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Travelling. Blog de cine.

Ciclo espionaje en el cine.

Espionaje y celuloide, el personaje del espía en el séptimo arte.

Espionaje y celuloide, el personaje del espía en el séptimo arte.

Usurpar la personalidad de alguien diferente, hacerse pasar por otro, aparentar ser quien no se es, forma parte de la esencia misma del cine. Concretamente la suplantación de identidad, al servicio de intereses políticos, ha marcado el nacimiento de la figura del espía. Cineastas brillantes y al mismo tiempo eclécticos en sus formas y temas -del Hollywood más dorado- recuperaron el espíritu de este género en algunas de sus películas menos conocidas, Joseph Mankiewitz en Operación Cicerón, o John Huston, en El hombre de Makintoz, con Paul Newman como protagonista.

 - Tu nuevo nombre es Raymond Grouchad, pasaporte y cartera. Ahora eres ciudadano americano.

Los orígenes del género de espionaje son variados y difusos, pero seguramente haya que atribuir a Fritz Lang la paternidad de este filón del fisgoneo por encargo al que dedicó varios títulos en su etapa alemana, en concreto uno titulado elocuentemente Los espías. El también germano, Ernest Lubisth, se atrevió a tratar con su habitual perspicacia y desinhibido sentido del humor, el arriesgado ejercicio de suplantar la personalidad del más temible de los humanos y de montar, incluso, un verdadero ejercicio teatral, en torno a tan temeraria ocurrencia. Ya en el título, Ser o no ser, nos atestigua la influencia shakesperiana que se observa en un diálogo del personaje principal, en pleno contexto de la expansión nazi por Europa y del Shakespeare de El mercader de Venecia.

- ¿Que quiere el fhürer de Polonia? ¿Por qué nos ataca? ¿Por qué? ¿No somos humanos?, ¿es que no tenemos ojos, es que no tenemos manos, órganos, sentidos, proporciones, afectos, aspectos, pasiones?

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Sin duda, Alfred Hitchcock ocupa un lugar preferente entre los cineastas que han utilizado la usurpación de identidad como el eje central de su universo, siendo el espía el personaje idóneo para llevar hasta el extremo sus ingeniosos juegos de tensión y suspense. Si fue, Encadenados, uno de sus mejores aportaciones a este género del espionaje, sería Cortina rasgada -película menor- la que incidió con más intensidad el papel político de estos personajes, encabezando el reparto Paul Newman, con una trama ambientada en la Guerra Fría.

- Hoy en día, en mi país, los Estados Unidos, hay gente de las altas esferas que no desean ver abolida la guerra atómica. Por esta causa, un proyecto que trabajé durante seis años fue anulado por mi gobierno.

Este sería el escenario perfecto para hilvanar complejas historias desencadenas de uno de sus mcguffin preferidos, algo tan dramático y tan abstracto, al mismo tiempo, como lo que se ha querido llamar como secretos de Estado.

- ¿Por qué no dejan esa misión de espionaje a los profesionales?

- Porque no sabría qué buscar, es algo que está en el cerebro de un científico de la Universidad de Leipzig. A veces dudo que vosotros, los profesionales, sepan realmente lo que hacen cuando roban documentos secretos.

Su filmografía está llena de personajes de este tipo, que han sabido mantener una doble identidad, dentro de unos géneros dirigidos desde el suspense, con una profunda carga psicológica (Vértigo, Entre los muertos) al puro terror (Psicosis), pero serían las tribulaciones de Cary Grant en Con la muerte en los talones, lo que ilustre magistralmente el extremo del director a la hora de suplantar una identidad en la gran pantalla.

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Un capítulo referencial, con personalidad histórica propia, es el que permitió la temática del espionaje en el seno de la Segunda Guerra Mundial, con la citada película de Mankiewitz, Operación Cicerón. Sin embargo, el ejemplo más reciente en este apartado fue El libro negro, dirigido por el holandés Paul Verhoeven, que nos acerca a las actividades de espionaje de una joven judía en el entorno de un oficial alemán al que logra seducir.

- Tienes el pelo negro.

- Ahora el rubio es el último grito.

- O, quizás que el rubio te ayuda a sobrevivir, si eres una chica judía.

“Me llamo Bond, James Bond”. Tras la presentación de este celebrado personaje, creado por el escritor Ian Fleming, encontramos una de las figuras cinematográficas no sólo más taquilleras sino además, modélicas dentro del celuloide. El personaje encontró en la Guerra Fría todo un filón y un notable juego que le abriría un amplio y heterogéneo abanico de registros.  Hasta convertirse en la imagen que se tenía del agente secreto, el perfecto gentelman con licencia para matar, capaz de liquidar a su enemigo más pintado, con la misma frialdad con la que seducía a las más bellas mujeres o se tomaba un Martini seco con vodka, mezclado, no agitado. James Bond sería un mito, para más tarde oscilar entre lo ridículo y lo sublime, desde Sean Connery a Daniel Craig.

Los rostros de james bond

Visiones algo más serias del mismo fenómeno y del funcionamiento del servicio de Inteligencia, la encontramos en la serie del personaje de Harry Palmer, con el cual el actor Michael Caine alcanzó la más absoluta popularidad. Uno de los títulos era Ipcress.

- ¿Qué hace usted aquí?

- Seguirle a usted.

- ¿Por qué?

- Porque ha matado a un compañero.

Y por supuesto, no faltan las parodias de este género, que se prestan a situaciones equívocas y a lecturas distendidas sobre los aspectos más recónditos o dramáticos de sus argumentos, como sucedía con Espías como nosotros, una simpática comedia protagonizada por Jeff Daniels.

- ¿Qué crees, son espías como nosotros?

Jason Bourn

Eso sí, lo último -y lo mejor- de lo más reciente del cine de espionaje, -en donde encontramos a agentes entrenados como máquinas perfectas para matar-, es la serie de Jason Bourne, inspirada en las novelas de Robert Lumdum. Una colección de relatos magníficamente entretenidos y trepidantes que mejoraron notablemente tras la segunda entrega, cuando el irlandés Peter Greengrass se hizo cargo de la saga, para tomar las riendas del espectáculo en el que se convertía -entrega tras entrega- las cosmopolitas andanzas de un espía con problemas de memoria.

-¿Qué quieres? ¿Hundirme? ¿Quieres mi puesto?

-Quiero saber qué pasó.

-Jason Bourne, eso es lo que pasó.

Eso está bien porque el pobre personaje llevaba extraviado y amnésico desde finales de los ochenta cuando le diera vida al personaje Richard Chamberlanin en El caso Bourne:

- Dígame su nombre, si es que tiene alguno.

- ¿Mi nombre? Dios Mío, no tengo ni idea.               

El espía. Breach. Cine de espionaje sin excentricidades.

El espía. Breach. Cine de espionaje sin excentricidades.

- Estarás en la oficina central a las órdenes del agente Robert Hanssen. ¿Le conoces? Es el antiguo director de nuestra unidad de análisis soviéticos, se le considera nuestro mejor experto en servicios de Inteligencias rusos. Durante años ha sido nuestro enlace en el Departamento de Estado.

Billy Ray es un director y guionista, que gasta nombre de personaje secundario de Thelma y Louise y Medianoche en el jardín del Bien y del Mal, es decir, de paleto sureño pegado a una Jim Bean. Pero como guionista o realizador, se acerca más a los personajes reales con residencia en Washington D.C. que aquellos que frecuentan los bares de carretera entre Nashville y Tallahassee. En su opera prima, El precio del poder, pasaba revista a la breve trayectoria profesional de Stephen Glass, periodista que se arregló para inventar parcial o totalmente 27 de los 41 artículos que publicase en The New Republic. Por su parte, en El espía, Ray se vuelca en el retrato de otro crack de la mentira caído en desgracia ante todo un país. El caso real del agente del FBI Robert Hanssen que trabajó al servicio de la Unión Soviética y luego de Rusia, durante veinte años y que fue condenado a cadena perpetua en 2002. Este guionista que se suma al plantel de los nuevos directores, nos presenta un relato austero, solvente y eficaz, aunque alejado de cualquier indicio de originalidad. A Billy Ray le gusta abordar personajes reales que tras una fachada impoluta de respetabilidad y profesionalidad, esconden una personalidad construida sobre la mentira y la traición a la confianza de quienes les rodean. Pero, al narrar la falsa carrera periodística de Stephen Glass en su anterior trabajo, Ray se topó con un actor protagonista, Hayden Christensen (el adolescente jedi que se convierte en Darth Vader en el tercer episodio de la saga La guerra de las Galaxias), totalmente incapaz de reflejar el conflicto moral reflejado. Quizás por ello haya querido ir sobreseguro con un actor consagrado como Chris Cooper para mostrar el proceso de captura de este agente del FBI.

He aquí algunas verdades y una falsedad correspondiente a Robert Phillips Hanssen: 1. Fue un católico convencido, miembro del Opus Dei, que nunca dejó de asistir a misa diaria. 2. Su caída se debió a la traición de otro agente doble, pero su detención fue procurada por la acción de su asistente, Eric O´Neill. 3. Su labor de espionaje para la Unión Soviética ha sido la más dañina jamás sufrida por USA. 4. Jamás se grabó junto a otras mujeres, practicando sexo, ni nunca se obsesionó con Catherine Zeta Jones.

El rigor y la verisimilitud de las imágenes de El espía, lleva a prescindir de las escenas de acción características de este género, para centrarse en los aspectos más personales y complejos de la relación de los personajes principales, para acercarnos a una singular caza del gato al ratón entre el joven aspirante y el veterano que puso en jaque la seguridad de un país como Estados Unidos y maestro del arte del disimulo. De hecho, todo el armazón de la película recae en la interpretación de este actor, siendo la clave la relación de amor-odio que establece con el joven Eric O´Neill (Ryan Phillipe), el encargado de conseguir su confianza y de buscar las pruebas que le incriminen.

- ¿Sabes por qué se hundió el imperio soviético? Me tiré toda la carrera estudiándolo, eran más listos que nosotros, más decididos.

- Y, ¿por qué se hundieron?

- La excentricidad era altísima.

El choque entre ambos es el plato fuerte de la película y aparece muy bien definido al papel, evitando además que los espectadores sientan más simpatía por uno que por otro. Hanssen resulta ideológicamente despreciable -lo que no significa su pertenencia al Opus Dei-, pero al mismo tiempo se presenta sincero, empático e inteligente. Frente a él, su antagonista, es tan ambicioso que resulta antipático, aunque poco a poco va humanizando su postura. Sin embargo, la colisión de ambas personalidades no termina de cuajar en el filme, por varios motivos. El insípido Phillipe no está a la altura de la interpretación genial de Cooper, pero sobre todo el exceso de corrección de la puesta en escena del director llega a ser una rémora, tal y como había sucedido en su película anterior. Al final, lo más interesante, a parte de la caracterización de Chris Cooper, es la envoltura genérica. Billy Ray, recupera el tono realista de los relatos de espionaje de Graham Green y Jhon Le Carré, principalmente de este último, y de sus dos personajes fundamentales. Podemos entender a Robert Hanssen como una actualización de George Smile y Alec Leamas; el primero es el personaje fetiche de Le Carrè mientras que el segundo es el protagonista de su novela más famosa El espía que surgió del frío.

Como resultado, la vida de este traidor mayúsculo da cumplida y modélica fe esta nueva incursión de Ray en la dirección, film que busca en los intestinos de la incoherente condición humana antes que el suspense, y que apenas se permite licencias dramáticas en el envite. Que la película cuente algunas "mentirijillas" de este personaje, como que las familias del agente y su secretario, se conociesen en la vida real, no tiene ninguna importancia porque El espía, en definitiva, es un producto serio y convincente, aunque aporte poco al género al que pertenece. En donde las numerosas sugerencias argumentales quedan relegadas a un limbo, por el excesivo amaneramiento de la puesta de escena -de la que apuntábamos antes- hasta acabar en meros apuntes sin desarrollar esparcidos a lo largo de la narración.

Así ocurre con una de las reflexiones más intensas de la película: cómo el recorrido personal y anímico del personaje de Eric O, Neill es una presentación angustiosa, sobre la forma en que la sociedad americana está cimentada, con sus mentiras y frustraciones. Su imagen esperando al progenitor en el exterior de la casa familiar, mientras soporta estoicamente la nevada que le cae encima, termina siendo una metáfora del modo en que el personaje va perdiendo fe en las instituciones más tradicionales norteamericana, de un país que vive sus tradiciones de un modo patriótico -familia, religión, patria-.

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El topo. Tinker, Tailor, Soldier, Spy.

El topo. Tinker, Tailor, Soldier, Spy.

-Me contó un secreto, la madre de todos los secretos, que hay un agente doble. 

El sueco Thomas Aldfredson ya había demostrado su gran capacidad cinematográfica en la adaptación del cuento vampírico Déjame entrar; del cine de autor europeo pasaría al comercial hollywoodiense de la mano de John L. Carre, una historia sobre espías, agentes dobles y topos, como alude su evidente título en español El topo.  Sus personajes pertenecen a esos espías clásicos, a la sombra de la Guerra Fría, con su crisis de identidad y encerrados en las cuatro paredes de un despacho. Espías que hacen gala de la traición y de la doble moral, propio de un mundo sin valores. Sin embargo, nadie puede negar que parte de ese mundo moralmente en ruínas tiene mucho que ver con el actual estado de la política, que también puede resultar algo amoral. 

-Las cosas no son siempre lo que parecen.

-Esto se ha puesto muy feo. 

Alfredson no hace más que recuperar una vieja historia ya conocida por la pequeña pantalla. En los años setenta una prestiogiosa serie de la BBC adaptaba este relato, bajo el título de Tinker, Tailor, Soldier, Spy (Calderero, sastre, soldado, espía) con el formato de miniserie y con el rostro de Alec Guinnes, interpretando al célebre George Smiley. Es llamado de su retiro para que descubriese a un doble agente, al servicio del espionaje soviético. 

-Hay un topo en la cúpula del servicio secreto británico. 

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Siguiendo la estela del relato, una de las grandes bazas de la película es el personaje de Gary Oldman. El recuerdo de aquella serie, que dirigiese John Irvin, está presente en la caracterización de ese personaje, en el George Smiley de Alec Guiness, y no solo en las gafas y en el corte de pelo, que podría recordarnos a ese inmenso Giullio Andreotti de Il divo. Similar estoicismo, idéntica sensación de abatimiento e inquietante mirada. Se trata de la gelidez de las emociones, de las mentiras y la contenición de los actos, un estilo que está marcado también por la semejanza con un tipo de cine de espias que ha tenido como personaje el propio George Smiley, por ejemplo, El espía que surgió del frío (Martin Ritt). "Fue una elección estética además de moral: Occidente se ha puesto muy feo", dice el topo cuando es descubierto. Esta elección "estética y moral" es la que vemos en la película y se hace suya, el director de la citada El espía que surgió del frío, otra adaptación de una novela de Le Carré. 

Ambas pertenecen al ciclo de este célebre espía, un antihéroe en comparación con el famoso James Bond, que trabaja para Circus, la representación del MI5 realizada por el escritor. El personaje había protagonizado unas cinco novelas, adaptadas al cine, y apareció tangencialmente en otras dos: El espía que surgió del frío, intepretado por el actor Rupert Davies, y en Llamada para un muerto (Sidney Lumet), aunque bajo el nombre de charles Dobbs. Volviendo a El topo, el George Smiley de Gary Oldman había sufrído la lógica evolución del personaje, tras abandonar el servicio activo. Vive solitario en la penumbra de su apartamento, rodeado de papeles de todo tipo, pero vuelve a la acción, para esclarecer la existencia de ese topo, fiel a Control (John Hurt). También encontramos una importante semejanza estilística con películas como La vida de los otros (Florian Henkel) o La conversación, obra maestra de Coppola en donde la soledad de sus personajes marcaba una historia de otra forma de espionaje. Abundan las secuencias de reflexión, con el personaje en movimiento o filmadas siguiendo su ausencia, es decir, sentado mientras va atando cabos. En realidad, muestra la misma paciencia con que Control juega al ajedrez, con esas piezas que definían a sus subordinados, según el alfil, la torre o la reina.  

Le Carré introdujo su Smiley casi al mismo tiempo que Len Deighton su anti-héroe sin nombre (Harry Palmer en la versiones cinematográficas). Este fue un momento en que la crítica y el público daban la bienvenida a las versiones más realistas del espionaje de ficción, en contraste con el glamoroso mundo de Ian Fleming y su James Bond.Smiley se considera a veces elanti Bond-en el sentido de que no se trata del retrato de una fantasía masculina, sino  un agente del gobierno-. Le Carré lo describe como un hombre un poco bajito y gordo, que siempre lleva ropa cara pero mal montaje (que "vestía como un corredor de apuestas"). Y tiene un hábito de la limpieza de sus lentes sobre el "fin de grasa" de la corbata.

Es un personaje tranquilo, de modales suaves y de mediana edad, que vive de su ingenio y, a diferencia de Bond, es un maestro de maniobras burocráticas en lugar de disparos. Smiley se representa como un jefe de espías excepcionalmente experto, dotado de una memoria prodigiosa. Un estudiante de espionaje con una visión profunda de las debilidades y falibilidades de los seres humanos, muy sagaz y perspicaz increíble que parezca, él es muy consciente de los aspectos inmorales, espantosa e inmoral de su profesión. A pesar de su serie de jubilaciones, Smiley mantiene una amplia gama de ayudantes y personal de apoyo, tanto dentro como fuera del servicio, que se extiende incluso a los oficiales "retirados" de policía y miembros del antiguo servicio. Su fidelidad a ellos y su carácter fuerte que parece promover el respeto genuino y la lealtad a él.

-Sólo quiero un nombre en clave. 

Tinker, Tailor, Soldier, Spy es una novelización de los estudios que Le. Carré realizó sobre las revelaciones que en los años 50 y 60, se hicieron en torno a una serie de traidores en el seno del servicio secreto británico, entre ellos Guy Burgess, Maclean Donald, Blunt Anthony, John Cairncross y Kim Philby, como agentes de  la KGB.Algunos de esos nombres aparecerían de forma clave, en la novela. ’Karla’ es el modelo de general Rem Krassilnikov, de la KGB, cuyo obituario en el periódico New York Times permitió sacar la luz una sospecha de la CIA. ’Bill Haydon’ deriva de Kim Philby , quien, a finales de 1950, trascendió sus sospechas de que él también podría ser un traidor, dada su relación con el desertor Guy Burgess  y continuó como oficial de inteligencia del SIS (MI6) hasta desertar a la URSS. Otro personaje a destacar,"Connie Sachs", investigador principal del circo, sigue el modelo de Milicent Bagot.

-Te enviaré arriba a la guarida del león, si te descubren, no debes mencionarme.

Podemos cerrar nuestro reportaje con una curiosidad para el espectador español. La música está realizada a cargo de Alberto Iglesias, pero encontramos incluso una canción de Julio Iglesias. En una entrevista, el director señaló que decidieron buscar una canción que definiera al personaje de Smiley en la intimidad. Se eligió "La mer", del conocido cantante, "quien representaba todo lo que George no era", en palabras del propio Alfredson, "el sol del Mediterráneo y la vida fácil".

       

        

       

Convirtiéndonos en una raza de mirones.

Convirtiéndonos en una raza de mirones.

Cine y voayerismo han ido siempre de la mano. Al fin y al cabo, desde la importancia de la imagen en nuestra cultura hasta llegar al espectador tanto de la pequeña como de la gran pantalla, nos hemos convertido en "una raza de mirones", en un voayer, si lo pronunciamos según su origen francés.

 - Y es un voayer. Para mí es un pervertido y un delincuente sexual.

- ¿Cómo que un delincuente sexual?

 Según la definición de la Real Academia de la lengua, un voayer, es una persona que disfruta observando de actitudes íntimas o eróticas de otras personas, o como diría uno de nuestros cantautores, quien mira pero no moja. El cine ha encontrado en el voayerismo una de las filias más cinematográficas que ha tenido en Buñuel uno de los principales maestros, desde Viridiana a Belle de Jour, con una burguesa Catherine Deneuve muy curiosa, e incluso los cinéfilos sentirán debilidad por Atlantic City (L. Malle), en la que un Burt Lancastre senil observaba a una veinteañera Susan Sarandon frotarse sus senos con un limón.

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El placer que, sin embargo, da la posición de fisgón, tiene muchos recovecos, desde la pura excitación sexual hasta la expresión de un poder sustitutivo que anuncia turbulencias y decapitaciones interiores, porque el séptimo arte ha aludido a la figura del voayer en casi todo los géneros, desde el thriller con películas como Doble cuerpo (Brian de Palma), a la visión de la sociedad actual norteamericana con un aire de drama, en American Beauty (Sam Mendes) o el terror (El fotógrafo del pánico, Michael Powell), en donde un particular asesino en serie rodaba la muerte de sus víctimas, armando a su cámara con una afilada caña; e incluso películas futuristas que ponían de manifiesto el poder coartor de un sistema totalitario, en permanente vigilancia, como 1984 (Michael Randford) aludían al tema del "mirón", en la conocida imagen del Gran Hermano. Uno de los personajes clásicos del cine, el detective, es un voayer por naturaleza y profesión. Su trabajo lo requiere constantemente, de lo que deducimos que es una profesión altamente vocacional. Un ejemplo sería el personaje interpretado por Jack Nicholson en Chinatown (Roman Polanski). Pero a los ojos del fotógrafo, mirar es todo un arte. Blow up de Antonioni; Jope Pesci en El ojo público (Howard Franklin) y Delirius (Tom Diccilo) presentan a otro de los grandes personajes que han hecho carrera de voayer en el celuloide, cuya observación del mundo circundante, conduce al descubrimiento de realidades en cubierta.

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El gran cotilla que es el voayer, puede contentarse con escuchar, tan adictivo resulta eso como mirar (La conversación, de Francis Ford Coppola). Pero a veces, la vida de uno cambia después de escuchar la de los demás. El mejor ejemplo que encontramos en el cine más reciente es la alemana La vida de los otros (Florian Henkell), que presenta como personaje principal a un agente de la Stasi, interpretado por el fallecido Ulrich Mühe, encargado de espiar a unos vecinos insurrectos.

 - Nos hemos convertido en una raza de mirones. Lo que deberían hacer es salir de sus casas y mirar hacia dentro para variar.

 Hitchcock puso de manifiesto a ese mirón que todos llevamos dentro, mostrando cómo la curiosidad obsesiva podía traer consecuencia nefasta, ponía en otros personajes el interés por mirar a los demás. Lo que parecería un recorrido roussoniano por la condición humana, esconde también un crimen espeluznante cometido en una asfixiante ola de calor. 

 La ventana indiscreta

  Del voayer perfecto (James Steward) de La ventana indiscreta pasa al mirón por excelencia en el personaje de Anthony Perkings en Psicosis. Igualmente el maestro del suspense, que desarrollaba ampliamente estas ideas y construcciones formales en sus largometrajes, las había planteado en la serie televisiva Alfred Hithcock presenta, sobre todo en los episodios que llebavan la forma del realizador, como por ejemplo, El secreto del Sr. Blantcha, que centraba la obsesión de una novelista que cree que ha asesinado a su esposa.

 - ¡Ya me gustaría coger a ese hombre! ¡Ha salido de la casa, y además lleva algo que parece un saco grande!.

Incluso, Los Simpson, con su característico sentido del humor, hizo su particular homenaje del clásico del maestro del suspense.

 -Hay un niño rubio inquietante mirando desde la ventana indiscreta.

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El buen pastor.

El buen pastor.

Robert de Niro, gran actor de joven y menos bueno ahora, se embarca en su segundo proyecto como director, muchos años después de que nos dejara esa pequeña obra maestra que fue Una historia del Bronx, para contarnos los entresijos y secretos de los orígenes de la CIA. O bien ha aprendido el arte del buen cine después de cuarenta años en la interpretación, o bien ha sabido reunirse de los profesionales adecuados a la hora de abordar un proyecto. En cualquier caso, ambas cualidades están relacionadas. De hecho, se ha rodeado de un equipo de primer orden en el reparto, en la base técnica y en la producción, siendo Francis Ford Coppola uno los productores ejecutivos.

- Se ha notado su aliento, si nos descuidamos llegarán hasta aquí. Por eso le he dicho al Presidente que necesitamos de un nuevo servicio de inteligencia que se ocupe en tiempos de paz de lo que hacía la OSS.

Es el nacimiento de la Agencia Central de Inteligencia, más conocida como CIA, y todo está contado desde la perspectiva de Matt Damon, un joven universitario que es captado a finales de los años treinta para unirse a una sociedad secreta, que será su precursora. Los personajes que cuenta la película, como la propia historia de estos servicios secretos, procedían de la II Guerra Mundial o como el rol de Matt Damon, de universidades como Yale o Harward, hombres con gran sentido de la lealtad, hombres de negocio, correspondiendo a la clase alta y que sabían lo que era mejor para América. Y será la doble condición de De Niro, tanto como director y actor lo que le ha permitido compartir escenas con su reparto y cuidar al máximo el trabajo de sus actores.

La película hace un seguimiento del trabajo de un espía a lo largo de algunos de los acontecimientos más importantes del siglo XX. El buen pastor es el reflejo del fin de un conflicto mundial que se metía en el período de Guerra Fría, como una partida de ajedrez, a escala internacional, entre los agentes de la CIA y de la KGB soviético. Pero además se da una preocupación por el control del armamento atómico, entre ambas superpotencias.

- Están ganando terreno llevándose a todos los científicos a su lado. Dentro de diez años tendrán la bomba. Hay que sacar de Berlín a cualquier persona que nos sea útil antes que ellos.

El protagonista de El buen pastor de familia acomodada, religiosa y blanca ve en la defensa de los valores y el estilo de vida americano las motivaciones incontestables que justifican sumergirse por completo en un constante juego de amenazas.

- Nunca harías nada por nadie.

- Eso es injusto.

- ¿Injusto? Abandonas a los tuyos cuando más te necesita.

-  Yo no abandono. He estado a tu lado. Y he lado todo lo posible por ser un buen padre para él.

- ¡Tú nos has hecho nada!

- ¡Me case contigo por él!

 Lo más novedoso del género, sea, quizás, la presencia de un espía lejos del estereotipo de personajes como el de James Bond, para aproximarnos a un sentido doméstico de este rol. Sin embargo, De Niro prefiere destacar otros aspectos en la historia, de ahí que canalice a través de este personaje el sentimiento nacional de un importante sector de la sociedad de su país. Retoma, por tanto, uno de los más clásicos pulsos que mantiene Hollywood consigo mismo, por mostrar las características del complejo sistema de valores norteamericanos envueltos en los colores de una América que no significa lo mismo para todos. En la película aparece reflejado en un diálogo entre los personajes de Joe Pesci y Matt Damon.

- ¿Quiero preguntarte una cosa? Los italianos tenemos la familia y la Iglesia; los irlandeses tienen su patria, los judíos tienen su tradición, pero y su pueblo, Sr. Wilson, ¿qué tiene?

- Los Estados Unidos de América; ustedes sólo estáis de visita.

Lo que hace Robert de Niro con esta película sobre la CIA, y por contexto, sobre el mundo del espionaje es acercarnos el agente secreto a la calle. Nos propone una visión más próxima a la realidad, más fresca y auténtica que esas películas de James Bond, dispuesto a salvar el mundo y sin despeinarse, e incluso a todas aquellas cintas que sólo destacan por la multitud de gadchets y artilugios del personaje protagonista. En el mundo real el espía es un hombre tan normal como cualquiera, nada de superhombre al estilo Bond, e incluso puede autodenominarse “funcionario”.

- Margaret nos ha contado que trabajas para la CIA.

- Mi mujer tiene demasiada imaginación. Soy asesor de comercio, un funcionario.

El film, basado en un guión de Eric Roth, responsable de Munich -otra lección de historia contemporánea- quiere acercarnos a la idea de que la vida de los espías es aburrida. John Le Carré ya nos lo había explicado bastante bien en sus novelas de la Guerra Fría, y antes que él, Graham Green.

Red de mentiras.

Red de mentiras.

Ridley Scott se embarca en una historia de acción y mentiras con dos de los actores más solventes de la industria que, como telón de fondo, presenta el terrorismo islamista y la guerra de Iraq.

 Red de mentiras es una nueva forma de presentar la guerra contra el terrorismo, en esta ocasión, desde la perspectiva de un soldado/espía que cumple misiones en zonas conflictivas siguiendo órdenes directas de un superior, que vive a miles de kilómetros una vida acomodada e ignorante. Y para ello, toma dos aspectos fundamentales en Estados Unidos, desde el 11-S, la superioridad tecnológica y la llamada Patrioc Act, ley que restringe los derechos constitucionales para garantizar la seguridad nacional. Pero Ridley Scott reflexiona si esa tecnología –cuyos satélites convierten al mundo en una war rooms- es realmente eficaz. 

 La película propone una sugerente respuesta al respecto: los agentes de la CIA como Roger Ferris (Leonardo DiCaprio) luchan y son torturados en Oriente Próximo, mientras su jefe, Hoffman (Russell Crowe) le va dando órdenes por teléfono, desde su casa, mientras ayuda al niño a hacer pis o anima a su otra hija en un partido de fútbol, inconsciente de sus consecuencias. En realidad, una nueva crítica de los métodos utilizados por la Administración Bush.

 Que en menos de un año Ridley Scott haya estrenado dos películas (American Ganstern y la que nos centra) y que estuviera enfrascado en sus siguientes proyectos (una versión de Robin Hood, una más, protagonizada por su actor fetiche; un filme ambientado en la Guerra Fría y una cinta de ciencia-ficción) no quiere decir que el director se haya arropado de fuerza sobrehumana, sino que ha encontrado la fórmula para fabricar a destajo películas que resultan buenas.

 De este modo, el que en su día podría haber sido el heredero de Kubrick y autor de culto con tan sólo tres títulos, se ha pasado por completo al cine comercial, con calidad, con algunas señas de identidad. Historias en apariencia enrevesadas, pero que delatan una trama argumental gastada por el uso –la especialidad de William Monaha, uno de sus guionistas fetiches-; la vinculación con el actor Russell Crowe y un gusto por el perfeccionismo, que a veces resulta pretencioso (Sigurney Weaver se llegaba a quejar en Alien, que el director se preocupara más del atrezzo que de los actores).

                             

 Hablamos de un publicista de talento que se convirtió en un cineasta de culto. No hay cinéfilo que no recuerde uno de los momentos más emotivos del cine, ese monólogo del Replicante Nexus 6 de esa película que fue todo un hito de la ciencia-ficción y del cine negro.

 - He visto cosas que vosotros no creeríais. He visto rayos C brillar cerca de la puerta de Tanhäuser, naves en llamas más allá de Orión. Todos estos momentos se perderán como gotas de lágrimas en la lluvia, es la hora de morir.

 Blade Runner fue su tercer largometraje después de una meritoria ópera prima, Los duelistas, en donde demostraba su capacidad por la fotografía. Le siguió Alien, una cinta de ciencia-ficción y terror, que sentó las bases del género como su siguiente trabajo. Ya tenía un hueco en el Olimpo de Hollywood, con un preciosista gusto por los detalles y el tratamiento de la imagen, por los que alguien le consideraba como el sucesor de Stanley Kubrick. Pero entonces, dejó dominarse por la taquilla. Thelma y Louise, un road movie de mujeres fugitivas, sería otro de sus títulos destacados, aunque lo más significativo sea el brillo de los tapacubos de las ruedas en el polvoriento desierto. Esto es parte de las imágenes impactantes de sus filmes, como sucede en Red de mentiras: Los helicópteros brillan en el desierto, como los coches de Al-Qaeda. Imágenes realmente impactantes, agotadoras, una acción trepidante, explosiones, persecuciones, para una historia que se centra en el funcionamiento de una red de espionaje. Una maraña de personajes con problemas de conciencia, que torturan, matan o son torturados, y que mienten.

 - Recuerde lo que dijo no se quién, en Italia del Renacimiento dieron los Borgias, Miguel Ángel y Leonardo; mientras que en Suiza, doscientos años de paz y democracia. ¿Y qué dieron? El reloj de cuco.

Este diálogo de El tercer hombre es un buen ejemplo de lo que pasa por la cabeza de los personajes principales.

 - Sadiqui está muerto.

- Lo sé, lo he matado yo.

- ¡Ah amigo, eso no es un suicidio! ¿vale?

                             

 Otra cosa es que convenza más o menos, que transcienda (¿qué más da el mensaje?), si la consideramos junto a otras películas con tramas similares, como por ejemplo, Syriana (Sthephen Gagham) o Juego de Espías (Tony Scott). Sin embargo, el filme termina decepcionando por su veloz ritmo narrativo, como thriller-laberinto político entre Qatar, Bagdad, Manchester y desayuno urgente en Virginia, como ocurría en Siryana, pero en esta ocasión nada emotivo interrumpe la velocidad de tramas de la película. Y sobre todo, la inclusión de “mentiras” en el título, nos muestra una obviedad: saber que ninguna información que nos de es de confianza, lo que transforma la historia en una simple espera de la próxima sorpresa. Porque parece que Ridley Scott sabe manejarse mejor en escenarios de historia antigua (Gladiator) y ciencia-ficción que entre conflictos recientes (Black Hawk derribado).

 

Espías como nosotros: las parodias del género.

Espías como nosotros: las parodias del género.

- ¿Maxwell Smart?

- Jovencita, debe tener más cuidado o asustaría así a un agente de Control, precisamente en la oscuridad.

- Pensaría que fui algo muy tonta.

- Peligroso, pude haberme asustado.

No sabría decir por qué, pero el espionaje ha tenido un gran protagonismo en el mundo del cine, será por ese juego de interpretar un papel y porque desde la butaca, todo espectador debe sentirse muy fisgón. Ahora bien, el séptimo arte y la televisión van llevando décadas diciéndolo, el espionaje, los agentes secretos y la Inteligencia (palabra, a veces, paradójica) pueden dar mucho juego en el terreno de la parodia. Las confusiones, las huidas a la carrera, la necesidad de disfrazarse, a cada poco, han servido para hacer reír con lo que debería ser algo muy serio.

- Otra película basada en una serie de televisión.

Sí, la verdad es que Superagente 86 o Los ángeles de Charlie, series de la tele que han parodiado este género, han tardado lo justo para saltar a la gran pantalla. Los años sesenta fueron los que desarrollaron el cine de espionaje tal y como lo conocemos, convertido en un fenómeno social y precisamente fue la década del agente 007. Cómo no van a surgir parodias del cine de espionaje, si el propio James Bond se toma, además de la de matar, la licencia de reírse de sí mismo; lo hizo Roger Moore, en La espía que me amó.

                    austin powers

También inglés hasta la médula, la saga de Austin Powers, aspiraba a convertirse en un sucesor humorístico del mayor agente secreto cinematográfico de todos los tiempos. Cómico y algo salido, Austin Powers jugaba con todas las claves del género para mostrarnos la cara más disparatada del MI6. Hasta llegar el tecno espionaje de los noventa, también con sus versiones más desenfadadas. James Cameron puso su conocido sentido del espectáculo, en Mentiras arriesgadas, con una comedia que derrocha acción, con la anodina vida familiar como uno de los temas:

- Puede que salvando al mundo o haciendo cosas de esas, pero no es más que un representante de ventas.

Quisiera terminar este pequeño repaso al género con una de las más descerebradas y divertidas incursiones desde la comedia. El cine de espionaje llegó incluso a lo mejorcito del sproof, con uno de los títulos más emblemáticos de ese trío de ases del género: Top Secret (Jim Abraham y David y Jerry Zucker). Un espía no sería nada sin el confidente. El agente Cedric (Omar Sharif) tenía como contacto un simple vendedor ciego, de souvenirs y artículos de coña, pero que proporcionaba una valiosa información. 

Garbo, el espía.

Garbo, el espía.

- El MI5 desarrolló un plan muy organizado para suministrar a Garbo, las más de 3000 libras que en última instancia acabaron pagando los Servicios Secretos alemanes.

El género documental español sigue pisando fuerte, en esta ocasión, con una película dirigida por Edmond Roch, aunque en el guión encontramos a todo un veterano del género como es Isaki Lakuesta. El filme cuenta la vida de Juan Puyol, un agente doble conocido como Garbo y cuyo éxito fue el de hacer creer a los alemanes que el Desembarco de Normandía tendría lugar en el Estrecho de Calais; “viendo grandes concentraciones en el sudoeste y este de Inglaterra”. Este sería el responsable de aquel logro, a través de la famosa clave “Enigma” trabajando como un agente doble, que los nazis creían estar a su servicio, cuando en realidad trabajaba para hacer creer una gran mentira. Pero, ¿quién fue ese individuo que respondía al nombre de Alair, entre los alemanes, y el de Garbo, entre los aliados? Personaje que fue finalmente localizado en Venezuela, después de haberse dado por muerto, en Angola.

En la película se maneja una serie de materiales muy diversos para este homenaje, catalán para más señas. Y la verdad es que, a parte de dos fotos de carnet – una de los nazis y otra de los ingleses – no existe casi ningún rastro de él. Eso sí, existen decenas de personas que afirman haberle conocido, e incluso algunos de ellos apuntaban en la película anécdotas curiosas. Una de ellas, sería la del nombre de Garbo. “Ese nombre se lo pusimos en el trayecto del campo de aviación, en el que aterrizó, al sur de Inglaterra, a Londres. Pasamos por una carretera en la que había anuncios de la actuación de un tal Bowling. Le pusimos Bobling, pero después cuando descubrieron la capacidad inventiva le llamaron Garbo”.

                                       

Juan Puyol, barcelonés de nacimiento, era un conserje de hotel y gerente de una granja de pollos, que montó una compleja estructura de espionaje… falsa, desde su estudio de Lisboa. Se convertiría, así, en el modelo de hombre que se reinventaba así mismo y vendía una vida que hoy en día falta saber si es cierta.

Al interés intrínseco del personaje, Edmond Roch añade un estilo narrativo original, ante la escasez de material de archivo. Se opta por introducir escenas de películas, así como diversas imágenes de la época. También es hábil al mantener el anonimato de los personajes hasta el ecuador del metraje y el reservarnos hasta el final el encuentro con el auténtico Garbo.

En una de las referencias cinematográficas más curiosas que aparecen en la cinta, encontramos a uno de los papeles menos conocidos de Peter Lorre. El actor austriaco entró casi de puntillas en Hollywood, gracias a una serie de films en los que encarnaba a un detective japonés, llamado Mr. Moto. La referencia sería de La última alarma de Mr. Moto (Norman Foster).

- Invadiremos Polonia y mañana veremos el nacimiento de un nuevo orden, seremos el Imperio Alemán del mundo.

- Esta noche darán el primer paso por un camino muy oscuro que no tiene retorno.

                         

Mucho más realista con el propio modelo de Garbo, fue el del personaje de Alec Guinness en un clásico del cine de espionaje de Carol Reed: Nuestro hombre en la Habana.

- El otro día me ofrecieron mucho dinero a cambio de información.

- ¿Qué clase de información?

- Secreta, naturalmente.

- Puede usted considerarse afortunado.

Ambientada en la Cuba de Batista, se basaba en la novela de Graham Greene, en donde destacaba la figura de un espía que se inventaba sus informes. En esta selección también podemos citar la versión de Mata Hari, en la que la actriz Greta Garbo se metía en la piel de una espía, ejecutada por los franceses durante la Primera Guerra Mundial. 

Se trata de un sugerente enfoque de la Historia, metiendo a un mentiroso compulsivo en medio de una serie de ficciones, referentes estudiados al milímetros colocados para que el argumento sea más interesante. De este modo, el director convierte a Garbo en uno de los espías más cinéfilos de todos los tiempos.