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Drama

Verano en Brooklyn. Sobre la familia, Nueva York y Chejov.

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Una familia, los Jardine,  se mudan de Manhattan a Brooklyn, tras la muerte del abuelo quién les deja como herencia, una casa encajada entre dos edificios de obra vista. Los Jardine se trasladan al piso superior, mientras que abajo sigue trabajando Leonor, una modista de origen chilena (interpretada por Paulina García, esa inmensa “Gloria” de Sebastian Lelio) tal y como llevaba haciendo durante décadas. Este es el punto de partida de la tercera película de Ira Sach.

El problema de la vivienda en Nueva York, vuelve a aparecer como tema, tras la maravillosa “El amor es extraño”. El abuelo, que mantenía una relación de amistad con Leonor, le permitía un alquiler ajustado a sus posibilidades como mujer inmigrante, pero Brian Jardine (Greg Kinnear) decidirá renegociar ese trato. A los Jardine les cuesta llegar a final de mes –Brian tiene dificultades para conseguir trabajo como actor- y cómo el precio de los alquileres de Brooklyn son más elevados, ven la ocasión para negociarlo, pero el conflicto llega cuando una subida en el alquiler podría suponer el desahucio para esa familia.

Si la anterior “El amor es extraño”, era una película sobre dos adultos; “Un verano en Brooklyn” se centra en dos chicos. Entre las discusiones de los padres, los dos chicos adolescentes –hijos de ambas familias y, por tanto, con unos orígenes y caracteres muy distintos-forjarán una firme y duradera amistad. Jake  Jardine (Theo Tapliz) dedica el tiempo a la pintura, como manifestación de un chico introvertido y tímido, mientras que Toni Calvelli (Michael Barbieri) es extrovertido y vitalista, soñando convertirse en actor, tal y como es el padre de Jake.

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Nueva York, según Ira Sach.

Las películas del americano Ira Sach, que un día decidió fijar su residencia en la Gran Manzana, parecen dejar su huella personal en una ciudad tan cinematográfica como Nueva York. La acomodada clase blanca y universitaria de Woody Allen o los afroamericanos de Spike Lee -que sobreviven en un barrio de inmigrantes-, dejan su hueco a las inquietudes personales y familiares de este director, cuyos personajes campan a sus anchas por sus calles neoyorquinas. De hecho, casi podríamos hablar de una trilogía, sobre los conflictos cotidianos que tiene en Nueva York, tanto un decorado de lujo como un protagonista más. Una trilogía que comprendería Keep the lights on (2017), El amor es extraño y Un verano en Brooklyn.

Keep the lights on (que podría traducirse por “Mantener las luces encendidas”) era una película autobiográfica sobre dos jóvenes que vivían arrastrados por una pasión al límite, marcada por las drogas y el sexo. Un film sobre la homosexualidad que triunfó en Sundance y que muchos festivales parecían rendirse a ella.

La película guardaría algunas similitudes con su siguiente largometraje, “El amor es extraño”  (2014), centrada en una pareja homosexual en la plenitud de su relación, tras cuarenta años de convivencia. Por tanto, estamos ante unos personajes de una edad mucho más madura que los del film anterior, interpretados por los conocidos actores John Ligthtow y Alfred Molina. Pero en “El amor es extraño” el tema no es la homosexualidad y su condena social, aunque en un principio lo parezca –George, el personaje de Alfred Molina- es despedido del colegio católico donde impartía clases de música, tras conocerse su relación con otro hombre. En esta película, Ira Sach, centra su atención en la difícil convivencia con la familia y los vecinos, cuando la pareja no podía permitirse conservar el piso en el que vivían y se vieron en la necesidad de pedir ayuda a sus conocidos.

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La “acción indirecta” de Anton Chejov.

Las dos películas –“El amor es extraño” y “Un verano en Brooklyn”-  están profundamente enraizadas con sus dos máximos referentes cinematográficos. Si en la anterior, planeaba sobre la historia “Cuentos de Tokio” (Yasuhiro Ozu), “Un verano en Brooklyn” parece haberse escrito bajo los mandamientos del gran dramaturgo ruso, Anton Chejov. No por casualidad, Brian, el personaje de Greg Kinnear ensaya y representa –a lo largo de la película- una de sus obras maestras: “La gaviota”. Tanto las obras del dramaturgo como los films de Ira Sach suelen centrarse en una clase burguesa venida a menos y en la frustración de sus personajes. La película tendría puntos en común con “El jardín de los cerezos”, en donde una finca –presidida por esos cerezos, símbolo de la tradición familiar- está a punto de desaparecer a causa de una mala gestión financiera y un abultado endeudamiento.

También hay mucho de Chejov en la forma en que se comportan y discuten. Como en uno de los ejercicios de interpretación  -discutir con el profesor, gritándose las mismas frases- las tensas conversaciones entre Leonor y Brian les lleva a un absurdo punto muerto, que no les conduce a nada. De ahí que la reacción de los chicos, sea el silencio. La elipsis, los silencios de esa “acción indirecta” de Chejov en donde la acción no resulta directa, sino a través de los subtextos.

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Pero en “Un verano en Brooklyn”, existe otra referencia importante, confesa por el propio director en una entrevista: “El ídolo caído”. En esta película de suspense, en la que Carol Reed versionaba una novela de Graham Green, un niño acusaba a su mayordomo de matar a su esposa. Después de reflexionar sobre su error, quiere enmendar el mal que ha hecho pero los adultos no le hacen caso. El intenta llamar la atención sobre lo que considera correcto, pero todos le ignoran. Ahí radica parte de la esencia de “Un verano en Brooklyn”, una película emotiva, con la que muchos espectadores podrán sentirse identificados por contar con ese realismo cotidiano que se ve diariamente a nuestro alrededor, sin estridencias.

 

Manchester frente al mar. Naufragios personales.

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Poco a poco van estrenándose los títulos que irán ocupando los lugares centrales en la parrilla de los Oscar. Este es el caso de “Manchester frente al mar”, la tercera película de Keneth Lonergan, un director que se prodiga poco, espaciando sus trabajos a lo largo de dieciséis años.  Lo cierto es que ya prometía cuando se estrenó en el festival de Sundance y de hecho es una de las grandes apuestas del año.

El film supone otro regreso a la gran pantalla, el de un inmenso Casey Affleck, mucho mejor actor que su hermano Ben, con una interpretación que le está valiendo aplausos y premios, como el del Festival de Gijón. En el seno de una familia obrera americana, Lee Chalder (Casey Affleck), se convertirá en el tutor de su sobrino, tras la muerte prematura de su hermano mayor, obligándole a lidiar con su esposa separada Randi (Michelle Williams), una vez que se marcha de la ciudad en la que vive –Boston- a la que nació -la Manchester del título es la de Massachusetts, no confundir con la británica-, la cual abandonó años atrás, con el fin de alejarse de unos conflictos soterrados.

-Yo tenía entendido que pasabas temporadas aquí.

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A su personaje le suceden grandes tragedias en la vida, que no vamos a desvelar porque se irán descubriendo, poco a poco en la película, y cuando se ve ante el reto de hacerse cargo de su sobrino adolescente, ser verá desbordado por las circunstancias, pero también verá la ocasión de sanarse de las heridas que lleva dentro. De nuevo, nos encontramos ante un tema muy cinematográfico y americano como es el de la redención, a través de ese pasado que regresa, dejando una alargada influencia en el presente de los personajes. Hablamos de los traumas, los conflictos internos y personales con aquellos que tuvieron mucho que ver en nuestras vidas, años atrás. Tema que, por cierto, ya estaba presente en el anterior trabajo del director, “Margaret”.

El director.

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El norteamericano Keneth Lonergan, -criado en el Bronx-, compagina el teatro, como dramaturgo y director teatral, con el cine, como guionista y realizador. Debutó en la dirección con “Puedes contar conmigo”, película protagonizada por Mark Ruffalo y Laura Linney, que valió al director un Premio en el Festival de Sundance y una nominación a los Oscar, como guionista, mientras que su segundo film fue “Margaret”. A pesar de fue rodada en 2005, tuvo que retrasar su estreno seis años, a causa de su complejo proceso de montaje y a unos conflictos legales.

El reparto.

Del reparto, destacamos dos nombres propios, a parte –por supuesto- del joven actor Lukas Hedges,  que interpreta a Patrick, el sobrino adolescente.

Casey Affleck.

Hemos necesitado de casi quince años para reconocer que el hermano menor de los Affleck es muchísimo mejor intérprete que Ben, -mucho más famoso y mejor director que actor-. Su debut en el cine se hizo en los 80, con pequeños papeles en películas como Todo por un sueño o El indomable Will Hunting. “El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford”, “Adiós, pequeña, adiós” o “Interestellar”  son algunos de los títulos en donde le hemos visto.

Michelle Williams.

Ya parece lejísimo la conocida serie de los 80 “Dawson crece”, por la que la actriz sería un ídolo adolescente. En el cine, la verdad es que ha tenido una trayectoria algo  más discreta a pesar de sus anteriores nominaciones al Oscar.  Ha protagonizado filmes como “Blue Valentine” (Dereck Cianfrance), “Vías cruzadas” (Tom McCarthy) o “Brockeback mountain”, en la que interpretaba a la esposa de Heath Ledger, un personaje que le valió su primera nominación.

-¿Podemos comer algún día?

-¿Juntos? ¿Tú y yo?

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La película podría guardar una cierta similitud con mi vida personal y algunos aspectos que había esbozado en un guión cinematográfico. La complejidad de unas relaciones familiares, desde que se produce el duelo, junto al reconocimiento  de que será difícil aceptar el giro que ha tomado la vida. El dolor enquistado e incurable que procede su unos hechos traumáticos y que dota al film de una profundidad a través de una estructura en flashbacks. De esta forma, el director logra un calado emocional a partir de la intimidad de los personajes, descongestionando el drama con momentos de humor.

Un drama, puro y duro, con un sabor indie, que muestra el gran talento de su director, pero también unas impresionantes interpretaciones, que seguramente se salde con la primera estatuilla para Casey Affleck. Eso sí, es una película larga y que podrían considerar lenta, muy lenta, sobre todo aquellos que vayan al cine pensando únicamente  en entretenerse con un cine palomitero. Sin embargo, es una película tan auténtica que habrá a quienes se les pase la historia volando, un título obligado para todo cinéfilo.

La Venus de las pieles. El masoquismo según Polanski.

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“El todopoderoso le condenó poniéndole en el camino de una mujer”.

Abre la película una cita sobre Judith, el personaje bíblico que sedujo a Holofernes –un general asirio- y le cortó la cabeza (o al menos le mató, no recuerdo exactamente el hecho). Tras adaptar una obra de teatro de Yasmina Reza en Un dios salvaje, vuelve a los escenarios en otra adaptación teatral (en esta ocasión de David Ives), con un film lleno de referencias sobre la sexualidad, la lucha de géneros y el intercambio de roles, entre hombre y mujer, que parte de un clásico provocador de la literatura.

Nos trasladamos a un teatro parisino que funciona como único escenario, con dos únicos intérpretes. Thomas (Mathieu Almeric) es un escenógrafo que prepara una versión teatral de La Venus de las pieles, célebre obra de Leopold Sacher-Masoch, pero tras una agotadora jornada de audiciones, en la que pretende encontrar a la actriz principal, queda completamente decepcionado por no dar con lo que busca hasta que aparece una actriz que no estaba entre las candidatas, Vanda Jourdan (Emmanuelle Seigner). Vanda convencerá a Thomas para que le realice la audición para un personaje, el de Wanda von Dunajew, que parece estar hecha a su medida, mientras que él le realiza la réplica como Severin Von Kusheskin, el aristócrata de sexualidad masoquista.

Mucho de lo que vemos en pantalla parte del texto original del dramaturgo norteamericano David Ives, que fue versionada en el madrileño Matadero,  a cargo de los actores Clara Lago y Diego Martín; pero Polanski saca mucho jugo de esta historia, con aportaciones propias. Por fejemplo, el chiste que dirige hacia los decorados, en boca de Thomas: un escenario que conserva parte de los elementos de un montaje anterior, un musical belga ambientado en La diligencia de John Ford, una broma al ser el western uno de los grandes géneros que celebra la virilidad masculina. 

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Las obsesiones de Polanski.

La película recurre a un duelo de voluntades de poder que aparece en otros personajes femeninos del cineasta polaco como el de Sigurney Weaver en La muerte y la doncella, en una especie de dominación social, en torno al horror de los totalitarismos; en Lady Matbeth (Matbeth) o en Sarah (Sharon Tate) en El baile de los vampiros. También encontramos su característica misoginia e incluso el travestimo de los personajes masculinos de Callejón sin salida o El quimérico inquilino: en una secuencia clave, la actriz trasviste a Thomas, de forma grotesca, con el fin de parecerse a Wanda. 

Pero de las obsesiones preferidas de Polanski, la más recurrente es el “espacio cerrado”, al desarrollarse en aquel teatro vacío y sin espectadores, un lugar siniestro en donde sincerarse los personajes. Este detalle me recuerda a los “huis clos” de Polanski, el más claro el decorado del piso neoyorquino de Un dios salvaje, pero también a otras películas de 2013. Por ejemplo, el piso de Detroit de “Only Lovers Letf Alive” (Jim Jarmush), donde los protagonistas escuchan música y charlan, sin que se sepa de lo que ocurre en el resto de la ciudad: viven para ellos y para sus placeres. 

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Otros detalles interesantes los encontramos en los personajes.

Thomas (Mathieu Almeric) es un quisquilloso director teatral que podría servir de perfecto alter ego del propio Roman Polanski; de hecho, su físico recuerda mucho al cineasta polaco de joven.  Sin embargo, me resulta más destacado el personaje femenino, una especie de musa para los decadentes y románticos del siglo XIX, aunque trasladada al siglo XXI: Vanda resulta insoportablemente hortera,  mascando chicle con la boca abierta y soltando tonterías, pero una vez que se suba a los escenarios se convertirá en una sofisticada dominatrix. Esta interpretada por Emmanuelle Seigner, esposa del realizador, quién interpretó a una misteriosa mujer en “La novena puerta” y a la sádica y voluptuosa Mimi (Luna de hiel) película que podría resultar el reverso de ésta, al tratar sobre el amor como fuente de dolor y autodestrucción.

Su personaje de Vanda sería víctima (en un momento de audición le reprochará a Thomas: “Tú eres el director, tu eres quién maltrata a los actores”) y, al mismo tiempo, verdugo. Eso sí, Polanski la envuelve de tantos matices que peca de indefinición.

-¿Quién es esta mujer?

Se preguntará Thomas, pero también lo haremos nosotros. Wanda considera “vulgar pornografía” la obra “La Venus de las pieles”, pero conoce los detalles y el texto de memoria; tacha de “algo antiguo”, “Las Bancantes” de Eurípides, pero recite los comentarios que dirigen estas seguidoras del dios Dionisos a Penteo; y se presenta como una detective contratada por la novia de Thomas, para espiarle, mientras que también asegura haberla conocido en el gimnasio.

Lo cierto es que la película termina haciéndose eco de esa indefinición, tanto que al final el espectador queda con una sensación de desconcierto. La engañosa simpleza de la premisa argumental se convierte en una auténtica matriosca que a veces roza lo estrambótico y lo irreverente. Lo cierto es que podría resultar de agradecer un proyecto tan valiente y provocador como La Venus de las pieles, en una época en que vivimos de autocensura y de lo políticamente correcto, pero a veces se confunde la creatividad y la personalidad artística con la belleza esquiva propia de una dimensión provocadora.

El renacido. El hombre de una tierra salvaje.

El renacido, -lo último del mexicano Alejandro González Iñárritu-, llegará a los Oscar como la gran favorita, un año después de triunfar con “Birdman”. ¿Creéis que por fin Leonardo  DiCaprio se llevará la merecida estatuilla?

La historia real de un “mountain man” del Lejano Oeste, Hugo Glass (DiCaprio), centra esta película sobre la venganza, que a pesar que muy por encima de representar una violencia, física y descarnada, prevalece el lirismo, la emoción o el fatalismo, propios del cineasta mexicano. También “El renacido” forma parte de ese selecto club de películas, marcadas por unos rodajes caóticos, en los que estaban enfadados todos con todos; esas cosas que no se notan en el resultado final pero que marcan. Por ejemplo, el hecho de que “El renacido” fuese un proyecto ambicionado por muchos –desde Pan Chan-wook (que pensó en Samuel L. Jackson) y John Hallicolt (que quería a Christian Bale)- aunque fue Alejandro González Iñárritu quien se llevó el gato al agua y se trajo al proyecto un Leonardo DiCaprio, hambriento de Oscar.

-No tengo miedo a morir, eso ya me ha sucedido.


                                    

“Una persona que quiere venganza guarda sus heridas abiertas” Francis Bacon.

Hambriento, herido, sediento, con frío y un cuerpo cubierto de cicatrices; ese fue el “salario” que se cobró su personaje con  una de las agonías físicas más intensas, teniendo en cuenta el grado de realismo al que puede llegar el cine (desde el “torture-porn” del terror a títulos significativamente llamativos como “La pasión de Cristo” de Mel Gibson).

Los abandonos, huidas hacia adelante y venganzas, -a la intemperie de una naturaleza salvaje- eran puntos en común del western y “El renacido” alberga una considerable colección de situaciones habituales en el género. En este sentido, encontramos la persecución implacable, encarrilada en la mayoría de las veces por un profundo deseo de vengar una afrenta irreversible.

El título de referencia de este tipo de argumentos es “Centauros del desierto”, de John Ford, un clásico entre los clásicos en el que se ponen en relevancia dos ideas, el deseo de rescatar a una víctima inocente y el de preservar las señas de identidad frente a otra comunidad hostil, con las que el personaje que encarna John Wayne  establece nítidamente las diferencias. También tiene otros puntos en común con una infinidad de western, sobre todo “Las aventuras de Jeremias Johnson”, que a pesar de su tono “ingenuo” es superior a la cinta del mexicano, en algunos aspectos.


Un cine sensorial.

Sus películas nos suelen mostrar  a sus personajes en situaciones dramáticas extremas, dramas corales establecidos por estructuras fragmentadas en las que el tiempo avanza y retrocede para mantener la atención del espectador. De esta forma, en el cine de Iñárritu sus personajes están abocados a un sentido trágico, aunque en sus últimos trabajos abandona la trama coral.

En sus primeras películas estuvo asociado con el guionista Guillermo Arriaga, quienes construyeron unas historias corales que formaron una especie de trilogía (“Amores perros”, “21 gramos” y “Babel”), se marchó a Barcelona para filmar “Biutiful” con Javier Bardem e incluso rescató del olvido a una estrella trasnochada como Michael Keaton para “Birdam”, su trabajo más laureado –hasta la fecha- y que se estructuró en elaborados planos secuencias.

Esta es la primera gran característica que vemos en el director. “El renacido” arranca con el espectacular plano secuencia de una batalla, que aparte de mostrarnos la crudeza de las imágenes, nos va definiendo a los personajes. Pero gracias a la visceralidad visual, el film logra ser un entramado sensorial, en donde lo místico y las ensoñaciones del pasado tienen también cabida. Hay un enorme trabajo de sonido en la película: el agua, el fuego chisporroteando, el viento entre los árboles o la propia fricción del cuerpo de Glass por la nieve.

Terminamos con una referencia a la música, a cargo de Ryuichi Sakamoto. Otro “renacimiento” al mismo nivel del que tuviese Ennio Morricone en “Los odiosos ocho” (Quentin Tarantino), aunque en esta ocasión se diese un factor físico al superar un cáncer recientemente. Sakamoto, que llevaba años sin trabajar en Occidente, se sintió interesado por un director que había utilizado temas suyos en “Babel” –recordemos que parte de esa película se ambientaba en Tokio-. Pero el compositor se ha unido a otros dos músicos - parar lograr unos acordes capaces de hacer vibrar una película que hará historia.  

El árbol de la vida. El trascedentalismo según Malick.

El árbol de la vida. El trascedentalismo según Malick.

A veces viene bien defender tus ideas en público o compartirlas con los demás, aunque en el fondo, todo cineasta debería defender sus películas solo con la existencia de las propias películas. Esto tiene mucho que ver con el ausentismo mediático característico del cineasta que obtuvo la Palma de Oro, en Cannes, por El árbol de la vida, por lo que fueron Brad Pitt y Jessica Chastain quienes tuvieron que defender lo que solo podía defender el director.

“¿Quién asentó su piedra angular mientras cantaban a coro las estrellas del alba?

¿Quién encerró con doble puerta el mar cuando salía a borbotones del seno de la tierra?”

La película arranca con una cita bíblica tomada del libro de Job, para luego mostrarnos un caleidoscopio poema visual que fluye desde lo íntimo (la pérdida de la inocencia) a lo cósmico (el encuentro con el universo). A lo que habría que añadir un gran peso de la filosofía (Martin Heidegger, sobre todo por “el tiempo y el ser”, obra que tradujo el propio Malick), aspectos autobiográficos (una familia conflictiva y la muerte de un hermano del cineasta, en condiciones extrañas, de la que el propio director se sintió culpable) y un sentido espiritual de la naturaleza próxima al trascedentalismo (la visión panteísta de que Dios aparece en la naturaleza, junto con la sensación de trascender a un nivel espiritual con la música). La verdad es que en esta sinfonía a lo new age cabe casi de todo: cataratas, imágenes de planetas, volcanes y mares, e incluso alguna recreación digital de dinosaurios.


En este punto, se ha querido continuar el análisis a través de la mirada de tres grandes cineastas.

La influencia de Kubrick.

Terrence Malick va camino de convertirse en el nuevo Stanley Kubrick (tanto en algunos temas que le obsesionaban como en la forma de trabajo). A parte de su nula comparecencia mediática y rodar sus trabajos con décadas de distancia, las referencias al maestro Kubrick van más allá. Para narrarnos una historia muy escueta: la muerte de un crío y cómo le afectaba a la familia, no sólo vuelve atrás en el tiempo para contarnos el pasado de esa familia sino que nos muestra la concepción del mundo, a través del origen de la vida. Se trata de un montaje de hermosas imágenes que recuerdan a “2001, una odisea en el espacio”. De hecho, uno de los asesores de la película fue Douglas Trumbull, el responsable de los efectos especiales en el film de Kubrick.

También en Malick ejerce una gran importancia la capacidad sensorial de las imágenes y una estética muy particular, llena de virguerías visuales, en la que recurre por primera vez al tratamiento digital y a cámaras especiales como la Phanton, de alta velocidad. O el peso de la música, sobre todo la clásica, siendo Kubrick uno de los grandes melómanos del cine. Si Carl Orff estaba presente en “Malas tierras”,en esta película, encontramos a Bach, Mozart, Berlioz o Presner, el compositor asociado con otro gran cineasta “trascedentalista” de origen polaco: Kristoff Kievslowsky.

                                      

La mirada caleidoscópica y antinarrativa de Alain Resnais.

“La vida moderna es fragmentaria, la literatura y la pintura dan testimonio de ello. ¿Por qué el cine, en lugar de seguir apegado a la narrativa lineal, no hace lo mismo?”. Alain Resnais (El año pasado en Mareinbeud) introducía un nuevo lenguaje audiovisual, siendo Terrence Malick uno de los mayores representantes de este cine antinarrativo.

Frente a películas como Badlans (1973) o Días del cielo, sus últimos films se caracterizan  por una fusión de imágenes y palabras, a través de una voz en off, que no sólo acompaña la narración, sino que aporta una reflexión filosófica a la historia. Pero también, su cine más reciente destaca por mantenerse fuera de los cánones de lo estrictamente narrativo. Construye la vida de esa familia –sobre todo desde la mirada de los tres hermanos- a través de fragmentos y no de secuencias elaboradas. A Malick le basta una imagen del padre (Brad Pitt) colocando su mano sobre el dedo del hijo recién nacido, para mostrarnos el nacimiento, y la relación que se establece entre los padres y sus hijos. Un acercamiento de cámara a uno de los niños o un gesto airado es suficiente para construir una vida. Cada plano nos indica un tiempo y una cotidianidad. Los años cincuenta –casi reflejado como un Edén con esas casas rodeadas de jardines- contrastando con la modernidad –los rascacielos de un mundo artificial, propia de un etapa en la que se pierde la inocencia-. También nos cuenta las contradicciones de un padre atento, pero autoritario, y la mirada del hijo rebelde que crecerá con el rostro de Sean Penn. O la contraposición de un padre -que llega a utilizar la violencia en su ámbito doméstico- a la actitud sumamente cariñosa, pero sumisa, de la madre, relegada a un segundo plano en la historia.


Los “planos vacíos” de Yasuhiro Ozu.

La siguiente influencia nos acerca tanto al concepto zen que mantenía el cineasta japonés como a una de sus características más destacadas: los planos vacíos. Los planos vacíos o  “pillow-shots” - en acepción de Noël Burch-, son desvíos de la lógica del raccord clásico. El director aleja la atención de la historia en pequeños trazos de realidad que prácticamente no tienen justificación pero que mantienen unos lazos en común: el disfrute catártico de la naturaleza.  Lo que no es algo nuevo en el cine de Malick. En Malas tierras, sus protagonistas llegan a las Badlands de Montana; en Días del cielo,  los personajes principales huyen a los latifundios de Texas; mientras en La delgada línea roja, uno de los soldados deserta para buscarse un paraíso en el Pacífico, lejos del estruendo de la guerra.

En “El árbol de la vida”, tanto las secuencias que recrean el origen de la vida como las de la playa (las más confusas y controvertidas, que parecen recrean un paraíso celestial donde se encuentran sus familiares y conocidos del pasado), responden a esta condición cinematográfica de Ozú. Del mismo modo, que nos encontramos con el espíritu del new age en la película y la presencia de la cita de Job, da una condición panteística y bíblica a la relación entre el padre y el hijo. Una curiosidad: Jack O´Brien, el personaje de Sean Penn, tiene en su acrónimo el nombre de Job. Al fin y al cabo, el film no es más que un intento por responder esas preguntas universales sobre nuestro presente, pasado y futuro: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos?, y, ¿A dónde vamos?

Boyhood (Momentos de una vida). El tiempo y el ser.

Boyhood (Momentos de una vida). El tiempo y el ser.

“Una de las cualidades del cine es que te permite moldear el tiempo ya sea por mucho o un corto periodo”. Abrimos el reportaje con una frase promocional del propio director. Boyhood, que podría traducirse por niñez, ha sido una de las películas que más me han sorprendido de las que estarán presente en la parrilla de los Oscar, una historia que en poco más de 90 minutos nos cuenta la vida de Mason, desde los seis años hasta que se marcha a la Universidad.

-¿Estáis listos para divertiros?

Boyhood podría ser una de esas muchas películas que tratan sobre el paso de la infancia a la madurez, e incluso alguno, quizás, lo considere un título aburrido o sin mucha “chicha”, pero la verdad es que Linlaker consigue sacar magia de esos momentos cotidianos que diariamente podamos encontrarnos en nuestras vida. Eso sí, la principal peculiaridad del film es que se rodó con los mismos actores, a lo largo de 12 años, en unas 39 jornadas de rodaje. Algo único en el cine.

En el argumento encontramos las “razones del corazón” que ha acompañado una parte de la filmografía del director, a través de dos hermanos de padres separados que vivirán con la madre, que mantiene la custodia, personaje interpretado por Patricia Arquette.

-Si pusiéramos las barreras.

-Déjate de barreras, en la vida no hay barreras.

En la figura del padre no hay sorpresa alguna: se trata de su actor fetiche y amigo Ethan Hawke.

Era normal que se tratase de un equipo y reparto familiar que se comprometiera a este tipo de experimentación cinematográfica.

-¿Qué quieres ser Mason, que quieres conseguir?


No es la primera vez que en el cine se juega con el tiempo, pero habría que buscar una referencia en el documental Up –a cargo de Michael Apted- sobre unos chicos que abandonan un orfanato, contándose sus experiencias vitales cada 7 años. Como tampoco es la primera vez que lo vemos en el cine de Linlaker pues con ese colosal fresco romántico de “Antes del anochecer, retrataría en tres instantes la relación de una pareja, Jessie y Celine, basada en la comunicación y el romance.

-Si vamos a pasar juntos cincuenta y seis años más, ¿qué te gustaría cambiar de mí?

-Esa es otra de tus preguntas trampas, no pienso contestar.

Los experimentos de Linklater.

Cuenta el propio Richard Linklater que se interesó por el cine cuando vio Toro salvaje (Martin Scorsese) y, con lo que había ahorrado, se compró una cámara de Super8.  Entre sus primeros trabajos vemos todo un experimento cinematográfico Heads I Win / Tails You Lose. Armado con la cámara se fue a las calles de su ciudad natal, Austin, para retratar a todo tipo de personajes peculiares sin un argumento definido.

Después buscó en la rotoscopia una original adaptación de Phillip K. Dick, A Sckaner Darkly, permitiendo reflejar las paranoias de los personajes característicos de este autor de la ciencia-ficción. Pero no fue la primera vez que utilizó un tratamiento rotoscópico de la imagen real, lo hizo en Walking life (Despertando a la vida).

Sus films atrajeron el interés del propio Tarantino, quién observó en uno de sus títulos (Movida del 76), su ópera prima, una de las diez mejores películas de todos los tiempos; mientras que su mayor éxito en taquilla sigue siendo la comedia musical Escuela de rock. A nivel personal, este humilde cronista se queda con esa inmensa trilogía, en la que nos cuenta los avatares románticos y personales de su actor fetiche, Ethan Hawke y Julie Delpy.

Con Boyhood, Richard Linklater parece estar en una nube; con el Globo de oro a la mejor película, solo le quedaría el Oscar en su currículum.

Hotel Rwanda/El cónsul Perlasca: Humanidad en la barbarie.

Hotel Rwanda/El cónsul Perlasca: Humanidad en la barbarie.

-Me llamo Paul Rusesabagina  y soy el gerente del hotel más lujoso de la capital de Rwanda.

A través de dos películas, recordaremos unos episodios que marcaron la parte más luminosa del ser humano, en medio de terribles circunstancias. Estos dos ejemplos son algunos de los hombres selectos que arriesgaron su vida con el fin de salvar la de otros en medio de terribles conflictos bélicos, sin tener en cuenta cuestiones étnicas, políticas, sociales o ideológicas.

El Hôtel des Mille Collines, situado en la capital de Rwanda y que da título a la película, será el espacio que intentará mantenerse libre de las barbaries que se cometen en todo el país. Rwanda, un pequeño país en el corazón de África, sufrió un terrible genocidio en los años noventa, con el conflicto civil entre hutus y tutsis y la consiguiente matanza de origen racial, que supuso más de ochocientas mil víctimas. La película contaba esa historia a través de un personaje real, el auténtico Paul Rusesabagina,  quien testimonió las matanzas con sus propias palabras: “Los belgas utilizaron a los tutsis durante su época de colonización y cuando abandonaron el país, los hutus se vengaron de los años de represión de la etnia tutsi”.

-Nos han ordenado abandonar el edificio.

-¿Por qué quieren hacer eso?

-Creo nos quieren matar a todos.

Hotel Rwanda focaliza su atención en un personaje real e igualmente identifica a muchos de los protagonistas de estos sucesos para narrar la historia desde diferentes puntos de vista. El cineasta  Terry George tiene la virtud de reflejar el conflicto a través del microcosmos que se crea a su alrededor.  

-Tengo unas imágenes increíbles, son de una masacre, si las envío ahora mismo, ¿lo emitiréis en las noticias de la noche?



Paul Rusesabagina , de etnia hutu –pero casado con una tusti- lejos de huir convierte el hotel –donde trabaja- en una especie de campo de refugiados, dando cobijo a muchos de los perseguidos. “En 1994 pensé que iba a morir, pero no iba a morir como un cobarde, pensé que si tenía que morir no lo iba a hacer como alguien que no estaba de acuerdo con los asesinos”.

-Mírelos no son rebeldes, pronto no valdrán nada para usted, ¿por qué no sacar algo de dinero de su trabajo?

-No podemos esperar dos días, no me queda nada con los que sobornarlos.

Corría el año 1944 en Hungría, en donde un italiano Giorgio Perlasca, dedicado a los negocios -un ex-combatiente de la guerra civil de España y con un salvoconducto expedido por el gobierno español de Franco-, se ve atrapado en la cada vez más brutal represión nazi. La otra historia nos traslada a Europa en plena Segunda Guerra Mundial, en el contexto del holocausto.  

-Tengo que salir de Budapest.

- El pasaporte no le permite salir de Budapest. Desde hoy sin el sello alemán no podrá ir a ninguna parte.

Perlasca se refugia en la embajada española y junto con el embajador Ángel Sanz Brid –llamado el Ángel de Budapest- organiza el asilo de miles de judíos que tratan de escapar de una muerte segura. El cónsul Perlasca es una producción italo-húngara, destinada a la televisión, que cuenta con una buena ambientación, la banda sonora de Ennio Morricone y un guión de Sandro Petaclia y Estéfano Adoli, autores de la serie de éxito La mejor juventud.


- Señor, tengo que llevarme a mi familia, aquí no está a salvo.

Tanto Perlasca como como Sanz Brid fueron reconocidos como Justos entre las naciones por el Estado de Israel. En el caso de Perlasca fue el escritor italiano Enrico de Accio el que reivindicó su memoria, cuando aún vivía, dando tiempo a que recibiese diversos homenajes, entre ellos el del Gobierno de España.

- Usted piensa de una forma justa y aún más, actúa de un modo justo.

Que la realidad supera a la ficción, son estos dos testimonios que describen con emoción y crudeza, las actuaciones heroicas de individuos anónimos capaces de lo mejor, incluso en situaciones adversas. Oskar Shidler, el personaje que rescató del olvido Steven Spielberg, no fue el único: El cine ha dado a conocer otros casos como el de Paul Rusibagatina, quien salvó muchas vidas del genocidio de Rwanda o el de Giorgio Perlasca, en Budapest.

Her: Los amores high-tech de Spike Jones.

Her: Los amores high-tech de Spike Jones.

 Como bien se sabe, la ciencia-ficción apenas habla del futuro, sino de las ansiedades presentes, pero también se recurre a una ambientación futurista cercano para contar temas actuales. En Her, Spike Jonze nos habla de la soledad y la comunicación, a través de una tecnología tan reconocible que existe hoy en día. El matiz “futurista” lo encontramos en las consecuencias que esa tecnología podría acarrear; en una película que parte de la siguiente premisa: ¿Nos estamos volviendo dependientes de la tecnología como forma para combatir la soledad?

 -Señor Theodore Twonbly bienvenido al primer sistema operativo con inteligencia artificial del mundo, quisiéramos hacerle unas preguntas. ¿Es usted social o antisocial?

-Bueno, pues llevo un tiempo sin ser muy social.

 Theodor Twonbly (Joaquin Phoenix) casi el único personaje definido de la película,  un escritor que vive de descifrar los sentimientos de los demás en cartas de encargo, a pesar de no ser muy hábil para transmitir sus propios sentimientos. De hecho, lo que llama la atención es el contraste entre las relaciones con sus “mujeres” –sobre todo haciendo hincapié a la cita ciega con Olivia Wilde y sus charlas con su ex mujer- y el romance que inicia con un sistema artificial que se convertiría en su idealización femenina.

-La mujer con la que salgo, Samanta, es un sistema operativo.

-¿Estás saliendo con una de esas? ¿Y qué tal?

-Me siento muy unido a ella, cuando hablo.

 La depresión que arrastra el personaje principal, tras el divorcio y su mala racha con las mujeres, termina cuando se descarga un nuevo sistema operativo. Una relación de amor diferente, no entre una máquina y un hombre (relación que ya ha aparecido en el cine en otras ocasiones), sino una mantenida entre un hombre y una voz artificial de un programa informático, la de la actriz Scarlett Johanson para más señas.

 De ahí que se aísla en una relación extraña y malsana –pero placentera, para el personaje- con la voz femenina de un sistema operativo, con quien mantiene incluso una virtual experiencia sexual.

-Theodor he visto en tus emails que has terminado una relación recientemente.

-Eres un poco cotilla.

 La película es la historia de un hombre profundamente herido, aterrorizado por sus problemas para relacionarse con las mujeres pero que tampoco sabe reconciliarse consigo mismo. Y Spike Jonze logra centrar el hastío vital de su protagonista, con una desnudez formal de la puesta de escena. De ahí que se haya reproducido un futuro, nada espectacular, a través de un contraste el tono gris futurista de los rascacielos de Shanguai -¿una alusión velada a Lost in Trasletion, protagonizada por Scarlett Johanson?- y la fotografía mucho pulcra y brillante de Los Ángeles.

Joaquin Phoenix en

 Sorprende la enorme contención tanto formal como narrativa que despliega en esta película, que trata –en realidad- de la invasión de la tecnología en la intimidad de un individuo, después de crear todo un universo de estridencias visuales en una serie de videoclips, durante años. 

 Spike Jonze dirige y escribe una historia muy desasosegante en el fondo, aunque con sabor agridulce en la puesta de escena; como norma de sus anteriores trabajos. En este sentido, Her marca un hito en la carrera del director: por primera vez, Spike Jonze no recurre a un guionista o un texto ajeno, es decir, trabaja sin la ayuda de Maurice Sendak y la imaginación de Charlie Kaufman. Jonze y Kaufman hicieron, al alimón, Cómo ser John Malkovich, una imaginativa propuesta en la que Craig Schawart, un titiritero, decide buscar trabajo y lo encuentra en una extraña oficina. Un día descubre una puerta escondida que le lleva directamente a la mente del famoso actor John Malkovich. Comparte la experiencia con su esposa y una compañera de trabajo, quien decide que el asunto puede ser un buen negocio.

 -Hemos montado un pequeño negocio aquí que simula, para nuestros clientes, la experiencia de ser usted.

-¿Simula?

-Sí, en cierto modo.

 Mientras que en Where the Wild Things Are (Dónde viven los muertos), Jonze adapta a Maurice Sedak para otra historia diferente, siguiendo a un niño incomprendido y rebelde que llega a un lugar donde viven los monstruos, a los que cautiva; convirtiéndose en rey de todos esos monstruos por ser el “más temible de todos ellos”.

 -¿Tienes un hogar o una familia?

-Bueno, sí que tengo.

-¿Te los has comido?

-¡No! Yo no pienso comerme a nadie.

 Scarlett Johanson: La voz sin cuerpo.

 Por primera vez en su carrera, la arrolladora presencia de Scarlett Johanson queda en segundo plano por su sensual voz como Samantha.  De este modo, la actriz se suma a una nómina de actores de gran prestigio que han puesto su voz, pero no su cuerpo. Quizás, el más querido y recordado por los amantes del cine de género sea el de James Earl Jones como la voz de Darth Vader (en la original, en España reconocemos la de Constantino Romero); aunque la única voz sin cuerpo, oscarizada hasta la fecha fue la de Robin Williams por su trabajo de doblaje en Aladdín.

 Pero lo cierto es que hay una preferencia por la ciencia-ficción como voces de inteligencias artificiales, como el ordenador Hal 9000 (2001, odisea en el espacio) –Douglas Rain-. Relacionándose, -aunque desde otro punto de vista, a ese clásico de Ridley Scott, Blade Runner, al tratarse de un “ser artificial” que ha dejado de ser sólo una combinación de circuitos eléctricos para dotar de humanidad un personaje artificial. Al igual que en otros tantísimos ejemplos como el Nexus 6 (Rutger Hauer) en Blade Runner (Ridley Scott). Película que también contaba el amor entre una máquina y un hombre, aunque en la película de Spike Jonze se da un paso más allá, porque de quién se enamora Theodor es de alguien de quién sólo oye su voz.  

 -Me estoy convirtiendo en mucho más de lo que me programaron. Estoy emocionada.

Her (2013) Imagen 2

Her 2013 Imagen 7

Her 2013 Imagen 18