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La buena mentira. Inmigración, conciencia y África.

La buena mentira. Inmigración, conciencia y África.

Mamere, Paul, Jeremiah y Abital (Arnold Oceng, Emmanuel Jal, Ger Duanyy Kuoth Wiel ) son los héroes de esta historia, una que no dejará indiferente a nadie y que a más de uno le hará un nudo en el estómago. Sobreviven al ataque de su aldea y a una dura caminata de mil kilómetros hasta llegar a un campo de refugiados. Pero cuenta con la suerte de que una vez adultos, logran marchar a Estados Unidos, Kansas, donde conocerán a una trabajadora social (Carrie Davies) que les ayudará a desenvolverse en el mundo real en Occidente.

-Vosotros debéis ser los chicos de Somalia, ¿Senegal?

-Sudán.

Reese Witherspoon, en un sorprendente papel (lejos de los que nos suele tener acostumbrados) nos sitúa en la línea de lo políticamente correcto de cómo debería actuar el hombre de la calle ante esa misma situación. Partir de un desapego inicial para ir volcándose, poco a poco tras ir conociendo de primera mano la terrible experiencia de esos hermanos. Comparándolo, eso sí, con los casos más reconocibles (el gerente de un supermercado que  desaprueba que uno de sus empleados diera comida destinada a la basura a un indigente; los holgazanes compañeros de trabajo o la burocracia que se desentiende ante los problemas reales).


-Después de haber leído Las aventuras de Huckleberry Finn, ¿de qué hablamos cuando nos referimos de La buena mentira?

-Cuando le dice a los tratantes de esclavos que no tiene esclavos, su mentira es creíble. Así que miente bien, pero lo importante es que se trata de una mentira desinteresada porque salva a Jim.

La buena mentira, título que recuerda a la obra de Mark Twain –Las aventuras de Huckleberry Finn-, (el personaje prefiere liberar a Jim, antes de embolsarse el dinero de la venta como esclavo) se contrapone al de Mamere (devuelve un acto de sacrificio del pasado a uno de sus hermanos). Una película del canadiense Philippe Falardeau, tras su impresionante El profesor Lazhar, film con el que comparte no pocos puntos en común.

 -Usted no es de aquí y hay matices que se les escapa. Preferimos que se limite a enseñar y no a educar a nuestra hija.

 Un profesor no sólo extranjero sino de otra cultura y religión que logra el puesto de profesor para una suplencia que nadie parece querer cubrir, pero que pronto se ganará el afecto de sus alumnos. No solo por su comprensión, sino por su eterno optimismo que encierra –eso sí-, una terrible tragedia personal, que le ocurrió en el pasado, junto con el dolor y la culpabilidad de otra experiencia no menos intensa que vivió uno de sus alumnos.


-Te fuiste de Argelia por culpa del terrorismo.

-Todos fueron asesinados, murieron quemados.

El período de duelo, el dolor y el sentimiento de culpa están presentes en ambas películas. También el hecho de que sus protagonistas sean refugiados víctimas de la violencia política (en el caso de El profesor Lazhar, el terrorismo de Argelia; en el de La buena mentira, la guerra de Sudán y la política norteamericana posterior al 11S), junto a la presencia de un trauma psicológico (el suicidio de la profesora en la primera, y el sacrificio de uno de los hermanos, para salvar al resto, en el caso de la segunda película). 


Dos premisas muy oscuras que nos llevan a la luz. Si el punto de partida de El profesor Lazhar es el suicidio de una profesora que lo descubre uno de los niños que quedaría profundamente traumatizado, en La buena mentira es la guerra civil sudanesa, de la que sobrevivirán –no sin taras emocionales- llegando a Estados Unidos.

-Es culpa mía.

-¿Qué es culpa tuya? Dejé que uno de los soldados se llevaran a mi hermano, en vez de a mí.

Pero América, tampoco será un camino de rosas para nuestros protagonistas (los hermanos son separados, lo que ni siquiera la guerra y todo tipo de problemas había impedido en Sudán), experimentan la soledad o descubren la falsedad entre los valores de Occidente. Al fin y al cabo se trata de un encuentro de culturas distintas,  que encierra diferentes lecturas: “¿sonreír sin motivo no es ser hipócrita?”.

Y por último, la película abandona la ambientación en Canadá (el Montreal del título anterior) por la presencia de productores americanos que hacen un film algo más crudo en el fondo (parte de una guerra civil, con un trasfondo muy duro) pero más suave en las formas. Logrando algo muy loable en el director, no convertir en puro telefilm –de moqueo pañuelo en mano- una historia ya de por sí desgarradora. 


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