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Travelling. Blog de cine.

Ciclo cine de actualidad.

Syriana: globalización, corrupción y petroleo.

Syriana: globalización, corrupción y petroleo.

-Stan, tengo la oportunidad de volver a Beirut, quiero volver, ¿corro peligro?

-¿Te refieres a tu mujer o a los psicópatas? Habla con Heztbolá. 

George Cloony tuvo que afearse para interpretar a Bob Marley, un agente de la CIA, destinado en el Próximo Oriente, pero su trabajo fue recompensado con un Oscar al Mejor Actor Secundario. 

-Solo el año pasado cerraron cincuenta periódicos, aunque sembráramos de parabólicas los tejados y vieran nuestras series, los ayatolas no cederían sobre el país. 

Se trata de un personaje que representa la guerra contra el terrorismo o la guerra sucia, acompañando a las políticas de las grandes potencias (EEUU) en los llamados "puntos calientes" del planeta. Una especie de soldado/espía que cumple misiones en zonas conflictivas siguiendo órdenes directas de un superior, que vive a miles de kilómetros una vida acomodada. Y para ello, toma dos aspectos fundamentales en Estados Unidos, desde el 11-S, la superioridad tecnológica y la llamada Patrioc Act, ley que restringe los derechos constitucionales para garantizar la seguridad nacional. En este sentido, el filme reflexiona sobre los aspectos éticos de esta tecnología –cuyos satélites convierten al mundo en una war rooms-. 

El guión de la película está basado en el agente real, Robert Baer, que trabajaba para la CIA y cuyo libro, dejaba al descubierto cómo la política exterior de USA, las acciones de la CIA y el terrorismo de corte islámico partían de una misma realidad: el control del petroleo. En los últimos años hemos asistido a varias reflexiones, más o menos convincentes, sobre cómo el petroleo, su extracción y distribución no sólo dirige las carpetas de política exterior de algunos países (Estados Unidos, verbi gracia) sino que es fuente de conflictos aún sin resolver.

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Syriana es una película con muchos personajes y actores conocidos,  Jeffrey Wright, Mark Strong, Matt Damon, Amanda Peet, Christopher Plummer o Chris Cooper, dentro de un thriller-laberinto político entre Beirut, Whashington, Dubay e incluso Virginia (por las referencias a la CIA) y Marbella (zona de lujo y recreo de los jeques árabes).Otro que podrías citar es el personaje de Greoffie Wright, quien interpreta a un prometedor abogado a las órdenes de un poderoso Christopher Plummber.

-¿Estamos hablando de petroleo, verdad?

-Hasta el accionista más pequeño sabe que tratamos con países corruptos.

-Y son ilegales los regalos, el dinero o prometer dinero o cualquier artículo de valor para sobornar a funcionarios extranjeros.

A todos aquellos interesados por la historia, la web de la película presenta el guión completo. Así, observamos, por ejemplo que el filme recibió varios cortes radicales, que eliminó subtramas completas para reducir su excesivo metraje. Destacamos la subtrama en la que se describía la vida personal de Bob (Clooney) y su esposa (Greta Scacchi), de la que apenas ha sobrevivido una secuencia huérfana (la conversación entre Bob y su hijo), totalmente prescindible en esta versión.

Al final, Syriana cuenta con tres líneas argumentales que tienen como un mismo punto en común. Las grandes multinacionales (en este caso, sobre el estratégico y fundamental petroleo) se sirven de las políticas más controvertidas para sacar adelantes muy ventajosos contratos económicos. Las organizaciónes gubernamentales (CIA) ayudan a las potencias (EEUU) para que estas logren afianzar sus intereses políticos y económicos, incluso llendo en contra de los valores morales que defienden en su país. Eliminan al príncipe árabe que se presta a mayores reformas sociales y democráticas de su propio pueblo, mientras busca una forma de sustituir una economía obsesionada en los recursos petrolíferos. Una tercera trama de la película presenta al terrorismo islámico, que utiliza argumentos similares para su propio fin: la lucha entre Occidente y el mundo Islámico. 

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Política y prensa: El cuarto poder en cuatro tiempos.

Política y prensa: El cuarto poder en cuatro tiempos.

La política y la prensa incide en las tramas turbias relacionadas con el poder, la ambición y el dinero. Un subgénero, muy americano, que recupera la tradición cinematográfica de los setenta (A. J. Pakula), como también los villanos próximos a los bufetes de abogados, de las novelas de John Grisham.

Más allá de la figura de ese gran magnate de la prensa que fue Randolph Herst, llevado al cine bajo el personaje de Charles Foster Kane (Ciudadano Kane, Orson Welles), el cine y el periodismo han dado muy buenos réditos. Un hombre coraje arriesga su vida y su carrera en pos de la justicia. En realidad, todas estas historias suelen comenzar con un periodista sin escrúpulos, destapando una trama de corrupción, cuando empieza a tirar de la manta. Punto de partida que permite profundizar sobre la libertad de presa, junto al suspense, tensión y giros inesperados, como parte de un cocktail del que Hollywood ha hecho taquilla desde el cine de los años setenta.

Es evidente la influencia de esa cinematografía y en especial del cineasta Alan J. Pakula, pero no podemos olvidarnos otras producciones como la serie británica, State of play.

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La regla de oro del periodismo es decir siempre la verdad.

Es la regla que impera en The Herald, el periódico en el que trabaja en calidad de freelance el protagonista de la serie británica. Como también: Que los buenos periodistas no tienen amigos, tienen fuentes.

- Lo de Watergate, si te das cuenta, es una cortina de humo, que tapa algo muchísimo más grave.

Esta historia trata de actualizar algunas de las claves que hicieron famoso al estilo del realizador J. Pakula, como por ejemplo, las trabas a la prensa a la hora de enfrentarse a lobbys omnímodos que cimientan el poder. El periodismo como profesión útil, e incluso heroica, tiene a nivel cinematográfico un referente fundamental: Todos los hombres del presidente. Como decía el propio Alan J. Pakula, unos garabatos y notas, recopilados con paciencia y mucho esfuerzo, adquieren sentido y la capacidad de derribar muros infranqueables.

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La película hacía hincapié en el trabajo de hormigas de los legendarios periodistas del Washington Post, Carl Berstein y Bob Woodward, interpretados por Dustin Hofman y Robert Redford, con una narración sobria, que ponía como telón de fondo los turbios laberintos del poder del Presidente Richard Nixon y el famoso caso de Watergate. Este estilo crearía escuela en algunas grandes producciones como Zodiac o la de David Yates, el creador de la serie State of play. De una investigación exhaustiva, además recorrida en treinta años, en busca del primer asesino mediático, Zodiac, bebía de estas mismas fuentes. Pero el propio Carl Berstein, uno de los protagonistas del suceso real reconstruido por Alan J. Pakula, nos advertía –en un documental, algunas décadas más tarde- que lo glorioso del periodismo de investigación no se iba a repetir.

- Hay una nueva configuración de los medios, sobre todo de la televisión, que permite al presidente y a su entorno, a controlar los medios de comunicación, hasta puntos impensables en los tiempos de Nixon.

Por citar otras dos películas, las más interesantes de los retratos del mundo de la prensa hecho por el cine americano, hay dos visiones en las que incide no de forma complementaria, pero con un discurso similar. La primera, Buenas noches y buena suerte (dirigida por Geprge Cloony) es un excelente trabajo cinematográfico, en la que refleja la América de “la caza de Brujas” de McArthur, a través de un popular programa de radio que hacía reflexionar sobre el papel del Cuarto Poder.

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- No vamos a entrar con miedo a una época de sinrazón, si nos afianzamos en nuestra historia y democracia. Y recordamos que no procedemos de hombres cobardes, hombres que no tuvieron miedo a huir, a asociarse, a hablar y a defender en su tiempo las causas que fueran impopulares.

La otra, película muy anterior, pero ambientada en el mismo proceso, estaba dirigida por Richard Brooks y protagonizada por Humphrey Bogart. El filme se llamaba El cuarto poder:

- Sin democracia no puede existir libertad de prensa y me refiero a la libertad de empresa, señoría, a dar al público a elegir sus ideas, sus noticias y no las de un hombre, un dirigente o las de un gobierno.

                                        

La libertad de prensa ha sido uno de los caballos de batalla de este "cuarto poder", desde tiempos antiquísimos que el cine de Hollywood siempre ha querido remarcar tras cada conspiración, conflicto con el poder e incluso guerras. Sólo hay que ver el trabajo realizado por Michael Moore en Farenheit 9/11, con respecto a la Guerra de Irak: "Esto es el ejército, aquí no hay libertad de prensa". Cada vez es más frecuente ver las "amistades peligrosas" entre la política y la prensa, sobre todo cuando alcanza ahora una interesante vigencia al contemplar la actualidad desde las cada más intrincadas alcantarillas del poder.

Contagio: Steven Sorderberg nos trae un contagio global

Contagio: Steven Sorderberg nos trae un contagio global

-Una persona se toca la cara entre dos y siete veces por minuto, y cuando no, estamos tocando pomos, vasos o a otras personas.

Cada cierto tiempo las pantallas se contagian de un virus mortal, con unas películas que explotan el terror humano a las pandemias. Un subgénero jugoso, no vamos a engañarnos. Y la película de Steven Sorderberg está dispuesta a hacernos reflexionar sobre este tema. ¿Qué pasaría si sólo con tocarnos nos trasmitiéramos un virus mortal? Este cineasta que bien se mueve por el cine comercial como el independiente,  se atreve con una  historia de epidemias globales, que resulta rabiosamente actual, viendo muchos de los titulares que aparecen en los telediarios: “En el Reino Unido, al problema de las “vacas locas” se une también el de la fiebre actosa”, “La ONU ha confirmado que hay una epidemia de cólera entre los refugiados, sólo una cuarta parte de los países de todo el mundo toma las medidas sanitarias necesarias”.

-El día uno había dos personas, luego cuatro y luego dieciséis. En tres meses, mil millones. Eso es a lo que nos enfrentamos.

Sorderberg prescinde de la ciencia-ficción para hacernos un retrato certero de todos los personajes involucrados en una infección. Por la pantalla vemos un largo discurrir de afectados, políticos, periodistas y por supuesto, epidemiólogos.

-Así que tenemos un virus nuevo, con una tasa de mortalidad del 20% sin protocolos de tratamientos ni vacunas, hasta este momento.

-Correcto.

Lo que hace el director es una disección de principio a fin, el desarrollo completo del contagio de una enfermedad y también la información.

-Desde anoche ha habido cinco muertos y catorce nuevos casos.

-Y sabemos que uno de los focos era una escuela primaria.

-De acuerdo. Eso es a lo que tienes que estar preparada, va a ocupar todos los titulares. ¿Cómo se debe tratar el tema con los medios de comunicación?

-Estamos aislando a los enfermos y poniendo en cuarentena a los que pueden haber estado expuestos.

 Sorderberg responde con contundencia aplicando el montaje de Traffic, con una estructura coral y una perspectiva analítica a distintas bandas. Y para buscar un mayor realismo, decide apoyar la epidemia según el concepto de SARS (Síndrome Agudo Respiratorio Severo), que se propagó por Asia, a comienzos del nuevo milenio.

Igualmente la película reposa sobre unos temas universales (la lucha por la supervivencia y el valor de la solidaridad), pero también sobre otros que se explican dentro del mundo en que vivimos (los peligros de una amenaza viral en un mundo tan globalizado y el debate en torno a la manera de transmitir la información).

De hecho, cuando el ciudadano de a pie tiene conocimiento de la pandemia, nunca sabe realmente cómo se ha propagado o cuánto de realidad tiene la amenaza; la información se diluye en otros cientos de temas mundanos. Es decir, los gobiernos juegan a la desinformación, con el fin de evitar el caos social, lo que como contrapartida puede crear un estado de pánico, a veces innecesario. Esta es la clave de Contagio.

Al mismo tiempo que sucede la desinformación, cobra protagonismo Internet.

-Se ha escrito en Twitter que la información sobre este virus se está ocultando por parte de la CBC y de la OMS para que los amigos de la actual Administración se beneficien de la actual situación.

-Dicen que los franceses y los americanos tienen la cura, que la están fabricando en secreto. La OMS lo sabe pero está confabulada con los americanos.

-¿Quién lo dice?

-Internet.

En este último apunte, habría que destacar al personaje de Alan Krumwiede, interpretado por Jude Law, un blogger que anuncia la existencia de un medicamento homeopático (llamado Forsicia) capaz de curar la enfermedad.  Sobre este personaje, señaló el guionista T. Burns: “Hay que pensar que, hoy en día, cualquier acontecimiento está acompañado de un torrente de teorías conspiratorias y de información de dudoso origen que se propagan por la Red como si fueran un virus”.

Contagio es cierto que es una superproducción cargada de estrellas, sin embargo, este director ha llegado a aunar lo mejor de ambos mundos creativos (el independiente y el comercial). El resultado es un montaje trepidante pero sólido y con un reparto de actores, genial. Hagan sus apuestas por saber cuántos se salvan de la pandemia.



Costa-Gavras: comprometido con su cine.

Costa-Gavras: comprometido con su cine.

- Siempre se termina hablando de política.

Él mismo.

Costa-Gavras es un ejemplo de cineasta concienciado, capaz de tocar en el mismo Hollywood temas como la dictadura de Pinochet (Desaparecido) o la complicidad del Vaticano en el Holocausto (Amén). Revisando la filmografía del primer cineasta que vamos a referirnos, el griego Costa-Gavras, podemos establecer en grandes rasgos su etapa cinematográfica que ilustra de manera brillante la política de los últimos 50 años. Se trata de un cine de denuncia que se ha ido adaptando a los tiempos que corren. Sin embargo, el grueso de su filmografía tiene algunos puntos comunes, uno sobre todo: sus películas pretenden denunciar los totalitarismos de todo signo, combatir las dictaduras y reivindicar las democracias, o como valor emblemático, los derechos humanos.

- En más de 3000 empresas norteamericanas defendemos un modo determinado de vida, el nuestro.
- Tal vez por eso no hay nadie afuera.

El filme, Missing, quizás el más desgarrador de su filmografía, presentaba a un padre coraje dispuesto a todo por encontrar a su hijo, perdido en el gran estupor del Chile de Pinochet.

- ¡Dios mío, le dieron tanto que no le soltarán hasta que esté en condiciones! No lo sé y no me importa. De veras no me importa, porque lo que está hecho, hecho está. Contacten con esa gente y díganle que me llevaré a mi hijo como esté. No armaré alboroto, no acudiré a la prensa. Redacté el documento que sea necesario y lo firmaré. Disculparé a cualquiera. Solo quiero llevarme a mi hijo. Es mi único hijo.


Frente a esto nos ha dejado algunas interesantes novedades, como desentrañar las raíces del totalitarismo camuflado en la apariencia de democracia. Algo que viene a confirmar una cita de Leonard Cohen, “todos tenemos que luchar contra el fascista que llevamos dentro”. En la actualidad el cine de Costa-Gavras, siempre interesante y controvertido, tiene a Francis Fujiyama en su punto de mira. Sus últimas películas se han marcado por una crítica más o menos velada hacia las imperfecciones de la democracia y occidente. A diferencia de sus primeras películas, inscritas dentro del género del thriller políticas, esta etapa se abre con filmes encuadradas en la ficción social. Aquí cobra protagonismo una lacra cada vez mayor en la sociedad: el problema del desempleo. En dos películas trata sobre este tema desde una espinosa postura, en ambas la violencia cobra protagonismo.

Si en Mad city, denunciaba la información blindada de los medios de comunicación y la del mundo empresarial, tras un suceso como el secuestro de unos niños en el Mueso Natural por un ex empleado; en Arcadia, se acercaba al tema, de candente actualidad, de la búsqueda de empleo tras un despido general camuflado en el eufemismo “reestructuración”.

-  Disfruté como nunca leyendo la información de mis competidores, descubrí que la ignorancia era abismal, la venalidad se ponía al servicio de los accionistas, no se daban cuenta que esos mismos accionistas eran el enemigo. Pensaban cerrar empresas, y todo para satisfacer la bestia voraz que siempre tenía la boca abierta.

 En su última película se centra en un fenómeno que el propio director conoce: la emigración.

En Edén, al Oeste, en las mismas aguas del Mar Egeo surcadas por Ulises en La Odisea, el joven Elías cruza varios países para introducirse ilegalmente en Europa.  Se abandona el artificioso aspecto turístico y emprende un viaje con ciertos peligros, asistiendo a una serie de encuentros fortuitos, que muestran tan diferentes actitudes ante el inmigrante ilegal. Da igual de dónde se proceda, sólo importa llegar a primer mundo, en busca de la Tierra Prometida.

- Pero, ¿qué haces aquí? Esfúmate.
- Tengo hambre.

 

             

RAF Frente del Ejército Rojo.

RAF Frente del Ejército Rojo.

RAF es una de esas películas del cine alemán, empeñadas en revisar la historia contemporánea del país, en esta ocasión los sucesos que rodearon a la banda terrorista de Baader Meinhof, creada al calor de los años 60. Propugnaban por una sociedad más humana, pero los métodos violentos que empleaban deslegitimaban sus razones y las hacían perder su propia humanidad.

- La burguesía ha destruido las relaciones humanas excepto las del interés personal y la crueldad de pagar a tocateja.

Esto formaba parte de una grabación que se hizo hace cuarenta años, como referencia a los tumultuosos y revolucionarios años 60, pero no dudamos de su vigencia. Viene a cuento para entender al grupo terrorista Baader Meinhof, que ha centrado el argumento de la película. A finales de esa década, medio mundo pensaba en el cambio de las cosas, pensamiento que albergaba la juventud de izquierda, sobre todo, desde unos estudiantes que se lanzaban a la calle para escenificar su protesta contra el sistema y las clases dirigentes. En Alemania, junto a la indignación de la Guerra de Vietnam, el movimiento revolucionario –que partía de la Universidad- cristalizó en ese grupo terrorista llamado Baader Meinhof, por el apellido de sus cabecillas, o Fuerza del Ejército Rojo.

- ¡Tenemos que unirnos hasta la victoria o hasta la muerte!

- Formaremos un grupo y cambiaremos la situación política.

- Eso es una locura.

- Debo hacerlo, tenemos una responsabilidad con la historia.


En el reparto encontramos a lo mejorcito de la interpretación alemana más reciente, Martina Gedeck, Aquella Deliciosa Marta, es Ulrike Meinhof; Moritz Bleibtreu, es Andreas Baader, y Johanna Wokalek, interpreta a la violenta activista amante del líder. Todos ellos, arropados por un actor como Bruno Ganz. El que diera vida a Hitler en El Hundimiento, será uno de los principales responsables de acabar con la banda y quien formula, desde su despacho, una significativa reflexión:

- No es la policía, sino las autoridades políticas quienes deben cambiar las condiciones que dan lugar al terrorismo.

La banda terrorista ya había servido de inspiración para películas anteriores, mereciendo citar Baader (dirigida por Christopher Roth), pero la historia de Edel está basado en un libro de Stephan Aust, crónica sobre los pasos que llevaron que llevaron a la Facción del Ejército Rojo contra el Estado. Ésta ya había sido llevada al cine, por Reinhard Hauff, titulándola El proceso, sobre la caza y el posterior juicio de Baader y Meinhof. Uli Edel, conocido por Última salida: Brooklin, de la que se recuerda sobre todo la banda sonora a cargo de Marc Nofler, desvela las claves de un grupo que sirven para identificar un período de la historia lleno de expectativas y de postulados ideológicos, que partían de pastiches de sinergias e ideas, a veces, contradictorias.

- No se puede hacer política antiautoritaria y pegar a los hijos en casa, pero a la larga no se puede dejar de pegar a los niños, si se puede hacer por razones políticas. No se puede invalidar las relaciones dentro de la familia, sin tener que luchar –a su vez- por abolir las relaciones fuera de la familia.

                                           


Estas palabras, que resultan confusas, fueron pronunciadas por la auténtica Ulrike Meinhof en el mismo año que abandonaba el periodismo para dedicarse al terrorismo. La contestación que surgió del mayo del 68, encerraba toda una amalgama de intereses y tenencias, algunas retratadas en el séptimo arte. Desde la liberación sexual y una cultura de transgresores hedonistas (Soñadores, Bernardo Bertolucci), pasando por un estalinismo en horas bajas (Novecento, B. Bertolucci) y el coqueteo del maoísmo (La Chinese, J. L. Godard).

- A pesar de las tendencias revisionistas, rechazad las ilusiones y preparaos para la lucha.

En tal amalgama ideológica se vieron personajes tan señalados como el filósofo francés Jean Paul Sartrè, que llegó a visitar a los cabecillas de banda Baader-Meinhoft a la cárcel, poco ante de sus repentinas muertes.

- Es evidente que ninguna fuerza violenta puede desempeñar ningún papel decisivo y en ocasionar un cierto peligro de orden político, pero se subordina a la lucha fundamental. Tiene desde el punto de vista militar, un valor estratégico, puesto que fija la mayor parte del aparato represivo.

Lo que decía un documental codirigido por Godard, Un filme como los otros, es aplicable al caso de esta banda que pretendió cambiar el mundo a través del terrorismo. Uli Edel ha revisitado con la película ese pasado con una mirada realista, con una puesta de escena accesible en su condición de film comercial. Apuesta para ello por un discurso menos teatral, presentando los sucesos desde una óptica más dinámica.

El presidente de los Estados Unidos, qué personaje.

El presidente de los Estados Unidos, qué personaje.

"Señoras y señoras, con ustedes el presidente de los Estados Unidos".

 Desde que D. W. Griffith estrenara El nacimiento de una nación, el cine hollywoodiense ha estado mezclando política y espectáculo de forma continuada. Ya sea con fines reflexivos o puramente demagógicos, excitados por discursos propagandísticos, una buena parte del barniz ideológico con el que ha adornado su entretenimiento resulta muy sensible a esta política norteamericana. Una política en la que siempre ha estado presente un moralismo, una fe e incluso un sentido particular del patriotismo, sobre todo cuando la realidad del mundo se transforma a su antojo, y si es necesario, por la fuerza.

La figura de los Presidentes norteamericanos parece estar ligada a la evolución del cine desde sus comienzos. Ha dejado una larga estela de representaciones, más o menos dignas y por lo general idealizadas, de los que han jugado un papel relevante, presentes en los momentos claves de la historia del país. De hecho, son muchos los actores que han jurado el cargo en el celuloide.

 Jeff Daniels dio vida al primer presidente, George Whashington, en The Crossing; mientras que Paul Giamatti interpretaba a John Adams en una miniserie sobre el segundo mandatario nortemericano. Su aire bonachón no cuadraba con un personaje que pasó a la historia por su carácter sobervio, pero el aplauso fue unánime y la serie fue multipremiada con Emmys y Globos de Oro. Más trabajo nos costó ubicar a Nick Nolte como Thomas Jefferson en Versalles (Jefferson en París).

- En nombre de los Estados Unidos de América, tengo el honor de rendir homenaje a nuestra majestad como a los miembros de la corte francesa.

Por supuesto, Lincoln –que aparecía en El nacimiento de una nación, de Griffith, y del que Ford había hecho un retrato idealizado de su juventud- es uno de los mejores tratados en el cine. Como su título indica, El joven Lincoln, se centra en sus años de juventud aunque el actor Henry Fonda nos ofrece destellos de la honestidad que lo llevaría a la presidencia.

- Caballeros y ciudadanos, imagino que sabréis de sobre quién soy, Abraham Lincoln.
                            

        

 El primer Roosevelt, Theodor. El secuestro de un ciudadano americano por parte de un jefe bereber le sirvió a Roosevelt de excusa para tratar de deponer el gobierno marroquí, como recrea El viento y el león (John Milius). Él, claro, era el viento, una fuerza imparable y el personaje perfecto para meditar acerca del imperialismo de EEUU a principios del siglo XX.

 - Es mi política, mi política, proteger los intereses americanos y a los ciudadanos americanos, donde quieren y estuvieren amenazados.

Muchos otros fueron pasando por el celuloide para dar una lección de Historia, Woodrow Wilson – en el filme Wilson (Henry King); El otro Rooswelt, Frankling Delano, Truman o Lyndon B. Jonshon. Demasiado gris para que existiera una película centrado en él, Tom Hanks le enseñaba el culo en Forrest Gump.

 - Me han dicho que le hirieron, ¿dónde le han herido?

- En el pompis, Sr.

- Debe ser espectacular, me gustaría verlo.

Johnson pasó a la historia por su papel que tuvo en la Guerra de Vietnam, según la “teoría del dominó”: “Si permitimos que Vientma caiga, mañana estaremos luchando en Hawaii y pasado mañana en San Francisco” (recogido del documental Rumores de guerra);  pero una faceta menos conocida del presidente demócrata fue su papel que jugó en la carrera espacial. En Elegidos para la gloria, aparece como vicepresidente de Kennedy, retratado como un personaje gris empeñado en que se construya un complejo de la NASA en su Texas natal.

 Por supuesto, dos de los mandatarios más retratados en el celuloide fueron Kennedy y Nixon, quienes dieron lugar a una extensa filmografía. Por ejemplo, ambos habían coincidido –junto al demócrata Johnson- en Forrest Gump, pero tenían motivos suficientes para convertirse en personajes de cine, por ellos mismos. Oliver Stone dramatizó los esfuerzos del que fuese fiscal del distrito de Nueva Orleans, Jim Harrison, para resolver el asesinato de Kennedy.

 Del mismo modo, Richard Nixon mantuvo (y mantiene) todo el interés por no deshacerse de la imagen que dio a su pueblo –Vietnam y el caso Watergate-. Fueron muchos los que lo han interpretado en la gran pantalla, pero nos quedaremos con dos, el gran Anthony Hopkings (Nixon, Oliver Stone) y Frank Langella (Nixon contra Frost).

 - He defraudado al pueblo americano. Y tendré que llevar esa carga el resto de mi vida.

 Lo cierto es que todos ellos compartían algo en común, los actores nunca sabrían lo que pensasen estos personajes de sus interpretaciones, porque habían muerto antes que el séptimo arte decidiera llevar su vida a la gran pantalla. Lo que no le sucedió a John Travolta, pues a Bill Clinton no le hizo mucha gracia que le encarnase en Primary colors.
 
- Voy a hacer algo escandaloso, voy a decir la verdad.
 

 

El desafío: Frost contra Nixon.

El desafío: Frost contra Nixon.

- He defraudado al pueblo americano. Y tendré que llevar esa carga el resto de mi vida.

Richard Nixon a David Frost.

Como todo en esta vida, los hay más o menos voluntariosos, triunfadores y fracasados, convertidos en mitos o caídos en desgracias. Richard Milhaus Nixon forma parte de los Presidentes de los Estados Unidos que podría encajar en la última categoría, todo un personaje gris que ha mantenido (y mantiene) no pocas antipatías. En uno de esos momentos transcedentales, se le vio sudar en una serie de programas televisivos que le forzaron a confesarse sobre su actitud ante el caso Watergate.

El cine recogió ese momento, de la mano de Ron Howard, quien adapta una conocida puesta teatral ambienta en la serie de entrevistas que realizó el periodista David Frost al presidente Nixon. Y no es lo habitual, pero los mismos actores que lo representaron en el escenario repiten personajes en la gran pantalla. No es la primera vez que vemos a un presidente de los Estados Unidos en el cine, pero tener al hombre más poderoso del mundo como personaje siempre es estimulante.

- Quería mantener a Nixon el juicio que nunca tuvo. Sin duda le haremos preguntas difíciles.

El escándalo político parece no tener fechas de caducidad, al  menos, es lo que provocan las intensas imágenes de El desafío: Frost contra Nixon, la nueva película de Ron Howard, que reproduce con minuciosidad unas entrevistas históricas en las que el ex presidente Richard Nixon pronunció en voz alta algo parecido a un reconocimiento de culpa sobre el suceso de espionaje conocido como Watergate.

   


- Oiga cuando se es presidente, en ocasioners uno tiene que hacer muchas cosas y no siemrpe son, en el estricto sentido de la palabra, legales pero son necesarias por que redundan en el interés general de la nación.

- Espere un momento, haber si lo he entendido bien. ¿Está usted diciendo que, en ciertas situaciones, el Presidente puede decidir que algo es conviente a la nación para entonces hacer algo ilegal?

- Lo que quiero decir es que si el Presidente lo hace es porque no es ilegal.

Escribía la revista Times, en 1977: “Por primera vez, Nixon se enfrenta a un inquisidor con mucho tiempo por delante y sin restricciones con respecto a lo que puede preguntar. El público, que ya podría haberse hartado de Nixon, no puede negar su fascinación con el hombre que se convirtió en el antihéroe americano por excelencia, y todavía sigue siendo”. Nixon, el 37º Presidente, se vio obligado a dimitir, pero Tricky Dicky (el apodo con el que le conocían, Dick el Tramposo), había evitado comparecer ante la justicia y prefirió tener una entrevista para la televisión, en la que aflorase los puntos flacos de su gobierno.

- ¿Va a usted aceptar que formó parte de alguna trama de espionaje y que inflingió la ley?

David Frost se trataba de un periodista inglés de segunda fila, (como si María Patiño decidiera entrevistar a Rodríguez Zapatero, para ponerle los puntos sobre las íes), un showman que presentaba un inexplicablemente popular concurso en el que se tenía que adivinar la casa de un famoso. El programa se llamaba Through the keyhole y era todo un éxito en el Reino Unido. Mientras que Frost esperaba triunfar en EEUU, Nixon veía en esa entrevista su oportunidad para poder rehabilitarse ante el pueblo americano y la clase política.

Los primeros compases iban como se esperaba (Nixon pensó –y quizás tuviera razón- que aquel periodista no sabría arrinconarle) y el ex presidente lograba incluso realzar su reputación. Times escribía: “Nixon muestra su mejor lado en los programas que se ocupan de la parte de su presidencia en la que su legado es más positivo: la política exterior”. Pero no sólo convencía a los redactores del Times, la película cuenta el comentario de un técnico de grabación que se haría célebre: “Si sigue hablando así, puede que le vote”.

                                

                            
Pero como apuntó el Times: “Bajo la artillería Frost, se derrumban las defensas de Nixon, en torno al Watergate”. El programa en torno al caso Watergate, dio sus resultados: “Se obró mal, ya fuera delito o no. Y sí, puede que haya sido delito. Se abusó del poder presidencial. El juramento del cargo no se respetó. El pueblo americano ha sufrido dos años de agonía. Necesitan oírlo. Creo que, a menos que no lo diga, le perseguirá durante el resto de su vida”.

- Ya no tendrán más a Richard Nixon para patearle el culo.

Desde esa gran interpretación de Nixon, a cargo de Anthony Hopkimgs –en el filme de Oliver Stone- hasta el filme del reportaje, Richard Nixon ha sido uno de los presidentes con mayor pedigrí de perdedor. Personaje, incluso encubierto, en numerosas películas. Alan J. Pakula, uno de los especialista del cine de conspiraciones (El informe pelícano), relataba en la gran pantalla, las presiones a la que se vieron dos míticos periodistas norteamericanos, Woodward y Berstein (encarnados por Dustin Hoffman y Robert Redfort) en su intento por aclarar una de las intrigas políticas más interesantes de los Estados Unidos, el caso Watergate.

- Tiene que tener en cuenta lo que dijo uno de sus empleados, el señor Howardhands.
- ¿Qué clase de información?
- Se trata de encajar en su personalidad. Sabemos por ejemplo que trabaja o trabajaba como escritor. Dicen que es un novelista y parece que ha estado en la oficina del señor Colbson, en la Casa Blanca.

Hubo un tiempo en el que la televisión era algo más que un electrodoméstico del hogar, o al menos eso creía los que la hacían. En los tiempos de David Frost, se creía incluso que tenía sentido eso de las 5 W. Lo mejor de la película es que contesta a esas preguntas, jugando con la duda, con una buena lección de teatro que recupera este pie de página de la historia con un duelo interpretativo muy intenso. Desde este sentido, todo correcto pero no hay que perder de vista que se trata de una película de Hollywood y que Ron Howard no es un director con demasiada garra. Perdemos la ocasión de ver el falso cinismo de La reina o el desvarío genial de Il Divo, para mostrarnos una postura complaciente que se parece más a Bobby que A todos los hombres del presidente. Pero Nixon no es Robert Kennedy, y Howard no tiene el suficiente punch para rescatar el espíritu de una época, sino la caballerosidad de uno de los más grandes mentirosos de la historia.


Muerte de un presidente.

Muerte de un presidente.

Muerte de un presidente es una película de ficción que se presenta con el formato de falso documental, un género en auge tras Redacted y algunas otras propuestas anteriores, con la que asistimos al hipotético momento del asesinato del presidente Bush y las consecuencias que traerían tanto en el recorte de las libertades como en un proceso de inculpación, plagado de zonas oscuras. El principal interés de su director, Gabriel Range, es el de provocar una reflexión a través de meras hipótesis, utilizando el poder que le da la manipulación de imágenes reales de archivo, cuidadosamente mezcladas con otras pocas fabricadas hac-hoc e insertadas convenientemente. Cuando vemos un documental, el lenguaje y su estilo nos hacen reaccionar de una manera diferente que una película, suspendemos nuestra integridad de otra manera. Por eso, ha propuesto su realizador este formato, pues si lo hubiera presentado en una narrativa convencional sería más fácil que un espectador lo hubiera dejado de lado. Pero lo que hace Gabriel Range es tan antiguo como el arte de manipular testimonios gráficos con fines políticos o con intentos de reescribir la historia. Por ejemplo, esto mismo lo hacían los dirigentes soviéticos a la hora de dar una mayor relevancia de la revolución rusa o de figuras como Lenin, como también era moneda corriente en pleno franquismo cuando se reeditaban documentales sobre la Guerra Civil para dar una imagen favorable al Régimen. Pero esa manipulación no sólo se hacía bajo regímenes totalitarios, sino que países totalmente democráticos han ejercido de censores sobre acontecimientos más o menos puntuales.

 Actualmente la tecnología digital facilita la tergiversación de imágenes con altísimos grados de depuración, con lo cual nos encontramos con un problema que ya está esbozado en Muerte de un presidente. La credibilidad de las imágenes por televisión, de los informativos, tiene un alto grado de aceptación y, sin embargo, nunca fue tan fácil como ahora manipular, confundir o llevar a la opinión pública por caminos equivocados e interesados. En este sentido, la muerte del presidente -tal y como nos lo ofrece su realizador- provoca interesantes efectos colaterales, el espectador tiene la ventaja de que todo es un montaje, lo cual nos lleva a preguntarnos sobre todos los montajes que esconden su falsedad. En definitiva, este es el punto crucial de la reflexión sobre el documental, la manipulación -incluso la inconsciente-que dirigen los mass media. Una buena prueba de ella fue la docilidad, ingenuidad o complicidad con la que muchos medios de comunicación secundaron las tesis de la Administración Bush a favor de la invasión de Irak. Sobre el poder de la prensa y cómo absorbemos las noticias, especialmente por televisión y en tiempos de crisis; porque deberíamos darnos cuenta que cuando leemos una noticia en un periódico, no es el reflejo fiel del acontecimiento sino la opinión substraída por su autor. Igualmente sucede con la televisión. Cuando vemos imágenes en el telediario, tenemos la tendencia de que lo que recoge la cámara es lo real. Este tema de la manipulación de los mass media ya lo había propuesto Barry Levinson en Cortina de humo, en donde unos ejecutivos de un importante medio de comunicación utilizaban la televisión como medio de ocultar un escándalo que afectaba al presidente, manipulando unas imágenes relacionados con el conflicto de los Balcanes.

 En el séptimo arte como en la vida real, la idea de matar al Presidente es más que recurrente, marcada -por supuesto- por los casos de Lincoln, Gardfield y Kennedy. En el primer magnicidio, Abraham Lincoln murió en manos de un asesino que le disparó en su palco en plena representación teatral, de manos –nada menos- que de Raoul Walsh, quien interpretó a este personaje en la película de Griffith. Mientras que Kennedy, ha propiciado numerosas películas que han articulado casi un subgénero centrado en el asesinato y posterior investigación. Destaca, en este sentido, JFK (Oliver Stone): “El presidente es lanzado hacia atrás y hacia su izquierda, por un disparo de frente y de la derecha”.



 
Entre otros títulos que han tomado parte del caso de Kennedy, merece la pena citar En el punto de mira (Wolfgam Pettersen). Sin embargo, la película -inserta en el género del thriller de acción- pretende ser una especie de juego del gato y el ratón, entre el agente secreto y guardaespaldas de altos mandatarios (Clint Eastowood) y el asesino de turno (John Malkowitz).

 - Gracias a ti, el juego sube un nivel mucho más alto, el destino nos ha unido, Frank. No puedo sobreponerme de la ironía.
- ¿Qué ironía?
- Tú, estando relacionado con el asesinato de dos presidentes.

Este subgénero ha aparecido en contadas ocasiones como el magnicidio visto como un sacrificio, dirigido a cuestionarnos por la responsabilidad de este tipo de mandatarios. Un filme interesante, en este sentido, era La zona oscura (David Cronemberg), en donde un profesor con poderes adivinatorios llegaba a matar a un gobernador, porque en una de sus visiones lo veía como Presidente en el momento de detonar la bomba atómica.

Lo más sustancioso de Muerte de un presidente viene después del asesinato de Bush, el proceso de investigación, esclarecimiento e inculpación, tal y como nos lo hubiera contado un reportaje o un documental hecho para la televisión. En la nebulosa de incertidumbre, medias verdades, intoxicaciones varias, etc., introducir matices que vayan moldeando la perfección de la conciencia del espectador es cuestión que se reserva a los expertos en la materia, creadores de opinión, asesores de imagen, analistas varios, gente que -en cualquier caso- nunca dan la cara pero que tienen una importancia decisiva en nuestras vidas.