El alcohol seduce al séptimo arte.
- Un trago es demasiado y cien no es suficiente.
Días sin huella. Billy Wilder.
La única sustancia psicotrópica culturalmente aceptada ha encontrado numerosas ocasiones para ser retratada en el cine. Sin embargo, hasta los años cuarenta los borrachos habían sido considerados figuras cómicas en la pantalla. Las payasadas que representaban se basaban en que no podían mantener el equilibrio, veían doble o no acertaban a meter la llave en la cerradura. Pero en los años cuarenta, Hollywood empezó a retratar la adicción. En este sentido, los clásicos por derecho sobre el alcoholismo, son dos destacadas películas que ocupan un hueco en la historia del séptimo arte.
- Tú, yo y la botella, vaya trío, ¿recuerdas? Aquello fue agradable mientras duró.
- Tenemos que volver a aquello de nuevo.
- Si volviera a emborracharme contigo,… no. ¡No lo haré! Se acabó.
Días de vino y rosas (Blake Edwards) es la historia de una pareja que sucumbe al licor de Baco, llegando hasta su autodestrucción, de una forma similar a lo que hizo Billy Wilder en Días sin huella. Ambas películas revelaban las claves de una enfermedad, mostrada como una adicción.
- ¿No le gusta beber?
- Como lo hace usted, no.
En numerosas ocasiones, el alcohol se ha entendido dentro de la búsqueda de una libertad creativa que termina siendo engañosa y autodestructiva.
- Incluso en mis horas más bajas, siento las palabras burbujeando dentro de mí, tengo que volcarlas sobre el papel o se apoderará de mí, algo peor que la muerte: palabras.
Tanto en Factotum (Bent Hamer), biografía apócrifa del provocador escritor Charles Bukowsky, como en la filmada de John O´Brian (Nicolas Cage), la literatura se ofrece como una vía de escape a unas vidas torturadas empapadas en alcohol. De hecho, nos cuenta la película de Mike Figgins, Leaving Las Vegas, que éste se suicidó entregándose a la bebida.
- Nunca me pida que deje de beber, ¿me has entendido?
El alcohol no siempre ha sido el tema central de la historia, pero su presencia es notable desde todos los puntos de vista y géneros posibles, como también para definir personajes.
- ¿Te olvidas de las condiciones con las que accedí a vivir contigo?
- Yo no estoy viviendo contigo, ocupamos los dos la misma jaula, nada más.
Del personaje de Paul Newman, en La gata sobre el tejado de cinq (Richard Brooks) pasamos a otro de los clásicos bebedores del celuloide, Bogart, en Casablanca (Michael Curtiz)
- De todos los cafés y locales del mundo, has tenido que entrar en el mío.
Beber para olvidar, pero también beber para reforzar una amistad como sucede en el cine de piratas con el ron, o en el western, con el whisky. Si entre las tribus indias, la socialización se hacía en torno a una fogata, el pistolero encontraba el sosiego en la barra del saloon, con uno de estos brebajes entre los dedos. De este modo, el género dio grandes bebedores y el personaje del borracho fue seña de identidad de muchos directores en sus películas. ¡Quién podría olvidar ese Doctor Boone (Thomas Mitchell) en La diligencia (John Ford), dándole la réplica al ambicioso banquero!:
- América para los americanos, el gobierno no debe involucrarse en los negocios, ni reducir impuestos: la deuda nacional es algo más que sentir el calor de la gentuza. Lo que necesita el país es un hombre de negocios como presidente.
- Lo que necesita el país es más cogorzas.
Pero de todos los borrachos del western destacaremos a Duke, excelente Ricky Nelson en Río Bravo (Howard Hawks). De forma sencilla, habla de cómo rehabilitarse de la bebida, sin ayuda, sin paternalismos, encontrando su autoestima a través de la utilización social.
- Un viejo lisiado y un borracho, ¿y nadie más?
- Esa era toda mi ayuda.
Para terminar, el alcohol ha sido y será una marca de clase, de distinción, para una sociedad hedonista. Una etiqueta del mejor gentleman, rodeado de mujeres y con licencia para matar. Seguro que saben a quién me refiero.
- Un martini seco con vodka, mezclado y sin agitar.
0 comentarios