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La guerra en el cine.

La Gran Evasión: Aniversario de un clásico del cine bélico de aventuras.

La Gran Evasión: Aniversario de un clásico del cine bélico de aventuras.

Este año cumplimos el aniversario de La gran Evasión (John Sturgues), uno de los iconos del subgénero de evasión y uno de los títulos más importantes de los años sesenta, cuando el cine clásico empezaba a dar sus últimos coletazos. El tema musical de Elmer Bernstein es uno de los aspectos reconocibles de la película, tan célebre como el silbido de la Marcha del Coronel Bogey en "El puente sobre el río Kwai" ("The Bridge on the River Kwai", David Lean). Uno de los films más populares de todos los tiempos, con un reparto de actores conocidísimos y la mejor programación para la televisión, de una tarde aburrida. De hecho, ¿quién no ha visto "La gran evasión"?

Más que un reflejo yanqui de ‘La evasión’ (‘Le Trou’, Jacques Becker), título que presenta personajes y escenarios similares, encuadrándose en un cine de aventuras de calidad y en un contexto bélico; John Sturgues fue más que un director y productor, al imprimirle un sello único. Sin duda esta es su película más conocida, junto con el remake de Los siete samuráis (‘Shichinin no samurai’, Akira Kurosawa), que como todos sabrán se llamó ‘Los siete magníficos’ (‘The Magnificent Seven’), pero también dirigió algunas películas bélicas que comparte algunos elementos con La gran evasión. De sus películas, destacaríamos Ha llegado el águila (su última película), entretenida recreación de un episodio de la Segunda Guerra Mundial.

-Pobre hombre, es un genio de las variedades que reprensentó el papel hasta las últimas consecuencias. 

-Y Churchill, ¿dónde está?

-En Persia, con Eisanhower y Stalin, en Teherán. Esto nunca ha sucedido.

 Una película con referencias claras a otros films como El ojo de aguja o al episodio de la conspiración contra Hitler; de hecho, el personaje interpretado por Robert Duvall recuerda bastante al coronel von Stauffer, también tullido.

Ambas películas comparten un tópico del cine bélico americano: culpar de todas las calamidades de la Segunda Guerra Mundial a los ideales hitlerianos representados por las SS y el Partido Nazi, mientras que mostraban una cierta indulgencia con el Ejército, la Wermath. Lo veíamos en La gran evasión, pero también en el otro film bélico de John Sturgues (Ha llegado el águila) o en multitudes de producciones de Hollywood, como el clásico La cruz de hierro, de Sam Peckipah. 

-¡Soy un oficial de la Wermath, un aristócrata pruisiano. No uno de esos salvajes del Partido!

La Gran Evasión es la historia de la mayor fuga militar de todos los tiempos (que yo sepa). Una película que pretendía demostrar que todos podían aportar su granito de arena, en pos de la victoria final. Que todo podía verse como un frente, incluso desde las alambradas de un campo de prisioneros:

- La idea que centenares de efectivos tendrán que dejar el frente para quedar aquí, persiguiéndonos.

- ¿Cómo?

- Logrando que se fuguen más hombres de todos los campos de concentración que de todos los campos juntos. No van a ser dos o tres, sino doscientos o trescientos, desperdigados por Alemania.

- ¿Crees que es posible?

- Tenemos aquí quienes pueden hacerlo, los monos han puesto en este campo a todos los artistas de la evasión.

Una de las curiosidades sería encontrarnos con los auténicos protagonistas de esa "gran evasión".


Cientos de oficiales Aliados trabajan para planear y ejecutar la evasión de un campo de prisioneros nazi: La mayor evasión de la historia militar. Los alemanes, cansados de los intentos de fugas de los aviadores británicos y estadounidenses, deciden agrupar a los más peligrosos en una solo lugar, el campo de prisioneros Stalag Luft III. El film estaba protagonizado por Steve McQueen, James Garner y Richard Attenborough, entre otros, y adaptaba una novela de Paul Brickhill. A parte, la película cuenta con una multitud de curiosidades, como por ejemplo, el poder encontrarnos al popular actor Harrison Ford haciendo un cameo como miembro de los Juventudes Hitlerianas. 

                        

El reparto de La gran evasión.

Supo rodearse de un grupo de actores y estrellas realmente notable, teniendo en cuenta la habilidad de los productores norteamericanos para reunir soberbios repartos corales para grandes superproducciones. Y en esta película, sobresalen los actores británicos, con Richard Attenborough a la cabeza, junto a James Donald, Donald Pleasence o David McCallum. Eso sí, merecerían la pena destacar aquellos actores que ya habían trabajado a las órdenes de Sturges en Los siete magníficos:  Charles Bronson, James Coburn o Steve McQueen que es la gran estrella. Es cierto que el personaje de McQueen, el Capitán Hilts, es uno más de ese reparto coral, pero su carisma le hace destacar en algunas secuencias sobresalientes: la celebración del 4 de julio, las fugas y su encarcelamiento en el calabozo (con su juego con la pelota de beisbol, convertida en icono) o la sencuencia más recordada, su larga fuga pilotando una moto alemana.Junto a él, destacamos al teniente de vuelo de la USAAF, Hendley (James Garner), "el proveedor". El australiano Louis Sedgwick (James Coburn), "el fabricante"; Danny Velinski (Charles Bronson), "el rey del túnel" o las falsificaciones, encargadas a Colin Blythe (Donald Pleasence). Todos ellos dirigidos por El Señor X, el actor y cineasta británico Richard Attemborugh. 

Katyn y En la niebla: La Segunda Guerra Mundial en la Europa del Este.

Katyn y En la niebla: La Segunda Guerra Mundial en la Europa del Este.

El cine está demostrando que fuera de Alemania e Italia también hubo Segunda Guerra Mundial, sobre todo porque algunos cineastas de la Europa del Este nos descubren episodios poco conocidos de este conflicto tan conocido, sobre todo por las producciones de Hollywood. 

-Los alemanes vienen por detrás y los soviéticos por ahí. 

Hace unos años, Andrej Wajda -uno de los directores polacos más críticos hacia su país,- recreó en una de sus últimos trabajos, Katyn, un episodio dramático de Polonia. Se trataba de una implicación casi obligada porque el cineasta mantenía una relación con este: se padre fue una de las víctimas de los hechos que se presentan en el film. 

-Estuve allí, en las tumbas del bosque de Katym, este es el rosario de su hermano. 

 La película de Andrej Wajda, reconstruye la época de la ocupación polaca, en plena II Guerra Mundial, un período del siglo II sufienciemente conocido por el cine, pero con acercamiento emotivo y crítico, hacia un episodio poco conicido: la separación de los oficiales de su familia y la ejecuín de miles de ellos. 

 -Y por un momento podemos permitirnos olvidar la terrible muerte de nuestros hermanos que fueron arrojados a una fosa común y fueron arrancados de sus tumbas por chacales. 

En septiembre de 1939, la Wermath iniciaba la invasión de Polonia, mientras que en virtud  del pacto soviético Molotov-Ribentrop las tropas soviéticas se adentraban por el Este. 

 -El Occidente es un monstruo con bigotito, el Oriente es un monstruo con bigotazo y eso es lo único que debes saber.

-Los mejires tendrán bigote y una gran barba. 

-No, los mejires están en política y los están matando a todos

 Sobre el enfrentamiento polaco en la Segunda Guerra Mundial, destaca el film Resistencia de Zynck Snyder, mientras que del episodio concreto de Katym sabíamos algo por la propaganda del franquismo, el NO-Do, que por una vez decía la verdad. 

-Hace tres años, en los bosques de Katym, en el distrituo de Smolesziko, los soviéticos llevaron a vabo una terrible matanza en la que perecieron miles de oficiales del ejército polaco. 


El otro film que hemos relacionado es la bielorrusa En la niebla. Presentada en el festival de Cannes, no hace más que reconocer el prestigio de uno de los directores más sobresalientes de un país, como el bielorruso Sergei Lonitsza, prácticamente desconocido para el espectador español. En su filmografía destacan una serie de documentales marcados a fuego por los acontecimientos que acompañaron el final de la URSS. "Probablemente mis raices están en algún pueblo nómada, tengo un espíritu aventurero que siempre está conmigo y que  me guía a la hora de hacer mis películas". De hecho, la historia es parte importante en el devenir de los personajes de sus historias, aunque la mirada que desprende sobre su propio mundo cinematográfrica desprendan una ironía. "Mi visión particular del mundo aparece en las películas que hago, pero no de forma directa. No en frases y afirmaciones. Mi opinión del mundo está en la estructura de la propia película".

 Dos partisanos bielorrusos deciden fusilar a un compatriota porque creen que ha colaborado con los alemanes. La película de En la niebla nos lleva a la rincones poco conocidos de la Segunda Guerra Mundial, conflicto militar ampliamente reflejado en el cine, sobre todo por innumerables producciones de Hollywood. Y emplea, para esta ocasión un planteamiento simple que permite a su director, Sergei Loznitsa, bordear el tema bélico con una transcedencia dramática. 

-Crees que eres culpable, ¿no? Pero le juzgaron y a él, le soltaron.

 La película no enfatiza los momentos dramáticos, aunque refleje situaciones poco agradables y profundiza en traumas personales. 

-Actuemos ya, aflojemos una traviesa y provoquemos un accidente. Podemos hacerlo en una curva. 

Pero tampoco hay lugar para la épica: en la lucha contra la ocupación alemana, no hay heroísmo. La  violencia y la guerra son tratadas de forma elípticas.  Su segundo largometraje de ficción (y primero en llegar a las salas españolas) recuerda a su primer trabajo en esta línea, Mi alegría (Schastye Moe), en la que un pequeño pueblo se otorgaba como la dimensión real de una violencia y del drama de la historia, como suece con un frondoso bosque en su filme En la niebla. Igualmente hay una muy conseguida factura visual,  rodada en planos secuencias y con una estructura narrativa que recuerda a los primeros trabajos de Quentin Tarantino. Hay cambios temporales de la acción, pero no transcurren con los tradicionales flashbacks, sino que el tiempo avanza como si se hiciese una lectura de episodios alternos en un libro. 

-Tendrás que comprometerte a colaborar.

-A colaborar, ¿cómo?

-En secreto, por supuesto.

Un puente lejano: Un clásico del cine bélico con un reparto estelar.

Un puente lejano: Un clásico del cine bélico con un reparto estelar.

-El plan es muy sencillo, llegar en avión durante 500 km a 35000 hombres y lanzarlos tras las líneas enemigas. 

El veterano actor y cineasta británico Richard Attemborought nos trae un gran clásico del cine bélico de todos los tiempos, Un puente lejano (A Bridge Too Far). Refleja una de las operaciones militares más arriesgadas de la Segunda Guerra Mundial y quizás la mayor derrota aliada de todo el conflicto. Preveía enviar a 35.000 paracaidistas aerotrasportados, a 500 km de distancia desde las bases aliadas en el Reino Unido, y dejarlos caer 100 km detrás de las líneas enemigas, creado así una "alfombra de tropas aerotransportadas". La incursión fue conocida como  Operación Market Garden.

-Market es el elemento aéreo y Garden, el de tierra, o sea, nosotros. 

Después de la gran victoria de Normandía, el prestigio de Bernard Montgomery  permitió que se dirigiera un ambicioso propósito: a través del mayor despliegue aerotransportado de la historia, se tomarían una serie de puentes, en Holanda, claves para su conexión con el Rhin y la principalo zona industrial de Alemania (la región de Rhur). Un intento, una vez más, de acelerar el final de la guerra. La Segunda Guerra Mundial es el conflicto bélico más veces representado en el celuloide y son muchas las ocasiones en las que nos hemos encontrado con una operación militar dirigida con el objetivo de poner su punto final. La verdad es que la gran mayoría proceden de Hollywood y suelen tener un marcado maniqueísmo; en esta ocasión, los alemanes aparecen de forma neutra sin un apreciable signo ideológico. 

                   

Esta imagen refleja algunos de los grandes mandos aliados que participaron en la batalla. De izquierda a derecha, Dirk Bogarde Teniente General Frederick Browning, Edward Fox Teniente General Brian Horrocks, Sean Connery General de Brigada Roy Urquhart, Ryan O’Neal General de Brigada James M. Gavin y Gene Hackman General de Brigada  Stanislaw Sosabowski.

Lo más relevante de esta superproducción, a parte de la fidelidad a los hechos y sus escenarios, fue un reparto estelar que supuso la mayor presencia de estrellas en un rodaje: uno de los logros de sus productor Joseph E. Levine. Robert Refort, Michael Caine, Dirck Bogarde, Sean Connery, James Caan o Ryan O´Neill son solos algunos de los actores que forman parte del reparto, a los que habría que sumar los alemanes que interpretaban a los grandes mariscales del Tercer Reich, en este conflicto, como Hardy Kruger o Maximilam Schell (SS-Obergruppenführer Wilhelm Bittrich), quien refleja las profundas inquietudes del ejército alemán en este episodio de la guerra. 

-La fuerza aérea es mínima.

-¿Municiones?

-También son mínimas.

-¿Tanques, tropas, refuerzos? ¿Moral?...No existe. 

Si hubo inquietud entre los alemanes, también habría dudas entre los aliados. Las principales voces de disención lo representaron el General de Brigada James M. Gavin, de la 82ª División Aerotransportada (Ryan O’Neal), preocupado por tener que saltar a la luz del día, y el General polaco Stanislaw Sosabowski (Gene Hackman) que  estalla, expresando sus dudas sobre el plan. Al final la operación no tuvo los resultados esperados y supuso un saldo humano, entre los aliados, superior incluso al desembarco de Normandía. La batalla más cruenta se produjo en Arnhem, punto de alto valor estratégico.

- Siempre creí que intentábamos tomar un puente demasiado lejano.

                A Bridge Too Far

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La Segunda Guerra Mundial en el celuloide.

Un 1 de septiembre de 1939, la Alemania de Hitler invadía Polonia, desencadenado la Segunda Guerra Mundial y un 2 de septiembre de 1945 se ponía oficialmente fin al conflicto, con la firma de la rendición japonesa. En nuestro estilo, haremos un repaso a esas películas que han tenido en este conflicto su principal trama, claro, de una forma selectiva pues su filmografía es inabarcable. Los escenarios de las batallas, los campos de concentración, el holocausto, la bomba atómica; todo esto ha sido representado en la gran pantalla. Sobre todo cuando el séptimo arte ha retratado el conflicto desde varios frentes, convirtiéndose en arma de propaganda de los aliados. Desde los esfuerzos de los británicos en títulos como Sudor, sangre y lágrimas, a la Meca del cine, todos arrimaron el hombro para ganar la guerra, con una multitud de filmes con trasfondo bélico como Destino a Tokio (Delmer Davies).

- Damos las gracias a la Marina de los Estados Unidos para la realización de esta película, a nuestros submarinos que actualmente combaten y hacen sus patrullas en aguas hostiles.

Holywood comenzó la guerra con un patriotismo vulgar y barato, demonizando a los enemigos, pero pronto renunció a esto para evocar el valor y las emociones. Retrataba una visión tan desoladora de la guerra como humana de los soldados (Los mejores años de nuestra vida), el miedo, el valor, el horror. Todo se reflejaba claramente. Pero si hubo algo único que surgió de esa guerra, fueron los documentales de propaganda norteamericanos. Era esencial para ganar la guerra que el pueblo conociese con quien se enfrentaban, en este sentido, se rodaron numerosos filmes de propaganda. De la destrucción de Pearl Harbor por los japoneses, surgió una película montada en parte por Greg Toland y John Ford, pero sin duda, el más conocido es ¿Por qué luchamos? de Frank Capra. Se trataba de un conjunto de siete filmes, -uno de ellos de animación, dirigido por Walt Disney-, que pretendían justificar la participación en la guerra. El séptimo arte sirvió para encumbrar las grandes batallas y sus héroes, los centuriones de siempre: Eisanhower, Rommel, Patton, cuyos rostros ya son los de aquellos actores que los encarnaron.

- ¡Crímenes, brutalidades, torturas, atrocidades!

Sin embargo, su trabajo fue más eficaz cuando se basó en los sentimientos, en aquellos que producían horror, (Vencedores y vencidos) o el amor. ¿Quién no se acuerda del romance entre Rick e Ilsa? En este sentido, el espectador que viese Casablanca en su momento, lo vería de una forma distinta que el espectador de hoy.

- Bienvenidos a la lucha.

Casablanca no podía tener un final feliz cuando cada momento romántico se veía interrumpido por la guerra. La película era un buen retrato de los sentimientos amargos del público que iba a verla, porque era un filme que predicaba la renuncia y el sacrificio. Por eso Ingrid Bergman nunca podía estar con Bogart.

- Adiós, Rick, Dios te bendiga.

- Daos prisa, sino queréis perder el avión.

Otras películas empleaban el humor para satirizar al enemigo, destacando Ser o no ser y El gran dictador. Casi ninguno de estos títulos llegó a España, a causa de la censura y de los numerosos favores que el General Franco debía a Alemania e Italia.


- En las fortificaciones de la Costa Atlántica, se da la señal de alarma poco antes de amanecer el tercer día.

El No-Do narraba a los españoles la versión oficial (de hecho, la única) sobre el desarrollo de la guerra, como por ejemplo del importante desembarco de Normandía. Lo cierto es que en el bando del Eje apenas existió una producción cinematográfica en este sentido, los italianos se concentraron en el fundamental Neorrealismo y los japoneses rechazaban estás películas. Aunque Alemania dio muestras del cine bélico con los filmes rodados por Hippler sobre los primeros compases de la guerra, -cuando arrollaba la maquinaria militar alemana-, su cine de propaganda dio un nombre para su mayor gloria: Leni Riefestalh (El triunfo de la voluntad y Olimpia Film). A Goebbles no le convencía el cine como arma de propaganda, y Alemania se centró más en películas de evasión y de contenido histórico.

Pero aquella guerra terminó y el drama se convirtió en un buen telón de fondo para todo tipo de historias. En adelante, los retratos de la Segunda Guerra Mundial, se moverían entre aquellos que reflejaban la contienda en su forma más brutal y aquellos que se servían de ella para contar grandes historias: el desembarco de Normandía (El día más largo), la obsesión de un yanqui por fugarse de un campo de concentración (La gran evasión); romances, en pleno Pearl Harbor (De aquí a la eternidad) o la lucha de poder, con flema británica incluida, en la zona del Pacífico (El puente sobre el río Kwai).

- ¡Oficiales prisioneros, cojan las herramientas! ¡Y vuelvan a sus filas!

- Tengo que llamarle la atención, coronel Saito, respecto al artículo 27 del Tratado de Ginebra. Los beligerantes podrán emplear como obreros a los prisioneros, físicamente aptos, excepto a los oficiales.

- Déme ese libro.

- Con mucho gusto. ¿Usted sabe leer nuestro idioma?

- ¿Y usted sabe el nuestro?

- No señor, pero con una traducción más o menos literal podemos resolver el problema. Verá usted, el código especifica situaciones...

- ¡Quietos, que nadie se mueva!

Otros temas que iban apareciendo en la gran pantalla eran el expolio nazi de obras de arte (El tren, John Frankenheimer) y la llegada de los aliados a la capital francesa (¿Arde París?). O que doce condenados a muerte, tuvieran ocasión de redimirse con una misión suicida. (Doce del patíbulo, Robert Aldrich)

- Dese prisa en ponerse bien, necesitamos hombres como usted.


El cine pretendía demostrar que todos podían aportar su granito de arena, en pos de la victoria final. Que todo podía verse como un frente, incluso desde las alambradas de un campo de concentración, como en La gran evasión (John Sturges):

- La idea que centenares de efectivos tendrán que dejar el frente para quedar aquí, persiguiéndonos.

- ¿Cómo?

- Logrando que se fuguen más hombres de todos los campos de concentración que de todos los campos juntos. No van a ser dos o tres, sino doscientos o trescientos, desperdigados por Alemania.

- ¿Crees que es posible?

- Tenemos aquí quienes pueden hacerlo, los monos han puesto en este campo a todos los artistas de la evasión.

Pero como el mundo había cambiado con los años, la visión del conflicto también lo haría; aún quedaban grandes producciones, pero se sabía que las películas sobre esa guerra no serían las mismas. De hecho, se comenzó a respetar al enemigo, a ofrecer incluso una visión más humana de ellos. Tora, tora, tora, sobre la guerra en el Pacífico, sería ejemplar en este sentido.

- Me temo que no hemos hecho otra cosa que despertar a un gigante dormido y obligarle a tomar una terrible resolución.

En su día, Uno rojo: división de choque pasó por ser la visión mas dura de la guerra, pero llegaron Stalingrado, Enemigos a las puertas, La delgada línea roja, Salvar al soldado Ryan y Hermanos de sangre, la serie de televisión surgida de la película de Spielberg, por lo que nos dimos cuenta de lo mucho que quedaba aún por recorrer. Cuando el espectador pudo comprobar el verdadero horror del conflicto había llegado el momento de revisar algunos mitos. Lo hizo Clint Eastwood, de manera magistral, con un doble episodio centrado en la batalla de Iwo-Jima.

- Para mi padre y aquellos hombres, los riesgos que asumieron, las heridas que sufrieron, lo fueron por sus compañeros. Tal vez, luchaban por su patria, pero murieron por sus amigos, aquellos que estuvieron allí.

En Banderas de nuestros padres y en la superior, Cartas de Iwo-Jima, retrataba esa batalla desde cada uno de los bandos, reflexionando sobre el heroísmo, la amistad, la lealtad o el compromiso. Una forma muy diferente a cómo nos lo había contado Arenas sangrientas.

- Adelante, vamos, la guerra no ha terminado.

 

Hollywood cogió su fusil: Iraq y Afganistán en el cine.

Hollywood cogió su fusil: Iraq y Afganistán en el cine.

No recuerdo pruebas fehacientes de que el cine -o cualquier otra manifestación artística- haya detenido una guerra, pero es tan necesario como agradable que esta toma note, plantee dudas y remueva conciencias sobre las atrocidades que se cometen diariamente con justificaciones de Estado.

 Casi todas las películas durante la II Guerra Mundial hacen referencias al conflicto con un sentido panfletario y propagandístico. Luego, vendría Vietnam que penetraría en la vida cotidiana del pueblo americano, aunque con un sentido muy distinto. Algunos filmes de este período, como Medium Cool (Haskell Wexler), aludían al conflicto pero pocos estuvieron dispuestos a afrontar el tema abiertamente. Tuvieron que pasar varios años desde la caída de Saigón para el cine americano reflexionara sobre la guerra que acababan de perder, porque el cine de guerra de la época - Johnny cogió su fusil, M.A.S.H. o Trampa 22- aludían tanto a Corea como a las dos Guerras Mundiales. Y esto, ¿por qué? Porque el país estaba dividido entre los que apoyaban la guerra y los que la condenaban.

  Ahora, con la Guerra de Irak, esta es tan impopular como el cáncer de pulmón. Seguramente por eso, se multiplicaron los trabajos cinematográficos, sobre todo con el formato documental en el que podemos señalar algunos títulos interesantes: About Bagdag, sobre el regreso de un poeta iraquí a la ciudad; la producción de HBO Alive Day Memories -una serie de entrevistas a soldados heridos en el frente-; Gunner Palace, Iraq in Frangents o How I planned to Kill Tony Blair. Con respecto a este tema parece que Hollywood ha encontrado el arma de su padre, aunque tampoco se ve una intención de querer apoyar el conflicto. La pregunta entonces, sería evidente, al menos en muchos ciudadanos de pro: ¿Dónde está John Wayne? En la Guerra de Vietnam hubo una película, precisamente dirigida por él, Boinas verdes, que retrataba al americano como un héroe. Ahora, en Leones por corderos un senador grita a una periodista: "¿Quiere usted la guerra contra el terrorismo? ¿Sí o no? Esta es la pregunta de nuestro tiempo". En realidad, esta cuestión viene avalada por un sentimiento que surge tras el 11-S y que incluso hoy está muy vigente. Sólo hay que ver algunas de las producciones del género bélico dentro del mundo del videojuego, que empiezan a tomar como tema reverencial la lucha contra el terrorismo. Sin embargo, en la película el personaje interpretado por Tom Cruise está diseñado para no tener razón.

 El primer conflicto en Irak o Guerra del Golfo, propiciado por el presidente George Bush padre, inauguró una posmoderna moda de hazañas bélicas, en imagen, que ha dado poco de sí, cinematográficamente hablando mientras que el espectacular atentado contra las Torres Gemelas (Nueva York) presentaría un nuevo orden mundial, al que el cine, y no sólo el americano, no ha podido mantenerse ajeno.

Afganistán fue la primera etapa, hoy casi silenciada, de la primera fase que el pequeño de los Bush lanzó como respuesta al ataque terrorista. Un episodio bélico que consagró la fuerza de tropas de pacificación internacional, dirigidas por la OTAN, en la que participaría el mayor de los protagonistas de la película danesa Hermanos, desaparecido en combate y a quien se le da provisionalmente por muerto.

 - Sabía que esto podía ocurrir, siempre lo he sabido. Hemos hablado de esto muchas veces, pero yo no creo que esté muerto. Yo puedo sentirlo.

Sorprendentemente llegó a las pantallas de todo el mundo, abalada con la Concha de Oro del festival de San Sebastián, un reflejo de primera mano desde el punto de vista de quienes encarnan el eufemismo recurrente de los daños colaterales, víctimas inocentes de los despiadados vapuleos de la guerra, como son los niños kurdos de Las tortugas también vuelan.


 - ¡Atención, atención hablo al pueblo y a los refugiados que vivan por aquí, para que todo el mundo suba la colina, la guerra empezará dentro de unas horas! ¡La guerra entre Irak y Estados Unidos está a punto de empezar! ¡Poneos a salvo!

 También dentro del documental se inscribe una recreación documentada e incontestable del agravante atentado contra los derechos humanos y la legalidad internacional que es la cárcel de la isla de Guantánamo, en donde recluyen a los sospechosos de estar involucrados en los atentados o de pertenecer al grupo terrorista Al Quaeda, que supuestamente estaba detrás de los sucesos del 11 de septiembre. Lo firma el británico Michael Winterbotton, con el título de Camino de Guantánamo, cineasta con fuertes convicciones políticas y un cine comprometido y contestatario, que había rodado otra película sobre  el conflicto de Afganistán, In the world. A esta misma temática corresponde la obra documental Taxi The Darkness Side (Alex Grilby), sobre la historia de un taxista que fue detenido en Bagdad y sometido a tortura.

                                  

Los paisajes afganos e iraquíes inundados de marines norteamericanos y de fuerzas internacionales han fraguado en una suerte de guerra abstracta contemporánea cuyo máximo exponente se encuentra en las desdramatizadas escenas bélicas de la película Flanders (Bruno Dumont). Pero sorprendentemente el actual antecedente del conflicto en Oriente Medio, la llamada Tormenta del Desierto, tuvo una leve repercusión en Hollywood. Tan sólo un mal remake de Los violentos de Kelly, Tres Reyes, y la muy notable Jarhead, de Sam Mendes, que a pesar de que en nuestra taquilla pasó sin penas ni gloria, ambientaban sus tramas en la pasada Guerra del Golfo.

- Jesús, María despatarrada y José, esto es un cagarro como un piano.
- Señor, al recluta no se le da bien dibujar, señor.
- Entonces, ¿por qué coño eres mi escribiente? ¿Tú crees que mi escribiente debería saber dibujar?

Como también aparecen algunas producciones más arriesgadas y originales como Embebded (Tim Robbins), a través de un montaje teatral filmado, -que tuvo una repuesta en Team America (Trey Parker-), cinta de animación que metía en el mismo saco a gobernantes americanos y terroristas. Políticamente incorrecta, y sin duda una de las más estimulantes. Entre las recreaciones anuales del conflicto-denuncia, del año anterior destaca Regreso al infierno (Michael Winterbottom), película que no glorifica la guerra, pero tampoco la condena, consumida en una serie de tópicos respaldados por su puesta de escena, su solvencia narrativa y un puñado de buenas interpretaciones.

 - Tú lo tienes todo controlado, ¿no?
- ¿Dónde hiciste el servicio, en Getisburg?
- En Saigón.
- ¡Dentro de treinta años no vuelvo a aquí ni de coña!

   Los nuevos conflictos, como si se considerasen de un nuevo Vietnam, se mantienen en la picota de este subgénero que se ocupa de desterrar los miedos, fobias y filias, en una carrera mediática por reflejar la realidad más inmediata, tras los documentales, que genera ya ficciones casi simultaneas a los hechos que los inspiran con la lógica de la política internacional y buena parte de la maquinaria al servicio de la vehemencia de los presidentes norteamericanos. En este sentido, Lions for Lambs, este incordiante y reflexivo Pepito Grillo no está sólo. Otros pesos pesados -con mayor o menos éxito- han querido acercarse a estos conflictos como por ejemplo Brian de Palma en la tan experimental como fiasco Redacted y Paul Harris en la desgarradora y compleja En el valle de Elah (título que hace alusión al lugar en donde David y Goliat se enfrentaron). Estos -y otros muchos proyectos- nos cuentan que no hay razón, ni gloria, ni honor en el tinglado que han montado en Irak ni en los turbios intereses geopolíticos y económicos abanderados por Bush. Que ni Dios bendito ni lucha por la libertad.

Redacted: Brian de Palma tras la Guerra de Iraq.

Lo que se ve en la pantalla no es una película bélica, estas imágenes son reales. Internet está plagada de videos como los que presenta Brian de Palma en su nuevo proyecto cinematográfico, acciones de guerra que los soldados norteamericanos cuelgan en la red para compartir, denunciar o simplemente entretenerse. Pues bien, impostando este material, el cineasta construye Redacted, película fallida pero loable intento de narrar lo que verdaderamente está sucediendo en Irak, aquello que no aparece en la televisión norteamericana, cómplice en muchos casos del oscurantismo mediático de la Administración Bush. De hecho, Redacted significa "editar" un documento del que se ha suprimido información personal, confidencial o incómoda; es decir que ha sido censurado. De ahí que la película refiera a la autocensura que los medios gubernamentales y las fuentes informativas hacen de las noticias que proceden de Irak.

 Poco podía imaginarse George Orwell, al introducir el concepto de neolengua en su visión distópica del futuro que es 1984, que estaba previendo lo políticamente correcto, sobre todo con el progresivo empobrecimiento del inglés y de la capacidad de reflexión resultante. Lo más grave es que la meditación que el escritor británico hizo de la decadencia de la expresión escrita de las ideas políticas, ha terminado trasladándose al celuloide, apareciendo una serie de directores que venden como compromiso un discurso tan complaciente como superficial y repleto de topicazos, como el de Babel (Alejandro González). El éxito entre ciertos sectores de intelectuales de esta postura de progresismo aburguesado y acomodaticio, que permite calmar el sentimiento de culpa de sus espectadores el lo que ha llevado a algunos realizadores a plantear de una forma crítica y veraz el conflicto en Irak.

Y es que Brian de Palma ha cometido una osadía imperdonable en este momento de buenrollismo y mediocridad: ni maquilla ni suaviza los acontecimientos que dieron lugar a esta película. Cuando unos soldados establecidos en un checkpoint iraquí violan a una civil y asesinan a su familia, los miembros de su regimiento toman conciencia del vacío moral, en el que los ha sumido la guerra. "No puedes permitirte el lujo de sentir remordimientos. Si te asaltan los remordimientos te vuelves débil, y si te vuelves débil, mueres" (Soldado B. B. Rush, tras la muerte a tiros de una mujer iraquí embarazada que fue confundida con una terrorista).



 Primero, el machismo y el racismo que vertebra con ciertos aspectos la cultura propia de la América profunda, personificados en los soldados B.B. Rush (Daniell Stewart) y Reno Flake (Patrick Carroll); luego la estupidez militarista representada por el sargento bocazas y gritón, James Sweet (Ty Jones), y por fin, la necedad de los mandos capaces de soltar sin inmutarse un discurso sobre la democracia, el deber y otras mececes patrióticas, cuando un soldado, Cable Blix (Kel O´Neill) le pregunta si volverá pronto a casa. Este personaje es interesante por un detalle en especial, el libro que está leyendo en esa misma escena parece no haberse elegido por casualidad: Apointment in Samarra, de John O´Hara. La novela sobre el proceso de autodestrucción de un soldado nortemaricano llamado Julian English hasta su suicidio. El título del relato alude a una narración de Somerset Maugham que sirvió de pretexto en Redacted, en la que el propio soldado lo narra.

 Con su cine crudo, violento y entregado al juego visual, Brian de Palma lleva años en la picota de la controversia. Si ha dejado huella en la historia moderna del cine USA con films como El fantasma del Paraíso, El precio del poder o Los intocables de Elliott Ness, ya en sus inicios vagaba por ese submundo de los desechos que su país distribuía como gendarme del mundo. Así, ya en la escena final de Greetings, de finales de los sesenta, un equipo televisivo entrevistaba a un soldado (un joven Robert de Niro) en lo que es un pobre remedo de la jungla vietnamita. En la lejanía aparece un soldado del Vietcong al que el norteamericano coloca en su punta de mira de su fusil mientras avanza a su posición. El Vietcong resulta ser una mujer que, empieza a moverse como una stripers ante las cámaras del equipo de televisión. Un striptease que reproduce el fetichismo personal del soldado. De este modo, en los principios de su carrera, antes de convertirse en hitchcockiano, rodaba influido por Jean Luc Godard. De hecho, su nueva película se acerca al estilo vanguardista de sus películas filmadas en los años sesenta y setenta, a Greetings, pero también a ¡Hola, mamá!, e incluso a la posterior Corazones de hierro, con Sean Penn, con la que comparte algunos paralelismos. Era el Vietnam de la época de Johnson y a la guerra que sólo interesaba a los traficantes de armas y a los socios del presidente demócrata. Pero también esas películas operaban como grandes metáforas de cómo invadir un país, violarlo y destruirlo. En las dos cintas, se secuentra, viola y asesina a una joven; aquellos soldados de Vietnam y ahora los de Irak se preguntan las mismas cuestiones: ¿qué demonios hacemos aquí? Todo el mundo nos odia, ¿somos insurgentes o amigos que hemos venido a "ayudar?.

 Si en el Festival de Venecia hubiera habido un premio a las mejores intenciones, hubiesen premiado con él a Brian de Palma, siendo más justo que un León de Plata, a la mejor dirección, porque si bien es cierto que el veterano director demuestra valentía al intentar construir una película con retazos de videos, Internet y crónicas periodísticas, también es verdad que el resultado dista de ser creíble. En Redacted existe mucha puesta en escena, interpretación y un agudo maniqueísmo que destruye la ilusión de estar ante un fragmento de realidad. Las costuras de lo que debía ser un fino trabajo de reconstrucción son tan evidentes que llega incluso a enojar. Para los que idolatramos al director de El precio del poder o Carlito´s way, Redacted es la continuación de un declive creativo que comenzó hace unos años. Ya lo había dicho Godard en alguna ocasión, el cine es una forma de mentir a veinticuatro imágenes por segundos, sobre la supremacía del realizador-demiurgo como manipulador de la realidad, utilizando para la ocasión un collage de imágenes, tanto B/N, color, viodeocámaras de seguridad o el diario del soldado Salazar (Izzy Díaz). Explosivo cóctel de imágenes que sirve para configurar una película, en donde la tensión a la que se ven sometidos los marines, nos acerca al hecho de verse como blancos móviles de francotiradores, bombas y otras mortíferas formas de ataque por parte de la milicia iraquí y de Al-Qaeda, mientras desempeñan sus habituales acciones de vigilancia. Una de las mejores secuencias del filme describe el aburrimiento en el checkpoint. Momento que nos recuerda al faso documental, producido por la televisión francesa, Barradge -trufado de primeros planos y panorámicas acompañados por una voz en off y la música de Franz Shubert, en concreto del segundo movimiento del Trío Opus 99-D 898 para piano, violín y violonchelo-.

En este sentido, Redacted sirve como reflejo de la evolución del reportaje de guerra. Internet, flujo infinito de información abierta, convierte en potencial es reporteros a cada uno de los soldados, que provistos de una minicámara, narra en primera persona, sin las censuras y los vicios del profesional de la información.


Guerras en 16 milímetros: reporteros en el infierno.

Guerras en 16 milímetros: reporteros en el infierno.

 - Las cadenas de televisión de todo el mundo dieron la noticia, pero es esta imagen, esta única fotografía, la que se convirtió en un sinónimo del dramatismo de ese momento histórico.

Andie MacDowell en Las flores de Harrison.

 Con una imagen se puede ganar o perder una guerra. Y si la escenificación de la toma de Iwo-Jima, inauguraba la victoria norteamericana en el Pacífico, durante la Segunda Guerra Mundial, las imágenes de las víctimas de los bombardeos de napal significaron la derrota en Vietnam. Quizás por eso, la estatua de Sadam Husseim, derribada tras la toma de Bagdag, estaba frente al Hotel Palestina, donde se alojaba los reporteros gráficos supervivientes. Pero la guerra de Irak es nueva por numerosos motivos. Las imágenes que escenifican la derrota moral de las tropas norteamericanas son estas, las encontradas en la red, colgadas a sus protagonistas y enviadas a la prensa. En este sentido, Brian de Palma con Redacted acierta al atender a Internet como flujo de verdad, como un medio libre en donde la guerra llega sin censura. Por ejemplo, todos podríamos recordar la manipulación de los medios en la primera Guerra del Golfo, en donde las imágenes -que procedían de la CNN- mostraban una realidad monolítica y distorsionada del conflicto. Del mismo modo, tampoco fueron auténticas las imágenes de la evacuación de las tropas españolas de La Habana en 1899, filmadas por un operador de Edison como testimonio de un género naciente, el de la propaganda política. Este Estas revelaciones, a veces poco documentadas, pero siempre del agrado del público, comenzaron a integrarse en el género de la ficción. Muestra de ella es la reconstrucción que Griffith hizo en El nacimiento de una nación de los episodios bélicos de la guerra de Secesión. Los condicionantes tecnológicos del cinematógrafo limitaron a los hechos bélicos de la Primera Guerra Mundial, a los noticiarios de la época, en un momento en que la propaganda era todavía escrita. Sin embargo, figuras como la de Robert Cappa con el testimonio gráfico de la Guerra Civil española -sobre toda esa famosa imagen del republicano abatido en el Cerro Muriano, cerca de Córdoba, al comienzo del conflicto-, contribuyeron a la creación del reportero de guerra, integrado en las tropas regulares y armado con una cámara de cuerda de 16 mm.

 Fue Frank Capra el gran artífice de la propaganda política en la Segunda Guerra Mundial, con su serie ¿Por qué luchamos? que coordinaba el trabajo de los reporteros, con un discurso didáctico cuyo objetivo era explicar, de forma simple, las causas del conflicto. Y, por tanto, de la intervención norteamericana en el mismo. Gran patriota, John Ford, también arrimó el hombro, con La batalla de Midway, 7 de Diciembre, como su máxima contribución del gran cineasta a la victoria del Pacífico.

 - Nadie se daba cuenta de que levantaban una segunda bandera. Hank no levantó esa bandera, levantó la otra, la de verdad.
- ¿La de verdad? ¿Hay una bandera de verdad?

 Recientemente, Clint Eastwood reflexionaba en Banderas de nuestros padres sobre la instrumentalización de una imagen y sus consecuencias, dejando al descubierto las mentiras de la maquinaria propagandística norteamericana, planteando un dilema sobre los fines y los medios, fácilmente exportables al contexto histórico actual.

 - ¿Es cierto que el presidente está de acuerdo con un gobierno revolucionario que no será ni pro francés ni pro comunista? ¿Un gobierno próximo a una tercera fuerza?
- El amor es la gran fuerza que al final unirá a todo el mundo.
- Luego me cuentas cómo acaba.

 Con el tiempo, este empleo de la propaganda y de los medios de comunicación fue instrumentos muy útilos por los gobiernos para continuar políticas colonialistas en lugares tan distantes como África o Asia. En este aspecto, destaca -por su repercusión en el séptimo arte- la guerra que mantuvo Francia para conservar sus reductos coloniales, lo que desangró a la población gala y dividió a la opinión pública. Son los años cincuenta, Indochina y Argelia. Destacando El americano tranquilo, Joseph L. Mankievitz y La batalla de Argel. Aquí, Gillo Pontecorvo señala que la libertad de prensa o la ausencia de un control sobre la misma, por el gobierno francés, fue una de las causas de la derrota gala.

- Coronel, Voatier, se ha hablado durante todo este tiempo no sólo de los éxitos obtenidos por los paracaidistas, sino también por los métodos que fueron utilizados por los mismos. ¿Usted puede decir algo al respecto?
- El éxito es el resultado de esos métodos.

 Esta libertad de prensa se extiende a la Guerra de Vietnam, en donde el trabajo de los corresponsales de guerra de la televisión, sirvió para que el clamor popular obligara a la Administración de Nixon a retirar las tropas. De este modo, encontramos un primer testimonio en Apocalipsis Now (Francis Ford Coppola):

 - Actúen igual que en el combate, igual que en el combate, no miren a las cámaras.

 Pero fue el maestro Kubrick, en La chaqueta metálica, el primero en mostrar el conflicto bélico como espectáculo mediático.
 
- ¿Eres fotógrafo?
- No, soy corresponsal de guerra.
- ¿Y has visto mucha guerra?
- No, he visto poca, en la tele.

Otras propuestas en el celuloide, serían El reportero (Michellanguello Antonioni), protagonizada por Jack Nicholson, y Nieve que quema, con Nick Nolte, en donde un fotógrafo se encuentra perdido en medio de un reportaje de guerra, en el contexto del conflicto de Vietnam. Hasta llegar a la televisión, como una fuente inagotable de imágenes morbosas que deben emitirse a tiempo para combatir otra batalla, la de la audiencia, con el info-show que llega a nuestras pantallas a través de los informativos. De esto se hace eco, Hotel Rwanda, magnífico testimonio de las crueldades en una guerra civil y el genocidio entre dos étnias rivales.

 - Tengo unas imágenes increíbles, es una masacre, cadáveres, machetes. Si te las envío inmediatamente, ¿estarán listas para el informativo de la noche?

En los Balcanes, la televisión vuelve a jugar un papel fundamental en la denuncia del genocidio llevado a cabo por las tropas de Milósevic, con Territorio comanche, la adaptación cinematográfica de la novela de Arturo Pérez- Reverte, como el mejor ejemplo dentro de nuestro cine, poniéndose de manifiesto los riesgos de oficio que sufrían estos reporteros que trabajan en pleno escenario de guerra. No obstante, la magnífica Las flores de Harrison funcionaba mejor como retrato del horror y la sinrazón vista desde la mirada de una periodista (Andie McDowell) dispuesta a todo a encontrar a su marido, reportero británico desaparecido en el conflicto. Pero la guerra, para la televisión, es un espectáculo que puede venderse sin bajar la mirada, sobre todo si los muertos no pertenecen a occidentales o a un país desarrollado. En este sentido, destacada el trabajo que Danis Tanovic presenta En tierra de nadie.

 Para llegar, por fin, a la Guerra de Irak, en donde parece prevalecer el tema de la censura, siempre que se cita la libertad de prensa en el celuloide. Recordemos dos ejemplos. Jarhead, de Sam Mendes:

 - Eso es censura.
- ¿Censura? Esto es el ejército, somos marines, aquí no hay libertad de prensa.

Y el documental de Michael Moore, Farenheit 9. 11: "El gobierno no emitía estas imágenes, para que no se supiera lo que ocurría en estos casos, sobre el regreso de los cuerpos de los soldados muertos". El nuevo filme de Brian de Palma, Redacted, comparte puntos interesantes con esta filmografía, como por ejemplo, la manipulación mediática norteamericana, la de los bombardeos sin cadáveres, los ataúdes que vuelven a casa de los que sólo se sabía por las imágenes de Internet. De hecho, la película se cierra con unas imágenes, de las cuales algunas no se pueden ver con detalles.

 

Vals con Bashir.

Vals con Bashir.

Películas como Caramel (Nadine Labaki) o la jordana Capitán Abu Raed (Amir Matalqa) nos muestran la vida cotidiana del Próximo Oriente por otros canales, pero solemos identificar el cine de esta región con las atrocidades que recogen las películas palestinas y la conciencia autocrítica de algunos productos israelíes hechos desde la izquierda. De hecho, esta será la línea que siga esta interesante e intensa película.

Vals con Bashir es una mezcla de documental y cine de animación, un sobrecogedor retrato de la guerra del Líbano, de 1984, y de la matanza de los palestinos, de Sabra y Chatila, que derrocha antibelicismo. La historia está contada desde el punto de vista del propio director, que participó en esa guerra como soldado. Un vals, que en el Próximo Oriente, nunca cesa. Una película interesante por inaugurar un género tan poco frecuente como el del documental rodado en formato de animación. Y lo hace con el estilo de un vibrante collage de imágenes cruzadas entre la realidad y la ensoñación, una realidad maquillada, pero el impacto que produce al espectador no reside en la calidad del dibujo, sino en la planificación de la película: Los movimientos de cámara, los énfasis cromáticos o el empleo del sonido.

  - Aquella noche la vi después de veinte años, me volvieron a la cabeza imágenes de la guerra del Líbano. Pero no sólo del Líbano, sino de Beirut oeste; y no sólo de Beirut, sino de la matanza en los campos de refugiados de Sabra y Chatila.

Con la película, Ari Folman sigue la trayectoria marcada por Persépolis, de Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud: una producción animada dirigida al público adulto y con un contenido social muy crítico. Ari es director de cine, es israelí y vive tranquilamente. Sin embargo, una pesadilla recurrente le asalta cada noche: 26 perros le persiguen ferozmente hasta la extenuación. Ayudado por un amigo, llega a la conclusión de que ese sueño tiene algo que ver con la Primera Guerra del Líbano.

- ¿No es peligroso? Quizás descubra cosas sobre mi mismo que no quisiera.

El personaje casi había enterrado en su memoria el trauma vivido en ese conflicto bélico, una cruenta guerra, silenciada, que fue para Israel algo así como Vietnam para Estados Unidos. Vals con Bashir también se acerca al filme de Richard Linlaker, Walking Life, sentándose en el diván donde atienden a los soldados traumatizados por la guerra. La película es ante toda una gran reflexión sobre los traumas  y la memoria, sobre los mecanismos de autodefensa de la memoria humana que facilitan el olvido o el escamoteo de situaciones traumáticas del pasado. Las imágenes reflejan tanto lo subjetivo como lo histórico, con relato a medio camino entre la exactitud de los hechos y las ensoñaciones de una pesadilla. Una perspectiva que llega a ser como un exorcismo individual – el del protagonista- y de un colectivo –Israel-.

No es una película política, ni revisionista ni un ajuste de cuentas. De hecho se aferra a la versión oficial acerca de la masacre, sacando eso sí los trapos sucios del alto mando israelí, aunque eximiendo de toda culpa al ejército en las brutales represalias cometidas por los aliados cristianos. Porque el propósito de Vals con Bashir es otro: detrás de la amnesia ante el horror, se esconde una incisiva reflexión acerca de la elaboración de una identidad nacional crítica y consciente de sus rincones más oscuros.

- Me dijeron que pronto atacaríamos Beirut, pero en la playa no pensábamos en la muerte.

Estamos en 1982, el que escribe llevaría dos años en el mundo, cuando el ejército israelí invadió el sur del Líbano tras varios años de bombardeos palestinos. El plan era ocupar el país y nombrar como presidente de la región ocupada a Bashir Gemayel (sí, el del título). Sin embargo, no tardaron en asesinarle, y en venganza, las fuerzas falangistas cristianolibanesas, tomaron posiciones cerca de los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila y masacraron a su población. Supuestamente la seguridad estaba a cargo de las tropas israelíes,  pero estas no intervinieron para detener el horror.

 El gobierno de Israel asumió la complicidad de su mando militar, aunque nunca dirimió la responsabilidad de los soldados que presenciaron la masacre. Ese dilema ético aflora aquí, a medida que Folman vuelve a acercarse a los hechos. La guerra, entonces, es recordada en términos oníricos, porque el tiempo difumina los recuerdos. Perros rabiosos corren por la ciudad desierta, soldados desnudos que emergen de las aguas, un recluta baila en la calle –al son de Chopin-. Es la misma demencia bélica que se aprecia al contemplar Apocalipse Now o el Guernica de Picasso. La película, de hecho, funciona mejor en su formato de animación con fondo onírico, porque al final el director quiere enlazar con la realidad de los hechos con escenas de archivo. Sin embargo, sobresale lo postizo que resulta el epílogo de la historia.

Vals con Bashir es mucho más que una película documental porque detrás de sus cautivadoras imágenes borbota un empeño principal: la reconstrucción del pasado y la imperiosa necesidad de construir una conciencia nacional.