Como lágrimas en la lluvia: iconos de Hollywood.
Hay películas que trascienden el medio cinematográfico y se convierten en verdaderos iconos, productos de nuestro imaginario cinéfilo que encarnan el ansia de libertad, el terror, la aventura o el romance. Se tratan de auténticas joyas del séptimo arte de las que emanan acción, música, personajes, sonidos, voces, diálogos... que armonizan ese gran espectáculo que es el cine. Alguien echará en falta clásicos del cine europeo, de la Italia del Neorrealismo e incluso de algún cineasta español. Poco a poco, volveremos con más reportajes selectivos en donde recuperemos cines de otras latitudes.
Están los personajes icónicos como el de Holly Goligthly en Desayuno con diamantes (Blacke Edwards). Audrey Herburt en su papel más conocido, con el momento cumbre del escaparate de Tiffany´s, vestida de Givenchy, el moño de vértigo y unas enormes gafas de sol.
- Te quiero y me perteneces.
- No. Las personas no pertenecen a nadie.
Marilyn Monroe era otra "vecinita de al lado" a quien todo neoyorquino de pro quisiera echarle los tejos. Con el clímax del erotismo urbano en ese respiradero del metro que levantaba el blanco vestido de la chica en La tentación vive arriba. Aún eso, la Monroe desquiciaba a Billy Wilder porque no era capaz de aprenderse sus diálogos y tuvieron que repetir algunas escenas hasta cuarenta veces.
Otro personaje femenino célebre que hemos querido destacar es Gilda (Rita Hayworth), símbolo erótico por sus bailes de la película como también una mujer atormentada debido a su relación con Johnny Farrel (Glenn Ford). Destaca la canción Amado mio, que Rita Hayworth (Gilda) escenificaba en playback, pues la voz real correspondía a Anita Ellis. Icónicos son también el personaje de Drácula, con Bela Lugosi en la versión más célebre o el jefe mafioso de la familia Corleone, en El padrino (F. F. Coppola). Una de las mejores sagas de la historia del cine, sobre la vida de tres generaciones de una familia mafiosa, con un origen próximo al Sueño Americano.
La mafia, violencia y poder aparecaíán en otro film que hemos querido destacar de este cine de Hollywood. Casino (Martin Scorsese) sigue siendo de lo mejorcito que pasa entre bastidores de Las Vegas. El espectador descubre la fascinación del poder y la riqueza extrema que permite estar en la cumbre, seducido por Ace Rosthein, un Mefistófeles en el campo del juego.
- Yo, Ace Rosthein, era el mejor apostador del mundo, era tan bueno, que cuando apostaba podía cambiar el sentido de la apuesta de los demás jugadores del país.
Otra indivisible unión entre imagen y sonido, con gran presencia dramática, la encontramos en la película de Luchino Visconti, Muerte en Venecia. El compositor Gustav von Aschenbach (Dirk Bogarde), se retira a la ciudad del Lido para recuperarse de una depresión que padece. Su personaje está inspirado en el compositor Gustav Mahler; de hecho el Adagietto de su Quinta sinfonía está presente a lo largo de la película. Podríamos haber elegido otras películas, miles de recuerdos que nos haya dejado el séptimo arte.
Así vemos cómo la música ha ido ligada al cine desde sus comienzos. Uno de los temas más reconocibles es el silbido de la Marcha del Coronel Bogey en ‘El puente sobre el río Kwai’ (‘The Bridge on the River Kwai’, David Lean). Una película con el mejor ejemplo de flema británica, en la escena del coronel inglés (Alec Guiness) llamando la atención al coronel japonés Saito, dirigente del campo de prisioneros, para indicarle que los oficiales tenían el privilegio de no trabajar.
- ¡Oficiales prisioneros, cojan las herramientas!. ¡Y vuelvan a sus filas!
- Tengo que llamarle la atención, coronel Saito, respecto al artículo 27 del Tratado de Ginebra. Los beligerantes podrán emplear como obreros a los prisioneros, físicamente aptos, excepto a los oficiales.
- Deme ese libro.
El séptimo arte nos demostraba todo un ejemplo de flema británica en un campo de concentración como también la obsesión por la libertad de un yanqui, en pleno conflicto bélico: La gran evasión (John Sturgues). A pesar del gran reparto, Steve McQueen era la gran estrella, con esas fugas que le llevaban directamente al calabozo, donde jugaba con una pelota de beisbol -todo un símbolo de la cultura americana- o su larga huída pilotando una moto alemana, acosado por centenares de soldados.
Otra película épica es un clásico de la Semana Santa, con Once Oscars para una historia que no pierde fuerza con el tiempo y que aún no ha sido superado, en muchos aspectos, por ejemplo, la forma de entender el cine. En Ben-Hur, Judá Ben-Hur es un noble de Jerusalén que cae en desgracias tras un accidente, acusado por un viejo amigo, el tribuno romano Messala.
-Tus ojos están llenos de odio, 41.
Pero el personaje interpretado por Charlton Heston volverá tras un durísimo castigo en galeras, mientras entraba en escena Jesús de Nazaret, en una de las mayores superproducciones de Hollywood.
Esa imagen es la buena, la de Charlot, el carismático vagabundo que funcionaba a las mil maravillas como genial antihéroe, con un retrato robot dentro de nuestro imaginario particular: ese bigote recortado, el gracioso bombín, la chaqueta estrecha y el bastón de bambú.
Un personaje en las antípodas, pero igualmente icónico, estaba acompañado de su inseparable sombrero fedora, su látigo y su chaqueta de cuero. Indiana Jones es uno de los prototipos del cine de aventuras, un símbolo de todo un género. Se trata de un personaje que recupera la fantasía y el mito de los héroes de antes. Como todo el mundo sabe, Indiana Jones y el arca perdida fue el título inaugural de la saga, comenzando con una escena única, con la reliquia indígena y la roca, persiguiéndole. Un icono de los años 80, que sigue manteniendo toda la pasión por la aventura.
-Me llamo Bond, James Bond.
¿Y por qué no? Guste más o menos, es todo un icono dentro de los hombres duros de Hollywood. Un fiel agente del MI6 tan elegante como despiado liquidador, una de las herencias de la Guerra Fría, salido de las novelas de Ian Fleming. Un personaje con una multitud de rostros, desde que lo interepretase Sean Connery en James Bond contra el Doctor No.
En el cine son incontables los momentos que nos ha hecho estremecer de dolor, de emoción o que simplemente nos ha entretenido, porque a fin de cuentas, es un espectáculo. En donde todos estos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia; parafraseando el genial monólogo de una película.
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