El 7 de marzo de 1999, poco después de terminar su última película, Eyes wide shut, moría Stanley Kubrick.
Nació en el seno de una familia de médicos, en el Bronx, que procedía de Austria. Fue un cineasta muy particular, alguien que no asistía a los festivales de cine ni concedía entrevistas.
Kubrick nació en América, pero no se sintió americano. De hecho, despreciaba el cine comercial americano de después de la guerra. En 1963, la revista Cinema le consultó para que le diese la lista de sus diez películas favoritas. Los inútiles (Federico Felinni), Fresas salvajes (Ingman Bergman), Ciudadano Kane (Orson Welles), Luces de la ciudad (Charles Chaplin), Enrique V (Larence Olivier), La noche (Michelanguelo Antonioni), The bank dick (Eddie Cline), Roxie Hart (William Wellman) y Los ángeles del infierno (Howard Hudghes). Hay una curiosidad en este listado de films, ninguna de estas comparte nada con su propia filmografía.
Se supo reunir de un equipo familiar, como el director de fotografía John Alcott, mientras que algunos dijeron de él cosas tan dispares como “que era una mierda con talento” (Kirk Douglas) o que “si no fuera director de cine, hubiera sido general del ejército americano. Le gustaba controlarlo todo” (Malcom McDowell, protagonista de La naranja mecánica).
Para Kubrick lo más importante eran los ojos, la mirada, de ahí la importancia que cobraría su estilo visual. De hecho, como señaló John Baxter en su biografía del cineasta. “Sus películas exaltan la imagen pero estafan al intelecto”. El lenguaje es un código que oscurece más que ilumina. Sirvan como ejemplo los lemas o circunloquios de los personajes de Teléfono rojo: “No diremos que no nos vayamos a despeinar un poco”, por provocar decenas de millones de muertos en una guerra nuclear; el argot de Lolita, las frases programadas de HAL 9000, en 2001; el argot nasdat inventado por Anthony Burguess para La naranja mecánica o la frase que repetía Jack Torrance en El resplandor: “Siempre trabajar y nunca jugar hacen de Jack un hombre aburrido".
Si las cosas se contaban por sus imágenes, ¿para qué hablar? Kubrick desplegó en sus películas un estilo visual en donde primaba la fotografía, de hecho innovó en cada uno de sus nuevos trabajos en este terreno desde el uso de la luz natural (Barry Lyndon), las cámaras fotográficas procedentes de la NASA (2001) o el stedycam (El Resplandor).
En sus películas encontramos violencia, la guerra, un tratamiento particular con respecto al amor y el sexo, o el enfrentamiento entre la autoridad y la rebeldía. Sus personajes son huérfanos en constante búsqueda de una figura paternal e incluso de un Dios. Al final, 13 películas y dos cortometrajes.
Un cuento de horror excéntrico y fantasioso que se conviente en una pesadilla sangrienta, con la opulencia visual de estilo gótico contemporáneo. Nunca antes habían provocado tanto miedo el ruido de una máquina de escribir o el de un triciclo, en esta vuelta de tuerca del cine de terror. Es el imperio del mal que te invita a su fiesta de muerte y desolación: "Es una bonita fiesta, ¿no?".
Stanley Kubrick probaba suerte con este largometraje, dentro del género de terror, ya que buscaba algo nuevo, tras su malograda película que resultaba ser Barry Lyndon. Para ello se basó en el relato homónimo de Stephen King, un escritor en auge que dio el salto a la fama gracias a otro dierector. Brian de Palma, con su versión cinematovráfica de Carrie. Sin embargo, en esta ocasión no quedó satisfecho po rel resultado de El resplandor, devido a la clausula de los derechos de Kubrick, al crear el guión con la ayuda de Diane Johnson. Incluso cambió el título de la obra por el largometraje y decidió que la versión española fuera mal dirigida por Carlos Saura. Pero existen otras diferencias: la figura princiipal residía en el escritor, no como ocurría en el original, cuya importancia se encontraba en su hijo Danny. La historia de un niño con visiones constantes e incesivas que le aterrizan dentro de un estado de terror permanente.
Este largometraje lo podemos incluir dentro del llamado cine de "casas malditas", pero no posee una serie de particularidades que las diferencia de otras, como Polstergeist (Steven Spielberg) o House Hill (Robert Wise). El terror no aparece de forma implícita en la pantalla y el director lo desaroolla de una forma sugerida para que parezca una neurosis del personaje, unas cuantas imágenes ilusorias como consecuencias a la sed de alcohol y al aislamiento, al habitar un impresionante hotel vacío durante los meses de invierno. Pero el ritmo de la película se asemeja a otras cintas del género (hay una explicación del origen de la maldición del hotel, al haberse construido sobre un antiguo cementerio indio, muy al gusto del escritor; y hay evidencias de la presencia diabólica, en la pelota que llega a Danny, mientras juega en la alfombra).
Hay escenas de pura tension y sobresalto, destacando la secuencia del baño, en la que Nicholson observa una mujer muerta, en el momento de mayor erotismo y desolación del film, pero no hay mucha violencia física. En este tipo de escenas, observamos cómo Kubrick explota la raiz poética del terror y las zonas oscuras de la psicología humana en torno al erotismo y la sensualidad, tema clave en la filmografía del director -Lolita, Eyes wide shut, La naranja mecánica- mientras que en las relaciones íntimas Nicholson-Duwall apenas hay un mínimo roce. El erotismo también queda reflejado en la película en relación homosexual que descubre el personaje de Shelley Duwall durante la fiesta fantasmal.
Otras diferencias con respecto a la novela es que se han suprimido cualquier indicio de bondad con respecto a los personajes y la trama. Desaparece el personaje del pediatra y el rescate final a manos del negro Halloran. E incluso, el único momento de la película en el que observamos un cierto amor padre-hijo, se contempla desde el lado del Mal: ¿Te gustaría quedarte en el hotel... para siempre?
Reparto.
Jack Nicholson estaba encantado con el libro de King, pues correspondía con el perfil de personaje que le gustaba interpretar, un hombre con dobleces morales como había hecho en Alguien voló sobre el cuco o Chinatown. Gracias a Peter Fonda y Dennis Hopper, dio su salto a la fama en Easy Ryder (Buscando mi destino), filme con profundos matices socials, que incidía en los prejuicios de la sociedad y reflexionaba sobre la libertad y el consumo de drogas.
Antes de El resplandor, Kubrick había pensado hacer con el actor una versión moderna de la vida de Napoleón Bonaparte aunque al final, el proyecto quedó abandonado. Al mismo tiempo Nicholson demostraba su importancia con el director al ser uno de los pocos actores que lograron introducir en algunas escenas ideas propias: "Aunque no oigas el tecleteo de la máquina, no quiere decir que no estoy trabajando", lo que remite a su época en la que tuvo que sobrevivir como guionista, reprendiendo de esta manera a su primera esposa. La otra aportación del actor es la expresión: "¡Aquí está Johnny!" (en el original) frase que usaba un conocido showman televisivo de la época.
Shelley Duwall es una actriz sacada de la firma de Robert Altman, director independiente con un gran interés por la crítica social (Nashville, MASH). Una actriz secundaria que aparece en películas suyas como la mediocrísima Popeye, pero también en clásicos como Cabaret.
Stephen King, un autor de bestsellers de terror.
Stephen King no quedó satisfecho con la versión de Kubrick, pero para compensarle, el cineasta se encargó de hacerle algún que otro guiño. A Stephen King no le gustó la película, sobre todo la elección del actor, y tuvo que esperar a una versión para la televisión, dirigida por Mick Garris (director que se especializaría en obras del escritor), protagonizada por Rebecca de Mornay, para ver algo mejor adaptada su novela. Este escritor es, según palabras suyas, "para la literatura lo mismo que McDonalds, para la gastronomía". Sus relatos suelen ser éxito de ventas y muchas de su bastísima producción ha sido adaptada al cine. Pero al hacer referencia a King y al personaje de Jack Torrance, es inevitable pasar por alto el hecho de que Stephen King escribe, fundamentalmente sobre escritores. Uno de los temas que a él más le gusta es él mismo. Destacando Paul Sheldon, quien fuese secuestrado por la psicópata enfermera, en Misery; Mort Rainy, de La ventana secreta y Jack Torrance. El otro tema clave en la literatura del escritor es el protagonismo del Mal, de las "casas encantadas" y los fantasmas.
- Eres el barman más cojonudo desde Tombuctú a Portland, Maine.
Porque allí, en Portland, es donde nació y se crió el escritor.
-¿Dices que los fantasmas no existen?
-He dicho que nunca he visto uno, no hay nada en este mundo que el deseo de ver un fenómeno paranormal.
"Eres porque lo he escrito, como este lugar, no existia nada antes que yo", dice el personaje de En la boca del miedo, película de John Carpenter que comparte algunas similitudes con el filme de Kubrick, sobre todo en el acto de la creación como el lugar perfecto para todos esos monstruos que se esconden en nuestro interior, sirviendo de metáforas de los conflictos más cotidianos. Aparecen como herramientas usadas por las criaturas del más allá, para unir los dos mundos, el suyo y el nuestro. A veces el horror surge del propio artista, miedos e inseguridades, con el siempre inestable ejercicio profesional, conectando con este tipo de géneros que relaciona a escritores y cineastas, portadores de un ego que les hace vulnerables.
-Cada vez que vienes aquí me interrumpes y pierdo la concentración, entonces me distraigo y pierdo mucho tiempo en volver a coger el hilo.
El Mal está muy presente en las novelas de Stephen King, y en sus diferentes adaptaciones, y cobra protagonismo en El resplandor. La esencia del Mal y del terror aparece en la secuencia de créditos de la película, acompañando al voslwagen por el sendero de la montaña (tomadas de las secuencias descartadas de Blade Runner, Ridley Scott) junto al quinto movimiento de la Sinfonía Fantástica de Berlioz. Un detalle intesante lo encntramos en la fotografía de una fiesta de 4 de julio con la presencia de Nicholson, detalle que evoca el caracter sempiterno del Mal, pero destacaría al Hotel como ese Mal en estado puro.
-[El Señor Ullman] No conozco a nadie con ese nombre. El director es el hotel, señor, creo que no se ha dado cuenta de quién le ha contratado a usted. Al final nos encontramos con una de las películas más sobresalientes del cine de terror, en donde destaca el pulso de uno de los mayores cineastas, hasta convertirse en una referencia del género. Una obra maestra, indiscutible.
Todo cinéfilo ha visto en su director favorito el mejor cineasta de todos los tiempos. Para algunos seguramente sea John Ford, Hichtcock, Clint Eastwood, Spielberg, Kurosawa e incluso García Berlanga, pero para mí es Stanley Kubrick quien ostenta esa categoría. Es el maestro de todos los géneros, cuyas películas se han convertido en referencias absolutas y ningún otro cineasta cuenta con tantas obras maestras en su filmografía, ni en tan diversos géneros (como, por ejemplo, Howard Hawks, en el cine clásico) ni cuenta con tantos méritos cinematográficos o secuencias emblemáticas.
Fue el maestro de la parodia política, con Teléfono rojo, ¿volamos hacia Moscú?
-Me vas a decir que estoy loco pero he tenido una comunicación con la base para quitar el apetito.
La película emblemática del terror psicológico, El resplandor.
-¡Aquí está Jack!
O Lolita, un subgénero en sí mismo. Así observamos cómo gran parte de sus superproducciones son obras maestras, con Senderos de gloria, en el cine bélico o Espartaco, todo un pemplum clásico:
-Craso tiene unos gustos muy particulares, querrá un espectáculo. Perdona Graco.
Si nos limitásemos a los aspectos técnicos, habría que destacar numerosos puntos en la filmografía de Kubrick. Se observaría la ubicación de la cámara baja en Atraco Perfecto como parte de su estilo o los picados de Lolita, justificados por la mirada del protagonista. Pero también son interesantísimos sus largos travellings, como sucede en El resplandoro Senderos de gloria. Kubrick estaba obsesionado por capturar la escena perfecta o por innovar en la fotografía (el uso innovador de la Stendycam en El resplandor) o de la luz natural en Barry Lyndon. Un uso genial de la música o el constante origen literario de sus películas; el mejor Kubrick destaca por su gran estilo definido en una corta filmografía (tan solo 13 largometrajes).
Fue un maestro en cuanto a la fotografía y un buen ejemplo fue El resplandor. Por esos pasillos del hotel Overlook, se experimentó la stendycam, e incluso nos dejó uno de los planos nadir más expectaculares.
También sus películas se vieron turbadas por la controversia y la polémica (llegó a retirar La naranja mecánica de los cines, por su violencia explícita). Sin embargo, Kubrick fue el responsable de la mejor secuencia de apertura de la Historia (2001), de una de las grandes referencias de la ciencia-ficción (el superordenador Hall 9000), de uno de los dramas históricos (Barry Lyndon) y de una sorprendente reflexión sobre la violencia, ya sea la individual-grupal o la institucional (La naranja mecánica). El hombre es el gran centro temático de su obra, desde la visión existencialista del ser humano (2001) a la violenta y demencial (El resplandor).
La locura suele ser un elemento común en gran parte de su filmografía y siempre que veamos una mirada como esta es que su personaje está perdiendo la cabeza o el control. Es el primer plano en pantalla de Alex, en La naranja mecánica, porque desde el principio sabemos que su personaje está loco.
-Ahí estaba yo, es decir, Alex.
Pero además es un punto de inflexión para saber que algo no funciona bien.
-¡Tarado, qué funciona mal en tu cabeza! ¿No te hicieron caso, tu papá y tu mamá cuando eras niño?
La película que Kubrick dedicó al siglo XVIII es una muestra de su genialidad como director, basándose en los tres pilares que han caracterizado su cine: la fotografía, la música y las adaptaciones literarias. En esta ocasión, de una novela del autor inglés -aunque de origen hindú- William Mackempeace Thackeary. Nos encontramos en la Inglaterra del siglo XVIII, en plena guerra contra los franceses durante el controvertido Jorge III. Y es, junto a El Gatopardo, de Visconti, una de las mejores recreaciones históricas.
Redmond Barry (Ryan O´Neil), un joven irlandés de provincias, vive con su madre y está perdidamente enamorado de su prima Nora. De hecho, bate a duelo a un adinerado y fanfarrón capitán inglés, que le promete en matrimonio, por lo que se ve obligado a marcharse a Dublín. Pero en el viaje es asaltado y sin un penique en los bolsillos, decide alistarse en el ejército. Marcha a la guerra en Europa y finalmente deserta, suplantando a un correo, camino a Prusia, aliada de Inglaterra. El capitán prusiano Polkpoft (Hardy Kruger) descubre su engaño y le obliga a entrar en su ejército; e incluso le sigue sirviendo una vez acabada la guerra. Entra en el cuerpo de policía con el fin de vigilar a un caballero irlandés (Patrick Magee), sospechoso de espionaje. Pero el hecho de encontrarse a un compatriota, en tierras lejanas, le llevó a unirse a este personaje que le hará conocer la nobleza más señara, a través de las mesas de juego, e incluso a su futura esposa, la condesa Lady Lyndon (Marisa Berenson). Sin embargo, esto supondría su definitiva caída y su hulmide origen irlandés.
"Solo, cansado como estaba qué podía hacer un hombre descorazonado. Aceptó la pensión y se fue a Irlanda con su madre. Volvió al continente y continuó con las mismas aficiones, sin éxito de antaño. Y nunca más volvió a ver a Lady Lyndon".
Barry Lyndon es todo un fresco histórico con una multitud de detalles y curiosidades. En la música, Kubrick abandona el individualismo de La naranja mecánica para enmarcarse no sólo en la música de su momento (Mozart, Haëndel, Shubert), sino también otras de carácter floclórico (La marcha de los granaderos, El lilibulero). Recurre a la voz en off, propio de otros personajes del XVIII adaptados al cine de la literatura, como el Tom Jones (Tony Richardson); en este caso, merece la pena citar la voz de José Luis López Vázquez.
Junto a la música, también merece la pena detenerse en la fotografía, toda una revolución por parte de Kubrick y de su director de fotografía habitual, John Alcott. Ya es una costumbre de este cineasta el innovar en cada nueva película (el uso de steadycam en El resplandor, las innovaciones de cámaras en 2001). En Barry Lyndon destaca la luz natural, de velas, para los interiores, próxima al naturalismo en la fotografía cinematográfica que dejara el español Néstor Almendros.
El filme ganador de varios Oscars en el aspecto técnico tendría una gran conexión con el tiempo que cuenta a través de un argumento totalmente detallista, rodado al milímetro. La marcha de Redmond a Europa recuerda a la llamada "fuga de los gansos salvajes", los paisajes, los paseos, la religiosidad, los vestidos y atrezzos, todo respira autenticidad en esta película. Hay referencias históricas (La Guerra de los Siete Años y la Guerra Americana) y aspectos de la sociedad de la época. Como pretende Barry Lyndon, para la concesión de un título, se llegaba a derrochar dinero en fiestas, viajes y en excentricidades, pasándose endeudamientos y apuros económicos.
Por último podríamos referirnos al reparto "familiar" que acompañó al director en algunos de sus filmes. El irreconocible Chevalier de Balibari (Patrick Magee) es el escritor que sufriría los ataques del violante Alex ; y el capitán Quin era uno de los cosmonautas de 2001; pero quisiera destacar a Phillip Stone, como el padre del joven protagonista de La naranja mecánica y un "fastasmal" huésped del hotel Overlook, en El resplandor.
Cada plano respira una auténtica construcción pictórica, como si fuéramos una tarde a un museo de Arte e incluso asistiendo a una clase de Historia Moderna. De Hecho, Steven Spielberg había comentado de ella: "Barry Lyndon me gusta, pero es como si fueras al Prado sin comer". Lo que sucede es que también es una de sus películas que más controversia a creado. Para algunas estamos ante una de sus obras maestras, mientras que para otros es su film más aburrido. Para ellos, Barry Lyndon sería un donnadie, cuya vida es intrascendente. Juzguez ustedes mismos.
En los años setenta, Kubrick dirigió esta visionaria y polémica película, que fue un éxito comercial inmediato pero también un shock para la opinión pública; se cuenta la anécdota de que el propio director retiró la película de los cines porque su madre se lo había aconsejado. El filme estaba basado en la vida de un joven delincuente amante de la violencia, la violación y Beethowen. La historia se basó en una novela homónima del escritor Anthony Burgess, protagonizada por Alex un joven fascinado por la violencia extrema y la Novena Sinfonía que dedicaba su tiempo a las más diversas fechorías. Pero el fim de Kubrick nos presentaba otro tipo de "violencia", la ejercida por el Estado, convirtiéndole en cobaya de un experimento que promete deshinibir todo sus impulsos sociales.
-Me gusta videar películas antiguas, la primera película era muy, muy buena. Una de esas que hacen en Hollywood.
La película lleva consiguo toda una leyenda, por la puesta de escena de este mundo distópico, que permite comprender las claves de una estética que iba a aprecer: el arte pop. Un plano estético y moral que ha servido de influencia a toda una generación, desde la decoración hasta la música. De hecho, grupos como Blur se han inspirado en la película para algunos de sus trabajos; por ejemplo en el tema "The universal" de esta banda británica.
-Ahi estaba yo, es decir, Alex y mis tres drugos, Pete, Georgie y Dim. Estábamos en el Dorova Milk Bar. En el Dorova Milk Bar servian leche plus: leche con veloceta, o con drencromina, que era lo que estabámos tomando. Aquello nos agudizaba los sentidos, y nos dejaba listos para una nueva sesion de la vieja ultraviolencia.
Los bombines de La naranja mecánica y el resto de la indumentaria de este peculiar grupo de delincuentes, Kubrick se inspiró en el vestuario de unos atracadores reales. Los años setenta era una década turbulenta que tuvo su representación en el cine, con una multitud de películas centradas en la violencia. En una de ellas había participado un joven y desconocido actor, Malcom McDowell (If, indsay Anderson) que se convertiría en la estrella del filme de Kubrick.
Estos jóvenes violentos representaban la clase social suburbana inglesa, con la fábricata como símbolo de proyección laboral. Ejerciendo una delincuencia juvenil marcada por los ataques a los mendigos, como aquel que canta a la heroína irlandesa Molly Malone, los asaltos a las casas aburguesadas (el escritor, la "mujer de los gatos") o las peleas con otras bandas (la de Billy Boy). Curiosamente la película refleja cómo la policía se va nutriendo de antiguos delincuentes juveniles. Pero la violencia de Alex también se manifiesta en sus ensoñaciones e incluso en su sentido del erotismo: la violación de la mujer del escritor.
La violencia en un contexto social muy definido era una marca de la casa de la Warner. De hecho, la Warner -la productora de La Naranja mecánica- había financiado películas como Perro de paja o Los diablos. Es también es la radiografía de una sociedad en la que estamos imbuidos acutualmente, porque a pesar de lo que pueda parecer, la violencia de La naranja mecánica es "elegante" en comparación con películas actuales. Al fin y al cabo era un joven asocial e hiperviolento, con gustos melómanos como amante de la Novena Sinfonía y de algún otro título de la música clásica.
-Había sido una noche fabulosa que debía tener ahora su final perfecto con un poco del viejo Ludwing van.
Al fin y al cabo, son unas claves, -la música clásica, la violencia y las situaciones eróticas- que están presentes en toda la filmografía de este grandísimo director.
Homenajeamos con la película al escritor Arthur C. Clark, recientemente fallecido en su querida Sri Lanka, y por supuesto, a este gran director Stanley Kubrick.
Como resultase en su momento la futurista Blade Runner, de Ridley Scott, esta poética y filosófica película del director neoyorquino supuso toda una innovación en el género de la ciencia-ficción, sostenida en tres ideas básicas: El amanecer del mundo, la señal en la Luna y más allá del infinito. Una película visionaria, de un cineasta genial y perfeccionista como fue Stanley Kubrick. Partiendo de El centinela, un relato de Arthur C. Clark, director y escritor se pusieron manos a la obra para escribir un guión que transgrediese todo lo que se conocía de la ciencia-ficción con una idea, en realidad, muy simple. Hace millones de años, una inteligencia superior, representada por un enigmático monolito, significó un cambio en la evolución, dotando a los monos humanoides de la chispa de inteligencia que le permitiese sobrevivir y evolucionar. Desde allí, al infinito y más allá. Kubrick nos invitaba a ser testigo de un viaje de la humanidad a través de millones de años de evolución, la mayor elipsis de tiempo jamás filmada. Que nos lleva a ese futuro en el que estamos en pleno avance de la conquista espacial, con esa escena inicial que parece una coreografía musical, una danza en el espacio. Todo un lujo cinematográfico, tanto a nivel visual como a sonoro, que pocas películas han sabido aprovechar y sin duda, ninguna del género, el uso del silencio derivado de un medio para transmitir sonidos. Esto es, en el vacío. Si en un principio fue el compositor Alex North su colaborador, por ejemplo, en la melodiosa banda sonora que acompañaba la película Espartaco, desde entonces Kubrick empezó a recurrir a la música clásica que hoy asociamos de manera indisoluble con las mismas, como Así habló Zaratustray El Danubio Azul.
Lo que marca el inicio de una nueva concepción dentro de la ciencia-ficción y su principal mensaje, es que el hombre se halla sometido a la influencia de un poder de otras inteligencias, situadas fuera de nuestro mundo, pero fuera igualmente de los tópicos invasores del espacio exterior que vienen a la Tierra, explotados hasta la saciedad en las anteriores películas de cine B.
De este modo, el perfeccionista director logró una película que podía ser más realista, desde la estación espacial orbitando alrededor de la Tierra hasta los vehículos de transporte, desde nuestro planeta hacia la Luna, incluso su Descubrimiento -la Discovery- con sus problemas antigravitatorios, o las telepantallas para comunicase dos puntos distantes a millones de kilómetros.
- Has pensado en algo especial.
- Sí.
- ¿Un teléfono?
- Pero si ya tienes muchos teléfonos, ¿no quieres otra cosa para tu cumpleaños?
Es curioso que cuando Kubrick decidió llevar al celuloide esta conocida obra de ciencia-ficción, estaba en auge la carrera espacial, y junto con este descubrimiento del cosmos existía un “re-descubrimiento” de la realidad en numerosas facetas, en una década contestataria y a la vez llena de referencias cinematográficas. Pertenecía al cine comprometido de la Nueva Ola, que surgió en los años sesenta en EEUU, como reacción a la doble moral existente, al cristianismo, a los valores defendidos por la sociedad que imperaba y a la guerra de Vietnam. Sería la época de grandes películas: Grupo Salvaje, de Sam Peckipah, una crítica hacia los valores defendidos en la Guerra de Vietnam, disfrazada en un violento y crudo western; Cowboy de Medianoche, un New Western que critica la vida urbana, como haría también el “road-movie” Easy Ryder (Buscando mi destido), de Dennis Hopper.
Apoyándose en unos efectos especiales magníficos, el primer aliciente de 2001, dirigidos por el propio director y por quién ganase el Oscar, Donald Trumbull (luego el principal responsable del enorme éxito de Spielberg en Encuentros en la tercera fase), alcanza un nivel técnico, que se podría afirmar que aún no ha sido superado por otra película posterior. Para mejorar algunas escenas, sobre todo en las del llamado "vacío", Kubrick diseñó una cámara especial, y para los exteriores, por ejemplo, los de la Luna, emplearía toneladas de arena en el estudio cinematográfico Shepperton, en Londres, donde luego rodaría El resplandor.
Sin embargo, 2001, no es sólo una obra maestra por sus efectos especiales y sonoros, por su fotografía o por sus increíbles paisajes; es también un recurrente punto de encuentro filosófico, cuyas tres bases anteriormente mencionadas se sustentan en una cumbre de la literatura de la ciencia - ficción. Veamos cada uno de estas ideas: Primero encontramos el amanecer del hombre, cuando la única inteligencia es el instinto animal, representado por unos simios que caminan a cuatro patas y que luchan entre sí, por la comida. En un momento, aparece un monolito, al que los simios se acercan, y de esto se llega su manifestación más importante cuando uno de ellos lanza hacia arriba un hueso, como arma, y por tanto, como una señal de evolución, con los primeros acordes del vals de Strauss.
Millones de años después, el hombre está en plena conquista del espacio. Algo interrumpe la paz que se vive en una estación espacial: una segunda señal del mismo monolito, que es el testigo mudo de la evolución de la inteligencia terrestre y que emite igualmente un nueva pitido, como un mensaje que lleva a la nave Discovery capitaneada por Gair Lockwood y dirigida por un superordenador, conocido como HAL 9000 a un lugar desconocido de Júpiter.
- Buenas tardes, HAL, ¿cómo va todo?
- Permíteme decirle, Sr. Eiwer que los computadores de la serie 9000 son los mejores de los que se han construido, ninguno ha cometido una equivocación, ni han facilitado una información errónea.
HAL, con todo, es el personaje que representaba la principal carga dramática de la película, cuyos errores, mentiras y miedos, junto a sus acciones defensivas para autoprotegerse. Todo esto condujo a varios asesinatos y a la lente muerte de todos los miembros de la tripulación, a excepción de Bowman, que llegó a desconectar -a matar- al propio ordenador, en uno de los momentos más emotivos y recordados de la historia del cine.
Después al infinito y más allá, en un viaje a través del tiempo y del espacio, en la que el hombre renace sobre sí mismo, en una aventura casi sicodélica. Imposible de definir las sensaciones que produce en el espectador, confusión por un lado y serenidad por otro, con todas las interpretaciones que puede darse a esa escena final, sencillamente magistral. El estreno fue un desastre. ¿Ciencia- ficción? Por lo pronto, no trata sobre la amenaza roja sino todo lo contrario, las dos superpotencias convivían pacíficamente tanto en la Tierra como en el espacio. Pero, poco a poco fue atrayendo a legiones de jóvenes, quizás por ese viaje espiritual y sonoro que concretaba en pantalla las visiones del LSD. Hoy, sin embargo, es una de las películas más imitadas, citadas y criticadas tanto del género al que pertenece como de la historia del cine, siendo uno de los pilares claves de la ciencia-ficción. Y, como apunte final, la película que Kubrick y Arthurh C. Clark no es que no fuese realista, sino que esa profecía del viaje de la Luna a Júpiter todavía no se ha hecho realidad.