Somos la noche: una versión feminista del mito vampírico.
Es una atractiva puesta al día de algunas de las mejores esencias del género, que comienza con una curiosa secuencia. Un pequeño avión recorre un océano de nubes a la luz de la luna, advertimos que el aparato operan en la función de piloto automático y un suave travelling nos muestra la mano muerta del piloto. Entonces comprobamos cómo los selectos pasajeros aparecen muertos, con los cuellos desgarrados y con la sangre salpicando por todas partes. En este prólogo encontramos referencias del género clásico; la llegada de Drácula a Inglaterra a bordo del "Démeter" en la novela de Bram Stoker -o del conde Orlock a Varna, en la versión del Nosferatu de Murnau-, o el viaje de los protagonistas vampíricos de Anne Rice (Entrevista con el vampiro).
Puede que los vampiros del siglo XXI no viajen en lujosos bergantines, sino en aviones privados, pero mantienen el mismo comportamiento como no muerto: siguen viendo al humano como ganado. De este modo, encontramos en este secuencia inicial una tripulación convertida en una suculenta cena de tres hermosas vampiresas: Nora y Charlotte, lideradas por Louise, que completa el ágape con una copa de champagne. Las referencias se multiplican en estas escenas, con la película El cielo sobre Berlín de Win Wenders, aunque en esta ocasión no se trata de ángeles, sino de demonios con formas de atractivas mujeres; e incluso vemos alusiones a una versión vampírica poco conocida, la obra literaria "Carmilla" (Sheridan Le Fanu) con una niña vampira como protagonista. En el fim de Dennis Gansel, el personaje de Louse recuerda en flashbacks sus escarceos adolescentes. Sin embargo, Gansel busca un punto intermedio entre lo clásico y lo moderno, sobre todo, gracias al género de los ochenta: Noche de miedo y la versión adolescente de Jóvenes ocultos (Joel Shumaher). Pero le interesa sobre todo la búsqueda de la frivolidad, no la presencia de los vampiros como metáfora de las enfermedades de transmisión sexual: la década de los ochenta fue la gran época del Sida.
Jennifer Ulrich (Charlotte, en "Somos la noche") nos explicaba parte de la historia: "La película muestra la frivolidad, la falta de medida que hay en el mundo moderno, lo que se ajusta en el caso de Berlín. Allí todo es posible cuando cae la noche. Mi personaje es una actriz en el Berlín de entreguerra, que no tenía mucho éxito, se encontró con Loise y le prometió todo lo que podía desear. Se dejó convertir en vampira, pero con el correr de los años se ve astiada, defraudada".
En ese camino por la frivolidad, las vampiresas de esta película no reflejan un mensaje inocente. Destacan dos ideas que enlazan el tema universal de los vampiros con el actual de la crisis y del feminismo. El personaje de Louise es una vampiresa clásica, representante de la aristocracia, como eran también Drácula o la célebre Erzebeth de Bathory que ataca cuando ve amenazada sus privilegios. En la película hay guiños del pensamiento capitalista, aquel que nos ha sumido en la crisis. En "Somos la noche", recorremos las calles de Berlín acompañando a un trío de vampiresas (luego serían cuatro) a través de discotecas de moda, fiestas, suites de hotel de lujo e incluso con la reveladora secuencia por un centro comercial desierto, cargadas de bolsas. Karl Marx en su obra "El Capital" puede leerse lo siguiente: "El capital es trabajo muerto que solo revive como los vampiros, chupando trabajo vivo, y vive tanto más cuanto más trabajo vivo chupe".
El personaje de Louise representa a la aristocracia decadente del siglo XVIII -en los títulos iniciales vemos un lienzo de época, en la que reconocemos una imagen de ella, en un palaciego salón-. Una vampiresa que se muestra agresiva cada vez que ve amenazados sus privilegios o contra la figura del hombre. A esto se le suma el feminismo. Los personajes de este film representarían la versión gótica del feminismo radical de Valerie Solanas, autora del Manifiesto de la Organización por el Exterminio del Hombre ("Society for Cuting Up Men Manifiesto"). En un momento, Louise le dice a Lena (una indiente rescatada por el grupo y recién convertida) que no hay vampiros masculinos, puesto que eran brutales y egocéntricos, y todos morían con la promesa de convertir a uno de ellos en un no-muerto. De los clásicos personajes de la Universal y de la Hammer hay versiones para todos públicos posibles, temáticas universales que no pasan de moda, porque logran adaptarse a los gustos más actuales. Eso sí, recupera la concepción "sadiana" del personaje, pues estas vampiresas están vacías en su aspecto moral, durante sus correrías nocturnas, aunque se alejen de la animalización del vampiro de otras versiones modernas como "30 Days of Nigth" (David Slade).
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