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Gritos y susurros. Un grito de dolor teñido de rojo.

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“Viskingarochrop”, un film de terror, dolor y muerte que será contrarrestado por un episodio de amor desinteresado. Nos situamos en los años setenta y ante el trigésimo título del director, entre “La Carcoma” y “Secretos del matrimonio”. Esos años fueron difíciles para Bergman. Llevaba tiempo recluido en la isla de Färo, arruinado y sin encontrar financiación ni en Suecia ni en el exterior y con parte de la crítica, dándole por acabado. “Gritos y susurros” se lograría hacer, gracias a sacrificar los sueldos de sus fieles actores, a la inversión del propio SvenNykvist y a  un distribuidor norteamericano–Roger Corman- que hizo un pequeño estreno en Nueva York.

 Bergman sería como una versión oscura del célebre grupo musical ABBA, una visión que recorre todo su cine y que encuentra en la película “Viskingarochrop”, todo su sentido.Ésta se ambienta en una casa palaciega sueca a finales del siglo XIX, el castillo de Tasinge-Nasby. Dos hermanas (Ingrid Thulin y Liv Ullmann) regresan a la casa familiar con la idea de permanecer junto a una tercera de ellas (Harriet Anderson) que se prepara para morir, una solterona que desde hace mucho tiempo es cuidada por una asistenta de origen campesino (Karin Sylwan).

 Las mujeres representan diferentes grados de alienación, entre la desesperación suicida de Thulin a la aceptación de la voluntad divina de Sylwan, mientras que la sensación agobiante de la muerte inminente se une a los recuerdos del pasado que le trasmiten esa casa. El film nos sitúa un hecho clave del pasado de las cuatro mujeres con un fundido en rojo que dará paso al desarrollo de un flashback. En este sentido, Andersson recuerda una infancia solitaria en la que no pudo ponerse en contacto con su madre, la ama de llaves destaca la muerte de su hija pequeña; Ullmann recuerda una aventura sexual tras la cual su marido intentó suicidarse mientras que en el segmento más extraño, Thulin revive la noche en que intentó mutilarse sus genitales con unos cristales rotos.

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La estética de “Gritos y susurros”.

  Si el cineasta imprimió los primeros planos en “Persona” con la idea de trasladarnos al misterio de la personalidad, los rostros de esta película serían como abrir la herida en el sufrimiento. Seguramente sea la película más dolorosa de Bergman que en algunos momentos nos hace apartar la mirada. Con este fin cobra importancia el color. “Gritos y susurros” fue fotografía por el gran Sven Nykvist y se emplea un diseño artístico en donde el papel de las paredes, las alfombras y las cortinas tienen el tono cromático característico del film.

 El  rojo es el color que preside toda la película. Desde la secuencia en la que aparecen los títulos de crédito, sobre un fondo rojizo, pasando por esos fundidos, asombrosos y enigmáticos y por todo el recorrido de lapelícula, donde las paredes, las colchas, las mantas, los vestidos, las cortinas, los sillones, el tapizado de las sillas, todo es rojo, un color hiriente, lleno de dolor.

 Pero la película no olvida elementos propios de Bergman, como podría ser la espiritualidad. Hay un mensaje religioso que se funde con la historia. La fe de Anna, la asistenta, por ejemplo, que resulta simple pero directa. Enciende una vela ante la imagen de su hija y reza a Dios para que la ame. La preparación del funeral también tiene un sentido espiritual. Recuerda al episodio bíblico en el que las mujeres acuden a ver a Cristo, en la cruz, y sus llantos parecen preguntar por qué le habría abandonado Dios. Sin embargo, el instante culmen en esta línea relaciona al dolor de las tres hermanas. Hacia el final de la película, encontramos una secuencia onírica en donde Agnes demanda el consuelo de sus hermanas. Al principio la rechazan, pero luego Anna se abraza a ella de un modo que su composición nos recuerda al tema de la Piedad.

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