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Cine de terror

Suspiria. La danza y las brujas.

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Dirigida por el cineasta Luca Guadagnino, “Suspiria” (2018) es una versión de un título icónico de Darío Argento. Hay quienes oyen la palabra remake y piensan: “En Hollywood no quedan ideas, solo piensan en el dinero”, y aunque eso es cierto, en gran medida, hay excepciones.

La película se inicia con un intertítulo: “Seis actos y un epílogo, ambientado en un Berlín dividido” y luego nos sitúa a Dakota Johnson, interpretando a Suzie Bannion, la joven bailarina de Ohio que se une a la prestigiosa compañía de danza de Helena Markos, dirigida por Madame Blanc. A partir de entonces la inquietud se apodera de esa escuela y de la protagonista, con asesinatos y alguna que otra alumna (Patricia, Chloë Grace Moretz) sufriendo algún tipo de crisis, de por medio. Un extraño psicoanalista berlinés (el Dr. Klemperer) cobrará importancia en aquel lugar que todo parece indicar que sea un cubil de brujas.

La creciente sensación de temor se maneja de manera interesante, junto con la fría incomodidad de un Berlín lluvioso en los años setenta, en la que marchan de forma paralela, las noticias de terrorismo y lo que sucede en la escuela con las brujas. Se oyen las luchas intermitentes de la Facción del Ejército Rojo –la Badder Meinhoff- (hay una bomba fuera de cámara e incluso el personaje de Chloë Grace Moretz podría recordar a Ulrike Meinhoff) y esto se termina relacionando con el pasado del personaje principal, el enfrentamiento entre los Amish y menonitas en cuyo ambiente creció Susie, de niña.

También encontramos una lectura política en el feminismo que mantendría alguna similitud con el colectivo que surgió en Estados Unidos a finales de los 60: Conspiración terrorista internacional de las mujeres del infierno. En unos de sus panfletos se podía leer: “Eres una bruja siendo mujer, salvaje, colérica, jubilosa e inmortal” (Fuente Wikipedia).

Ambos compartirían personajes, escenario y la misma premisa: que una escuela alemana de danza sea el foco de atención de un aquelarre de brujas. Pero el film, escrito  por David Kajdanich (quien ya había colaborado con el director y fue uno de los responsables del éxito de la serie “The Terror”), tiene un resultado más disperso. Por una parte evoca la historia del fascismo y de los regímenes derrotados que de alguna manera se sienten de nuevo arraigados en la realidad. Por otra parte, vuelve a un tema de actualidad (el feminismo) que da mayor peso al mundo de la danza, que en el film de Dario Argento (1977).

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Bailando bajo la sombra de un clásico.

 Después de trabajar como crítico de cine y guionista (e incluso, colaborando en el guión de ese clásico del western de Leone, “Hasta que llegó su hora”), Argento debutó con “El pájaro de la pluma de cristal”, un título icónico del subgénero del terror italiano conocido como giallo. Poco a poco, el cineasta decidió expandirse a los ambientes del terror sobrenatural de “Suspiria de profundis”, de Thomas de Quincy (1848), coescribiendo esta película junto a la actriz Daria Nicolodi. La “Suspiria” de Argento contaba con algunas referencias cinematográficas, entre ellas “La residencia”, de Chicho Narciso Serrador. Esto, junto a una atmósfera casi abstracta, una fascinante puesta de escena y una legendaria música de Goblin la convertían en un imperfecto clásico del terror.

 Luca Guadagnino parte de una trayectoria muy distinta. Se ganó el respeto de la crítica con “Yo soy el amor”, un melodrama con trazos de Visconti en la que ya aparecía una pletórica Tilda Swinton en un film definido por su gran impronta visual, el elemento que comparte con todas sus películas. Después llevó a cabo el remake de la francesa “La piscina” (Jacques Deray), que llamó “Cegados por el sol”, con Tilda..y Dakota Johnson, en el reparto; un thriller, sin los sugerentes planos eróticos a los personajes femeninos del original. El film demostraba cómo su inmensa personalidad podría traspasar los límites del material de partida, lo que vuelve a suceder con “Suspiria”.

 De por medio, el cineasta italiano se encontró con otra personalidad arrolladora del séptimo arte: James Ivory y ambos acometieron “Call me by your name” (2017).

 Pero, ¿con cuál versión quedarnos?

 En realidad con las dos. Ambas funcionan de forma independiente.  Más allá de lo evidente (casi una hora de metraje de más), lo llamativo de la nueva versión es la personalidad arrolladora que ofrece Luca Guadanino.  Se traslada del bosque al centro de la ciudad y busca una mayor identidad en la estética audiovisual y en su contexto histórico. El nuevo film tiene un uso de la música mucho más coherente con la historia que cuenta que en la película de Argento, pues la estética iba en consonancia con los gustos de un tipo de cine que se hacía en los años setenta.

 “Suspiria” (2018) resulta técnicamente maravillosa y con escenas memorables como aquella del baile en solitario de Susie, en paralelo a un ataque telequinético de otra bailarina, que termina horriblemente destrozada. También podría ofrecer una  expansión seria e intelectualizada de la original a la que reverencia en muchos momentos (lo que más recuerdo de la película de Darío Argento son esos planos en los que Jessica Harper, recorría los interminables pasillos de la escuela).  Pierde por el camino la fantasmagoría del giallo y la chispa de locura de Argento, lo que hacía de ese cineasta un maestro. El enfoque narrativo es confuso y el personaje de Tilda Swinston parece estar escrito de una forma anticlimática (ni representa al mal ni ofrece un rescate moral redentor). “Suspiria” (2018) pasará a la historia como un más que reivindicable remake y un meritorio film que sin embargo, peca de sobervia (si se me permite la acepción) con respecto al original.

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La bruja. Un cuento de terror y folclore de Nueva Inglaterra.

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“La bruja” nos presenta un film de terror, alejado de los convencionalismos que nos tiene acostumbrado el género,  sobre los miedos ancestrales, estrenada en Sitges y Sundance. Es decir, la primera y gratificante novedad es que se trata de una película de tendencia indie, la ópera prima de Robert Eggers.

-¿Qué hemos venido a hacer en este país? Cuando dejamos atrás nuestras familias, nuestro país, las casas de nuestros padres.

Con una producción modesta, apenas rodada en 25 días, el debutante en la dirección nos sitúa en Nueva Inglaterra, en el año 1630. Un granjero y su familia se ven obligadosa instalarse en un inhóspito bosque –un marco idóneo para el cine de género-, una historia más sutil en el terror que aquellas películas que llenan las multisalas. De esta forma nos adentramos en el mundo colonial del siglo XVII, en cuyo contexto existiría todo un brote de puritanismo que marcará sus vidas y sus miedos. Esa familia decide abandonar la colonia donde vivían para ir por su cuenta, hasta que la desaparición de su primer hijo -que tienen en su nuevo hogar-, los sume en la desesperación y el fanatismo.  Toda esta desazón arranca tras unas malas cosechas que el enfrentamiento entre razón y fe no tardarán en condicionar.  Todo ello permite al debutante echar mano de un folclore propio del tiempo histórico que describe en imágenes, junto con el aspecto sexual que estos personajes despiertan en los espectadores, con una primera referencia: las brujas de Salem.

Cualquiera que esté medianamente enterado del mundo colonial, las brujas y las comunidades puritanas inglesas, habrá oído sobre las brujas de aquel pueblo de Salem (Massachusetts) que marcaron a fuego una tendencia muy cinematográfica desde la enorme y fundacional “Häxan”, de los años 20, al revisionismo moderno con “TheLords of the Salem”. La película de Rogers Eggers, por supuesto, rompe con muchas de las convenciones de este cine, al sugerir más que mostrar, lo que permite jugar con la imaginación del espectador más que empacharnos de efectos y sustos, mientras nos va dirigiendo a su inquietante secuencia final que a nadie le dejará indiferente.

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En el tiempo de las brujas.

La verdad es que se trataría de una de las mejores representaciones del tema de los últimos años, junto a uno de los episodios de la serie Penny Dreadful, aunque referencias no le falten. El fanatismo lo hemos visto en una infinidad de ocasiones en el cine. Podemos recordar Carrie, La semilla del diablo o El bosque, otra comunidad cerrada y endogámica en donde recorre un mal incierto que marcará a sus habitantes, pero en la ópera prima también encontramos rastros de Kubrick y El Resplandor e incluso de la familia opresiva de “La cinta blanca” (Michael Haneke).

De hecho, pocas películas son tan rigurosas como la que presentamos, con un nivel de verismo que utiliza inglés arcaico, una fotografía con iluminación natural y un destacado trabajo de vestuario. En este sentido, “La bruja” resulta opresiva y claustrofóbica –al crear un microcosmos en torno a la familia de esta historia- y un referente del terror gótico norteamericano. A esto, habría que sumarse el trabajo de fotografía que realiza el cameraman Jarin Blaschke, quien echa mano de un grupo de pintores holandeses que representaron el titilar de las velas, como creación de los claroscuros pictóricos, del ilustrador Arthur Rackman e incluso Goya, o imágenes que concentran el imaginario colectivo de las historias de brujas. Entre sus detalles más interesantes observamos su uso de la simetría y planos los estáticos.

Los cuentos de hadas resultan ser parábolas que prescriben unos valores morales y en este sentido, la película se presenta como un sermón –es decir, una narración salpicada de símbolos con la idea de redirigir nuestras vidas- con un trasfondo feminista.  Al principio, no queda claro quién centra la historia. Al principio Eggers sitúa en el foco del relato a la madre de Katherine, quien vive de luto tras la desaparición de su hijo, Samuel. Pero no parece que sea ella, ni mucho menos, los dos hermanos gemelos de Katherine. Todo parece indicar que sea Thomasin, interpretada por la debutante Ana Taylor-Joy, la hija mayor a quien responsabilizan de la desaparición del bebé, incluso, William, el padre, o Katherine  a quien los seguidores de “Juegos de trono” reconocerán tras Kate Dickie, quien interpreta a Lysa Arryn en la famosa serie creada por George R. R. Martin. Para saber de qué trata realmente la película y quién es el foco de la historia, habrá que ver “La bruja”, nosotros no vamos a desvelarlo.

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Stephen King, un género propio en el cine de terror.

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Llega el cumpleaños de Stephen King, el “Rey” del género, que cumplía el 21 de septiembre 71 años.  Podrían verterse ríos de tinta sobre las versiones para el cine y la televisión del maestro del terror, criado en Maine, Estado que es más que un punto geográfico del mapa, convertido en escenario de un imaginario colectivo a través de esa ciudad ficticia llamada Castle Rock.

Nació en el Estado de Maine, en el seno de una familia en la que su padre los abandonó y su madre cuidaría de sus dos hijos, como pudo y supo. Uno de ellos se hizo escritor, después de un largo periplo en donde habría trabajado casi de todo. Un joven que consumía todo tipo de sustancias, que adoraba el rock and roll, los coches de alta cilindrada y el terror. Era un profesor de instituto que se había lanzado a escribir y que, después de muchos años, había logrado publicar, bien con un seudónimo –Richard Bachman- o con su propio nombre. Tremendamente irregular, como suelen ser los autores muy prolíficos, este señor de Maine discurre entre todos los géneros literarios posibles, aunque dejando confirmado que el suyo es el género del terror. Y aunque se cuentan en millones a sus admiradores (el propio King llegó a decir que es para la literatura lo que McDonalds sería para la gastronomía, y le creemos) tiene también algunos acérrimos enemigos, entre ellos, la autora de “Crepúsculo”, Stephanie Meyer, o el famoso crítico americano Harold Bloom.

Una de las facetas de Stephen King es crearse un istmo propio en el mundo del cine, tanto que podríamos hablar de un subgénero. Una infinidad de directores se han sentido atraídos por su obra (Brian de Palma, Stanley Kubrick, David Cronemberg, Frank Darabont, George A. Romero o Mick Garris) y el propio King aparece acreditado en 200 títulos, como guionista; aunque el resultado haya sido bastante irregular. Mejores o peores adaptadas, con más o menos medios e imaginación, el cine y la televisión ha buscado en su prosa, los miedos atávicos y sus propias reflexiones que han ido inundando sus páginas de terror. Uno de los personajes que más suele verse en sus obras podría ser alter egos del propio King, a través de esa figura del escritor atormentado por el pasado (El resplandor, It, Misery, 1408). También ha recurrido a la dura infancia a través del bullying (Carrie, It) o a las casas u hoteles fantasmales (Red Rose, El Resplandor, 1408) o personajes con poderes sobrenaturales (El Resplandor, Carrie, Ojos de fuego, La milla verde).

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No hace falta haber leído muchas novelas del autor de “Carrie” para darse cuenta que Stephen King escribe de forma visceral e intensa, pero a veces los conceptos no siempre están a la altura de las tramas por los argumentos lastrados por unos personajes que se dividen entre antihéroes traumatizados y malvados sádicos, todos ellos a la sombra de Randall Flagg de “Apocalipsis”.

De unos inicios prometedores a grandes fiascos.

Tuvo unos prometedores inicios con la adaptación de “Carrie” por Brian de Palma, mientras que la versión de “El resplandor” –toda una obra maestra de Kubrick- dejó un mal sabor de boca para el escritor, que vio traicionada su novela. Otras versiones de King resultan tan mediocres que parecen haberse rodados, puestos hasta las cejas de ego y cocaína.  Así sería “La rebelión de las máquinas” (1986), dirigida por el propio Stephen King; “Thinner” (Tom Holand, 1992) o “El cortador de césped”, en la que propio escritor decidió quitar su nombre de los créditos. Pero uno de los mayores fiascos, de los que ha dado pie una de sus novelas fue “El cazador de sueños” (Lwarence Kasdan, 2005). Participaba un reparto solvente, encabezado por Morgan Freeman, un director laureado y un guionista de prestigio como William Goldsman, pero de su accidentado rodaje surgió una de las adaptaciones con peores resultados. Al menos, King había vendido los derechos de su obra por el módico precio de 1 dólar, que seguramente a más de uno le pareciese caro.

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Es conocido por todos, la aversión que sintió Stephen King por Stanley Kubrick una vez que vio “El resplandor”, pero el autor de Maine tuvo que enfrentarse a otro director con gran personalidad: David Cronemberg. El cineasta canadiense habría rechazado todo lo que King le había propuesto: una versión del guión y a Bill Murray, en el personaje principal. Pero al final, el escritor se rindió ante la evidencia y fue uno de sus más declarados fans de la película.

Un floreciente género televisivo.

A parte del centenar de títulos para el cine, la televisión aupó la obra de Stephen King, entre miniseries y series. De hecho,  contamos con casi una veintena de adaptaciones en la pequeña pantalla. Algunas muy conocidas y potentes como “It”, “Langoliers” o “The Stand” y otras menos conocidas como “La maldición de Dark Lake”. Solemos despreciar las mastodónticas e interminables miniseries, pero suele ser la mejor manera  para adaptar uno de los formatos literarios preferidos por Stephen King: la novela-río, llena de tramas y personajes.  Otras cuentan con una buena producción, como “La cúpula”, aunque sus argumentos son alargados hasta la extenuación, mientras que otras series están formadas por episodios auto-conclusivos e independientes, como “Pesadillas y alucinaciones”. Una rareza sería “Hospital Kingdom”, la única adaptación de una obra ajea, “El reino”, de Lars Von Triers. 

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Mick Garris.

Uno de los que más han transitado por las novelas del autor de Maine ha sido el director Mick Garris, quien ha adaptado una decena de sus obras tanto para la televisión como al cine. De sus adaptaciones más conocidas están las miniseries “The Stand” (Apocalipsis) o “El resplandor”. La primera colaboración fue “Sonámbulos”, una historia sobre la licantropía, con la curiosidad de contar con algunos célebres cameos, entre directores amigos como Tobe Hooper, John Landis o Joe Dante, o escritores, especialistas del género como Clive Barker o el propio King, quien se solía reservar apariciones en los films de Garris.

Podríamos concluir con otra de las facetas de la literatura de Stephen King. Es verdad que buena parte de su obra transita entre  el horror y lo monstruoso, aunque algunas veces nos muestra memorables novelas donde la familia, la amistad o el pasado, campan a sus anchas. En este sentido, encontramos “La milla verde”, “Cadena perpetua”, “Eclipse total” o “Verano de corrupción”, películas adaptadas de obras suyas, que demuestran que el escritor es mucho más que un autor del género de terror. ¡Larga vida a Stephen King!

La cura del bienestar. Una inquietante atmósfera llevada al exceso.

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“Dios enloquece a quien desea destruir”. Esa cita de Eurípides abría “Corredor sin retorno” (Samuel Fuller), referencia clásica dentro de este subgénero  del cine carcelario, el de estas inquietantes clínicas con todo tipo de trasfondos y mensajes posibles, en donde la enfermedad y la locura, el cuerdo y el paciente solo lo son desde el prisma  que lo veamos.  Un balneario, un idílico lugar de asueto, en pleno paisaje de montaña, se convierte en la última “casa maldita” visitada por el cine, un inquietante thriller de suspense psicológico –más que de terror- a cargo de Gore Verbinski. Unas imágenes muy potentes y un con un concepto de la inquietud  algo alejado de lo convencional, pero con una duración de dos horas y media, que se hace muy larga.

-Tenemos una enfermedad, que asciende como la bilis y nos deja un sabor amargo en la garganta. Está en cada uno de los presentes en esta mesa.

El director comenzó su carrera con la comedia familiar “Un ratoncito duro de roer”, siguió con el terror “The ring” y con las tres entregas de “Piratas del Caribe”, logró un Oscar por “Rango” y unas malas críticas por su anterior trabajo, el pastiche, “El llanero solitario”. Ahora nos sumerge en una perturbadora y extraña historia con lo que –creemos- que sabe mejor hacer, crear atmósferas inquietantes, como las de su notable incursión en el terror “The ring”. Decía Gore Verbinski que él y su colaborador, el guionista Justin Haythe, querían hacer una perturbadora historia en la línea de “El resplandor” o “La semilla del diablo”, y nosotros le creemos, viendo su última película. De hecho, la localización de la historia, el castillo Hohenzollern, en el pueblo alemán de Hechingen,  se convierte en un personaje más, siguiendo el rastro de ese hotel Overlook, de “El resplandor” o el edificio Dakota”, en el clásico film de Polanski. Una majestuosidad gótica que atrapa a sus personajes, y al espectador, en una suerte de laberinto que haría las delicias del mismísimo M. C. Escher, el artista neerlandés que solía hacer unos grabados de plataformas imposibles.

Dane DeHaan (visto en “Cruce de caminos” y en “Life: la vida de James Dean”)  interpreta a Lockhart, un ejecutivo de Wall Street, cuya empresa está a punta de ser absorbida, coincidiendo con la marcha del director general que ha decidido retirarse a un balneario, en Europa, sin la intención de regresar. De esta forma, Lockhart llega a ese solitario balneario de los Alpes Suizos en busca del director, paciente de la clínica, para convencerle de que regrese. Se le presenta ante él, un lugar idílico, donde asiste gente acaudalada con la idea del liberarse del stress de sus trabajos diarios. Una institución dirigida por un hombre sensato y cordial, el Dr. Volmer (Jason Isaac), pero pronto las apariencias se van diluyendo –en todos los sentidos posibles-, sobre todo cuando va conociendo a algunos pacientes –la bella Hannah (Mia Goth)- y las intenciones algo oscuras del director.

-¿Has venido para la cura?

-Sólo vengo de visita.

-El que entra ya no sale.

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Por dentro y por fuera: el estilo y las fobias.

El film ahonda por lugares ya transitados, desde el giallo de Dario Argento al terror gótico inglés, pasando por los oscuros recovecos de Shuter Island o los dos títulos, previamente citados.  E incluso, otra referencia de la que podemos tomar buena nota sería “Corredor sin salida” (Samuel Fuller), clásico entre los clásicos. Todo eso formaría parte de la película, pero no es un simple refrito de lo ya visto, sino que el director logra un tono muy personal donde el exceso es el protagonista de honor. Es innegable la puesta de escena y el conseguido aspecto técnico, con unos planos muy notables, y con secuencias intensas e inquietantes, como la del tanque de aislamiento, la del accidente con el coche o la de la silla del dentista.

Es decir, junto con el lujoso envoltorio, las fobias (nuestros miedos atávicos) juegan un importante papel en esta película, y en estas hay una multitud de referencias. Algunas muy llamativas que van desde los universos literarios de Allan Poe o H. P. Lovecraft al de Drácula. Una completa mezcla de géneros que lastran un tanto la historia y, de ahí, que el gran inconveniente sean las pretensiones de Gore Verbinski por cubrir muchos aspectos. Esto lo logra con un metraje que resulta excesivo (unos 156 minutos, para una historia que podría perfectamente haberse contado en unos 100), con una trama enrevesada y algunas escenas con un tono fuera de lugar.

Al final, nos quedamos con una película que rastrea algunos de los males de este mundo, a partir de una fábula que fascina e inquieta, a partes iguales, con toda una justicia poética detrás, dirigida a todos esos Lethman Brothers (que sea el protagonista un ejecutivo de Wall Street, no es un tema baladí) que arruinaron gran parte del planeta una serie de crisis que hoy en día, continúan. 

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Wes Craven: Recordando al creador de Freddy Krueger y Scream.

Wes Craven: Recordando al creador de Freddy Krueger y Scream.

Fallece Wes Craven, cineasta dentro del género del cine de terror cuya película La última casa a la izquierda, marcó los años setenta; como Pesadilla en Elm Street, los ochenta; y Scream, los años noventa.

Señala Desirée de Fez, autora de Películas clave del cine de terror moderno, que Wes Craven "es uno de los directores más infravalorados de todos los tiempos, porque ha dirigido al menos dos películas fundamentales del género". Si lo comparamos con otros cineastas de su generación, el cine de George A. Romero sirve como vehículo de metáforas y de su ideología política; Tobe Hooper, hace gala de sus disgresiones grandguiñonelscas, mientras que John Carpenter destaca por reinterpretar las historias clásicas. En cuanto a Craven, juega con los límites entre la realidad y la ensoñación en Pesadilla en Elm Street; con un asesino enmascarado y aparentemente ubicuo en Scream: vigila quién llama; e intenta explorar la sociopatía con Las colinas tienen ojos.

Fue un director tardío, con su primer trabajo en la treintena, con vocación de escritor, aunque al comienzo tuvo que compaginar estas películas con el cine para adultos para poder sobrevivir. Su formación fue muy peculiar porque concluyó sus estudios de Inglés, Psicología y Filosofía, e incluso consiguió una plaza de profesor universitario. Su crianza junto a su madre en una comunidad religiosa, en torno a la Iglesia Baptista de Cleveland, Ohio, marcó su cine porque el sentido que poseía de la familia y el fanatismo que le ha rodado, ha sido la base de muchas películas. También la tendencia política neo-conservadora de Reagan, de los ochenta, o el lastre moral que supuso la Guerra de Vietnam, han aparecido en la filmografía de Craven para definir un cine de terror en donde la violencia (muchas veces entendida como “atávica”) y los homenajes cinéfilos son  parte de su seña de identidad.

La idea de la familia aparece en toda su filmografía, aunque a veces se vea desde un sentido amplio. Wes Craven suele trazar pequeños grupos, destinados a resquebrajarse o asentarse, a causa de una presencia fantástica o de terror. En parte, esto surge como respuesta a la política de Ronald Reagan en donde la familia se entendía como el núcleo social del país.

Una familia busca venganza ante una violación, en su ópera prima La última casa a la izquierda; mientras dos familias –una de ella, perdida en el desierto- se enfrentarán en una lucha atávica por la supervivencia, en La colina tiene ojos. En su siguiente trabajo, Las dos caras de Julia, juega al terror psicológico aportando un elemento terrorífico que pervertirá un hogar.

Su capacidad para rodar en espacios pequeños –una casa- aparece en un film de los noventa, El sótano del miedo (The people under the stairs), en donde Craven regresa a la idea de la familia. Por último, destacar esos jóvenes que pagaban por los pecados de sus padres, dentro de la que sería su obra más conocida Pesadilla de Elm Street, primera de una larga saga creada en torno a un psicópata muy peculiar: Freddy Krueger.

              

Una violación documentada.

Su ópera prima,  La última casa a la izquierda (1972), parte de El manantial de la doncella (Ingman Bergman, 1962) –historia sobre una violación y su posterior venganza, premiada con el Oscar a la Mejor película Extranjera- que había conmocionado al espectador americano. De hecho, han sido varios cineastas quienes vieron en ella, material para una película. George A. Romero se planteó la posibilidad de rodar como ópera prima, “Whine of the Fawn” (algo así como “Quejarse del cervatillo”) ambientada en la Edad Media, pensando en el film de Bergman; película que no llegó a rodarse.

Los méritos de La última casa a la izquierda residen en sus estudios de psicología y su currículum dentro del cine pornográfico, pero también en la participación de S. Cunningham. A través de su productora, Cunningham Films –especializada en documentales- se quiso combinar el explotation y el arte, aunque el resultado sea francamente decepcionante teniendo en cuenta películas de aquella década, con temáticas similares: La naranja mecánica, Perros de paja e incluso Deliverance, muy superiores.


La primera colaboración entre Cunnigham y Craven lo encontramos en Together, película con apariencia de documental y un gran contenido sexual, protagonizado por la actriz de cine para adultos Marilyn Chambers. En realidad, este primer crédito de Wes Craven marcó su ópera prima por un estilo en donde la violencia se mostraba de forma explícita, a través de una doble violación.  Eso sí, revistiéndolo con un sentido metafórico-político. Estas dos chicas, surgidas de una revolución no consumada (de tintes hippies) se encuentran con la crudeza y el sadismo, a consecuencia de la Guerra de Vietnam.

La década de los setenta, marcada por la contracultura y los escombros del conflicto en Vietnam, pero también por el fracaso político definido en Watergate, forman a los cuatro psicópatas de la película, como también a las dos chicas -que sufrirán la orgia de sangre y sexo- y por último, a los padres, que responderán con una venganza violenta. De esta forma, con la ópera prima de Craven  encontramos el sentido de su posterior filmografía: la violencia impuesta sin posibilidad de redención. Presenta un mundo en donde sus personajes son víctimas o verdugos.

Las 10 mejores películas en DVD de Terror.

Las 10 mejores películas en DVD de Terror.

Sin ninguna duda el género de películas de Terror es uno de los más cuestionados del mundo del cine. ¿A qué es debido esto? Básicamente a que en los años 90, después de haber machacado con más de lo mismo y no haber innovado apenas a partir del auge de este género allá por los 70, los cinéfilos amantes de lo visceral acabaron hartos de un cine en completa decadencia. En el Festival de Sitges, el evento por excelencia de este género,  comenzaron a verse auténticas bazofias años tras año, todo el mundo daba por muerto un género que tantos buenos malos ratos había hecho pasar al espectador, que es a fin de cuentas lo que busca el amante de este tipo de cine.

Hasta que apareció en cine de terror francés  renovando por completo un género en decadencia, a la par que el cine de terror asiático, tan visceral como desagradable: era lo que venía buscando el espectador. Esto fue una bocanada de aire fresco para cientos de directores que empezaron a tomar ideas y a sacar nuevas películas de terror al gusto del personal.

A continuación dejamos una lista de las 10 mejores películas dvd de terror de la historia, según la puntuación dada por los amantes el género con su respectivo trailer:

1-      Déjame entrar (Año 2008, Director: Tomas Alfredson) 

                       

2-      The Descent (Año 2005, Director: Neil Marshall)

                         

3-      Mártires (Año 2008, Director: Pascal Laugier)

                               

4-      La Niebla (año 2007, Director: Frank Darabont)

                               

5-      REC (año 2007, Directores: Paco Plaza / Jaume Balagueró)

                                 

6-      À l’intérieur  (año 2007, Directores: Alexandre Bustillo / Julen Maury)

                               

7-      The Ring (año 1998, Director: Hideo Nakata)

                             

8-      Melancolía (año 2011, Director: Lars Von Trier)

                            

9-      El Proyecto de la Bruja de Blair (año 1999, Director: Daniel Myrick / Eduardo Sánchez)

                             

10-   Funny Games (año 2007, Director: Michael Haneke)

                             

 

Las 10 mejores películas en DVD de Terror, por Jape TO.

 


Drácula, de Bram Stoker al cine.

Drácula, de Bram Stoker al cine.

Como sucedía hace pocos meses con Frankenstein, el regreso posmoderno y desmitificador del personaje clásico con Yo, Frankenstein  (Stuart Beattie), llega una película inspirada en otro icono cinematográfico, la figura de Drácula que saltaría de la literatura de Bram Stoker al cine. El film, Drácula: La leyenda jamás contada, a cargo de Gary Shore, supone otra vuelta de tuerca que al menos nos permitirá repasar uno de los personajes del cine de género más recurrentes. 

Como el conde “vampiro” aparece inspirado en un personaje real, veamos un apunte de Historia. En el siglo XV, Europa oriental estaba sometida a dos grandes imperios, el otomano y el Imperio Sacro Germánico, entre los cuales situamos el territorio de Transilvania en la actual Rumanía. El príncipe Vlad II formaría parte de la “sociedad del dragón”, enfrentada al turco, tomando su apodo de Dracul. Su hijo, Vlad III (conocido como Draculea, “hijo de Dracul), se hizo célebre por su crueldad inhumana contra aquellos que le estorbaban, empalándolos tras los banquetes. Desde entonces se le conocía como Vlad Teped (El Empalador).

La novela, escrita de manera epistolar, presentaba otros temas al ya conocido retrato del conde Drácula, como el papel de la mujer en la época victoriana, la sexualidad, la inmigración o el folklore y como curiosidad, cabría destacar que Bram Stoker no inventó la leyenda vampírica, pero la influencia de la novela sido una de las inspiraciones más determinantes para el personaje en el cine. 

                         

Nosferatu, una sinfonía del horror era una película muda de 1922 dirigida por F. W. Murnau, encuadrada dentro del expresionismo alemán. Es una de las más grandes películas de la Historia del cine, protagonizada por Max Schreck, en el papel del conde Orlock. Thomas Hutter y el conde Orlock eran los personajes principales en la primera versión, adaptando el original de forma apócrifa porque Murnau no llegó a conseguir los derechos de Bram Stoker para su adaptación al cine. Como consecuencia, se decidió filmar su propia versión de la novela que curiosamente es la película más fiel a la historia original de Stoker.

Fue un personaje de matinée hasta que la Universal encargó a Tod Browning, Drácula, una película de terror de 1931,  con Béla Lugosi en el papel principal. Producida por Universal Studios, la película iba a estar protagonizada previamente por Lon Chaney, pero tras su fallecimiento fue escogido el actor húngaro, quién lo había interpretado  en el teatro.

- Yo soy Drácula.

- Mucho gusto conocerle.

Su encarnación fue tan definitiva que jamás pudo librarse de este personaje. Queda como ejemplo su papel en White zombie (Walter Halperin), con el mismo atuendo que Drácula. Se trataba de un personaje de porte aristocrático y educado, que influiría en muchas de sus posteriores recreaciones –desde Christopher Lee a Frank Languella o Gary Oldman, con una gran capacidad seductora y contando con dos antagonistas muy particulares, Jonathan Harker y el doctor Van Helsing, desde Peter Cushing a Anthony Hopkings.

El Drácula de Bela Lugosi contaba con un decorado gótico al servicio de paisajes nebulosos, llamas oscilantes en las chimeneas, árboles secos con ramas retorcidas, subterráneos y todos aquellos escenarios que invitan a las manifestaciones del terror. Los castillos erigidos a orillas del mar o al borde de un abismo cobran protagonismo, apareciendo casi como un mausoleo: las estancias son bellísimas y sofocantes,  con un mobiliario como reducto del pasado y unos espesos cortinajes movidos por el viento.

-Escúchelos. Son los hijos de la noche, qué agradable música componen.

Al mismo tiempo se estaba rodando la versión hispana (dirigida por George Melfort), con el actor español Carlos Villarías en el papel principal y que logró evitar la censura del film de Tod Browning, permitiendo una mayor sexualidad en los personajes y la historia. 

                           

La primera de una serie de películas de terror de la Hammer también se centraba en este personaje basado en la novela de Bram Stoker. Esta obra cinematográfica de 1958 fue dirigida por Terence Fisher, con Christopher Lee y Peter Cushing encarnando al Conde Drácula y al Doctor Van Helsing, respectivamente.  El horror de Drácula introducía, por primera vez, el color rojo de la sangre, gracias al tecnicolor, pero también los primeros planos de los hipnóticos colmillos del personaje, que acompañará a Drácula en las sucesivas adaptaciones. Es con Christopher Lee cuando se produce otra de las grandes innovaciones, pues con su Drácula la sangre no es leit motiv del personaje sino la seducción, la sed de la carne. Este matiz abrió paso a las futuras aventuras amorosas del conde rumano en la gran pantalla.  El deseo de la sangre dio lugar a un curioso título, Sangre para Drácula, interpretado por Udo Kier en los años setenta, que supuso una novedad en este sentido. Su Drácula es un ser enfermizo que necesita constantemente sangre no contaminada de una virgen. 

Mientras que la versión abiertamente romántica del personaje la introdujo Frank Languella, en la película dirigida por John Badhman. Un único film distintivo en la larga serie de Drácula la aportó su compatriota alemán Werner Hergoz quien rescató la visión esquelética y pálida del Nosferatu de Murnau, con un personaje cortés pero que al mismo tiempo parece como si estuviese planeando acabar con su invitado, constantemente. Ese legado del realizador expresionista también se observa en los decorados, en la música y en la importancia de las sombras. 


Hasta llegar a la que iba a ser el film que acabaría con el resto de las adaptaciones cinematográficas, el Drácula de Bram Stoker de Francis Ford Coppola. Se trataría de una “summa total” de aquel personaje, desde los orígenes del Conde Drácula a la Inglaterra Victoriana, separándole un “océano de tiempo” entre su amada y él, que confluiría en el personaje de Mina, encarnado por Winona Ryder. 

Encontramos unas secuencias iniciales, que entroncan con la historia, la pérdida de su fe y la tragedia de su amada, en las cuales Coppola recurre a una serie de planos y técnicas que Kurosawa planteó en Kagemusha, película producida por él mismo.

L´assasino ha riservato nove poltrone: Cincuenta años del giallo.

L´assasino ha riservato nove poltrone: Cincuenta años del giallo.

Celebramos el cincuenta aniversario del giallo, con uno de los ejemplos que menos cumple con las reglas del género aunque, personalmente, sean uno de mis favoritos de este estilo. Rompedor, original e incorrectamente político. También es un título soberbio pero no valorado por todo el público.

L´assasino ha riservato nove poltrone (Giusseppe Benati. 1974) es un giallo, menor según muchas opiniones, y raro dentro de las reglas genéricas. Es una película que parece ajustarse más a un film de terror, de categoría gótica, antes que un auténtico giallo, pero eso mismo ya sucedía en otro título del género: La casa dalle finestra che ridondo/La casa de las ventanas que ríen (Pupi Avati, 1976). Ambos, dos giallos sobresalientes que rompen las convenciones genéricas, a pesar de que estas estén presentes de una forma u otra.

Otro punto en común es la ambientación artística y el peso del pasado a modo de leyenda. Si el film de Pupi Avati girabA en torno a un pintor y unos frescos, la película que analizamos se acerca al mundo del teatro y de la operística. El asesino ha reservado nueve butacas reúne a un grupo de amigos y parientes para celebrar el cumpleaños de uno de los protagonistas, Patrick Davenant (Chris Avram), en un viejo teatro situado dentro del palacio familiar, del cual se ven imposibilitados de huir e irán muriendo uno a uno. Arranque (y algún otro detalle interesante) que nos lo relaciona con Tu eres el siguiente.

                        L’assassino ha riservato nove poltrone

                               

En este punto se puede pensar en Diez Negritos, de Agatha Christie, aunque más allá de la coincidencia temática (en ambas se van eliminando a los personajes en un espacio claustrofóbico) no tienen nada más en común. Sobre todo por la atmósfera de horror, que podría recordar a las películas góticas de la Hammer. Hay una ambientación muy cuidada, que marca el propio relato. Desde que ponen los pies en el palacio, la ambientación contemporánea se  diluye por una propia del gotic tale. El teatro y sus bambalinas, abandonadas y polvorientas; desvanes y guardarropías, e incluso unos pasadizos y unas tumbas no faltan en la película.

Todo eso para revivir un acontecimiento que pasó cien años atrás a la historia. La idea de la repetición cíclica de un suceso extraordinario, -en los cuales un antepasado del personaje citado de Patrick Davenant, se reunió con unos familiares y unos amigos, que tenían intención de matarle- dota a la película de un aire fantástico e incluso de pesadilla, que nos hará recordar un film, más o menos reciente:

También podemos observar un detalle que podría haber tomado prestado Wes Craven, de esta película, para una de las secuelas de Scream. No recuerdo bien si en la segunda o la tercera parte, el personaje de Neve Campbell ensaya un drama griego, en el cual, unos jóvenes enmascarados van a apuñalarla, entre quienes distinguimos a su rival en la saga “el fantasma”. En la película de Bennati, una de las invitadas, la actriz Kim (Janet Agren) ensaya el “Romeo y Julieta” de Shakespeare, siendo apuñalada en el momento en el que simula el suicidio de su personaje.

                                   L’assassino ha riservato nove poltrone

Como vemos, la película tiene un tratamiento atmosférico, un alejamiento de la realidad y la presencia de una “leyenda” que le pueda alejar de las convenciones genéricas, por un moderno cuento gótico, pero en su esencia es puro giallo. Una vez llegado aquí, espero que se me permita recurrir a un ejemplo. La búsqueda de la inspiración en el arte está presente en el más importante de los realizadores de este estilo: Darío Argento. Sus héroes son artistas. Lo vemos en el pianista Marcus Daly (Proffondo Rosso) o el escritor Sam Dalmas de El pájaro de las plumas de cristal. E igualmente, aparece el sexo y el sadismo en los asesinatos, con una vinculación entre lo sexual y la muerte. Esto se observa en la forma de matar a una pareja de lesbianas: a una de ellas, el asesino la apuñala –una y otra vez- en la vagina.

Lo peor, sin duda, son dos momentos erótico-festivos, con desnudos a tutiplén como sucedía en otras muchísimas películas italianas de la época. Muchos que la vieron seguramente se echaron atrás por este despliegue de charcutería sexual, pero se debería entender que fue el año de Emmanuelle y muchos fueron los productores que quisieron sacar tajada de su éxito.