Blogia
Travelling. Blog de cine.

Cine con denominación de origen

Orson Welles y Andalucía.

“Un hombre no es de donde nace sino de donde decide morir”. Aunque la frase de Orson Welles no llegó a cumplirse, lo cierto es que el cineasta americano sintió un gran amor por España –en general- y Andalucía –en particular- que hizo que sus restos terminasen en el malagueño pueblo de Ronda, en la finca del torero amigo suyo Antonio Ordoñez.

La relación con nuestra tierra se remontaba veinte años (Welles falleció en octubre de 1985) cuando en los cincuenta quiso hacer una monumental adaptación del Quijote de Cervantes, por la que llegó a rodar más de 20.000 metros de rollos de película, muchos de ellos con cámara en mano para rastrear toda esa idiosincrasia por la que vino a nuestro país. El Quijote se concluiría en 1993, gracias a Jess Franco.

Entre tanto, Orson Welles rodó dos grandísimos títulos de su filmografía en España, dos películas muy personales, adaptando a Shakespeare (Campanadas a medianoche) en donde tuvo que lidiar con el productor español Emiliano Piedra, y Mr. Arkadin, película en la que recuperaba esos personajes ambiguos que recuerdan mucho a su célebre Ciudadano Kane.

Se puede seguir el rastro de estas películas en Andalucía. En Mr. Arkadin vemos una estampa nocturna de la Semana Santa sevillana, mientras que en El Quijote de Orson Welles, el héroe de Cervantes confundía una procesión de un pueblo de Málaga con una partida de soldados.

-Esos rufianes recibirán tal lección que nunca olvidarán el nombre de Don Quijote.

-Venga, ¿no se da usted cuénta de que se trata de una procesión?

-¿Procesión, dices Sancho?

Pero otros proyectos no llegaron a ver la luz. Orson Welles y Charlton Heston estuvieron años planeando llevar al cine la muerte de Lorca, e incluso Welles se habría acercado en un par de ocasiones a Granada, en busca de documentación.

La tierra andaluza estaba también presente en un documental, dirigido y escrito por Orson Welles, para la televisión RAI –La tierra de Don Quijote- siendo el propio Orson Welles quien iba de pueblo en pueblo, cámara en mano, acompañado de su tercera mujer, Paola Mori, a quien conoció en el rodaje de Mr. Arkadin (1955).

Tierras de Sevilla, Málaga y Jerez aparecían en el documental; también otros lugares como su visita a Gibraltar –con una parada previa a La Línea (Cádiz)-, mientras que el cineasta americano solía hacer noche en el hotel Reina Cristina de Algeciras, cuando se encontraba en ese rincón de Andalucía. Orson Welles solía frecuentar las plazas de toro, la feria de Abril de Sevilla, la Semana Santa y sentía un gran aprecio por el vino de Jerez.

El día en que se cumple cien años de su nacimiento, celebramos el regreso de Orson Welles a Andalucía con imágenes de su visita a nuestra tierra, con una emotiva música a cargo de Hans Zimmer, para la película El código Da Vinci.

 

Antonio Ordoñez y Orson Welles. 

Sudáfrica y el apartheid en el cine.

Sudáfrica y el apartheid en el cine.

Hay historias que portan con ellas un seguro de vida, pues al narrarlas y materializarlas es difícil que pierdan interés. El margen del narrador es, sin embargo, amplio para poder dotar a estas historias de aliento poético o simplemente dejarse llevar por los planteamientos bienintencionados o correctos que llevan implícitos. Hollywood, que se caracteriza por reflejar todo tipo de conflictos e injusticias, sin importarle la latitud o la situación geopolítica, ha dedicado algunos títulos significativos al problema racial conocido como apartheid.  El tema ha sido tratado en el séptimo arte con profusión; no hay que quebrarse mucho la cabeza porque está bien claro su mensaje, sin dobleces de carácter ideológico.

 - El color negro se asocia con las cosas negativas, el mercado negro, la oveja negra de la familia. Todo aquello que se supone que es malo.

- Entonces, ¿por qué utilizan la palabra “negro”? ¿Por qué se autodenominan “negro”, me refiero a que vuestro color es más moreno que negro?

- Y ustedes, ¿por qué se autodenominan “blancos”?, su color es más rosa que blanco.

 Para quienes no lo sepan, el apartheid era un sistema político y social propio de Sudáfrica, en la que una minoría blanca (de origen holandés, los africaners) se imponía sobre una mayoría negra. Nelson Mandela sería la figura más representativa del conflicto, consiguiendo ser el primer presidente negro de África. Y la verdad es que el nunca necesitó recurrir a una novela original ni partir el guión, de una historia ficticia. El conflicto del apartheid dio sobrados episodios dramáticos, como para dotar cada uno de ellos de la emoción necesaria. Uno de los títulos clásicos de esta temática es Grita libertad (Richard Attemborugh) centrada en una de las personalidades más importantes que defendieron la conciencia negra en Sudáfrica, Steve Biko, interpretado por Denzel Washintong. La cinta más destacada sobre el cambio político de este país, junto con Un mundo aparte (Chris Menges).

 - Cuando cada uno de nosotros resista, cuando resistamos centenares, cuando resistamos muchos miles, cuando seamos millones, la victoria será nuestra.

El número de títulos aumentó de forma considerable, lo que posibilitó que muchas estrellas de Hollywood participasen en algún título significativo propio de esta temática. Donald Shutherland y Marlon Brandon destacaron en una película de denuncia del apartheid, Una árida estación blanca; y James Earl Jones y Richard Harris se dejaron ver en Llanto por una tierra amada. Remake de un filme de los años cincuenta, Tierra prometida, que contó con dos curiosidades, ser la primera película de esta temática y el distinguirse su protagonista, Sidney Poatiers, como sirviente de su director (Zoltan Korda) para poder entrar en Sudáfrica y participar en el rodaje.

 Entre los episodios que reflejó el séptimo arte, destacan dos por su dramatismo: la matanza de Soweto y la llamada Comisión de Verdad y Reconciliación. Los disturbios del suburbio de Soweto, en la capital Johanesburgo, fueron una serie de manifestaciones dirigidas por estudiantes que terminaron de forma dramática. Aparecieron en una serie de filmes como Safarian, con Woody Golpher; Bopha!, con Danny Glover y Grita libertad (R. Attemborugh). El otro hito del conflicto, la Comisión, iba dirigida a restaurar el honor a las víctimas y de retornar la paz social a un país desangrado por problemas raciales. El filme más interesante de este episodio fue In my country, de John Boorman.

 -¿Y qué concesiones han hecho los blancos? ¿Qué los negros puedan sentarse en el parque?

 ¿Cómo sería el apartheid en los tiempos actuales? A esta pregunta, respondió la ciencia-ficción en la película Distrito 9, dirigida por Neill Blomkamp.

 -El curso de la historia ha cambiado hoy. La nave parece detenerse sobre la ciudad de Johanesburgo.

 

 Un grupo de extraterrestres son acogidos en la ciudad sudafricana, alojados en el llamado Distrito 9, hasta que la expansión de su población hace peligrar el estado social. El Gobierno decidió trasladarlos a un lugar alejado de la capital. Asistimos  los mismos elementos de esta temática, la xenofobia y el racismo, esta vez en clave de la ciencia-ficción.

 -Gastan mucho dinero para mantenerlos aquí, cuando podríamos invertirlo en otras cosas. Al menos, nos mantienen separados de ellos.

 Dentro de esta temática cobra especial interés la figura de Nelson Mandela, líder de la lucha contra el apartheid, que paso media vida en prisión. Veintisiete años de cautiverio demuestran la entereza de todo un personaje que se convirtió en una leyenda, por la superioridad moral de un hombre que nunca se arrugó ante la adversidad y que supo transmitir su mensaje con firmeza y serenidad. El positivismo del personaje de Mandela, subraya, sin duda, lo mejor del ser humano. Han sido muchos actores los que le han dado vivo en la pantalla, tanto en el cine como en la televisión, como Sidney Poatiers en Mandela contra De Klerk; Denys Haybert en Adios Bafana (Bille August) y Morgan Freeman en Invictus (Clint Eastwood).

 La más reciente de las producciones norteamericanas nos lleva a los terrenos frecuentados por Clint Eastwood, la diatriba entre venganza y reconciliación. En Invictus se decanta por esta última con el tema del apartheid de fondo y la figura de Mandela, interpretado por Morgan Freeman.

 -  La reconciliación empieza aquí.

 Clint Eastwood se aproxima a esta temática, desde el momento en que fue liberado Mandela y se le escogió para dirigir a un país, con la dificultad de aunar dos posturas que hasta entonces parecían irreconciliables. Y lo hace con el deporte de rugby, en concreto con la final del campeonato como trasfondo. En esta, Sudáfrica se jugaba mucho más que un título de campeonato del mundo.

 - ¡Miradme, miradme a los ojos! ¿Lo oís? ¡Escuchad a vuestro pueblo!

 Como director, Morgan Freeman ya había reflejado este tema en Bopha!, a través de un policía (Danny Glover) que veia estallar un mundo que parecía casi feliz, mientras que en el filme La fuerza de uno (John G. Advildsen) entró en contacto con el apartheid.

 Al fin y al cabo, este tipo de temática representa en el espectador al europeo que en su andadura por África conoce las dos caras de una misma situación, la de una Sudáfrica en la época del aphartheid pero también lo que supondría convertirse en un país democrático y libre.

Cuentos de Tokio: viaje a la capital del Sol Naciente.

Cuentos de Tokio: viaje a la capital del Sol Naciente.

- Bienvenidos a nuestra visita turística a Tokio, a continuación haremos un recorrido por los sitios más pintorescos de esta preciosa y gran ciudad. A su derecha, pueden contemplar el palacio imperial, antiguamente llamado castillo Hiyoda, construido hace 500 años.

Hemos tomado como referencia el gran clásico del cine japonés (Los Cuentos de Tokio, Jasuhiro Ozu) para acercarnos a uno de los escenarios preferidos por el cine capaz de plasmar en imágenes todo tipo de historias, de amor, venganza o simplemente para distraernos con los silencios y los sonidos de Tokio. Algunos cineastas acuden a Japón y en concreto a su capital, buscando ese lugar donde todavía sea posible conseguir sensaciones únicas, pero sobre todo porque es una ciudad muy cinematográfica. Así, más allá del propio retrato que dedicaron los japoneses de esa gran ciudad, haremos un repaso a Tokio desde el punto de vista de cineastas foráneos.

- Con todo Tokio, me había causado una gran impresión. Tal representación de la verdad, tal arte, no se encuentra ya en el cine. En un tiempo lo hubo.

Win wenders, en los años 80, rodó el documental Tokio-Ga, rastreando lo que pudiera quedar de su admirado Yasuhiro Ozu. De sus reflexiones, surgió el asombro hacia una megalópolis que ha hecho de la posmodernidad una bandera que desentrañar. Lo mismo haría Sofia Coppola en una película que no supe apreciar: Lost in Traslation. Un maduro Bill Murray y una joven, Scarlett Johanson, comparten la complicidad y rutina de una noche tokiota. E incluso, la española Isabel Coixet, -recordar La vida secreta de las palabras y La vida sin mí- se acerca al País del sol naciente para una historia llena de sensibilidad, en donde el amor y la pasión, el dolor ante la pérdida de un ser querido son parte integrante de la filmografía de la realizadora.

- Imagina un mundo en el que mi hija haya muerto, en donde ese hombre sigue vivo.

- No se preocupe, yo me encargo.

Varios personajes son el centro en El mapa de los sonidos de Tokio, sin saberlo, de un entramado de amores y venganza, junto a lo que llena la noche de la capital japonesa de silencios y sonidos. Lo más estrafalario, quizás, sea ver a la directora con la cara anhelada de turista, en la presentación del filme, para decirte el porqué había elegido esa profesión para su personaje femenino. Una misteriosa mujer con una doble vida, por la mañana trabaja en el mercado del pescado y por la noche, acepta esporádicos trabajos como asesina profesional.

En muchas otras ocasiones, Tokio también trasciende el cliché de “escenario exótico” para convertirse en un símbolo de la alienación de los protagonistas. Así sucedía, en la reciente Babel (Alejandro González Iñárritu, 2006), el director elige Tokio para narrar la furia de una adolescente sordomuda incapaz de conectarse emocionalmente con su entorno.

Y otras veces, sirve como escenario de venganza y de violencia, bajo el prisma del Tokio más moderno. En Kill Bill Volume 1 (Quentin Tarantino), la asesina Beatrix Kiddo, elimina una banda de criminales dirigida por O-Ren Ishii. Una versión más seria sería Yakuza, de Sidney Pollack. Un gaijin (“extranjero” en japonés) vuelve a la ciudad  para rescatar a la hija de un amigo secuestrada por los yakuzas.

              

                              

               

La Gran Manzana, escenario de una adicción: Sexo en Nueva York.

La Gran Manzana, escenario de una adicción: Sexo en Nueva York.

-Seguir a la masa y llevar una vida normal es complicado: el adicto no trabaja, no tiene pareja, no tiene responsabilidades ni moral, solamente tiene que preocuparse de costear su adicción.

Este monólogo clásico, que se establece al comienzo de la película Transpointing, puede servirnos para iniciarnos sobre el mundo de la adicción. Sobre cualquiera de ellas. El filme de Danny Boyle nos acercaba a la drogodependencia de unos jóvenes cuya filosofía de vida giraba alrededor de la pregunta: ¿para qué elegir la vida?

La hipersexualidad es el aumento repentino en la libido o en la actividad sexual, concepto que ha sustituído a los tradicionales ninfonía y satiriasis. Cuando esta líbido sexual se convierte en una patología, ya se habla de adicción sexual. Chicas de la calle, de la oficina o del metro; prostitutas, pornografía, cibersexo. Los personajes que sufren de una adicción sexual consumen chicas, como el que se emborracha de agua de mar: cada nueva conquista le sacia de su sed de sexo, pero por cada sorbo se hunden más en la desesperación emocional. Pero no es el hedonismo el que le lleve a la satisfacción sexual, porque se podría sospechar que no alcancen ningún tipo de satisfacción. El sexo adquiere la condición de droga para la evasión. 

Y Nueva York se muestra como el decorado perfecto para una perversión esquizoide. Se trata de la ciudad que nunca duerme. El mismo decorado que tantos directores han recurrido para hundir al espectador en los angustiosos terrenos de la sexualidad y la adicción. William Friedkind, Martin Scorsese, Abel Ferrara o Larry Clark nos acercaron a sus bajos fondos, en donde el deseo sexual podía ser siempre satisfecho.

-Si quiere ahorrarse dinero no se acueste con ella, porque querrá hacerlo todas las noches. He estado aquí durante años y jamás he visto una fiera como ella.

                           tumblr_lrh4f8sHFZ1qmutg9o1_400

Harvey Keitels hacía un reflejo de la pederastia con el personaje de Jodie Foster en Taxi Driver (Martin Scorsese), mientras que el mismo actor también representaba los bajos fondos neoyorquinos en otro escenario urbano turbio de Abel Ferrara, en Teniente corrupto.

-Con esos labios habrá chupado muchas pollas. Venga, ¿cómo lo haces? Quiero ver cómo chupas una polla.

Pero existen otros personajes que se cuentan entre los grandes triunfadores del sistema y que se hunden en el mismo lodo. Habitantes de un piso sin libros, blanco y aséptico, un perfecto templo del culto al "yo", emplazado en el centro, del centro del mundo, Nueva York. Convendría la pena no olvidarse de una serie de personajes que, aunque compartan escenario, no tienen nada que ver con el yuppie ridículo de 9 semanas y media, o las solterones, adictas a los Manolos, de Sexo en Nueva York. Las adicciones al sexo de todos ellos no es más que una consecuencia de la soledad de sus personajes, como la del psicopata salido de la fantasía de American Physco.

-Tengo 27 años, me gusta cuidarme, sigo una dieta equilibrada y rutina rigurosa de carbohidratos. 

Seis décadas la separan con Desayundo con diamantes (Blacke Edwards), sin embargo encontramos en todos estos personajes una íntima relación.

-No soy Holly, ni siquiera Lola, no sé quien soy. Soy como este gato, una pareja de felices, sin nombres. No pertenecemos a nadie y nadie nos pertenece. Ni siquiera el uno al otro. 

A fin de cuentas, Holly era una charlatana que enamoró a medio mundo pero con pocas semejanzas con el personaje del original. En la novela de Capote, se insinuaba con mayor claridad, que en la película, que su personaje era…

- En total, he sido invitado por veintiséis canallas en estos últimos meses.

Una prostituta. 

                  eyes wide shut

También por Nueva York se pasea el protagonista de Eyes wide shut (Stanley Kubrick) en su propio descenso hacia los infiernos o los ejecutivos solitarios de La lista (Marcel Langenegger). Protagonizada por una pareja de estrellas de Hollywood: Ewan McGregor y Hugh Jackman, nos cuenta los "placeres" de una élite social que "dedica todo el tiempo a su trabajo y cero a su vida". El último director que se ha acercado a estas historias ha sido Steven McQueen, no confundir con el actor, quien hace del cuerpo de sus personajes todo un lienzo del dolor. En Shame Michael Fassbinder interpreta a un personaje adicto al sexo, siguiendo la temática del reportaje. 

-He visto tu disco duro, es asqueroso. Quiero decir, sucio.

El cine visita la América Profunda.

El cine visita la América Profunda.

El cine es uno de los medios más destacados a la hora de reforzar una serie de rasgos o prejuicios característicos de minorías o grupos desfavorecidos. Un mundo tan urbano como el norteamericano, en donde las grandes ciudades dominan el paisaje de un país, considera la América profunda la de aquellos pueblos rurales ubicados en medio de ninguna parte, con una moral retrógrada y donde todos sus habitantes te mirarán mal al llegar. Nos los suelen mostrar como un lugar agreste, miserable, desalmado, pero al tiempo también lleno de peculiaridades. Uno de esas peculiaridades son sus habitantes, personajes sin alma y ridículos: Los paletos de la serie de televisión Los Beverly Hillbilies serían uno de los pioneros en mostrarnos la imagen de una América más que profunda, hundida. El cine lo ha presentado como un habitante de las montañas, mentalmente inferior a causa de las relaciones endogámicas, como aparecía reflejado en la serie Los Simpson, con el personaje de Cletus. 

            1220663540964_f

- Cachis, Cletus. ¿Por qué has aparcado al lado de mis viejos?

- ¡Por qué también son los míos!

 Del tópico del paleto, se pasa al del embrutecido, encontrando ejemplos en el cine de terror de esta vertiente que tomó el testigo de los seriales y la animación; en películas como Defensa, (John Boorman) pero sobre todo esta temática se nutrió del slasher: terror con una violencia muy explícita, con La matanza de Texas (Tobe Hopper) o reciente La casa de los mil cadáveres (Rob Zombie) como principales ejemplos.

 - ¡Vaya, vaya con el muchachito! Creo que sé cuál es tu problema. Los de ciudad creéis que los de campo somos bichos raros, ¿no es así? ¡Eh, Maude, ensíllame la mula! ¡Este terruño da sólo para habichuelas secas!

 En su versión del horror, existe una geografía de la locura que hunde en sus raíces culturales y en grotesco realismo, definido como American Ghotic. No por casualidad, muchas representaciones de este estilo, surgieron en los años setenta. Una década marcada por los magnicidios de los Kennedy, el fantasma de la Guerra de Vietnam o la crisis de la Era Reagan. En lo que se refiere a este cine de terror, abarca cualquier filme en estos parajes, en los que los protagonistas sufren la ira de los pueblerinos, que frecuentemente se dedican a masacrar a los forasteros, debido a las cicatrices dejadas por la Guerra Civil americana, a su férrea religión o simplemente a sus costumbres. Este tipo de cine nos ha otorgado grandes películas del género de terror, casi siempre protagonizadas por grupos de jóvenes que van de vacaciones al lugar equivocado o que se pierden por el camino. Aquí encontramos los prejuicios del urbanita, cínico y prepotente, que se considera civilizado, y el paleto de pueblo, salvaje y primitivo. Personajes que tienen el aspecto de pasarse los fines de semana, con la cerveza en la mano, en frente del televisor; retrasados mentales, quizás producto de las relaciones incestuosas del Profundo Sur, recordemos Defensa-Deliverance (John Boorman). Todas ellas, metáforas sobre la inutilidad de las convenciones y estructuras sociales frente los instintos primarios. Aunque en este tipo de películas suele aparecer el personaje del salvaje, con un ligero barniz civilizado, en la figura del sheriff.

Todas estas películas trabajaron para imbuir en el público norteamericano un falso sentimiento de amenaza externa a la vez que de seguridad en el poder militar norteamericano frente a dichas amenazas y su lucha moral contra los demonios del comunismo y el terrorismo anti-americano. El mensaje subyacente a las películas de justiciero individualista era que, al final, el justiciero vengador e individualista, pese a haberse saltado la legalidad, quedaba redimido por haber salvado al mundo civilizado del mayor de los peligros. Como vemos, se trata de un mensaje que el segundo de los Bush no ha dudado en reactivar en circunstancias más actuales.

 Defensa-Deliverance

 

Leaving Las Vegas: la ciudad del neón en el cine.

Leaving Las Vegas: la ciudad del neón en el cine.

- Dinero, toneladas de dinero. ¿Qué creen que estábamos haciendo en medio del desierto? Es por todo ese dinero.

 Haga un ejercicio mental, cierre los ojos y piense en Las Vegas. Seguramente estará repasando sus grandes casinos, sus llamativas luces de neón, el dinero, el sexo y los espectáculos que surgen en esa ciudad como salidas de la chistera de un mago. Welcome to Las Vegas, la Meca del vicio. Es una de esas estaciones frecuentadas por el séptimo arte, en todos los géneros posibles, desde comedias disparatadas a dramas criminales y producciones dirigidas para consumo familiar. Las Vegas es un grotesco y superlativo templo del capitalismo, meca del dólar y Vaticano del Sueño Americano. Sus neones y sus artesonados de cartón piedra han sido, son y serán escenarios de destrucción, amor, combates, música y magia.

 - Como abogado, te recomiendo ir al Tropicana a ver la Banda y los Rogers en la Sala VIP.

- Hablando de mañana, ¿tienes que hacer algo?

- Sí, pero lo discutiremos esta noche.

 La primera parada en esta ruta turística por la ciudad del dinero, es la que hemos tomado para el título del reportaje, Leaving Las Vegas. La vida de un escritor (Nicolas Cage) que se dejó morir en la conocida ciudad de Nevada, a través de todo tipo de excesos. Sin embargo, Casino (Martin Scorsese) sigue siendo de lo mejorcito que pasa entre bastidores; el espectador descubre la fascinación del poder y la riqueza extrema que permite estar en la cumbre, seducido por un Mefistófeles en el campo del juego.

 - Yo, Ace Rosthein, era el mejor apostador del mundo, era tan bueno, que cuando apostaba podía cambiar el sentido de la apuesta de los demás jugadores del país.

 Será por esta atracción que tiene el mundo de los casinos lo que hizo que la mafia se asentara en Las Vegas. El retrato más conocido del lodo y el oro de este mundillo del crimen organizado, El Padrino (Francis F. Coppolla), dedicó una acertada mirada a todo aquello que conocemos de esta Meca del Vicio.    

 - Tendrá la licencia si la quiere. Su precio son 250.000 dólares, más el 5% de los ingresos brutos para comenzar, y eso de los cuatro hoteles, Señor Corleone.

- Mi oferta es esta, nada.

 Además de ser un recorrido por los lugares comunes de unas Vegas bañadas por el oro y el lodo de la mafia, es casi un quién es quién en la ciudad del neón. Siempre hay alguien que se pasa de listo e intenta estafar al casino, personaje que aparece en el filme de Scorsese. Y casi llegamos a simpatizar con estos timadores de tres al cuarto, sobre todo conociendo los tipos que dirigen esa clase de locales, pero –claro- la avaricia es el pecado de Las Vegas.

 Toda una fauna que habita la capital de las apuestas junto a otros tantos sospechosos habituales. El que frecuenta Las Vegas esperando hacer su agosto en algunos de sus casinos, aunque por lo general la fortuna y la vida la ganan o la pierden con un simple giro de la ruleta. Es el jugador, uno de esos tipos que encontrarás en la Meca del vicio.

Dos hombres vestidos con trajes grises suben unas escaleras mecánicas hacia el templo del dólar. Uno de ellos es un hombre de negocios sin escrúpulos, el otro tiene la mirada perdida, los nervios a flor de piel y la mente de un privilegiado matemático. Tom Cruise y Dustin Hoffman son dos hermanos que hacen saltar la banca en Rain Man (Barry Levinson).

                        

                            

Donde haya dinero y apuestas, estará alguien que sea gafe. Quizás, ser gafe y frecuentar los casinos sea el colmo de cualquier habitual en Las Vegas, pero también puede ser uno de esos objetos de cultos apreciados por sus dueños para que las apuestas caigan del lado de la casa, es decir que nada impida que “la banca gane”. Si hay un jugador en racha, basta con tocarle el hombro para traspasarle el cenizo durante toda la noche. Un lujo profesional para un tipo con cara de palo como William H. Macy en The cooler (Wayne Kramer).

El perdedor es otro de los personajes más clásicos en toda historia de dinero, y por tanto forma parte de la fauna cinematográfica de Las Vegas. Pero, ¿existe mayor pardillo que aquel que pierde los ahorros y su mujer en una sola mano? Woody Harrilson debía reconocer la realidad, es bastante difícil competir con todo un galán como Robert Refort sobre todo cuando la chica, Demi Moore, bien valía su millón de dólares en Una proposición indecente.

También encontrarás chicas malas y prostitutas de lujo, con la Ginger de Casino (Sharon Stone) como uno de sus referentes en el séptimo arte. Alguien que sabe moverse por los casinos y ganarse el respeto de la gente respetable, aunque suela relacionarse con las personas equivocadas. El chulo, quien la maltrata y le quita el dinero, es aquel personaje que siempre estará cerca de este tipo de chicas, como sucedía en Casino con Lester Diamond (James Woods).

- Te estoy protegiendo en esto, ¿vale? Recupera tu parte y serás la primera, ¿vale?

Por fin, Las Vegas es un lugar de culto donde cientos de íconos de la cultura y sus seguidores pretenden conservar íntacto el recuerdo de algunos mitos como Elvis Prestley o Marilyn Monroe. Pero hoy en día, buena parte de esa magia se está perdiendo, como señaló el personaje de Ace Rosthein, “convirtiéndose los casinos en grandes parques de atracciones en donde los padres de familia vienen a gastarse sus ahorros”.

¡Oh, l´amour! París revisitado por el séptimo arte.

¡Oh, l´amour! París revisitado por el séptimo arte.

Una ciudad similar a cualquiera otra gran capital. Grandes muchedumbres de gente y todas con prisas, monumentos y calles que han visto todo tipo de acontecimientos, de odio, de alegrías, de amor. Así, volvamos de nuevo a un viaje cinéfilo y turístico por la ciudad de la luz. Francófobos, abstenerse.

 Si trasladas el trío que hizo posible El apartamento (Billy Wilder, Jack Lemmon y S. McLaine) a París te sale una maravilla, y en Tecnicolor. Situada en el barrio rojo parisino, en la zona del Pigalle, nos encontramos a Irma la dulce, una encantadora película sobre una prostituta que se enamora de un ingenuo gendarme. Montmartre fue visitado otras tantas veces en la pantalla, el cine ha sentido una gran atracción por este lugar, como en aquel elogio de “Le photomaton” que fue Amélie (Jean Pierre-Jeunet), con un Montmartre coronado por ese merengue arquitectónico llamado Sacré Coeur. Y su idílico fotomatón.

Con el personaje de Amélie Poulain, descubrimos un mundo muy distinto, mientras se dedicaba al fabuloso destino de hacer felices a los demás; enanos de jardín, incluidos. Esa sería la máxima al uso en otro colorido París, esta vez abierto desde su más celebre cabaret, Moulin Rouge (Baz Luhrmann), falso y decimonónico para todo un subidón de pop. Habrá quienes prefieran, sin embargo, la versión clásica de ese mundo colorista de Toulouse-Lautrec.

En París, también pueden darse cita dos desconocidos y enamorarse mutuamente y de una ciudad que la descubren como el mejor escenario posible para sus paseos y conversaciones de unos personajes en deriva emocional. Meg Ryan pasaba del amour fou a acabar como El expreso de medianoche por culpa de Kevin Kline, en esa comedia romántica que fue French Kiss (Laurence Kasdan). Pero para aquellos que piensen en París, como el lugar idóneo para un amor espontáneo, quedará el paseo turístico, el almuerzo y el beso romántico de Antes del atardecer (Richard Linlaker). París es la ciudad perfecta para encontrarse con ese desconocido que te enamoró en un tren años atrás; y todo contado en la franja temporal de una noche.

  - Cuando llegue la mañana nos convertiremos en calabazas.

                      

Las noches parisinas son para conocer a unos desconocidos, bailar, pasear o hacer el idiota, como hacía el protagonista de La cena de los idiotas, una genial comedia a cargo de Francis Veber.

- Doctor, esta noche tengo a un idiota de primera. ¡Se lo suplico, haga algo, déme calmante, antiinflamatorios, lo que sea, pero ayúdeme!

Existe otra París de postal, en blanco y negro, con una Jean Seberg, niña bien con pelo a lo garçon, y un Jean Paul Belmondo, el malote a lo Martini. Un amor con remordimientos, en Al final de la escapada (Jean-Luc Godard). Y si escarbábamos más allá de la novelle vague, nos encontraremos con un mayo del 68, presentado como un puro ménage à trois. ¿La escena? El Museo del Louvre, a la carrera, como sucedía en Jules et Jim, de Trufautt. Con Soñadores, Bernardo Bertollucci nos cuenta la Revolución por el amor al arte.

Por el amor al arte, pero de otro tipo, fue por lo que una adorable rata decidió un buen día armarse con las cazuelas y las pintas de cocinero. Con Ratatouille solo a Pixar se le ocurrió eso de que las ratas preparasen la comanda de una visita animada por los barrios bajos de París, donde Remy servía de chef en la cloaca.  Será por la cocina francesa, por el cual el mismo Bertolluci nos introdujo, en su Último tango en París, toda una lección de picacismo y en semejante zona. Un hombre de mediana edad se enamora de una francesita. Sí, el tópico, pero en realidad funciona. Además, la  película demuestra que una barra de mantequilla sirve para algo más que a la gastronomía. Bon apetit!

París hay muchas y no podremos contentar a todos quienes busquen su propia París cinematográfica. Cerraremos nuestra visita turística con otro clásico eterno del séptimo arte, que al menos la cita de forma elíptica, Casablanca. La ciudad de la luz queda aquí como el reflejo de un amor ya pasado, con esa fracesilla de aquel particular galán que era Rick (Humphrey Bogart).

- Al menos, nos quedará París.

New York, New York: un escenario de película.

New York, New York: un escenario de película.

Volver a esa ciudad, mil y una vez vista en el celuloide, es dejarse enamorar por un magnífico puzzle, aislada por seres humanos siempre necesitados de afecto y calor. Exageraremos un poco, pero quizás Nueva York sea más que un escenario, un género cinematográfico por sí mismo, como también sucede desde el punto de vista literario. Ha sido tan influyente para el séptimo arte que es mucho más que una ciudad en donde se desarrollan todo tipo de tramas y argumento. Ahora se diría que la capital cultural y financiera del mundo nos lleva a “las películas de Nueva York”, un telón idóneo para todo tipo de ficciones cinematográficas.  La “ciudad automática” que encantó a Paul Morand, o a Lorca, se muestra como uno de esos escenarios en donde contar una buena historia de amor, un thriller, una denuncia social o una desasosegante trama de ciencia-ficción. Quizás, mucho se deba a su carácter cosmopolita y a que muchos de sus rincones corresponden ya a la imagen de postal que todo buen cinéfilo se ha creado de ella.

Una multitud de cineastas han querido retratar ese gigante de acero, cristal y cemento; homenajear unas calles por las que bullen todo tipo de razas.

- Selva de piedra.

- Sí, hecha por el hombre.

- Nativos, ¿vivir ahí?

- Sí, viven y trabajan ahí.

- ¿Por qué?

- De esta forma concentran sus esfuerzos, trabajan más deprisa y ganan tiempo.

- ¿Ganan tiempo?

Lo recogía una de las entregas de Tarzán (Tarzán en Nueva York), pero sobre todo la hemos visto gracias a esos directores que vieron en la Gran Manzana el escenario perfecto para mil y una historias. Más famoso que la música de Col Polter, los taxis amarillos, es la ciudad de Nueva York tal y como nos lo contó Woody Allen, tantas veces. Por quedarnos con una imagen, podría ser su episodio de Historias de Nueva York.

- ¿Dónde te has metido Te he buscado por todas partes, ¿sabes? Estaba comentando tu problema con esta buena gente.

- Pero, ¿dónde estás?

En los distintos barrios de Nueva York encontramos una pequeña fauna formada por delincuentes adolescentes y todo tipo de criminales. De sus huellas indelebles quedaron unos personajes que de mayores destacarían por su profesionalidad mafiosa y criminal.

- Este es nuestro barrio, Hellskichen. Las calles del Westside de Manhhattan era nuestro patio privado. Aquí es donde nos sentíamos como reyes absolutos. En Hellskitchen convivían una mezcla incómoda de trabajadores irlandeses, italianos, puertoriqueños y americanos, hombres de clase media-baja.

De los chicos de Sleepers (Barry Levison) a otros neoyorquinos carismáticos, como Martin Scorsese. Este cineasta basó buena parte de su filmografía en la vida en el barrio, entre ambientes turbios. Así, lo reflejó en Malas calles, el relato de unos jovenzuelos atrapados en los mecanismos de la violencia y los complejos sentimientos de la culpabilidad, mientras que en Uno de los nuestros, los recuerdos de un niño dispuesto a adoptar los modelos que observaba a su alrededor.

- Para mí, ser uno de ellos significaba ser alguien en un barrio lleno de don nadies. Ellos eran distintos a todos, me refiero a que hacían lo que les daba la gana.



Necesariamente cercano a Scorsese se encuentra el actor Robert De Niro, quien debutó en la dirección con la estupenda Una historia del Bronx, en la que contaba los recuerdos de otro niño inclinado más por las actitudes arrogantes de los gansters de su barrio que por la honradez de su propio padre.

- Este es mi padre, Lorenzo, conducía el autobús que pasaba por la calle 187. Me gustaba subir y hacer con él la ruta.

Sobre los mismos temas y en geografías similares, pero desde su particular y combatiente perspectiva, Spike Lee se ha explayado instantemente en el retrato de los niños de la calle, a merced de sus instintos y de los intereses siempre ambiguos del Bien y del Mal. El sentido racial, la marginalidad y las drogas, suelen estar presente en su filmografía, con un título interesante en este sentido, Camellos.

Otra clave para adentrarse en Nueva York es a través del momento real que cambió para siempre la imagen que teníamos de la ciudad de las oportunidades, de la capital de la cultura y el crimen, la capital de todo y de todos. El escenario real más filmado del planeta se convirtió en el plató del fin del mundo, pero todas esas imágenes que había sobre la destrucción de Nueva York, empequeñecieron. De todas las recreaciones realistas o de ficción, nos quedamos World Trade Center (Oliver Stone), sobre los atentados que hicieron temblar el centro financiero de Manhattan.

La ciudad recuperó su pulso de ese 11 de septiembre y volvió a ser lo que siempre ha sido, un escenario del cual el cine supo sacar lo mejor para un centenar de historias antológicas. Los grandes musicales de Broadway, los lamentos de un monstruo sobre el asfalto o las peripecias de ese animal encima del famoso Empire State. Fue la ciudad en donde los diamantes de Holly solo perdieron su brillo ante un romántico abrazo o en donde se vio una falda agitarse sobre una rejilla del metro.

- ¿Qué te gustaría ver qué?

- La estatua de la libertad.

- Está en el Central Park, dándose una ducha.

Siempre empeñándose en dejarnos las mismas imágenes en nuestra retina más cinematográfica, entre miles de películas rodadas en una misma ciudad, en un mismo escenario que ha sabido enamorar a los cinéfilos.