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Travelling. Blog de cine.

La guerra en el cine.

Billy Lynn: La guerra de Irak a 120 fotogramas por segundos.

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Desde que D. W. Griffith estrenara El nacimiento de una nación, Hollywood ha estado mezclando política y espectáculo de forma continuada. Ya sea con fines reflexivos, puramente demagógicos o excitados por discursos propagandísticos; de hecho, una buena parte de este  barniz ideológico -con el que se ha adornado su entretenimiento- resulta muy sensible a esta política norteamericana. Una política en la que siempre ha estado presente un moralismo, una fe e incluso un sentido particular del patriotismo, sobre todo cuando la realidad del mundo se transforma a su antojo, y si es necesario, por la fuerza. Por eso, es gratificante que, de vez en cuando, vengan propuestas más críticas de cineastas foráneos como la del taiwanés Ang Lee, que centra su última película en la Guerra de Irak. Lo cierto es que Hollywood se ha presentado como la conciencia contra toda guerra y en concreto contra la de Irak, de la que parece haberse dicho todo, o casi. Lo cierto es que la principal novedad que ofrece este título lo encontramos en el aspecto técnico, al rodarlo Ang Lee a 120 fotogramas por segundos, una forma de presentar una película que -aviso a navegantes- no será posible de visionar en España.

-Resulta raro que te homenajeen por el peor día de tu vida.

Imagínense el extraño homenaje que recibe un grupo de soldados de Irak, durante un partido de futbol americano, el día de Acción de Gracias, de 2004. Este es el punto de partida de “Billy Lynn”; un drama sobre la guerra y sus secuelas; los sufrimientos que están dispuestos a tolerar los soldados, una vez que entran en combate. En este sentido, el film toma como eje la vida de un soldado que aclaman como un héroe, una vez que vuelve a casa durante un periodo de descanso, antes de regresar al frente: El soldado de primera, Billy Lynn.

Cuando visionaba la película, en la oscuridad de la sala, no podía dejar de pensar en "Banderas de nuestros padres" (Clint Eastwood), pues ambas comparten ese aspecto tan americano que es la fama, visto con un sentido propagandístico y patriótico, aunque –en el fondo- enmascarasen el horror de una guerra. “Billy Lynn” parte de una novela de Ben Fountain, con un tono completamente antibelicista.

El reparto.

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Un recién llegado, el actor británico Joe Alwyn, se pone al frente del reparto. Le secundan, intérpretes más o menos conocidos como Garrett Hedlund, quien ha participado en “Troya”, “Cuatro hermanos” y en “Tron Legacy”. Junto a ellos, unos eficaces Vin Diesel y Kristen Steward, quién demuestra que con cada nueva película, es mucho mejor actriz.

-Por primera vez en mi vida me siento cercano a algo más grande que yo mismo.

El director.

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Muchas películas de su director, Ang Lee, han mostrado la interacción entre la modernidad y la tradición, en algunos retratos de su país, desde que se diese a conocer con “El banquete de bodas”, film que reflejaba la homosexualidad desde el punto de vista de dos mundos completamente diferenciados, o radiografió el choque generacional o cultural, como se prefiera, en “Comer, beber, amar”. De la historia de China, retrató tanto la época feudal a través de las artes marciales “Tigre y dragón”, como el conflictivo tema del colaboracionismo con Japón, en la Segunda Guerra Mundial “Lust”.  Pero también se ha sumergido en diferentes aspectos de la sociedad norteamericana. Ang Lee ha tenido una gran habilidad para retratar distintas culturas, como también, situarse en diferentes etapas históricas. Se aproximó al western, ambientado en la guerra de Secesión, en “Cabalga con el diablo”.

- Esta no es nuestra guerra.

- Padre, puede que yo haya nacido en Alemania, pero yo me he criado aquí y esta es mi gente. Si la situación empeora…

- No Jacob, esta no es tu gente. Siempre serás un alemán para ellos.

Retrató la relación de unos hermanos en el drama romántico de “Leyendas de pasión” y los amores conflictivos de dos homosexuales “Brockback Mountain”.

Una apuesta técnica adelantada a su tiempo.

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En sus últimas películas hemos podido comprobar cómo apuesta por las novedades tecnológicas, como ya hizo en la notable “La vida de Pi”. Si en aquella ocasión, filmaba en digital y 3D, en esta la apuesta es mayor. Sus pretensiones por conseguir una acción bélica plenamente realista le hizo emplear una cámara especial de 4K, para poder rodar con 3D a 120 fotogramas por segundo. Eso es, a una velocidad, cinco veces mayor que el estandarizado 24 fotogramas por segundo. Lo más atrevido que un cineasta había hecho anteriormente fueron los 48 frames por segundo, con los que Peter Jackson había rodado “El hobbit”, aunque recibiese críticas, por el camino.

Este atrevimiento técnico ya ha hecho fracasar la película en la taquilla americana y ha evitado que en otros países se disfrute tal y como lo concibió su director, como el caso de España que ha optado por la versión estandarizada, en su distribución. Pero también ha dejado a la película de Ang Lee, a las puertas de los Oscar, como ha sucedido con el film de Scorsese “El Silencio”, dos de las grandes damnificadas por la Academia, junto con “Sully”, de Eastwood.

El maestro del agua. Rusell Crowe debuta en la dirección con la campaña de Gallipoli.

El maestro del agua. Rusell Crowe debuta en la dirección con la campaña de Gallipoli.

Hace pocos días estuvimos hablando del debut cinematográfico del actor Ryan Gosling, aquella película que a muchos nos ha resultado algo pretenciosa –Lost River- para luego encontrarnos con esta correcta película a cargo de otro miembro de Hollywood, que también debuta en la dirección. Un film más próximo a Invencible (Angelina Jolie) que al trabajo como director de Ryan Gosling.

Este año 2015 se cumple el centenario de Gallipoli, una campaña de la Primera Guerra Mundial, que supuso un momento inaugural en la historia de Australia, ya que fue la primera vez que los australianos lucharon como ANZAC y no como parte del ejército británico. Por ser un hito tan significativo no era de extrañar que regresemos a Gallipoli, con un nuevo debut de otro actor de Hollywood, Russell Crowe, con El maestro del agua.

En 1919, a raíz de la Gran Guerra, el granjero australiano Joshua Connor viaja a Gallipoli para recuperar los cuerpos de sus tres hijos que nunca regresaron de la campaña. Los tres cayeron el mismo día, el 7 de agosto de 1915. Sin embargo, después de recuperar dos de los cuerpos  descubre que uno de sus hijos fue hecho prisionero por los soldados turcos, y con la ayuda del comandante Hasan, busca el paradero de su tercer hijo.

-Si ese es su hijo, él está prisionero, él no murió aquí.


La Gran Guerra fue la primera vez en la que se hicieron intentos por recuperar e identificar los cadáveres de los soldados caídos. La historia de la película se inspiró en una carta del  coronel  Graves en la Unidad de Guerra Imperial, al destacar que un hombre australiano llegó a Gallipoli en busca de las tumbas de sus hijos. Sin embargo, a partir de ahí la película toma algunas licencias dramáticas obvias al contarse esta "historia verdadera". El título El maestro del agua es una referencia a la capacidad de Joshua para localizar el agua subterránea necesaria para su granja en pleno clima inhóspito. Con esta habilidad –propia de los zahoríes – logra  localizar el lugar donde los cuerpos de sus hijos están enterrados en el campo de batalla.

-Hemos encontrado a sus hijos, Edward y Henry, ¿cómo supo que estarían allí?

Esta campaña fue recreada en 1981 en Gallipoli (Peter Weir), aclamado como uno de los mejores logros del cine australiano.  Mantiene una imagen épica de la guerra junto con un retrato entrañable de dos jóvenes Archy (Mark Lee) y Frank (Mel Gibson) que, procedentes  de los extremos opuestos del espectro social, se enrolarán para esta batalla. Una película que destacaba el espíritu deportivo de Australia en numerosas ocasiones, de hecho, el personaje principal hará del atletismo una estimable aportación a esta campaña.

-¿Qué son tus piernas? Muelles de acero, ¿Y qué van a hacer? Llevarme a toda velocidad, ¿A qué velocidad puedes correr? A la de un leopardo, ¿Y a qué velocidad vas a correr? A la de un leopardo.


Pero con El maestro del agua Russell Crowe se las arregla para traer una nueva perspectiva a este momento tan mitificado en la historia de Australia. La película de 2015 ofrece un mayor protagonismo a la visión turca de la batalla. Esta perspectiva tan diferente del film de Weir comienza con el simple hecho de reconocer que los turcos ni siquiera llaman a la campaña como el sitio de Gallipoli. El personaje del Mayor Hasan nos recuerda que mientras fueron diez mil los australianos y neozelandeses los que cayeron allí, serían 250.000 los turcos que perdieron la vida. Además, incluso en 1919 la guerra aún no había terminado para ellos. Mientras que al resto del mundo el fin de la guerra dio un respiro, los turcos estuvieron defendiendo su territorio.

-Tiene una guía anticuada.

-No he venido a hacer turismo, voy a Gallipoli.

-Allí solamente hay fantasmas.

               

               

Junto a esta exploración de Turquía en las secuelas de la guerra aparece una subtrama romántica totalmente innecesaria cuando Joshua conoce a Ayshe, la mujer que dirige el hotel donde se hospeda en Estambul. Ella también está de duelo después de haber perdido a su marido en la guerra, algo que todavía no había confesado su hijo Orhan. Esta subtrama romántica bastante trillada no es ni de lejos tan interesante o atractiva como el resto de la película y nos muestra un incómodo choque de caracteres, con una historia entre un ser bastante sombrío y el otro que puede resultarnos luminoso o caprichoso.

-¿Está vivo? ¿Tienes esperanzas?

-Las esperanzas me mantienen vivo.

Eso sí,  este debut como director sin ser una obra maestra, representa la habilidad de alguien que conoce la profesión en sus 25 años como actor. Mientras que algunos de sus elementos narrativos son bastante ordinarios, la película nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre los sacrificios realizados en ambos bandos, en la guerra, y logra una buena contribución a la hora de profundizar en la campaña de Gallipoli.

Corazones de acero. La furia a lomos de un tanque.

Corazones de acero. La furia a lomos de un tanque.

El año no puede comenzar mejor, cinematográficamente hablando. Comparten cartelera dos títulos muy interesantes que harán las delicias de muchos cinéfilos. Hablamos de Corazones de acero, película que presentamos a continuación, -situada dentro de las coordenadas del cine bélico, subgrupo “Segunda Guerra Mundial”-, y la genial pero inclasificable Birdman en el último trabajo de Alejandro González Iñárritu.

 En la secuencia inicial de Fury (David Ayer), la silueta de un jinete solitario vaga entre los restos de tanques humeantes. Un soldado a caballo quería contemplar el resultado de una cruenta batalla, cuando alguien sale de uno de esos tanques para matarlo y soltar al animal. La idea tiene una carga simbólica importante porque representa cómo la caballería tradicional había sido sustituida por la de los carros de combates.

 -Yo empecé esta guerra matando a alemanes en África, luego en Francia y ahora terminaré matándolos en Alemania.

 A pocos meses de concluir el conflicto, éste se recrudece por la orden de “guerra total” del fürher. Hasta allí llegamos, a lomos de un carro de combate que sin honor, pero con éxito, va atravesando media Europa, recorriendo unos escenarios mil veces visto en el cine. Y aunque el tanque haya cobrado importancia en el cine bélico (Rommel, el zorro del desierto; La batalla de las Ardenas, Los violentos de Kelly) o como elemento para adornar una escena emblemática (Salvar al soldado Ryan) pocas veces hemos visto las interioridades de un carro de combate, como sucedía con las profundidades marinas a través de un submarino o la inmensidad del horizonte desde la carlinga de un avión.

                    

 Fury, el título original de la película, es el nombre del Sherman M4A3E8 que se abre paso por la Alemania nazi después de un largo y glorioso periplo a lo largo del frente occidental. Lo dirige el sargento (Don, Brad Pitt) quién podría recordar al personaje de Tom Hanks en Salvar al soldado Ryan.

 -Cada vez que mato, me alejo más de casa.

 De hecho, Corazones de acero toma buena nota del desencanto humanista y violento del film de Spielberg, -todo un referente cinematográfico de las crueldades y el realismo de una guerra llevada a la gran pantalla- pero el grupo liderado por Brad Pitt no tiene el carisma de la pequeña patrulla que buscaba a un soldado llamado Ryan, en territorio enemigo.

 Unos datos de historia militar.

Los alemanes poseían el mejor carro de combate de la Segunda Guerra Mundial el Panzer VI Tiger, mientras que el Sherman era un modelo medio comparable con el Panzer IV o el T 34 soviético. Los M4, carro de fabricación americana, fue conocido por los británicos como Sherman por el general de la Unión William Tecumseh Sherman, quién planteó una propuesta teórica sobre una guerra mecanizada cuyas bases la aplicarían, sin embargo, el Alto Mando Alemán para la llamada Blitzkrieg de Guderian y el potencial mecanizado de Rommel, para el desierto. 

El Sherman tenía menor blindaje y su cañón de 75 mm no competía con el famoso Flak del 88, la principal pieza de artillería de la Segunda Guerra Mundial, pero era mucho menos pesado por lo que contaba con más movilidad. Eso sí, el Sherman tenían un defecto importante en el depósito de la munición; cualquier impacto podría producir un incendio en el carro de combate. De ahí que se añadiera una escotilla en la parte inferior del casco.

 El reparto.

 Como todo cine bélico, pero también como parte de ese manual de estilo del director –con sus excepciones- Corazones de acero es una macho movie, de principio a fin. Las mujeres apenas tienen presencia en la película, salvo unas primas alemanas que aparecen en la escena del “descanso del guerrero”. En este sentido, cobra importante la camaradería de sus personajes, pero con un sentido diferente a lo que habíamos visto (tomamos como ejemplo Los violentos de Kelly). Esta ruptura de la camaradería es marca de estilo propia de este realizador, pero nunca se había acercado tanto al grupo cerrado que hará lo imposible por sobrevivir.

 -No te pediré nada que no haya hecho yo mismo.


 Brad Pitt encarna al dirigente de este grupo, con un sentido paternal como el “alma mater” de una especie de esta familia disfuncional que forman los componentes de su unidad. Un personaje propio de Hollywood e incluso del cine de David Ayer (recordar a Arnold Schwarzenneger en Sabotaje, “el corazón y alma de este equipo”). Pitt ya había tomado las armas en la Segunda Guerra Mundial, las órdenes de Quentin Tarantino, en Malditos bastardo; película en la que hacía gala de la violencia propia del director.

 Le acompañan Shia LaBeouf, actor que parecía ser una estrella emergente gracias a Transformers’ (Michael Bay) e ’Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal’ (Steven Spielberg), aunque haya continuado su carrera de forma errática. Logan Lerman, uno de los hijos de Russell Crowe en Noé (Darren Aronofsky); Jon Bernthal, actor que participó en El lobo de Wall Street (Martin Scorsese) y en la exitosa serie The walking dead. Michael Peña, quién ya había trabajado con David Ayer en Sin tregua; Jason Isaacs, visto en la saga de Harry Potter. Incluso uno de los hijos de Clint Eastwood –Scott Eastwood- hace un pequeño papel

 Los dos personajes femeninos, presentes en la escena de la comida, están interpretadas por las actrices Alicia von Rittberg y Anamaria Marinca

 El problema de Ayer es que no sabe dar identidad a los personajes dentro del grupo y resultan esquemáticos.  E incluso encontramos ese recurso propio de Hollywood para que el espectador se sienta identificado por la miradad del joven soldado que desconoce la crueldad propia de cualquier guerra. El novato que se enrola en el grupo, en el último momento por casualidad y que jamás había matado a nadie, sin nada que ver con sus futuros compañeros de armas.

 David Ayer, ejercicio de estilo.

 El mérito de sus películas es que pone boca arriba algunos estereotipos del cine de acción para unas historias que aunque no sean precisamente originales, la solvente dirección de David Ayer y el buen trabajo de los actores, resuelven con nota sus películas. Así sucedía en Sin Tregua, e incluso en la menos interesante Sabotaje. No son cintas de buenos y malos, y eso se agradece, ni tampoco filmes que se rinden a los efectos especiales, aunque cuenten con un frenético ritmo, de principio a fin.

-La única forma de desbaratar al cártel es descubrir quién robó el dinero.

-Podría ser uno de los míos.

Sabotaje, por ejemplo, no es un actioner al límite, no hay tantas (y suelen ser breves) escenas de acción y algunas se resuelven de un modo poco frecuente en este género. Lo vemos, por ejemplo, en la secuencia del ataque a Tripod (Kevin Vance), pero nunca abandona el estilo de Sin tregua. Con el uso del found footage, con el abuso de la cámara en mano –para dar dinamismo a la cinta- y con la sensación de verisimilitud con la sequedad de la puesta de escena, sus diálogos sucintos, escuetos, al grano, o con los imágenes próximas al estilo de documental o las texturas diferentes. También hay errores de raccord (a través de saltos de eje) para enfatizar el estilo realista de las secuencias de acción.

Otro hecho observable es que huye de las referencias habituales, aunque no falten los guiños del género, presentando un plantel de personajes que no representan héroes impolutos, sino que van traspasando la fina línea entre el bien  y el mal.

Concluimos con Corazones de acero. La película resulta entretenida y cuenta con una buena puesta de escena, pero está lejos de convertirse en un referente (quizás sí lo sea dentro del subgrupo “tanque” del cine bélico). "Fury" (el film de David Ayer) comienza de forma vibrante, pero poco a poco va perdiendo fuelle y cae en los convencionalismos propios del género. Una estimulante propuesta para ir al cine, aunque preferimos la magnífica Birdman (Alejandro González Iñárritu).

Monuments men. “La patrulla de Cloony”: La cuadrilla contra el saqueo.

Monuments men. “La patrulla de Cloony”: La cuadrilla contra el saqueo.

George Cloony reúne a otra “cuadrilla”, como la que formó su personaje de Ocean en los films de Sorderberg, pero aquí son personas respetables y algo otoñales, alejados del prototipo del héroe clásico.

 La película parte de “Monuments men: Allied Heroes, Nazi Thieves and The Greatest Treasures Hunt in History”. El libro narra cómo un grupo de hombres y mujeres, muchos de ellos relacionados con el mundo del arte, organizaron una operación de rescate de obras amenazadas por los nazis. En realidad fueron unos cien miembros, pero George Cloony se limita a siete, traduciéndolo a una “macho movie” al estilo de Los violentos de Kelly o Doce del patíbulo. Con una sola presencia femenina destacable: Cate Blanche, cuyo personaje de Claire Simone se inspira en Rose Valland quién luchó contra los nazis de una forma tan discreta que llegó a ser acusada de colaboracionismo.

-Los monuments men.

-Firmado, Roosevelt.

-¿Cuántos sois?

-Seis, siete contigo.

 Si en Doce del patíbulo (Robert Aldrich), el Mayor Reisman (Lee Marvin) formaba un comando con el fin de aniquilar al mayor número posible de oficiales nazis, y en Los violentos de Kelly, Clint Eastwood lideraba a un grupo dispuesto a capturar el oro de los alemanes; los “siete de Cloony” se adentran en territorio enemigo para recuperar obras de arte.

 La principal diferencia es la falta de épica en Monuments men; película que no gustará a aquellos amantes del cine de acción, pura y dura. Hay poquísimas escenas de combates en el film, e incluso sorprende una de ellas porque presenta a un francotirador que termina siendo un niño (SPOLIER). La quinta dirección de Cloony no se parece a las citadas “macho movies”, porque tampoco sus protagonistas son miembros indeseables del ejército, especialistas todos ellos en técnicas de combate; sino hombres cualesquiera, respetables dentro del mundo del arte, entre el conservador de arte (Stokes, G. Cloony), un arquitecto (Campbell, Bill Murray), una historiadora del arte (Cate Blanche) o un conservador de arte medieval en el Metropolitan (Granger, Matt Damon).   

The Monuments Men

 La patrulla, formada a iniciativa de Eisenhower, tenía la misión de recuperar obras de arte en plena Segunda Guerra Mundial, mientras que los aliados avanzaban hacia Berlín. En honor a la verdad, la MFAA (Monument, Fine Arts and Archive) –sección creada por Roosevelt- se hizo eco de la Junta de Defensa del Tesoro Artístico que creó el bando de la República durante la Guerra Civil, cuando se dieron cuenta del peligro que corría nuestro rico patrimonio artístico, por los bombardeos. Odisea que culminó con la evacuación de las obras de arte del Prado, lo que quedó testimoniado en la película La hora de los valientes (Antonio Mercero) y en documental, Las cajas españolas (Alberto Porlan).

 -Pueden exterminar a toda una generación, arrasar sus casas y, aún así, el pueblo se repondría. Pero si destruyen su cultura es como si nunca hubieran existido.

 La película se centra en una depredación hacia la cultura que acompaña a todos los grandes conflictos bélicos, un saqueo y destrucción artística denunciados constantemente por la UNESCO,  recordando episodios como la destrucción de los Budas de Bamiyán, en Afganistán, a manos de los talibanes, o el robo del museo nacional de Iraq, durante la Guerra del Golfo, por tropas norteamericanas (¡qué casualidad!). Casualmente George Cloony se había especializado en el saqueo en este escenario de guerra, en Tres reyes, aunque sus gustos no fueran tan refinados y se preocupase del oro de Sadam y sus electrodomésticos.

 Sin embargo, el mayor saqueo artístico se llevó a cabo durante la Segunda Guerra Mundial, por los nazis y aunque pueda sorprender, aún sigue al pie de la noticia. En noviembre del pasado año, se descubrió en un piso de Munich cerca de 1500 obras de arte que un anciano poseía, el heredero de un historiador con importantes relaciones con el Tercer Reich. Lo cierto es que el cine ha reflejado en una multitud de películas la depredación hacia la cultura ajena de los alemanes, sobresaliendo dos títulos: La noche de los generales y, sobre todo, El tren (John Frankenheimer). 

 -Es, sin duda, un arte degenerado. Como militar consciente del Tercer Reich tendría que detestarlo. En muchas ocasiones he tenido la curiosidad de esa vanidad de los que pretenden imponer las ideas y gustos, por decreto.

 Este es el antecedente cinematográfico más claro. Un grupo de partisanos, liderados por Labiche (Burt Lancaster) tratan de evitar que un tren cargado con obras de arte llegue a su destino. Por cierto, -para los amantes de las curiosidades-, la película de Frankenheimer se basaba en “La front d´l art”, libro escrito por Rose Valland, el personaje real en que se inspira el rol de Cate Blanche, en esta película.

-¿Quiero saber lo que vio usted allí?

-Cientos de obras, las fotografiaban y se las enviaban al Furher. ¿Cómo puedo ayudarle a robar nuestro arte robado?

 Todo este saqueo formaba parte de un plan organizado por Hitler. Entre sus obsesiones megalómanas estaba la de crear un gigantesco museo en la ciudad austriaca de Linz, el Fürher Museum, diseñado por su arquitecto Albert Speer y que fuera a acoger la mayor cantidad posible de arte consideradas “alemanas”. Obras que fueron inventariadas en el Informe Kummel, aunque durante la invasión a Europa, oficiales alemanes (como el mariscal Göring) fueron creando sus propias colecciones privadas a costa de pinacotecas particulares que iban confiscando; ocupando Francia un lugar de honor en este saqueo.

 -Una maqueta de su proyecto, Museo del Fürher, será el mayor del mundo.

-Necesitará muchas obras de arte.

-Por eso Hitler no bombardeó París.

                    

 

Valquiria: Un episodio histórico sometido a los dictados de la conciencia.

Valquiria: Un episodio histórico sometido a los dictados de la conciencia.

-Caballeros tenemos que salvar a Europa de la destrucción total.

Valquiria es el reencuentro del director – Brian Synger- con el guionista  -Christopher McQuarrie-, ambos responsables del éxito de Sospechosos habituales, pero también le dio la oportunidad de retomar un viejo tema, presente en su película Verano de corrupción: “Soy judíos, tenía amigos alemanes y estudié el Holocausto en la escuela primaria. Pensé que ese período de la Historia era fascinante y solía hacer películas sobre la Segunda Guerra Mundial en mi jardín trasero”.

No es ningún hándicap conocer el desenlace de la historia; así lo explicaba el propio Synger: “Sucede lo mismo que en Titanic, pero lo importante son los personajes, la trayectoria de la conspiración y las presiones a las que estaban sometidos”. Un reparto de secundarios que representan a cada una de las piezas de la conspiración, el Golpe de Estado para salvar a Alemania de un daño mayor. “Cada vez que hago una película, intento dar todo lo posible por interpretar a mi personaje y creo que una película histórica hay una presión adicional, tanto por respetar la figura de Staufensen como a la resistencia alemana”; La película, de hecho, está muy bien interpretada por Tom Cruise, en el rol de Stauffenberg a la hora de recrear un interesante episodio histórico, el atentado fallido a Hitler y la posterior rebelión militar, conocida como Operación Valquiria. El nombre lo toman de la ópera más famosa de Wagner, compositor considerado un símbolo de la esencia alemana.

 Los protagonistas de una conspiración.

 En la película encontramos un retrato coral de unos personajes inmersos en una misión en la que les iba la vida: matar a Hitler, uno de los grandes sueños hollywoodienses. Una acción en la cual, el grupo conspirador tendrá que cuestionarse entre el peso de la obediencia o los dictados de la conciencia. Un debate moral, muy en la línea de la cinematografía más reciente –sobre todo, alemana- de mostrarnos las disidencias en el propio partido nazi. 

 En el centro de esa conspiración estaba Klaus von Staufenberg, coronel de la Wermath, -de convicciones católicas y tuerto y manco a causa de heridas de guerra en la campaña de África- era uno de los muchos militares alemanes indignados por las atrocidades que tanto el ejército como el Partido Nazi estaban acometiendo en la marcha del conflicto. Fue el desastre de Stalingrado lo que marcó una antes y después dentro del propio bando alemán, cuando se observa la necesidad de tomar cartas en el asunto.

-¿Qué haréis con Goebles, con Himmler y las SS? Acabarán con vosotros.

-Eso no importa, sólo importa que actuemos. Ahora, antes de perder la guerra. De otro modo esta será siempre la Alemania de Hitler. Tenemos que demostrar al mundo que no todos éramos como él.

-Eso no es suficiente para mí, tiene que haber una posibilidad de éxito.

El general Henning Von Tresckow, interpretado por Kenneth Branath es quien incita al grupo a actuar y desde entonces se pone en marcha el complot.

El atentado a Hitler.

La ocasión se ofrece en la llamada Guarida del Lobo, un bunker, en el que se habían dado cita el alto mando y Stauffenberg  se presentó en calidad de representante de Friedrich Fromm (Tom Wilkinson) jefe las tropas de reserva. Introduce un explosivo en su cartera y se marcha con la excusa de atender una llamada.

Milagrosamente Adolf Hitler sobrevive a ese atentado (como a otros que se produjeron, de menor trascendencia), saliendo ileso, como testimonia un material documental sobre su encuentro con el Duce, Benito Mussolini. Hitler vio en su supervivencia una señal de la providencia, mientras que aumentaba su desconfianza hacia los mandos intermedios del ejército, que pronto se vería traducido en una encarnizada persecución de los desleales.

 En la posguerra encontramos el primer testimonio cinematográfico sobre este episodio, a cargo de uno de los mejores directores alemanes de la época, Georg Wilhelm Pabst, quién abordó con una síntesis soberbia el proceso de la Operación Walquiria.

 -Hemos tenido cuatro hijos, el quinto está al llegar, mientras que Hitler ha arruinado a Europa en ese mismo tiempo.

 El otro gran título de referencia, es Operación Valquiria, también de producción alemana y con  Sebastian Koch, con el papel principal, actor al que habíamos visto en la extraordinaria La vida de los otros. Pero tanto en Rommel, el zorro del desierto como en La noche de los generales, se hacen referencias al atentado a Hitler, e incluso el personaje de Robert Duvall, coronel Radl en Ha llegado el águila, recuerda al coronel Von Stauffenberg. Película que fantaseaba con el magnicidio –nada más y nada menos que- del primer ministro Winston Churchill.

                                        

 -Mañana, a las 13:00 aproximadamente, si todo va bien, recibiremos de Berlín, el nombre clave: Valquiria.

 Ahora bien, ¿por qué falló el atentado?

 -Un ligero cambio de planes, nos reuniremos a las doce y media.

 Como demuestran unas curiosas anécdotas, Hitler tuvo mucha suerte a la hora de esquivar atentados. Stauffenberg llevaba dos explosivos en la cartera, pero cuando llegó a la Guarida del Lobo descubrió que la reunión se había adelantado a la hora prevista. Es decir, tenía menos tiempo para preparar los explosivos, por lo que sólo pudo activar uno de los. 

                     

 Una elección acertada.

 Muchas veces el cine ha fantaseado con la idea de matar a Hitler como forma de salvar a la humanidad del desastre que los nazis habían desatado en la Segunda Guerra Mundial y si es verdad que en la ficción no se ha dado un ejemplo más claro que en el caso de Malditos bastardos, en la realidad fue el personaje de esta película quien lo tuvo en su mano.

 -Mi deber como oficial ya no es salvar Alemania, es salvar vidas humanas.

Esta es la historia que nos cuenta Brian Singer en tono de thriller que a pesar de los numerosos problemas de un rodaje de esas dimensiones (destrucción de algunas escenas rodadas o reticencias por ser un actor norteamericano quien fuera a interpretar a Von Staufenberg y precisamente Tom Cruise –actor desprestigiado tanto por la industria como por la crítica-) en honor a la verdad, el director logra un trabajo brillante.

-Cree que es un Golpe de Estado.

-De eso estoy seguro, lo que no sé de qué lado estamos.

Perdidos en la nieve: Enemigos forzados a entenderse.

 

 John Boorman estableció las reglas del cine de supervivencia en un contexto bélico, en Infierno en el Pacífico, una historia ambientada en la Segunda Guerra Mundial con dos únicos supervivientes de una batalla naval, un norteamericano (Lee Marvin) y un japonés (Toshiro Mifune) quienes tendrían que convivir en una isla desierta, si querían sobrevivir.

 -¿Qué vamos a hacer?

-Iremos hacia la costa, encontraremos a nuestro ejército y volveremos a la guerra.

 La historia de Boorman la repite Peter Naess, el director de Elling –película nominada al Oscar a la Mejor película de Habla no Inglesa-, quien parte de unos hechos reales, con cinco supervivientes como protagonistas, -tres aviadores alemanes y dos ingleses-, mientras que el escenario no es una paradisiaca isla del Pacífico sino el inhóspito desierto helado de Noruega: “¡Vayan a fuera y vivan la preciosa campiña noruega!”.

 Perdidos en la nieve está inspirada en una historia real: un avión británico de la RAF ataca a otro de la Luffwafe con tal mala fortuna que ambos terminan estrellándose en la nieve. Desde entonces, el grupo de soldados británicos y alemanes tienen que convivir y el azar hará que ambas tripulaciones se refugien en una misma cabaña, pero a pesar de ser enemigos les será difícil mantener la animosidad día tras día.

-Supongo que no será posible tomar una taza de té.

-Desde ahora sois prisioneros del Tercer Reich.

-¿No debemos matarlo? ¿Por qué no?

-No somos unos salvajes.

                

Perdidos en la nieve remite a un subgénero tan estimulante como necesario, al plantear una reflexión muy de actualidad, pero muy repetida en la historia del cine: cómo más allá de las ideologías, creencias o nacionalidades pesa una humanidad soterrada que sale a la luz en circunstancias muy diferentes. Porque, aunque no lo parezca, la gente que combate en una batalla son seres humanos y como tales tienen miedos y dudas que resultan universales. La más clásica de estas historias la encontramos en La gran ilusión (Jean Renoir).

-Los niños franceses aprenden alemán y los niños alemanes, francés, pero cuando crecen aprenden a matarse entre ellos.

De hecho, el director de Perdidos en la nieve termina haciendo esas mismas observaciones. Durante la convivencia forzada a la que deben someterse, los soldados llegaban a olvidar su condición de enemigos para centrarse en lo que realmente son: hombres que se necesitan mutuamente, para su propia supervivencia. “¿Qué pasaría si dos enemigos se viesen forzados a convivir y a sobrevivir juntos? En el mundo actual me parece de suma importancia contar historias como esta”, comentó el director que contó a la hora de preparar la película con el testimonio del único superviviente vivo de la tragedia: el centenario Horst Chopis.

-¿Por qué no podemos sentarnos y hablar como personas civilizadas?

-¿Una conversación? ¿Y sobre qué quieren que hablemos? ¿Sobre política?

Lo mejor de Perdidos en la nieve son las sólidas interpretaciones, en la que destaca el papel interpretado por el joven Rupert Grint, muy conocido por la saga de Harry Potter, demostrando que es mucho más que un mago en prácticas, en el cocholegio de Howarts, el Ron Weasley de la citada saga. Pero el reparto de este film noruego lo completan Stig Henrik Hoff, David Kross, Florian Lukas y Lachlan Nieboer.

-Le sugiero que se disculpe.

-¿Qué me disculpe, por qué? ¿Se ha vuelto loco?

-¡Deme ese arma!

                      

  

Tiempo de amar, tiempo de morir.

Tiempo de amar, tiempo de morir.

El amor en tiempos de guerra ha sido uno de los temas predilectos del cine, amar en tiempos de la barbarie, siempre tendrá el beneplácito de la gran pantalla. El séptimo arte ha quiero brindar escenas míticas en las que se conjugaba amor y guerra, pasiones desenfrenadas junto a melancólicas despedidas y cálidos reencuentros. Incluso en películas tan desosegantes como Johnny cogió el fusil (Daltom Trumbo) o Apocalypse Now (Francis F. Coppola) tenían cabida el amor: "Somo dos personas, una que mata y otra que ama". Sin embargo, sería el cine clásico americano el formato propio para presentar los encuentros más románticos y prolijos en medio de la destrucción y muerte. De aquí a la eternidad (Otto Preminger) nos mostraba un fundido y cálido beso entre Burt Lancaster y Deborah Kerr, en una emotiva escena de playa y Pearl Harburt, como telón de fondo. De un beso a la despedida, el final del amor sujeto a un contexto de guerra. El puente de Waterlo (Melvin Leroy), que estaba protagonizada por Robert Taylor y Vivian Leigh, sería uno de esos ejemplos.

 - ¿Qué iba a decir?

- ¿Le gustaría ver el ballet? Sería un recuerdo muy agradable para las trincheras.

- ¿Y usted qué iba a decir?

-  Iba a decir que no conozco a nadie en el frente, pero ahora le tendré más cerca, conociéndole usted.

            

 Pero, quizás, la secuencia preferida por los espectadores sea la despedida entre Ilsa (Ingrid Bergman) y Rick (Humphrey Bogart) en Casablanca (Michael Curtiz):

 - Y es cierto que perteneces a Victor. Eres parte de su obra, eres su vida. Si ese avión despega y no estás con él, te arrepentirás. Tal vez no ahora, tal vez ni hoy ni mañana, pero más tarde, toda la vida.

- ¿Nuestro amor no importa?

- Siempre tendremos París, no lo teníamos, lo habíamos perdido hasta que viniste a Casablanca. Pero lo recuperamos anoche.

 El séptimo arte es una fuente inagotable de historias amorosas, que llevan al límite el concepto de la pasión, pero el amor en el cine es todo un campo minado y enamorarse de quien tiene que matar o capturar resulta sugestivo en la gran pantalla.  Desde la gitana contrabandista que roba el corazón del sargento francés, que la debe detener, en Carmen; hasta el capitán que se entraga al amor de la pirata, que persigue (La mujer pirata, Jaques Tournert).

-Eres una mujer.

-¡Tú me enseñaste a ser una mujer!

Pasando por la dulce esposa a quien le cuesta creer que ha elegido como marido a un peligroso fugitivo nazi (El extraño, Orson Welles).

-¿Por qué quieres que vea estos horrores?

-Todo esto que está viendo es producto de un solo cerebro, el cerebro de un hombre que se llama Franz Kidler.

 Pero la verdad es que los caprichos del amor son tan inesperados que ni incluso el propio James Bond ha podido evitar caer en la pasión por la mujer menos adecuada. Son amores complicados, imposibles, fatales. Tan fatales que, con frecuencia, conduce a sus protagonistas a un mismo e inevitable final. Así sucede en una multitud de películas, desde Lust, Caution al thriller protagonizado por Donald Sutherland, interpretando a un espía alemán conocido como "la Aguja", con la misión de desvaratar los planes de una ofensiva aliada desde Gran Bretaña. El ojo de la aguja (Richard Marquard) presentaba a dos amantes predestinados a un final fatal.

              

Las flores de la guerra: Zhang Yimou recupera el episodio de Nanking.

Las flores de la guerra: Zhang Yimou recupera el episodio de Nanking.

-Era el trece de diciembre de 1937, Nanking estaba en llamas. Las últimas tropas chinas nos despejaron el camino a la iglesia, a nuestro refugio. 

Adaptando la novela "Las trece vírgenes de Nanking. Las flores de la guerra" de Geling Yan (editada en España por Alfaguara), Zang Yimou relata la masacre de Nanking, uno de los episodios de la historia de China (previo a la Segunda Guerra Mundial) menos conocidos.

Desde la proclamación del Manchukuo, (una Manchuria independiente, bajo la protección japonesa), vemos una intervención nipona en China que concluiría con la ocupación del país como parte de su expansión territorial por Asia, previa a la Segunda Guerra Mundial.  En este contexto, la batalla de Nanking fue uno de los episodios de este conflicto, que fue llevada a la pantalla en la magnífica película Ciudad de vida y muerte (Lu Chuan). Uno de los principales aspectos del film de Lu Chuan era reflejar los comportamientos de ambos bandos, durante el coflicto. De hecho, la película fue retirada a causa de la censura del gobierno chino que vio en su historia una actitud complaciente con algunas individualidades de los soldados japoneses. John Rabe, un nazi (pues los japoneses fueron aliados de Alemania, en la guerra) fue el particular Oskar Shindler del film de Lu Chuan, película que comparte con la de Spielberg (La lista de Shindler) algunos aspectos: una similitud estética -ambas rodadas en blanco y negro- y un acercamiento humano. Este segundo aspecto se repetirá en la cinta de Zhang Yimou. 

El punto de vista de una historia trágica. 

Una de las principales diferencias con respecto a la cinta precedente, y también a aquel clásico episodio de la guerra propagandística, dirigida por Frank Capra ("¿Por qué luchamos?"), es el punto de vista de la historia. Vemos los acontecimientos de la película a través de los ojos de dos grupos de mujeres que a pesar de ser contradictorios, deben convivir para sobrevivir. Uno de estos, son niñas que estudian en un convento y el otro, unas prostitutas que escapan de un burdel cuando comienza la ocupación. El argumento, por tanto, está muy relacionado con el propio universo cinematográfico de Zhang Yimou, en cuyas películas los personajes femeninos cumplen una gran función, sobre todo aquellos que deben luchar por su supervivencia y la sumisión, en medio de un mundo dominado por los deseos masculinos.

 -Recuerdo cuando entraron en la iglesia las famosas mujeres del Lio Tinhai, la dulce fragancia a maquillaje y perfume. 

                      

El problema que hayamos en la película es su carácter poliédrico, en el que no sabe muy bien cómo enfocar las diferentes tramas. Sobre todo, porque el enfoque está dirigido por la voz en off de una de las huérfanas del convento, personaje a quien no se otorga entidad propia en la narración del film. También extraña que en un principio el protagonismo parecía radicar en una de las prostitutas, cuando entra en la acción un occidental con el rostro de Christian Bale y en cuyo proceso de redención si se detiene el director. 

-¡Alto, alto esta es la casa del Señor! ¡Solo son niñas!

Curiosamente en los demás retratos de esta batalla de Nanking, la figura de un occidental es predominante. Y si en Ciudad de vida y muerte era el histórico personaje de John Rabe, aquí es el ficticio John Miller, un buscavidas americano que se suma a la causa de estas mujeres cuando se encuentra en plena crisis personal, con un desconcertante y poco creíble giro del personje. "En aquellos días, en Nanking había muchos extranjeros y cualquier asunto relacionado con la masacre tiene que relacionar a algún extranjero. El alemán John Rabe fue el más conocido, yo afortunadamente pude contar con Christian Bale para la película".

-Quién queda allí, las chicas y tú.

-Padro John, yo...

-No soy sacerdote, pero no puedo dejarlas solas. 

No es la primera vez que Christian Bale se enfrenta a este conflicto, pues su primer personaje de relevancia (siendo niño) debió sufrir las consecuencias de esta invasión japonesa en El imperio del sol (Steven Spielberg); un conflicto muy cinematográfico, aunque destacando a Shanguay en el objetivo: una de las ciudades más importantes y atractivas para los occidentales de China.

La visión del director.

La mejor parte de la película corresponde con la estancia de ambos grupos de mujeres en el convento, en el que conviven con el fin de sobrevivir, con algunos momentos especialmente tensos. Sobre todo, destacamos la llegada de los soldados japoneses a la iglesia  para violar a las niñas, logrando la tensión visual a través de unos travelings. Una escena, soberbiamente rodada, en el que vemos al mejor Zang Yimou, con una gran habilidad para sacar el mayor partido posible del espacio y la tensión cinematográficos. La verdad es que se trata de su marca de la casa, emplear una situación bélica para retratar los conflictos personales desde la intimidad; lo que puede sorprender esas secuencias innecesarias de guerra. Un enfrentamiento entre los defensores chinos y los invasores japoneses, muy en la línea de los gustos del Gobierno chino. Zangh Yimou explicaba: "Hasta el momento, el gobierno es muy estricto. China debe dar el visto bueno con cada película. Desde el origen de mi carrera hasta ahora las cosas no han cambiado".

El episodio histórico es poco conocido por el cine Occidental, sobre todo por la obsesión de retratar la Segunda Guerra Mundial como un enfrentamiento entre el "humano" bando Aliado y el "bárbaro y deshumanizado" ejército nazi.