke, difumina la línea imaginaria entre el intérprete y el público, en esta historia de dos adolescentes sádicos que toman a una familia como rehenes, para reformular los códigos de la violencia en Hollywood, tanto en la versión alemana como en su remake americano. Constantemente los asesinos ofrecen guiños al espectador y le dirigen preguntas directas al público, destacando una secuencia en la que se llega a utilizar un mando a distancia para rebobinar una situación que les era desfavorable.  

Woody Allen rompe la cuarta pared.

Acostumbrado a todo tipo guiños y de excesos narrativos, ha dedicado mucho interés a este recurso. Lo encontramos en La rosa púrpura del Cairo, en donde el personaje de una película atravesaba la pantalla de un cine para conocer a una espectadora, de quién se terminaría enamorando.


Sin embargo, la película en donde el cineasta neoyorquino hace una toda una tesis de la ruptura de la cuarta pared, es Annie Hall. En su comedia romántica clásica, el propio Allen aparece mirando a la pantalla a través uno de sus monólogos más famosos o con una reflexión de lo que harían sus compañeros de infancia, de mayor. Sin embargo, lo más interesante,  sea quizás, la presencia invitada de Marshall McLuhan –gurú de la televisión y de la cultura contemporánea- para arremeter contra un pedante, figura que mantenía la animadversión de Allen en otras películas.

-Amigos míos, si la vida fuera así.

Desde la mirada penetrante de Alex, en La naranja mecánica; los comentarios a cámaras de Amelié o los monólogos reflexivos  de Woody Allen, lo verdad es que se trata de una de sus armas que tiene el séptimo arte para llamar la atención del espectador. La primera oportunidad, en el cine, se remonta a 1903, al primer western de la historia Gran asalto al tren con el plano no narrativo de un pistolero disparando al público. De hecho, se trata de una de las referencias más repetidas en el celuloide.


Cuatro brillantes ejemplos (según este humilde cronista).

En El moderno Sherlock Holmes (Buster Keaton, 1924), un proyeccionista –que se queda dormido- entra en una película para ayudar al protagonista.


El coro griego, liderado por F. Murray Abraham, de Poderosa Afrodita (Woody Allen).


La escena del mando a distancia, en Funny Games (Michael Haneke).

                                 Resultado de imagen de funny games escena del mandoç

             

Y la secuencia en la que un dibujante sufría un paro cardiaco, salvando a Arturo y sus caballeros, en Los caballeros de la mesa cuadrada (Monthy Phyton).

Recurriendo a lo cotidiano: Espejos en el cine.

Recurriendo a lo cotidiano: Espejos en el cine.

Una pregunta rara. ¿Habéis visto en alguna escena un espejo y os habéis preguntado por qué lo había colocado así el director o cuál es la función en la película?

Un espejo es más que un reflejo de nosotros mismos cuando se utiliza bien por un gran director o el director de fotografía. Puede ser una representación del doble, una visión del pasado, un recuerdo de lo que fuimos. Estéticamente, puede hacer que una habitación pequeña parezca mucho más grande. Por la Alicia de Lewis Carroll, supimos que los espejos abrían la  posibilidad de entrar  en un  mundo nuevo.

-Yo le proporcionaré un espejo, será su conciencia.

En una infinidad de ocasiones los espejos han servido como vehículo para reflejar la verdad, el amor o la identidad.  Muestran la arrogancia o ponen de relieve la depravación de su personaje. Puede mostrarnos exuberante, seductor, o presentar una realidad alterada. En las manos de maestros como Douglas Sirk, Martin Scorsese, Fassbinder, John M. Stahl, Alfred Hitchcock o Bernardo Bertolucci,  el espejo es una herramienta,  a la vez informativa y hermosa.

En Mulholland Drive encontramos el siguiente plano: Aquí se puede ver a Rita a través del espejo grande, mientras que vemos el cartel de Gilda (Rita Hayworth), a través del espejo pequeño, para representar –en una misma imagen- tanto a la actriz como a su personaje.

Una película en la que los espejos cobran importancia es El año pasado en Marienbad (Alain Resnai). La estructura narrativa de este film está fragmentada, y resulta confusa, pero es una de las películas más interesantes que se han creado. Hay escenas tan hermoso que es difícil decir si es de hecho que se refleja en un espejo o no. La premisa de la película comienza en un castillo / hotel. Un hombre se acerca a una mujer y afirma haberle conocido un año antes en Marienbad.  En esta imagen se mezcla el miedo, el deseo y la inquietud en una secuencia onírica.



                               

El espejo como narcisismo y belleza, encuentra un ejemplo en Que el cielo te juzgue, película de John M. Stahl.  Ellen Berendt (Gene Tierney) se ve en un espejo redondo. Ella interpreta a un personaje pérfido. Stahl utiliza esta escena con el espejo para mostrar la determinación tenaz de Ellen - la mujer detrás de la máscara-. Nada se interpondrá en su camino, ni siquiera su conciencia. Lo que es aún más sorprendente es lo hermosa que Tierney estaba en su día. Hay actrices atractivas de la época del cine mudo, e incluso en la década de 1940, pero la belleza de Tierney eclipsaba esta película en Technicolor. Por supuesto, este uso de Stahl de los espejos fue posteriormente recogido por Douglas Sirk en una nueva versión de "Magnificent Obsession" (1954) o "Escrito sobre el viento" (1956).

El espejo como Ilusión aparece en Vértigo. Imágenes “espejadas” abundan en este clásico de Alfred Hitchcock -Judy Barton / Madeleine Elster (Kim Novak) sentada en un banco del museo contemplando un retrato de una mujer que se le parece, o  cuando John "Scottie" Ferguson se encuentra en la torre del campanario en una actitud semejante a su silueta en sus sueños febriles-. Recuerdo que me conmovió profundamente la primera vez que vi esta película. No fue tanto la trama, o  sus giros por la que me sentí impresionado, sino por la forma en que las ilusiones funcionan en la mente de su protagonista. En lo que se refiere a la trama, Scottie se enamora de una mujer -Judy-  que en realidad no es la mujer que cree. Después de su muerte, se encuentra con una especie de impostora, Madeleine.

<br/><a href=

                                

Martin Scorsese nos enseñó una lección de improvisación a cargo de un soberbio Robert De Niro, en Taxi Driver. “¿Me estás hablando a mí?”.

No podemos olvidarnos de La dama de Shangai (Orson Welles). El clímax de la película tiene lugar  en un salón de espejos. Elsa y su marido Bannister intentan matarse el uno al otro, mientras se ven atrapados en una red de reflejos infinitos.

 En otro film, El sirviente (Joseph Losey), el espejo define las relaciones entre el joven señor y su criado.

Sólo habrá un espejo, que resulta importante sobre todo por su distorsión de la imagen.


Recurriendo a lo cotidiano: Las escaleras en el cine.

Recurriendo a lo cotidiano: Las escaleras en el cine.

Voy a hace una pregunta, ¿Cuándo vemos un plano que es lo que esperamos destacar de la toma? ¿La luz, el color, las formas? En mi caso es el movimiento y este se ha conseguido a través de una infinidad de recursos. El que vamos a centrarnos en este artículo, las escaleras, ha permitido una multitud de aspectos cinematográficos, tanto con un valor simbólico como narrativo, para hacer avanzar una historia.  

Junto con los espejos, las ventanas y las puertas, las escaleras has sido unos de los objetos más recurrentes en la historia del cine. Como un elemento complejo de la arquitectura, la escalera ofrece a los cineastas diferentes posibilidades de expresión para escenas de gran intensidad.

Este tipo de recurso ya aparecía en el cine mudo, encontrando dos sentidos muy diferentes pero completamente definitorios. Un primer caso lo representaron las escaleras retorcidas, llenas de recovecos, de El gabinete del doctor Galigari (Robert Wienne) o la que marcó la escena más famosa de El acorazado Potemkin (Sergei Eisentein), como símbolo de la revolución del pueblo contra el poder zarista.

                                   

El valor simbólico de la escalera estaba presente en el cine del maestro del suspense, siendo Alfred Hitchock quién supo sacarle el mayor partido posible a este importante recurso cinematográfico. Así, aparecía ascendente para mostrarnos el misterio y lo desconocido (como en la famosa escena protagonizada por el detective Arbogas, en Psicosis) o descendente, cuando los personajes se aproximan a la verdad o a la liberación (con el ejemplo de Encadenados). De hecho, aquí se contraponen ambos conceptos en la escena final, el descenso liberalizador y el ascenso inquietante.

Image and video hosting by TinyPic

Image and video hosting by TinyPic

Hitchock  llegó a convertir las escaleras en su famoso mcguffin (en Los 39 escalones, este era el nombre de una organización criminal).

Las escaleras cobran importancia también dentro del drama psicológico basado en el enfrentamiento, como sucede en El sirviente (Joseph Losey), con la posición de los actores en la escalera, o en ¿Qué fue de Baby Jane?

Entre las cinematografías de otros rincones del mundo, destaca la importancia que han tenido las escaleras en el país flotante, Japón. En Kurosawa distinguimos el dinámico movimiento serpenteante, en Kagemusha, y la lenta bajada de escalones del personaje de Shimura en Ran.

Image and video hosting by TinyPic

Image and video hosting by TinyPic

También cobra protagonismo en la historia intimista y modesta del realizador Mikio Naruse, Cuando una mujer sube unas escaleras, para reflejar el carácter de clausura doméstico que viven las mujeres, pero en el cine japonés la importancia de las escaleras está presente incluso cuando se muestra a través de una elipsis, como hace Ozú, en una multitud de ocasiones. (Aquí mostramos, a a la derecha, un fotograma de Flores de equinoccio). 

Dentro del cine fantástico, el grabado Relatividad del pintor holandés Esher, sirvió de inspiración para el filme Dentro del laberinto: plasmaron el interior del castillo de Jareth, con  una disposición similar a la representada en el famoso cuadro. Otras escaleras representan los descensos físicos y morales (en Inside Llewyn Davis, de los hermanos Coen, refleja la caída existencial del personaje interpretado por Oscar Isaac o la trayectoria de la vida a la muerte (como vemos en Los Otros, de Amenábar, que revisó Al final de la escalera).

Image and video hosting by TinyPic

Sobre los hombros de gigantes. La influencia en el cine de Hollywood.

Sobre los hombros de gigantes. La influencia en el cine de Hollywood.

En el cine como en cualquier otra disciplina, se ha buscado alguna influencia con el fin de perfeccionar el trabajo. La famosa cita con la que titulamos el artículo no es más que un principio de la ciencia por la que ésta se desarrolla gracias a los logros precedentes, pero también la creatividad tiene mucho de inspiración. 

Se dice que Billy Wilder que era, ante todo, escritor, cuando tenía un problema a la hora de preparar el guión solía referirse a la frase: “¿Cómo lo haría Lubisth?" Quizás cuando pensamos en reciclaje cinematográfico, nos viene a la mente el bueno de Quentin, que ha tomado prestado ideas, planos y referencias musicales como parte de su identidad creativa. Pero nos sorprenderían las similitudes que encontramos en una infinidad de películas. ¿Cuánto hay de homenaje y cuanto de “plagio”? Lo cierto es que la inspiración no ha dejado de fluir en casi los ciento veinte años de la existencia del cine. Jean-Luc Godard podrá gustar más o menos, e incluso nada, eso depende de cada cuál. Pero habría que destacar que todo el cine actual puede considerarse godardiano. El cine de Godard, sobre todo el que rodó durante las décadas de los sesenta y setenta, es esencia de cine hecho a base de cine o de retales de otras películas. Así, podemos comprobar cómo gran parte de la cinematografía actual (señalando un 90% me quedaría corto) es un cine hecho a base de retales.

Image and video hosting by TinyPic

En una de las secuencias más conocidas de El resplandor (Stanley Kubrick), Jack (Jack Nicholson) arremete con el hacha de forma similar a la que hace el protagonista de La carreta fantasma (Victor Sjöstrom), cuando regresa a casa borracho.

También sería fácil deducir la semejanza entre estos planos.

Image and video hosting by TinyPic

Un cinéfilo como Peter Bogdanovich recrea el clásico del screwball comedy de Howard Hawnks La fiera de mi niña en ¿Qué me pasa, doctor? De hecho, resuelve una secuencia de forma idéntica que en su referencia predecedosora. 

 Image and video hosting by TinyPic

George Lucas copia la estructura de un plano de la película de propaganda nazi, El triunfo de la voluntad, para Star Wars.

Image and video hosting by TinyPic

Thriller: en grym film es una película sueca (Bo A. Vibenius, 1973) que forma parte de ese subgénero llamado de "rape & revenge" setentero que tanto aprecio tenía para Quentin Tarantino. De hecho, el heratismo glacial de esta vengadora y su característico parche (del que evoluciona su color del blanco al negro) es recuperado en Elle Driver (Daryl Hanna) en Kill Bill.

                             

¿Qué influencias, más o menos sutiles, encontramos en cineastas de gran prestigio como Steven Spielberg, John Carpenter, y como no, Quentin Tarantino? En este reportaje -que hemos preparado para youtube- ponemos curiosos ejemplos, más o menos conocidos, de cómo se ha ido tomando esa influencia en el cine de Hollywood. 

Oído cocina: cine y gastronomía.

Oído cocina: cine y gastronomía.

- La vida de un crítico es sencilla. Arriesgamos muy poco y abusamos de nuestro poder sobre aquellos que someten su trabajo a nuestro juicio. Prosperamos con las críticas negativas, que son divertidas de escribir y también de leer. Pero la triste verdad es que cualquiera de sus basuras tiene más significado que nuestras críticas.

 En Ratatuille, Peter O´Toole daba voz a un personaje peculiar que ponía en sus labios una declamación como esta. Se llamaba Antón Ego, un crítico gastronómico, un malvado personaje, feo, seco y amargado que vive en soledad en constante cabreo en una lujosa mansión. Comenzar una aproximación al cine gastronómico, desde la perspectiva de un tenaz crítico es como poco, extravagante, una sutil autocrítica al pequeño oficio de cinéfilo. La película de animación, Ratatuille, nos contaba la historia de una rata que cocinaba a escondidas unos manjares tan sabrosos, que el retorcido de Ego tuvo que reconocer que le había devuelto a su paladar el plato favorito de su infancia.

 Metiéndonos en harina, nos pondremos morado, con una degustación de los mejores platos, pero de una dieta extraña: una empanada de cine. Donde poder picar de aquí y de allá sin miedo a engordar. Esta noche vamos a asistir a un menú alternativo, ni jamón de pata negra, ni canapé de Foie, ni congelados ni fritos, sólo comida internacional. Un menú a la altura de las expectativas, un menú con los mejores manjares cocinados en el cine. Buen provecho.

 “¡Qué festín, qué festín! Un banquete de postín, ahí está la servilleta, da comienzo el trajín: Soupe d´oignon, canapé, especialité del chef, pruebe el hígado de pato. ¡Y le envidiarán los platos!”

 No habría mejor forma que empezar que con suculento tentempié de la factoría Disney, La bella y la bestia, en donde Lumière, un simpático mayordomo, hacía las delicias del paladar más exigente. La cocina francesa, de entrante, es una excelente forma para abrir boca, pero no hemos dejado fuera de la carta el producto nacional, así que prepare una buena cena, comida en abundancia y buena compañía.  Sobre todo si se trata de una ración de humor negro y con mucha sorna, a cargo de Berlanga, el guionista Azcona y un reparto coral. El título, todo un clásico de nuestro cine: Placido.

- ¿Hay besugo?

- No, no hay besugo.

- Lo que faltaba, una Nochebuena sin besugo, no hay Nochebuena.

- ¡Déjate de besugo! Perdices escabechadas, foigrás, jamones dulces. ¡Ay Paquito, cómo nos vamos a poner si sobra!

 Como todo el mundo sabe, en todas partes "cuecen habas", incluso en el país que inventó el McDonalds.  Así que dejemos a un lado prejuicios y tópicos: en América no sólo hay hamburguesas y fast food, también puede haber una comida casera como la que recordaba con cierta tristeza Jessica Tandy en Tomates verdes fritos: “Hecho de menos el olor del café, y del bacon frito. ¡Oh, lo que daría a por un plato de tomates verdes fritos como los que comíamos en el café!” Ya se sabe, comer no es sólo un placer, sino la salsa de la vida: “Todo su ser se había disuelto en la salsa de las rosas, en el cuerpo de las codornices y en cada uno de los olores de la comida”. (Arcelina Ramírez dixit, Como agua para chocolate). Sobre todo para aquellos que sólo viven para comer, beber y amar, aludiendo a un filme de Ang Lee. Para ellos, nunca se es suficiente, si hablamos de comida.

 - Sólo he tenido tiempo de preparar unas cosillas: costillitas muy doradas y cangrejo con setas, gambas con guisantes con salsa agridulce y tu plato favorito: sopa de melón amargo. 

Después de los primeros platos, nos endulzamos con el postre. Nada como el chocolate de Juliette Binoche en Chocolat: “Seguro que nunca han tomado un chocolate deshecho elaborado con una receta de 2000 años”. Lo que lleva a una pregunta obligada: ¿Están reñidos los bombones con la moralidad? Juliette Binoche, chocolatera de pro, lo tiene claro: sabe que la comida es poder.  Pero ella no es la única en derretir paladares en los fogones del cine, el arte culinario de Gerard Depardieu en Vatel (Roland Joffé), al servicio del Rey Sol, Luís XVI, ponía talento para sus platos y a los pies de Uma Thurman. No nos pongamos demasiados extravagantes en la mesa, no hay mejor que la imaginación para llevarse un buen bocado. Ya lo sabía el personaje del vagabundo de Charlot en La quimera del oro, que a falta de pan buenas son botas. O los Niños perdidos de Hook, con un adulto Robin Williams en busca de la magia de la imaginación. “Déjate de juegos, quiero comer de verdad ¡Quiero un filete, quiero huevos y quiero un café!”.

 Las películas que subliman la cocina entre su argumento, todo un subgénero, apelan a los infinitos placeres que provocan una buena receta, con la sensualidad que evoca este arte de los fogones; el plato como arma de seducción que resulta ser un tópico. Así es la cocina, por destino o instinto, capaz de cambiar la vida de los demás o la suya propia. Aunque tanta comida pueda empachar. Así que tú cocina, que nosotros limpiamos los platos y en medio, repasamos una ración del cine del bueno. Pero tened muy presente el consejo del simpático Rémy, el protagonista de Ratatuille, antes de poneros frente a los fogones: “¡Los que manipuléis comida caminad sobre las patas traseras!”.

Rostros desfigurados en el cine.

Rostros desfigurados en el cine.

La búsqueda a toda costa del éxito social o la deshumanización de la sociedad de consumo permiten que se vaya imponiendo la tiranía de unos cánones a los que todos debemos aspirar, de ahí que el séptimo arte parezca preocupado por mostrar en pantalla el ideal de belleza, cuerpos esculturales y musculados. Aún eso, personajes con el rostro desfigurados o que muestran alguna tara física, los hay muchos y muy buenos. Porque como decía Oscar Wilde, “la belleza está en los ojos de quien mira”.

El primero lo encontramos en el cine silente (El fantasma de la ópera), interpretado por el legendario Lon Chaney, el enmascarado que vivía en el subsuelo de la Ópera de París, cuyo trabajo fue recompensado con el Oscar al Mejor Maquillaje por la Academia de Hollywood; sobre todo cuando este tipo de personajes suelen estar ligados al maquillaje, lo que sorprende que uno de los trabajos de caracterización más logrados no consiguiera alzarse con la preciada estatuilla. Hablamos de El hombre elefante (David Lynch), el desfigurado cinematográfico presente en la memoria de todo cinéfilo. La película marcaba un hito al contarnos la historia real de John Merrick, acuciado de una extraña enfermedad, por la cual en su época fue considerado un fenómeno de feria hasta que un médico observó unas grandes cualidades humanas en él.

-¿Por qué no me dijo que sabía leer?

-Estaba asustado.

-Comprendo.

-Tenía miedo de hablar.

¿Cómo hubiera sido la adolescencia de John Merrick si hubiera vivido en la actualidad? A esta pregunta responde Peter Bodagnovich, con Mask (Máscara); el personaje también existió fuera de la ficción. La película mostraba a un chico optimista y confiado de sus propias capacidades, interpretado por un irreconocible Eric Soltz.

-Rocky Dennis, armario 158, combinación derecha 24, 48 izquierda, dos veces, ¿no lo has anotado?

-No hace falta.

El característico gesto de su cara hizo que esta vez si ganase el Oscar.

A veces sólo una parte del rostro marca al resto de la cara. Eso pasa al con la nariz y no hay mejor narizota que Gerard Depardieu en la versión más conocida de Cyrano de Bergerac, feo que pone la genialidad y su lirismo al servicio del guapo. De hecho, no hay nada mejor que ponerse una nariz postiza para ganar un Oscar; será verdad eso de que la suerte de la fea la guapa la desea, sino que se lo digan a Nicole Kidman, para su papel de Virginia Wolf en Las horas. Billy Cristal bromeó que la nariz real de la bella actriz australiana era la que mostraba en la película, mientras que la postiza era la del resto de sus personajes.  

A nivel televisivo, podríamos destacar “The Eye of the Belhoder”, capítulo de la segunda temporada de la mítica The Twilight Zone; mientras que en el cine vemos cómo los rostros desfigurados se prestan para los melodramas.

-Prométeme que volverás a por mí.

-Te lo prometo.

Por una promesa, Ralph Fiennes quedaba desfigurado en El paciente inglés; pero pueden que las circunstancias no sean siempre tan trágicas como la de esta película. En una sociedad regida por las apariencias, uno de los escollos que deberías superas es el sufrir alguna tara física, a causa de las circunstancias de la vida. Este planteamiento le surge al personaje de Kevin Spacey en Cadena de favores. Otras veces surgen a jóvenes hedonistas como el personaje de Eduardo Noriega que repetía trabajo a las órdenes de Alejandro Amenábar en Abre los ojos.

Como ya hemos visto demasiados dramas, terminaremos con una comedia, El jovencito Frankenstein, una joya del humor marca de la casa de Mel Brooks, para su particular versión del monstruo inmortal creado por Mary Shelley.

 

La homosexualidad en el cine: una relación de amor y odio.

La homosexualidad en el cine: una relación de amor y odio.

La comunidad gay ha visto crecer su presencia, sin tapujos, en el séptimo arte, acompañando un largo camino ansiado: el de la liberación sexual y la igualdad social, ante una sociedad que se considera igualitaria y libre, aunque no siempre lo refleja realmente. La homosexualidad empezó a cobrar importancia en el más influeyente de las manifestaciones artísticas a través de una película de cine mudo, Distinto a los demás (Richard Oswald, 1919). Eso sí, durante muchos años aparecerá en la gran pantalla con una visión deformada de la homosexualidad.

"Distinto a los demás" fue rodada en la Alemania de entreguerras, una época de miserias sociales pero también de liberación sexual como quedó reflejada en la película Cabaret (Bob Fosse). Aunque como vaticinaban los personajes del film, de la libertad se pasaría al horror del nazismo. Quién sabe si por esta circunstancia, Alemania abanderaría la vanguardia social en cuanto a la homosexualidad, lo que se reflejó en el cine en el Festival de la Berlinale, al ser el primero que dedicaba un gran premio a películas centradas en esta temática. Tampoco parece ser casualidad que la primera en recibir dicho galardón fuese la española La ley del deseo (Pedro Almodóvar) sobre todo, teniendo en cuenta las preferencias del cineasta manchego.

-¿No tendrás una enfermedad venerea?

-¿Por qué me preguntas eso?

-Porque eres tan promiscuo.

                           

 Pero es Hollywood de donde vienen la mayor parte de la producción cinematográfica sobre esta temática y, desde sus inicios, se manifestó por una marcada ambigüedad.

-¿Cómo es posible comprender la idea de poder compartir la vida con un hombre?

-¿Y eso está bien, magestad?

Fue introducida en el argumento de un puñado de obras maestras, aunque quedase en un segundo plano, de forma velada. Así aparecía desde La reina Cristina de Suecia (1933) a La gata sobre el tejado de zinc (Richard Brooks) o De repente el último verano (Joseph L. Mankiewicz), dos películas basadas en obras teatrales de Tennessee Williams; pero el tema de la homosexualidad aparecía a través de personajes atormentados.

-Hace cinco horas teníamos una vida decente, ahora no nos queda más que la basura que nos ha echado encima.

-La basura que vosotras mismas se han echado.

E incluso se dieron casos de cineastas que repitieron temática como sucedió con William Wyler, con Esos tres y La calumnia. En estas películas se llegaba a demostrar cómo el reproche social era tal que incluso se instalaba en el propio personaje, a través de un deseo sexual que no podía reprimir.

-¡No puedo soportar que me toques, no puedo soportar que me mires! Todo ha sido culpa mía, he destrozado tu vida y también la mía.

En otro extremo, encontramos los personajes de Richard Burton y Rex Harrison presentados como un matrimonio convencional en La escalera; una atrevida tragicomedia de temática gay rodada por Stanley Donen.

-Te casaste, tuviste a una hija y ahora me tienes a mí, a Harry la fregona que vive, come y desayuna cuando quiere el señorito, aunque preguntale a alguien, un poco más y volveré a estar en la cumbre.

-¿Vas a dejar la vida que llevabas?

-Pues claro, ya lo verás.

-¿Te vas a vivir al Hilton?

-O a un ático con terraza.

-Me dejas sin respiración... mientras tanto, baja la basura, amor mío.

Toda una excepción, debido a que la política mantenida en los grandes estudios era la autocensura, lo que quedó demostrado en Espartaco (Stanley Kubrick), con una memorable secuencia que fue eliminada en el montaje final:

-¿Consideras que comer ostras es moral y comer caracoles, inmoral?

-No, por supuesto que no.

-Es cuestión de gustos, ¿verdad?

-Sí, amo.

-Y el gusto no es lo mismo que el apetito. Por lo tanto no es cuestión de moralidad.

Sin embargo, en el contexto americano existe otra tendencia, marcada por el cine underground fuera de las márgenes comerciales, que no iba dirigido precismente a mostrar la denuncia sino a dar riendas sueltas a las fantasías. Andy Warhol y Jack Smith dirigían unas películas que luego se proyectarían en museos y en salas de cine de arte de y ensayo. Hasta llegar, en los setenta, a producciones bastante extravagantes muchas de ellas de la mano de John Watters y de su cine escatológico. En este tipo de películas, se exponen todo tipo de estereotipos acerca de la comunidad gay, con unos aspectos que pueden provocar el rechazo por parte del espectador. Eso sucede con Pink Flamingos una de las películas más conocidas del controvertido realizador.

En los noventa, el cine empezó a tratar el tema de la homosexualidad en una serie de películas que incidían en el transformismo, la figura de la drag queen y la libertad sexual -Priscila, la Reina del desierto o Wong Foo (Gracias por todo)-. Hasta que se hace frecuente encontrarnos en cartel personajes y situaciones que antes eran censuradas, incluso en producciones hollywoodienses de consumo familiar (Los chicos están bien, Lisa Cholodenko) con sentimiento buenrollista propio del nuevo milenio (In & Out, Frank Oz)

-¡Dios mío, díos mío!

-¿Qué te pasa, jovencita?

-Tambíen he estudiado con el profesor Bracket, y me está pasando... soy gay.

Podemos concluir el reportaje con el mayor problema que acompañado a la homosexualidad, la aparición de la enfermedad del SIDA. La irrupción del Sida, a principios de los años ochenta, se perfiló como todo un terremoto de imprevisibles consecuencias que vino a cambiar los ámbitos y costumbres no sólo de los grupos de riesgos, sino de todos los individuos, sin diferencia de raza, nacionalidad, sexo y posición social o sexual. De todo esto, levanta acta notarial, el director francés André Techiné, con un puñado de películas sobre esta temática (Los testigos).

- ¿Qué ocurre, es que tengo la peste?

Fue en los años ochenta, cuando el también francés Ciá Collant se atrevió a hablar alto y claro sobre el tema, en una pantalla de cine, adpatando una novela autobiográfica, Las noches salvajes, en la que daba buena cuenta de sus propias experiencias como seropositivo. Todo un tabú, en los noventa, como refleja la interesante película Filadelfia (Johnathan Denme).

- Este caso no trata sólo del SIDA, ¿sabe?, ¡así que hablemos de lo que trata realmente!: del odio del público en general, de nuestra repugnancia, nuestro temor, a los homosexuales. Y de cómo ese clima de odio y temor desembocó en el despido de este homosexual en particular: mi cliente, Andrew Beckett.

Pero no quisiera terminar con un drama, sino trasmitir una sonrisa al lector, con un divertido guiño a cargo del genial Billy Wilder.

                            

-¡Soy un hombre!

-Nadie es perfecto.