Tortura y Crisis, los inicios de Ingmar Bergman.
“Todo tiene un principio”, como diría Sancho, el querido compañero de El Quijote, y los de Ingmar Bergman estaban vinculados a una de las cinematografías más proteccionistas como la sueca, en los años cuarenta, gracias a un Estado que subvencionaba las artes. También estos primeros pasos por el cine estaban estrechamente asociados a un destacado nombre propio: el de Vïctor Sjöstrom, quien sirvió de mecenas en los comienzos titubeantes pero prometedores del gran cineasta.
Antes de que su cine se identificara con una serie de obras maestras (El séptimo sello, Persona o Fanny y Alexandre), e incluso antes de su exilio, motivado por una detención a causa por un problema tributario, el joven Bergman debutó como guionista con “Tortura” (Hets, 1944). Ese mismo año, había conocido a Carl Anders Dymling, el presidente de Svenskfilmindustri, quien le sugirió dedicarse al cine y le encargó un guión original. Lo dirigiría Als Sjöberg, el más eminente de los realizadores del cine sueco de entonces, y el guión fue escrito a partir de un relato propio en el que buceaba a los recuerdos infantiles, recurso frecuente en el cineasta de Upsala. El argumento nos lleva a una escuela donde un profesor de latín, apodado Calígula, trata de forma irrespetuosa a sus alumnos –a uno, en concreto, a Jan Erik Widgren- mientras mantiene una relación “sádica” con la joven estanquera Bertha, de quien se enamora Widgren.
Dirigida por Alf Sjörber, obtuvo el premio a la Mejor Película en el Festival de Cannes de 1944, a pesar del escándalo que suscitó tal polémico argumento que fue una de las confesas influencias de Michael Haneke, sobre todo a la hora de preparar “La cinta blanca”. Entre las curiosidades, habría que destacar el hecho de Bergman pudo situarse al frente de una película, cuando dirigió la secuencia final a causa de una repentina enfermedad de su director. Igualmente, anticipa una de sus recurrentes ideas, como comprobamos en su libro de memorias “Imágenes”: adornar la historia con datos autobiográficos. En esta ocasión, sobre su propia experiencia en el colegia, que podía de relieve la dureza del sistema educativo sueco; a pesar de ello, el director suavizó algunos de estos aspectos.
Recordando a Alf Sjörber.
Alf Sjörber era un prestigio director de cine y teatro sueco que tiene en su haber dos Palmas de Oro, lo que no es poco. Había debutado en 1929, con un pequeño drama y no volvió a rodar hasta los años cuarenta, en cuyo contexto situamos Hets (Tortura), su trabajo más conocido y primera Palma de Oro, junto a La señorita Julie, adaptación de una obra de August Strindberg, autor teatral sumamente conocido y querido por Bergman. Otro film de cierto interés es su versión del relato bíblico “Barrabas”. Max Von Sydow, uno de los grandes intérpretes suecos y actor fetiche de Bergman, había dado sus primeros pasos con este cineasta, mientras que su otra actividad muy reconocida en Alf Sjörber fue su importante dirección teatral, siendo el gran pionero en llevar el teatro a la televisión sueca.
Tras esta experiencia preparatoria, Bergman tuvo la oportunidad de dirigir en 1945, gracias a un encargo de la Svenks Filmindustrie, basado en una pequeña obra teatral de un tal Leck Fisher, que Bergman reescribió no sólo porque la calidad del original no le satisfacía sino sobre todo para relacionarlo con sus intereses. La película se llamaría “Crisis” (Kris) y también estuvo producida por Victor Sjöstrom.
Una niña, Nelly, vive apaciblemente junto a su madre adoptiva, Ingenorg, en un tranquilo y bucólico pueblecito, hasta el buen día en que su madre biológica decidió recuperar el contacto con su hija y llevársela consigo a Estocolmo, para vivir con ella y su amante, Jack, un hombre tan cínico como la ciudad que Nelly va a descubrir. A causa la marcha de su hija adoptiva a la capital, el personaje de Ingenorg sucumbe a la tristeza; es el paso hacia la vejez de aquella profesora de piano, marcada por una crisis. Por su parte, Nelly sufrirá la suya propia, vinculada con la madurez del personaje y el fin de la inocencia (tema que repetirá con “Fanny y Alexandre”, por ejemplo), junto a sus primeros pasos hacia el amor y el sexo.
De tal forma que el propio Bergam entendió esta primera película como un trabajo preparatorio con el fin de abordar futuros proyectos, también observamos cómo el tratamiento de la fotografía está alejado de su cine posterior: no hay un carácter visual innovador, sino un hermoso blanco y negro, filmado con el tradicional formato de un cuadro.
Observamos cómo sus primeros trabajos ciertamente pasaron bastante desapercibidos, siendo la posterior “Prisión” el título que le permitió no sólo continuar con una brillante carrera cinematográfica, sino enlazar con esas películas con las que identificamos al cineasta de Upsala.
0 comentarios