Blogia
Travelling. Blog de cine.

Hollywood conoce a Hollywood

Fotografía en el séptimo arte: Atardeceres de cine.

Fotografía en el séptimo arte: Atardeceres de cine.

Los matices en la fotografía se han usado para que las películas expresen emociones; efectos lumínicos, atardeceres o amanaceres, transmitiendo nostalgia o pasión. Kurosawa, Ford, Coppola o Spielberg han recurrido al tratamiento del color, a los cielos rojos saturados de los atardeceres, gracias a la gran labor de sus directores de fotografía, a aquellos artesanos y artistas, a los que queremos hacer un sentido homenaje (como Takao Saitô, Winton C. Hoch, Vittorio Storaro, Janusz Kaminski y otros muchos), artistas poco o nada reconocidos, cuya labor como constructores estéticos de estas pinturas/ fotografías en movimiento que son las películas. 

                     yellowRibbonGrave

Winton C. Hoch director de fotografía de La legión invencible (John Ford) creó interesantes efectos lumínicos (atardeceres, anocheceres) mediante gelatinas amarillas y azules sobre las luces, reforzando así la evidente teatralidad de las escenas. Influído por el propio Ford, otro gran ejemplo lo encontramos en en una de mis escenas preferidas del filme Kagemusha en la que Kurosawa usa el tratamiento del color. Los cielos rojos saturados en los atardeceres, funcionando como fondo de pantalla y recortándose las siluetas de los soldados cual figuras chinas.

-Recorrimos mucho camino y casi llegamos a tomar el castillo. ¿Por qué retirarnos ahora?

-Yo he oído un rumor, dicen han matado a nuestro jefe.

-¡Eh, eh, eh, eh! ¿Qué estupidez es esa? ¡Mirad, el señor de Shinguen está allí!

Unos soldados descansando, las tropas avanzando como en un friso sobre el rojizo horizonte del atardecer y la melodiosa música. Entonces, se muestra una composición perfecta, con el falso Shinguen y su escolta, aupándose del caballo para mirar hacia atrás, hacia el castillo de Takeda Shinguen que acababan de abandonar. 

                      kagemusha

                                   

 Una expléndida escena que sirvió de influencia en tantas otras ocasiones, por ejemplo en el meritorio comienzo de la versión de Drácula de Bram Stoker. Quizás como homenaje e incluso como parte de una deuda hacia Kurosawa (Coppola fue uno de los productores de su filme Kagemusha), el cineasta norteamericano se sirvió de un repertorio muy artesanal para su sombras que bailan, ilusiones teatrales, marionetas o maquetas pintadas en cristal. También es elocuente, en este sentido, el vestuario diseñado por Eiko Ishioka: Los atuendos y accesorios de Drácula, como el kimono rojo de larga cola y la peluca kabuki. 

Este mismo recurso del atardecer, volvería aparecer en otra película de Coppola: Apocallipsys Now. Al inicio del filme, el capitán Willard, tendido sobre la cama y mirando el ventilador de techo, se une a la de los helicópteros sobrevolando la selva y bombardeándola con napalm, mientras suena la canción de The Doors, The End.

              ApocalypseNowRedux

 

                20120302225449-dracula8b

Otras películas presentan una clara importancia de los cielos y horizontes rojizos, como por ejemplo esa gran superproducción que fue "Lo que el viento se llevó" Y terminamos nuestro pequeño repaso, con el gran peso de los atardeceres en el cine de Steven Spielberg. Veamos algunos planos en donde el sol deslumbra en la pantalla.  

                             2013_362013_Sitios2010_20111206_1457557973_crop1

                            sol

                   11_500

                   hq98uq9plzpej2p8kg

Delante y detrás de las cámaras: los cameos del director.

Delante y detrás de las cámaras: los cameos del director.

Hay algunos directores que no se conforman con aparecer en los títulos de créditos, sino que también quieren verse en su propia película. Eso es lo que llamamos "cameo", breves apariciones como un figurante más o con sus frases. El mejor ejemplo fue Alfred Hichtchock, quien aparecía de todas las formas inimaginables desde paseando con unos perros en Psicosis; subiéndo a un tren con un chelo, en Extraños en un tren; e incluso, se las ingenió para aparecer en Náufragos, en un anuncio de un periódico, sobre un producto de adelgazamiento. Fue tal esta tradición que el espectador se pasaba toda la película buscándole, hasta que decidió poner sus apariciones al inicio. 

No es raro, por tanto, que su serie Alfred Hithcock presenta, comenzara cada episodio con una presentación del propio creador.  Al final, el maestro aparecía para hacer su propia lectura de la historia en clave de moraleja, y hacer de paso algún que otro chiste. He aquí, un ejemplo del episodio El caso del Sr. Phelman, una de las más inquietantes historias sobre dobles y suplantación de la identidad, jamás filmadas.

 - Pero yo soy Alfred Hitchock y puedo demostrarlo.
- Intentó usurpar mi personalidad, pero se olvidó de un detalle, el chicle del bolsillo de su chaqueta. Alfred Hitchock nunca llevaría un chicle en su chaqueta. Pobre hombre. Perdonen, necesito un momento para recuperarme.

 

                       cameo-jackson-3

Más difícil era encontrar a Peter Jackson entre sus filmes, capaz de disfrazarse como buen friky de los diferentes personajes que poblaban sus películas. Pero ahí estaba, tanto en sus primeros trabajos -apareciendo como uno más- quizás para ahorrarse unos cuántos dólares en un secundario; como en la saga del Señor de los Anillos

También los grandes directores se han atrevido a aparecer delante de las cámaras.  Francis Ford Coppola hacía de sí mismo en Apocallisys Now.

- No miren a la cámara, compórtense igual que en el combate.  

Francis Ford Coppola en ´Apocalypse Now´ (1979)

                Scorse De Niro Taxi Driver

Martin Scorsese se daba un paseo en el taxi de Travis Bincle, en Taxi Driver, y se ponía a charlar con el personaje. 

- Voy a matarla con una pistola Magnum 44, si señor, la mataré con una Magnum 44. ¿Has visto alguna vez lo que puede hacer Magnum 44 con la cara de una mujer?

Y Polanski abandonaba la claqueta de director para empuñar la navaja de matón y así romper la nariz del protagonista de Chinatown, que luciría en buena parte de la película.

                               polanski Chinatown

- Es un curiosón, ¿eh? Vamos a darte una lección a los que metén la nariz en donde no les llaman. 

Existen cameos tan curiosos como el de David Cronemberg, quien aparecía como médico en su película La mosca. Al parecer, Scorsese le había dicho que tenía cara de cirujano de Beverly Hills y el director había tomado buena nota. Otros cineastas todavía no saben muy bien sus verdaderas preferencias, como actor o como director. Esto le sucede a nuestros siguientes protagonistas. Shymalan suele reservarse un breve papel en sus propias películas. De su filmografía, apenas salvamos El sexto sentido; eso sí debería plantearse lo de aparecer en ellas. Mientras que hay quienes aportan un buen guiño a la historia, como hacía Quentin Tarantino en sus filmes, sin ni siquiera saber interpretar bien. En su primera película, Reservoig dog, le veíamos tanto como actor como director.

- Había algo que no había sentido aún, dolor.  Sí, dolor. Le duele igual que la primera vez.

Oliver Stone aparecía en la película sobre el músico Jim Morrison (Val Kilmer) "The doors", como profesor de arte. 

M. Night Shyamalan en ´Señales´ (2002)

 Oliver Stone en ´The Doors´ (1991)

Egos tras la pantalla: crisis de identidad en el celuloide.

Egos tras la pantalla: crisis de identidad en el celuloide.

Claude Van Damme volvió al cine con JCVD, pero no para lo que nos tiene acostumbrados, -repartir mamporros y patadas a diestro y siniestro, sino como parodia del género y de sí mismo, lo que nos da la ocasión para repasar algunas de esas figuras del séptimo arte que han sabido reírse de sí mismo.

Actores, directores y otros tantos artistas se han visto, en algún momento de su carrera, en la tentación de abandonar la cámara para embarcarse en un juego entre la realidad y ficción. Es algo que ya estaba en la mente en King Vidor, en su aparición en Espejismos, nada menos que una lección de cómo se rodaba en cine mudo y sobre la fascinación que han supuesto las estrellas de cine. Sobre esto, hay un puñado de grandes películas que han querido reflejar la caía de muchas de ellas, principalmente actrices que se vieron abocadas al olvido o que hicieron del exceso de ego una señal de identidad. La gran Bette Davies dio vida, en un par de ocasiones, a esa actriz consagrada, con exceso de ego –en Eva al desnudo, Joseph L. Mankievitz- como a la estrella que quedó apartada de su estrellato - ¿Qué fue de Baby Jane?-, pero el mejor retrato de esa parte de Hollywood la ofreció Billy Wilder en Crepúsculo de los dioses (Subset Bulevard). Una antigua estrella de las películas mudas, desaparecida con la llegada del cine sonoro, verá la posibilidad de resurgir gracias a un joven guionista. Sin embargo, sus problemas de ego serán su perdición.

 - ¿Cómo que por que? Me envían tantas cartas, porque soy Norman Desmond.

                          ELCREPUSCULO

 En realidad, el recurso del cine dentro del cine ha sido uno de los referentes con juegos en el celuloide. Divertimento cinéfilo fue el de Jay y Bob El silencio contraataca, en donde Kevin Smith imaginó cómo sería una secuela de El indomable Will Hunting, con Matt Damon y Ben Affleck, haciendo de sí mismo y repitiendo personajes. Otro de los héroes de acción de los 80, habitual de las muscle operas, Arnold Swarzzeneger, se sumó al metalenguaje. En El último gran héroe, Arnie se desdoblaba para que personaje y actor se encontrasen en el estreno de su última película. Y, de por medio, daba consejos a un chico, procedente del mundo real.

 Por cierto: allí Van Damme ya aparecía haciendo de sí mismo.

 En tiempos de crisis hay mejores soluciones que las que ofrecen los políticos. Si la crisis económica mejor retratada en el celuloide era la Gran Depresión, ahora le toca a otra crisis no menos importante, la de identidad. Esta ha encontrado en el celuloide un filón. Quizás de las mayores pesadillas de un actor como John Malkovich sea la de descubrir que una pequeña puerta iba directa a su cerebro y que alguien se estaba lucrando de sus interioridades.

- Disculpe Sr., ¿qué tipo de servicios ofrece esta empresa?
- Cómo ser John Malkovich, durante 15 minutos, por 200 pavos.

                               being_john_malkovich

A medio camino entre falso documental y drama, Mabruck El Mechri, se bandea entre el cine europeo de autor y el comercial propio de hollywood, sin llegar a los números pirotécnicos de la Meca del cine. Una película que demuestra que Van Damme ha sabido asumir las arrugar y reinventarse. Aunque lo mejor de la cinta sea cuando el propio protagonista salé de la acción y nos asegura que lo que vemos es la “pura realidad”, mientras vemos los focos del plató. Entonces, llega el momento cúspide de la película, con la confesión del propio actor, que no evita de hablar de sus problemas con las mujeres o las drogas.

 - Esto no es una película, es una realidad. He tenido muchas mujeres, siempre he creído en el amor. Van Damme. La Bestia. El tigre enjaulado. El hombre bloodsport se engancha. Me destruyó, física y mentalmente.

 El resultado es una película con mucho encanto, que sin duda no defraudará a sus admiradores, aunque tenga como handicap que los detractores del actor no sepan valorarla. Una película muy inteligente, a pesar de que algunos digan que se trate de un “actor de los malos”; Raúl Alda dixit.

 - Antes no era así, era enclenque. ¿Qué culpa tengo yo por conseguir ser una estrella?
 

 

Tribulaciones de un director.

Tribulaciones de un director.

Después de conocer el Quién es quién en un rodaje, en Cuando  Hollywood destripó Hollywood, presentaremos algunos de los problemas con los que se puede enfrentar un director a la hora de poner en pie un trabajo. Tras conocer el cine desde las bambalinas de un rodaje, al participar en la producción de una película, doy fe de los mil y un problemas que surjen a la hora de poner en práctica los sueños de largos años. De hecho, muchos filmes han destacado las dificultades que encuentra el director para poner en marcha su proyecto. Cantando bajo la lluvia, por ejemplo, fue pionera -en este sentido- de los problemas tanto de los técnicos como de los actores a la hora de experimentar con el sonido en el séptimo arte, pero uno de los momentos brillantes eran los aprietos del realizador con su equipo de especialistas de dobles:

- No, no, ha caído muy mal, Ben. Debías habar saltado para caer patas arriba, encima de los vasos. ¡Hágalo otra vez! ¿Listo, Ben? ¡Ben, Ben! Se ha desmayado, estupendo.

Como el director (Antonio Resines) que pretende hacer una película folclórica en Alemania, en pleno III Reich, mientras que su estrella (Penélope Cruz) no acierta ni una; a causa de los extras, dice ella. En La niña de tus ojos (Fernando Trueba).

 - ¡Qué no, Macarena, que te has saltado tres marcas! Qué no estás en lo que debes estar.
- Pero, ¿cómo quiere que me concentre con esta música que no es española, ni es ná. Y esta gente, que parece más muerta que viva, ¡mira cómo palmean!
- ¡Cómo quieres que le explique cómo se palmea a unos prisioneros de un campo de concentración! ¡Florinda, coño, que me estoy volviendo loco!

                          elviajeaninguna4

O esa escena genial de Viaje a ninguna parte, en la que el pobre director se desquicia ante un Fernando Fernán Gómez que no acierta en el registra de su frase: aquel mítico "¡Señorito!". Los cineastas se han tenido que enfrentarse a estos problemas y a actores con excesivo ego, que intentan ningunear al realizador, en ese ejemplo de cine indie que fue Vivir rodando de Tom Diccillo.

- El único motivo por el que elegí participar en esta película es porque me dijeron que eras colega de Quentin Tarantino. No llegarás a nada.

 Otros deben aguantar a productores de altos vuelos, que pretenden cargarse su película de un plumazo, como Ed Wood (Tim Burton), considerado como el peor director de la historia.

 - No se va a estrenar en Los Ángeles, porque nadie va a querer ver esa puta mierda.
- Oye no te permito hablar así de mi película.
- ¡Tu película! Ojalá fuera tu película, ojalá no hubiera tirado hasta el último céntimo que he dado para esa basura.

Los hay también que discrepan con los productores por querer cambiar el final de la historia. Paco Rabal era Máximo Espejo en Átame (Pedro Almodóvar), un realizador vejete capaz de todo por salvar a su estrella de la muerte fílmica.

- No hay problema, Lola, cambiaré el final.
- Tú no cambiarás nada.
- ¡Pues lo voy a cambiar!

                    victoria-abril-e-francisco-rabal-in-una-scena-di-legami-248

Mientras el cutrerío del cine español permite que el pervertido Ricki (Antonio Banderas) campase a sus anchas por el estudio y llevarse algunos recuerdos, como las bragas de la protagonista. De todo ello, Paco Rabal nos deja una máxima: “Cuando se ponen el corazón y los órganos genitales en una película siempre te sale algo personal”.

Como los hay que por no ponerse de acuerdo y no contentarse con nada, algunos se desquician porque no aparece el atrezzo adecuado. Los hermanos Taviani imaginaron en Buenos días Babilonia, el rodaje de uno de los clásicos, Intolerancia de Griffith. El cine, sin embargo, nos ha demostrado que la realidad siempre supera a la ficción.

- Circularon y circularon… ¡pero los caballos no pudieron arrastrar nada! No son del color que he pedido, llévatelos. Los había pedido blancos, ¡blancos!

                       lalternativa-GMBabilonia01_500_314

Al final, hay directores que se contentan con que su película haya gustado en algún lugar del planeta, como sucede con Woody Allen en Un final made in usa.

 - Los franceses han visto tu película en París y creen que es la mejor película norteamericana en cincuenta años.
- ¡Bromeas!

Y ahora, uno se puede preguntar: ¿y por qué leches lo ha puesto dentro de las comedias? ¡Amigo, tu no has visto la cara del director después de todo esto!

Cuando Hollywood destripó Hollywood.

Cuando Hollywood destripó Hollywood.

 El cine dentro del cine, ¡ay!, esas películas cuyas tramas giran en torno a clásico inolvidables, como auténticas matrioskas cinematográficas.

 - Dirigir una película es como viajar en diligencia por el Oeste: antes de subir quieres disfrutar del viaje; al poco, lo único que deseas es llegar.

 Ferrand, el propio Truffaut en La noche americana, director con sonotone, debe escuchar los caprichos del reparto que sólo parece entrar en razón con la muerte de uno de sus miembros. Lo oíamos en los títulos de crédito: “Nada de sentimentalismo fuera de lugar”. La muerte no es excusa para suspender un rodaje, El espectáculo siempre debe continuar. Eso lo aprendimos en el cine, ni amor, ni amistad, ni familia. ¡Qué buen mandamiento para aquellos cineastas, productores y demás, al servicio del séptimo arte!  Vicente Minelli ponía a Kirk Douglas al frente de Cautivos del mal, como el productor Jonathan Shields. En realidad, David O. Selznick, y mediante flashbacks de algunas de sus películas (La maldición de los hombres pantera y La montaña lejana) veíamos hasta dónde era capaz de llegar por el éxito de taquilla: robar a un joven director, engatusar a una actriz con falsos propósitos y conseguir que un guionista sea abandonado por su mujer por trabajo. Así parece que los Wenstein sean hasta monjitas de la caridad. Lo dicho, en el cine no hay sentimientos. Si no que se lo digan a Tom Dicillo.

 En pleno apogeo indie surgieron dos visiones sobre las entrañas del séptimo arte. Mientras Tim Burton daba una imagen algo gloriosa del bajo presupuesto con Ed Wood y su “¡a positivar!”, Tom Dicillo (Vivir rodando) no dejaba títere con cabeza en lo que era su industria habitual, el cine independiente, en donde un joven director Nick (Steve Buscemi) decide echar por tierra su sueño de rodar una película.

 La comedia clásica con tintes sociales también abordó el tema del cine dentro del cine, como hizo Preston Sturges en Los viajes de Sullivan. Sus diez primeros minutos es toda una declaración de principios. John L. Sullivan, John McCrea, director de películas de entretenimiento que se plantea hacer un film con conciencia social, quiere demostrar “las posibilidades del cine como medio sociológico y artístico”. Con este fin, recorre el país disfrazado de mendigo y sin un penique en los bolsillos. Pero tras pasar mil y un calvario descubre en la proyección de una película de animación de Disney lo que quiere en la vida: “Quiero hacer una comedia. Hacer reír al público me gusta mucho más. ¿Sabes que hay gente en la vida que no tiene otra cosa?” En definitiva, la comedia es algo muy seria, sino que se lo digan a Ken Loach.

                             

Pero el cine nos ha enseñado que no sólo hay directores con problemas y productores tiburones, sino toda una pléyade de técnicos y actores que se revuelven inquietos por el plató. Profesionales del séptimo arte con problemas los hay muchos y muy interesantes. Guionistas con sequía creativa, como la que sufre Nicolas Cage, alter ego del famoso Charlie Kaufman, en El ladrón de orquídeas; o ingenieros de sonido atravesando una crisis profesional como el de Jack (John Travolta) en Impacto (Brian de Palma). Curtido en filmes de terror de serie B, la película Internado sangriento no da la talla porque el grito de la protagonista está demasiado oído. Jack tendrá que atravesar un complicado caso de asesinato y corrupción política, y el espectador un maravilloso diálogo, entre realidad y ficción, con Blow up de Antonioni, como telón de fondo. Así resuelve el problema, una vez que logra grabar el grito de una mujer que iba a ser asesinada. “Esto si que es un grito. Es el grito más espeluznante que he oído en mi vida”.

De este modo, incluso el slaser tomó la fórmula del cine dentro del cine. Scream 2 (un clásico moderno del género, a cargo de Wes Craven), no sólo reflexionaba sobre la condición de secuela, sino que el filme se abría con una secuencia que prometía. Heather Graham interpretaba a Drew Barrymore en Puñalada, la propia versión de la primera película, según lo contaba otro personaje –Gale Weather, Courtney Cox- en su libro. Lo mejor, sin embargo, es la desgracia de Sydney (Neve Campbell): “Con la mala suerte que tengo, seguro que a mí me interpreta Tori Spelling”. Y ahí aparecía Tori y su nariz de cirujano. Lo que aprendimos con el filme es que todo es perdonable en Aaron Spelling, que produjese para la televisión (Vacaciones en el mar, Sensación de vivir, Melrose Place y demás), salvo el mal que hizo al enchufar a su hija Tori como actriz.

 Había personajes con dilemas a la hora de elegir el actor que le fuera a interpretar, pero también con problemas de identidad. Una de las reflexiones más originales entre la realidad y la ficción nos la brindó Woody Allen en La rosa púrpura de El Cairo. En plena Gran Depresión, Tom Baxter (Jeff Daniels), estrella de un filme en blanco y negro, atraviesa la pantalla por el amor de Cecilia (Mia Farrow). La acción se desarrolla a partir de entonces en dos escenarios, Manhattan y El Cairo, en donde sus compañeros de reparto se ven desconcertados por la situación.

 Mia Farrow bien valía dejar la ficción y entregarse a la cruda realidad… ¿Por qué la dejaría Allen por Soon Yi?

                                          

                         

 El séptimo arte nos enseñó también que sólo había una cosa más complicada que un matrimonio: una coproducción. En El desprecio, Jean Luc Godard reflexionó sobre su oficio, con las trifulcas de un productor yanqui (Jack Palance), un guionista francés (Michel Picolli) y un director alemán (Fritz Lang) que, en realidad, importaban un pimiento en comparación con los segundos planos de Briggitte Bardot desnuda.

 Luego quedarían otros, como Billy Wilder en Sunsent Boulevard (El crepúsculo de los dioses), Fernando Trueba (La niña de mis ojos) o Robert Altman en El juego de Hollywood. Tened cuidado, el cine puede ser tan adictivo como letal.

 - Ni estrellas, ni Schwarzeneggers, ni final feliz. Esto es una tragedia americana.

Las catacumbas del celuloide americano: Del Grindhouse a Quentin Tarantino.

Las catacumbas del celuloide americano: Del Grindhouse a Quentin Tarantino.

Algún parroquiano despistado podría pensar que esto del fenómeno "grindhouse" es cosa de los tiempos en que vivimos, como una nueva estrategia de merchandising para atraer a los adolescentes cinéfagos y algunos otros rezagados, pero sobre todo para hacer caja frente al convencional Hollywood e incluso a las superproducciones de turno con doscientos millones invertidos, siete nombres famosos y un par de Oscars en sus repisas. Pero lo que se conoce como Grindhouse es tan viejo como el propio cine, por mucho que ahora un Tarantino o un Rodríguez nos lo vendan con el sello USA. Grindhouse, como otras tantas cosas que triunfan en EEUU, son de origen europeo, siendo uno de sus padrinos Jesús Franco, el español más citado por Quentin Tarantino.

Grindhouse, "casa de chirridos" si tomamos una traducción literal, era el nombre con el que se conocían unos cines de mala muerte que en los años 70 se popularizaron por proyectar películas de mala calidad de serie Z: terror, gore, erótico... Es decir, todo lo que estaba considerado como cine X, lo que los grandes estudios no se atrevían a vender, prohibidas en las salas de cine convencionales. Sexo y violencia, sin censura y para adultos, que tenían como principal señuelo ser sesiones dobles. Pero con el tiempo, serían las películas proyectadas en esos cines los que recibieron el nombre de grindhouse.

Violencia, sexo y velocidad, sin concesiones, eran los principales referentes temáticos, pero existió toda un gran diversidad en este submundo del celuloide americano.

El género de la velocidad tenía un título fundamental, Ángeles del Infierno, y un padrino de oro, Roger Corman, quién rodaría otras tantas películas sobre el mundo de los moteros. Nada como una exhuerante mujer a lomos de una moto, sobre todo si hablamos de Nancy Sinatra, como partenaire de Peter Fonda. El único argumento que se necesitaba para poner el motor en marcha era un poco de violencia absurda.

Pero las películas no solían presentar una línea argumental única, sino que predominaban las fusiones argumentales, por ejemplo la violencia y el sexo era una de las seguidas tanto por estos cineastas como por el público. La violencia desatada, gamberra y casi sin límites también se hizo muy popular, siendo El país del sexo salvaje (Umberto Lenzi) la primera en mezclar una auténtica carnicería animal con gore de todo a cien, pero fue la fantasía de mutilaciones que Rugero Deodato presentó en Holocausto caníbal la que marcó la pauta del género. Junto a ellos, otro italiano que gozó de prestigio en este tipo de salas fue Darío Argento, autor de una filmografía muy particular que impuso su giallo a la versión norteamerica thriller-trash. De hecho, Argento era la referencia obligada de cualquier argumento enloquecido con unos coletazos de cine gore, sírvase de ejemplo, Tragedia sexual de una menor (Andrea Bianchi). Sin embargo, el gore contaría con otros padrinos de cierta relevancia como Herschell Gordon Lewis, que buscó un nuevo bombazo a este subgénero cuando las mujeres desnudas dejaron de ser el argumento más taquillero. De ahí que apareciesen en pantalla mujeres desnudas, pero con hectolitros de sangre de pega. Blood Feast (Festín Sangriento) y 2000 maníacos son dos de sus títulos más relevantes.

Estos grindhouse o cine explotation (como también se conocían), terminaron aficionándose por el bricolaje. La masacre del director Tobe Hooper en La matanza de Texas inició la pasión por las herramientas en manos de unos psicópatas cada vez más sanguinarios, pero sería La última casa a la izquierda (Wes Craven) y, sobre todo, The Toolbox Murders (Los asesinatos de la caja de herramientas) las que ofrecía múltiples alternativas al psciópata de turno en los artilugios de bricolaje. Cualquier cosa podía ser utilizada como arma mortal, desde una grapadora hasta un taladro, y esta última película tenía la sana particularidad de haberlas puesto en funcionamiento todas ellas juntas.

El espectador del cine erótico, quizás el género más censurado en todos los tiempos del séptimo arte, tenía que contentarse con hacer kilómetros para ver un pezón en películas extranjeras o visionar lo que la industria producía. Por increíble que parezca, las supuraciones gonorreicas, los síntomas de sífilis y las llagas venéreas se exhibieron en un tiempo como formas de entretenimiento erótico. Tanto que llegó a un formarse un subgénero, que sería conocido como los musicales de la gonorrea y que atraían a todo espectador dispuesto a ver genitales a cualquier precio. Entre los títulos más conocidos, habría que citar Damaged Goods (Productos Dañados) y Sex Hygiene.

Sin embargo, en los setenta, el cine erótico tuvo un gran desarrollo y una serie de nombres propios. El primero, y el más recordado, es el de Emmanuelle, el no va más del porno light de la época, que daría pie a tantas secuelas como imitaciones, algunas no muy recomendables como la Emanuelle negra (Albert Thomas), en donde su estrella, Laura Gemser, practicaba el sadismo e incluso el canibalismo.

Sin embargo, el sexploter de culto por excelencia era Russ Meyer, el rey de la lascivia. Sus películas contaban con unos títulos que serían las declaraciones de intenciones del director: tramas de dibujos animados y mujeres desnudas muy bien dotadas. Entre estos había que recordar Faster Pussycat! Kill! Kill! (¡Más rápido, golfa, mata, mata!), Mondo Topless y Megavisens.

Todo esto y mucho más, fue lo que Quentin Tarantino arrampló -esa es la palabra correcta- para cada una de sus películas, que podía haberlas proyectado en un Grindhouse, por la temática de su cine y el sabor que destila, desde el blaxplotetion, con Jackye Brown hasta el cine de venganza de los setenta, con Kill Bill. No olvidemos tampoco al personaje interpretado por Christian Slater, Clarence Worley, en Amor a Quemarropa. Filme que fue dirigido por Tony Scott, pero escrita por Tarantino, que presenta su alter ego definitivo, un friki que pasa el tiempo libre en grindhouses viendo películas de kung-fu, el cine de las artes marciales o wuxia, y buscando el amor de prostitutas. Si nos detenemos en Kill Bill, hay en el cine muchas mujeres de armas tomar, justicieras buscando venganza, muy al gusto de Tarantino, como encontramos en el personaje de La Novia, Uma Thurman. Por citar algunos ejemplos, están Sissy Speack en Carrie, Brian de Palma; Sigurney Weaver en La Muerte y la Doncella (Roman Polanski) y Lee Yeong-ae, en Simpatías por Señora Venganza (Park Chan-Wook). Pero dos destacan fundamentalmente, Jeanne Moureau en La novia vestía de negro (François Trouffaut), quien decide vengarse de los hombres que mataron a su esposo en el día de la boda, y Junko Miyazono (foto), protagonista de una trilogía hiperbólica, con una acción desenfrenada. Ésta narraba la historia de venganza de una joven japonesa, armada con katana y cadenas. ¿A qué os suena?