El cine visita la América Profunda.
El cine es uno de los medios más destacados a la hora de reforzar una serie de rasgos o prejuicios característicos de minorías o grupos desfavorecidos. Un mundo tan urbano como el norteamericano, en donde las grandes ciudades dominan el paisaje de un país, considera la América profunda la de aquellos pueblos rurales ubicados en medio de ninguna parte, con una moral retrógrada y donde todos sus habitantes te mirarán mal al llegar. Nos los suelen mostrar como un lugar agreste, miserable, desalmado, pero al tiempo también lleno de peculiaridades. Uno de esas peculiaridades son sus habitantes, personajes sin alma y ridículos: Los paletos de la serie de televisión Los Beverly Hillbilies serían uno de los pioneros en mostrarnos la imagen de una América más que profunda, hundida. El cine lo ha presentado como un habitante de las montañas, mentalmente inferior a causa de las relaciones endogámicas, como aparecía reflejado en la serie Los Simpson, con el personaje de Cletus.
- Cachis, Cletus. ¿Por qué has aparcado al lado de mis viejos?
- ¡Por qué también son los míos!
Del tópico del paleto, se pasa al del embrutecido, encontrando ejemplos en el cine de terror de esta vertiente que tomó el testigo de los seriales y la animación; en películas como Defensa, (John Boorman) pero sobre todo esta temática se nutrió del slasher: terror con una violencia muy explícita, con La matanza de Texas (Tobe Hopper) o reciente La casa de los mil cadáveres (Rob Zombie) como principales ejemplos.
- ¡Vaya, vaya con el muchachito! Creo que sé cuál es tu problema. Los de ciudad creéis que los de campo somos bichos raros, ¿no es así? ¡Eh, Maude, ensíllame la mula! ¡Este terruño da sólo para habichuelas secas!
En su versión del horror, existe una geografía de la locura que hunde en sus raíces culturales y en grotesco realismo, definido como American Ghotic. No por casualidad, muchas representaciones de este estilo, surgieron en los años setenta. Una década marcada por los magnicidios de los Kennedy, el fantasma de la Guerra de Vietnam o la crisis de la Era Reagan. En lo que se refiere a este cine de terror, abarca cualquier filme en estos parajes, en los que los protagonistas sufren la ira de los pueblerinos, que frecuentemente se dedican a masacrar a los forasteros, debido a las cicatrices dejadas por la Guerra Civil americana, a su férrea religión o simplemente a sus costumbres. Este tipo de cine nos ha otorgado grandes películas del género de terror, casi siempre protagonizadas por grupos de jóvenes que van de vacaciones al lugar equivocado o que se pierden por el camino. Aquí encontramos los prejuicios del urbanita, cínico y prepotente, que se considera civilizado, y el paleto de pueblo, salvaje y primitivo. Personajes que tienen el aspecto de pasarse los fines de semana, con la cerveza en la mano, en frente del televisor; retrasados mentales, quizás producto de las relaciones incestuosas del Profundo Sur, recordemos Defensa-Deliverance (John Boorman). Todas ellas, metáforas sobre la inutilidad de las convenciones y estructuras sociales frente los instintos primarios. Aunque en este tipo de películas suele aparecer el personaje del salvaje, con un ligero barniz civilizado, en la figura del sheriff.
Todas estas películas trabajaron para imbuir en el público norteamericano un falso sentimiento de amenaza externa a la vez que de seguridad en el poder militar norteamericano frente a dichas amenazas y su lucha moral contra los demonios del comunismo y el terrorismo anti-americano. El mensaje subyacente a las películas de justiciero individualista era que, al final, el justiciero vengador e individualista, pese a haberse saltado la legalidad, quedaba redimido por haber salvado al mundo civilizado del mayor de los peligros. Como vemos, se trata de un mensaje que el segundo de los Bush no ha dudado en reactivar en circunstancias más actuales.
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Roger -