Vidas de artistas, entre la genialidad y la locura.
El principal denominador común de las películas centradas en artistas -ya sean pintores, escritores o músicos- es su faceta novelesca, ensimismados con su obra, atrapados por los fantasmas de su imaginación, objetos de arrebatadoras pasiones e incapacitados –salvo en ciertas excepciones- de llevar una vida social. Eso le sucedía al personaje de televisión Doctor House (House), como al escritor Allan Poe o los pintores Van Goght (El loco del pelo rojo) y Touluse-Lautrec, habitual del famoso cabaret parisino Moulin Rouge (John Huston).
- Son de tres a cinco francos, tres por la mañana y cinco por el resto del día.
- Entonces, debe pagarme, ¿yo no le he dicho que pinte ese cuadro? Por lo tanto debe pagarme como a una modelo.
- He dicho que te lo regalaré, basta.
- No sé si valdrá algo o no.
Por lo general, suelen interesarse más por el biopic más clásico que por los planteamientos intelectuales o artísticos, formales o estéticos, relacionados con su manera de entender el arte, función o la influencia de la época en el artista.
- ¿Los artistas clásicos tenían algún medio para expresar su época?
- Sí, y lo hicieron muy bien. Todas las épocas han tenido sus medios y técnicas para expresar sus fines e inquietudes.
Sólo excepcionalmente, el séptimo arte se ha convertido en ventana para reflexiones más o menos sesudas sobre la pintura, y el arte en general, como hacía Ed Harris en su debut en la dirección con Pollock, la vida del pintor norteamericano Jackson Pollock. Por este motivo, suelen coexitir en estos personajes, la locura y la creación, el infortunio y la genialidad, como vidas que atrapan al espectador por su enorme carga emocional y una existencia trágica y autodestructiva. Aparecen en los márgenes capaces de crear la leyenda, pues a pesar de poderse realizar un buen trabajo sobre alguien triunfador, con una vida equilibrada e incluso anodina, el arte suele ir relacionado con una vida desdichada, el arte se explica como una vía de escape, además de ofrecer el sentido necesario.
- ¿Y si terminásemos con ello? ¿No te gustaría que muriéramos juntos? ¿Qué se hablaría de nosotros? Entre una bella muerte y una sucia vida en donde no hay luz, te ofrezco la salida.
Los amantes de Montparnasse, filme de J. Beckett, presentaba a unos parisinos amantes de Teruel que bien pueden servir para ejemplificar cómo una vida destrozada encontraba como catarsis la propia muerte, la autodestrucción característica de muchos artistas geniales, pero de vida controvertida. El líder de la mítica banda The doors tuvo una de esas vidas tan intensas como para ser trasladada al celuloide, por el cineasta Oliver Stone e interpretado en la cinta por el actor Vall Kilmer, que en plena caída existencial se aproxima a la reflexión puramente filosófica.
- Yo creo en el largo y prolongado desorden de los sentidos para alcanzar lo desconocido. Yo vivo en el subconsciente, en donde el azar y la razón nos ocultan lo infinito.
Podríamos terminar con la autodestrucción más evidente, como ocurría con el gran cantante del jazz, el afroamericano Charlie Parker, sumido por las drogas y el alcohol, a quien daba vida un estupendo Forrest Wittaker en Bird (Clint Eastwood).
- ¿Cuándo fue la última vez que se desmayó, señor Parker?
- No lo sé, ya hace tiempo.
-¿Bebe mucho?
- ¡Oh!, algunas veces bebo un jerez antes de cenar.
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