Egos tras la pantalla: crisis de identidad en el celuloide.
Claude Van Damme volvió al cine con JCVD, pero no para lo que nos tiene acostumbrados, -repartir mamporros y patadas a diestro y siniestro, sino como parodia del género y de sí mismo, lo que nos da la ocasión para repasar algunas de esas figuras del séptimo arte que han sabido reírse de sí mismo.
Actores, directores y otros tantos artistas se han visto, en algún momento de su carrera, en la tentación de abandonar la cámara para embarcarse en un juego entre la realidad y ficción. Es algo que ya estaba en la mente en King Vidor, en su aparición en Espejismos, nada menos que una lección de cómo se rodaba en cine mudo y sobre la fascinación que han supuesto las estrellas de cine. Sobre esto, hay un puñado de grandes películas que han querido reflejar la caía de muchas de ellas, principalmente actrices que se vieron abocadas al olvido o que hicieron del exceso de ego una señal de identidad. La gran Bette Davies dio vida, en un par de ocasiones, a esa actriz consagrada, con exceso de ego –en Eva al desnudo, Joseph L. Mankievitz- como a la estrella que quedó apartada de su estrellato - ¿Qué fue de Baby Jane?-, pero el mejor retrato de esa parte de Hollywood la ofreció Billy Wilder en Crepúsculo de los dioses (Subset Bulevard). Una antigua estrella de las películas mudas, desaparecida con la llegada del cine sonoro, verá la posibilidad de resurgir gracias a un joven guionista. Sin embargo, sus problemas de ego serán su perdición.
- ¿Cómo que por que? Me envían tantas cartas, porque soy Norman Desmond.
En realidad, el recurso del cine dentro del cine ha sido uno de los referentes con juegos en el celuloide. Divertimento cinéfilo fue el de Jay y Bob El silencio contraataca, en donde Kevin Smith imaginó cómo sería una secuela de El indomable Will Hunting, con Matt Damon y Ben Affleck, haciendo de sí mismo y repitiendo personajes. Otro de los héroes de acción de los 80, habitual de las muscle operas, Arnold Swarzzeneger, se sumó al metalenguaje. En El último gran héroe, Arnie se desdoblaba para que personaje y actor se encontrasen en el estreno de su última película. Y, de por medio, daba consejos a un chico, procedente del mundo real.
Por cierto: allí Van Damme ya aparecía haciendo de sí mismo.
En tiempos de crisis hay mejores soluciones que las que ofrecen los políticos. Si la crisis económica mejor retratada en el celuloide era la Gran Depresión, ahora le toca a otra crisis no menos importante, la de identidad. Esta ha encontrado en el celuloide un filón. Quizás de las mayores pesadillas de un actor como John Malkovich sea la de descubrir que una pequeña puerta iba directa a su cerebro y que alguien se estaba lucrando de sus interioridades.
- Disculpe Sr., ¿qué tipo de servicios ofrece esta empresa?
- Cómo ser John Malkovich, durante 15 minutos, por 200 pavos.
A medio camino entre falso documental y drama, Mabruck El Mechri, se bandea entre el cine europeo de autor y el comercial propio de hollywood, sin llegar a los números pirotécnicos de la Meca del cine. Una película que demuestra que Van Damme ha sabido asumir las arrugar y reinventarse. Aunque lo mejor de la cinta sea cuando el propio protagonista salé de la acción y nos asegura que lo que vemos es la “pura realidad”, mientras vemos los focos del plató. Entonces, llega el momento cúspide de la película, con la confesión del propio actor, que no evita de hablar de sus problemas con las mujeres o las drogas.
- Esto no es una película, es una realidad. He tenido muchas mujeres, siempre he creído en el amor. Van Damme. La Bestia. El tigre enjaulado. El hombre bloodsport se engancha. Me destruyó, física y mentalmente.
El resultado es una película con mucho encanto, que sin duda no defraudará a sus admiradores, aunque tenga como handicap que los detractores del actor no sepan valorarla. Una película muy inteligente, a pesar de que algunos digan que se trate de un “actor de los malos”; Raúl Alda dixit.
- Antes no era así, era enclenque. ¿Qué culpa tengo yo por conseguir ser una estrella?
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