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Travelling. Blog de cine.

Cine teen: La adolescencia en el cine.

The bling Ring: El precio de la fama.

The bling Ring: El precio de la fama.

Pertenecemos a una generación que no sabemos ni siquiera plancharnos una camisa, nos desesperamos cuando no nos funciona el 3G y seguramente entraríamos a curiosear a casa de Paris Hilton, si tuviéramos la ocasión; así somos nosotros. Y si no me creéis, no os perdáis esta película, avalada por presentarse en el Festival de Cannes y estar firmada por la hija de uno de los grandes.

Un clásico nerd de instituto (Marc, Israel Broussard), harto de ser ninguneado por sus compañeros, se une a una chica, Rebecca (Victoria Chang) y a su grupo de amigas, dispuestas a conocer algo más de las estrellas de Hollywood que adoran. Sofia Coppola reúne a un grupo de chicas, para contarnos una historia basada en hechos reales, el de una banda de chavalas que se entretenían asaltando las mansiones de famosos; un caso real que transcendió lo anecdótico, hasta alcanzar relevancia mediática y incluso hasta a los tribunales. De hecho, la idea original de la película aparecía en un artículo de la conocida revista Vanity fair.

La verdadera banda Bling Ring.

 

Existe un precedente cinematográfico que cuenta con un enfoque similar, la película alemana: Los edukadores, cuyo argumento se basa en las andanzas de un grupo de chicos que entran en mansiones de los ricos con el fin de hacerles cambiar su modo de vida. Y con ese objetivo, secuestran a uno de ellos.

-Es nuestra oportunidad, por fin un ejemplo vivo para poner a prueba nuestros métodos.

Lujo, frivolidad y soledades.

-Soy una chica solitaria, que pasaba mucho tiempo con mi padre y no tenía amigos.

 Muchos no perdonan sus orígenes, ser la hija de quién es y no ven la cineasta con gran estilo autoral (a pesar de que Lost on Translation, no me gustase nada) sino a una niña mimada que descubrió la pistola de papá.  Pero más allá de las críticas que suele recibir Sofia Coppola,  hija de uno de los grandes –Francis Ford Coppola- lo cierto es cuenta con un estilo propio superior a la primera etapa de su padre. En este cine de Sofia Coppola sobresale una idea: la fascinación de la juventud por las modas, el lujo y la frivolidad, pero también la soledad social ligada a un cierto estatus.

-¿No le he contado que le descubrí con una ramera?

-¡Majestad!

-Pero si eso es lo que es.

Le sucedía, de algún modo, a los personajes de Las vírgenes suicidas, lo veíamos en su versión de María Antonieta (seguramente su película más cohesionada y perfecta) o en Somewhere (donde dejaba claro esa idea de que el dinero no daba la felicidad). En este sentido, a Coppola le gusta retratar las soledades de sus personajes –sobre todo aquellos que pertenecen a la élite o adquieren cierta fama-. Lo encontramos en el personaje interpretado por Bill Murray (Lost in Translation) o en el de Stephen Dorff (Somewhere). Lo vemos muy claro en el caso de Maria Antonieta, pero también lo encontramos en las hermanas Lisbon de Las vírgenes suicidas.

A diferencia de otras películas suyas (Somewhere) cuyo protagonista es una celebridad de Hollywood, su interés radica en esta ocasión fuera de la pantalla, a través de un grupo de fans que buscan disfrutar algo del lujo y fama de aquellas celebridades que adoran como Paris Hilton, Orlando Bloom o Megan Fox. El interés de esta banda era precisamente todo aquello de lo que solían presumir estos famosos cara a la galería, como parte de esa fachada deslumbrante que eran sus vidas, es decir, sus joyas y ropas de alta costura. E imitando a sus estrellas favoritas, las Bling Ring llegan a adoptar un modo de vida terminando siendo sólo estática con una superficialidad que rozaba el paroxismo.

Spring Breakers: Un subidón de adrenalina para un nuevo concepto de Sueño Americano.

Spring Breakers: Un subidón de adrenalina para un nuevo concepto de Sueño Americano.

El Sueño Americano ha sido y es uno de los conceptos, llamemóslo sociocultural, que el cine ha ido redefiniendo desde el origen del séptimo arte. Spring Breakers ("Vacacioneros de primavera", en castellano) busca en la explosión sexual de sus cuatro jóvenes protagonistas un nueva definición del término.  Estamos ante la última película del realizador y guionista de nombre Harmony Korine, cuya carrera en el cine ha estado estrechamente relacionada con Larry Clark y sus controvertidos retratos de la juventud neoyorquina. 

Spring Breakers es una película curiosa,  está en las antípodas de, por ejemplo, Día de pesca (Carlos Sorín)-por supuesto- que se estrenó al mismo tiempo en las carteleras españolas. No sólo porque Harmony Korine represente la esencia cultural norteamericana al criarse en la América profunda (Nashville, Tennesse), de orígenes judíos y amante del skating y de la cultura urbana juvenil, sino porque presenta el exceso de una juventud frente al relax de la madurez del personaje principal de la película argentina.  Pero también sus personajes son diferentes a ese mundo juvenil al estilo "eighties" de John Hughes de "Dando la nota" (Jason Moore) y no se parecen en nada a los  jóvenes disfuncionales de Gus Vant Sant. En Spring Breakers se "hermana Britney Spears y Scarface" como señala Ángel Sala, en un artículo sobre la película  en la publicación "Dirigido por...".

-Dinero, dinero, dinero.

-¿Para qué?

-Ya sabés para qué.

Las protagonistas son cuatro estudiantes universitarias sin el dinero para sus "vacaciones de primavera", esa que les permite escapar de la rutina de las clases. El cuarteto está encabezado por Rachel Korine, esposa del director y dos chicas Disneys. "Las elegí porque en la vida real representan un sueño, un mito pop".

 -Las mismas cosas el puto día, en la misma cama, en la misma casa, las mismas farolas. 

El film es también un ejemplo del daño que hace la factoría Disney, idiotizando a generaciones de adolescentes, enfrentándolos a la realidad a través del tamiz ultraconservador de la productora. De hecho, dos las protagonistas femeninas han sido "princesas Disneys" como estrellas televisivas, en una perversión del modelo que la factoría ha intentado crear de los ídolos juveniles y representados por los Jonas Brothers y productos de marketing similares. No por casualidad, el personaje que sirve de mentor de las adolescentes, un irreconocible James Franco, se llame así mismo Alien y se considere de otro planeta.

El retrato que Harmony Korine hace de estos personajes, es el de unas adolescentes que  viven la vida en Miami con todo tipo de excesos, destilando un estilo videoclipero no sólo por su pasado de Korine como director de videoclips, sino sobre todo por sus comparaciones con la MTV y ese producto insoportable de Jersey Shore o por los ecos lejanos con la propia Britney Spears (su tema "Evertime" suena en la película, durante la secuencia de un robo). Pero más allá de estas referencias, lo cierto es que Spring Breakers destaca por su música, por la apuesta en el montaje (obra de Douglas Crise, habitual de Steven Sorderberg); por la participación de Cliff Martinez, compositor que va ganando enteros gracias a una música muy personal y por Skrillex, nombre con el que se conoce al creador de un tipo de música electrónica llamado substep. Sea dicho de paso que no es precisamente la música que escucho, pero la banda sonora de la película será uno de los éxitos de la temporada. 

Avanzando el metraje, las chicas se convierten en las musas de este particular criminal local, interpretado por James Franco. A partir de entonces, la película da un giro hacia el misticismo. Habéis leído bien, porque Korine quiere dar a su película un aire místico de corte grecolatino (una especie de versión pandillera de Dionisos/Baco), aunque a muchos esto mismo nos descoloque. El propio realizador defienda esta postura de su película: "Spring Breakers es una mezcla de gansterismo y misticismo, dos ideas prevalentes en la cultura americana contemporánea. Esta unión forma un sentimiento religioso porpio, por eso están presente algunos mantras". Muchos no comprenderán porqué un director como este llega a relacionar conceptos como "misticismo" o "mantras", en una película donde el sexo, las drogas, la violencia y las chicas en biquini, son el leitmotiv del argumento. Pero la verdad es que se trata de una propuesta cercana a una interesante película, inétida entre nosotros: Enter the Void (Gaspar Noé). Una película sobre un Tokio futurista, con un viaje alucinógeno y mucha violencia , de por medio, que comparte con la película que nos centra un cierto tratamiento estético, gracias al director de fotografía en común: Benoît Debie.

Para todos aquellos que aún sigan creyendo eso del "misticismo", aquí queda para la posteridad una de las perlas de la película, a cargo de una de las chicas, Candy (Vanessa Hudgens).

-Ver tanto dinero hace que se me moje el coño. 

 Al final, el argumento nos presenta la búsqueda de un falso paraíso de unas jóvenes pasadas de revoluciones, que se pasan la vida entre drogas, sexo y en un perpetuo bikini. Curiosamente Harmony Korine retrata un mundo marginal juvenil que conoce bastante bien, como controvertido guinosta de Kids y Clercks (Larry Clark) o como actor en películas de Gus vant Sant. 

Las ventajas de ser un marginado: Volvemos al mundo de los institutos.

Las ventajas de ser un marginado: Volvemos al mundo de los institutos.

-Es el primer día de clase y este año quiero que las cosas sean distintas. 

El escritor Stephen Chbosky se pone tras las cámaras para dirigir a Emma Watson en "Las ventajas de ser un marginado"  (The perks of being a wallflower), la enésima representación de la vida en un instituto americano, dentro de los esquemas preestablecidos. La historia sucede en el último año de curso, hay un poco de alcohol y drogas, algo de rock and roll, el baile de fin curso y un profe de literatura. Todo gira en torno a un chico tímido, un looser que hace buenas migas con estudiantes más mayores que él, hasta encontrar un lugar entre estos "desclasados" de catálogo.

-Bueno, vamos, perdamos la cabeza.  

Dirige Stephen Chbosky el autor del libro homónimo en que se basa la película; una novela que es parte de la literatura recomendada por los instituos como fue Rebelde, en los años noventa. Vale, reconozco que la historia puede estar muy vista: el chaval que pierde a su mejor amigo y que desde entonces se queda solo, que tiene unos hermanos fuera de serie y que es un poco inadpato. Pero creo que está muy bien contada, que es un acierto (y muy arriesgado) que el propio autor haya decidido dirigirla y los actores son solventes y creíbles. Además, la película es bastante honesta como teen budy movie, nada que ver con la controvertida relación profesor-alumno de la francesa La casa, por poner un ejemplo reciente.

"Sigue la mente de tu maestro porque caminar con él, es avanzar", la película de François Ozon nos mostraba el lado oscuro de ese aprendizaje, que hemos querido destacar con una cita del escrito germano Goethe. En el nuevo film encontramos un estilo totalmente distinto, habría que entender que detrás de la propuesta se encuentran los productores de una buena parte del cine indie de los últimos años, de Juno o Young Adult (aunque sin la colaboración Jason Reitman y Diablo Cody). Juno narraba un proceso de madurez acelerado, mientras que Young Adult, recurría al proceso contrario, retratar la adolescencia perpetua a una generación incapaz de superar sus taras emocionales.

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En esta ocasión, "Las ventajas de ser un marginado" nos habla de un constante en el cine de institutos. Los personajes de esta película resultan ser extractos representativos de una generación de actores jóvenes en ascenso. Aunque algunos con carreras más afortunadas que otros, todo sea dicho de paso. 

-Bueno, tienen... ¿cómo los llamas? Un gusto adquirido. 

Entre los actores más afortunados está Ezra Miller, el coprotagonista de Tenemos que hablar de Kevin (We need to talk about Kevin) y Emma Wattson, compañera de correrías de Harry Potter. El menos interesante es Logan Lerman, precisamente el protagonista. En la película, recupera parte de la esencia de otros personajes célebres de instituo como aquel de Donnie Darko, el atormentado por una dolencia psicológica, interpretado por Jake Gyllenhaal.

-Salvaste a mi hermano, eso es lo que hicistes.

-Entonces, ¿no tienes miedo de mí?

-¡No!

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               Las ventajas de ser un marginado

Criando ratas: el cine quinqui regresa a Alicante.

Criando ratas: el cine quinqui regresa a Alicante.

"Macarras de pantalones ceñidos, pandilleros tatuados y suburbiales...", una canción de Sabina me refrescaba la memoria de un subgénero cinematográfico que convertía los descampados de extrarradio en templos de la épica delincuente. Un cine que presentaba a los marracas como al héroe del barrio, como unos trabajadores por cuenta propia que hacían de la delincuencia juvenil, un modo de vida: los quinquis. Desde siempre los bajos fondos han sido muy cinematográficos, los retratos de adolescentes, abandonados al flujo abigarrado de esta particular violencia. 

La violencia juvenil es uno de los baremos más cinematográficos para reconocer la realidad social en los barrios de extrarradio de cualquier gran ciudad del mundo. De hecho, el cine ha demostrado que la vida en los guettos es muy dura, a tiro de pistola o de navaja, entre jóvenes que conviven con las drogas y la muerte. Las películas reflejan el submundo del barrio neoyorquino del Bronx, de las favelas brasiñela ("Ciudad de Dios") o del extrarradio español del "cine quinqui" de los ochenta. Hubo una vez en que existió ese cine y unos personajes tan nuestros como la paella o los toros, los Seat trucados, las Bultaco Metralla o las barriadas periféricas donde convivían los pisos baratos y las chavolas. Carlos Salado hace regresar el fenómeno de la quinqui´explotation a las calles de la ciudad española de Alicante con "Criando ratas".   

El submundo creado en "Criando ratas" recupera todo eso y lo lleva a un contexto más reconocible por la juventud de hoy, donde continúan la violencia callejera y los ajustes de cuenta. Los encontramos en los códigos de una delincuencia juvenil que han pervivido hasta la actualidad de tal manera que el estereotipo del quinqui, continúa hoy en día ejerciendo una fascinación desenfrenada. Así vemos cómo en "Criando ratas", los personajes de Voltereta, Florín o Mauri, encabezados por "El Cristo", representan los iconos del cine quinqui, como El Lute, El Vaquilla o El Torete.  Encabezados por "El Cristo", son unos personajes surgidos de los propios barrios marginales; los nuevos "perros callejeros", interpretados por un centenar de alicantinos que representan los barrios bajos de la ciudad. La intención de su director fue conseguir el mayor realismo posible. Y en esta búsqueda, observamos a los actores no profesionales, la producción claramente independiente y conceptos prensentes en el cine de denuncia como son la prostitución, la exclusión social o el narcotráfico. 

Este subgénero de los años setenta y ochenta respondía a un cine de urgencia, ante la marginalidad que la situación económica, política y social se destacaba sobre todo en los barrios de extrarradio. De ahí, que la crisis actual permite hablar de un nuevo resurgir del cine quinqui. 

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El despertar de la sexualidad: la juventud dentro del mito vampírico.

El despertar de la sexualidad: la juventud dentro del mito vampírico.

- Ahora por fin entiendo todo esto, cómo ha sido posible. Ahora sé cómo defendernos de sí mismo. Nuestra adicción es el mal, nuestra atracción a este mal subyace en la debilidad.

 En los años setenta, títulos tan extravagantes como Drácula (Andy Warhol), Martin, de George A. Romero o Adicción de Abel Ferrara, sirvieron para redefinir la mitología vampírica en el cine. La película de Ferrara no se refería precisamente a las drogas, sino al ser humano como vampiros adictos al caos, incapaces de controlar el placer por el dolor ajeno. Olviden, por tanto, la estética propia de la Hammer o la Universal, el personaje de Drácula y sus múltiples representaciones a cargo de Bela Lugosi.

 En el campo del puro entretenimiento, Katheryn Bigelow hizo un importante cambio estático en Los viajeros de la noche, vampiros mugrientos, con chupas de cuero, que recorren Estados Unidos por carreteras sin terminar. Un filme que dejaría momentos míticos como el espectacular final o la inusual relación entre una vampiresa y un vampirizado.

 - ¿Echas de  menos la luz del día?

- ¿El día? No, veo mejor de noche.


 Otro trabajo en este sentido fue Jóvenes ocultos, de Joel Schumaher, película que explotaba el mito desde el punto de vista adolescente.

 - Eres una criatura de la noche, cómo sui hubieras salido de un cómic. ¡Mi propio hermano es un vampiro! Ya verás cuando se enteren papá y mamá.

 El cineasta alemán descubre a los vampiros como una transposición perfecta de los delirios de grandeza y las fluctuaciones típicas de la pubertad: La concepción de no pertenecer al mundo de los adultos, la iniciación sexual y la exploración de las propias cosas. Son concesiones de la imaginería juvenil, construidas sobre estereotipos como el gusto por el rock and roll, el humor desenfadado o el nihilismo propio de la juventud: “vive rápido, muere joven y serás un bonito cadáver”. Una reinvención juvenil de la que tomó buena nota Josh Weldom, el creador de la serie Buffy, la cazavampiros e incluso, Stephanie Meyers, la directora de Crepúsculo.

 - He estado soñando con algunas cosas, arañas, proyectiles y criptonitas.

- Todo lo relacionado con superhéroes, pero y si no fuera el héroe sino fuera el chico malo.

 Si la primera, hablaba de la moral, redención, autoridad femenina y del sentido de la vida; en la saga creada por la escritora Catherine Hardwicke, el vampiro adolescente ha completado su transformación, para convertirse en chavales a los que admirar e incluso enamorarse.

 - ¿Lo has visto?

- Sí, es la criatura.

 Una de las rarezas del cine sobre vampirismo, fuera del cine comercial americano, la encontramos en Suecia. Quizás, la película menos convencional y conocida del maestro Dreyer, Vampyr, recoge el mito del vampiro desde una de las fuentes literarias más clásicas, los relatos de Sheridan Le Fanu, - que por cierto, también influyeron en el Drácula de Bram Stoker-. Decididamente realista y con amplias resonancias oníricas y expresionistas, a caballo entre los mundos paralelos entre lo físico y lo intangible, pretendía alcanzar una dimensión poética.



 Pero volvemos a la Meca del séptimo arte, para seguir profundizando en esta gran tendencia que el cine ha dedicado al género de este personaje: el vampiro como un adolescente o como un ser infantil. Una de las más contundentes de estas versiones la encontramos en Neill Jordan quien reflejó el despertar de la sexualidad en Entrevista con el vampiro. La que nos atrae la atención es Claudia (Kirsten Dunst), compañera de correrías de los vampiros Lui (Brad Pitt) y Lestat (Tom Cruise). Representa la figura de Peter Pan, otra eterna niña que vive siempre sin las obligaciones de la vida adulta.

 El cine y la literatura no han vacilado en mostrar la relación entre las connotaciones sexuales entre el mundo del vampirismo y la infancia. Si es verdad que el niño suele aparecer como un ser asexuado, no es menos cierto que el vampiro es uno de los personajes que mejor han representado el erotismo, la fogosidad sexual, y por tanto el despertar sexual. 

La calle, escenario de una niñez traumática.

La calle, escenario de una niñez traumática.

 El mundo de los niños, la infacia, no siempre es un camino de rosas por donde los más pequeños transitan con alegría y jocosidad. No todos son seres agradables, con carrillos rojizos y rostros sonrientes, cuya única preocupación sería la de estudiar lo suficiente como para tener unos padres contentos que, de tarde en tarde, les compensen con regalos y mimos. La pobreza, los conflictos armados, el SIDA, en definitiva la lucha por la vida de unos niños que aprenden a hacerse mayores antes de tiempo, como también el hecho de aquellos progenitores de ambos sexos que no están capacitados para traer niños al mundo y que tampoco cumplen la legislación vigente. El artículo 27, apartado segundo de la Declaración Universal de los Derechos del Niño (Naciones Unidas) lo deja bien claro: "A los padres u otras personas encargadas del niño les incumbe la responsabilidad primordial de proporcionar, dentro de las posibilidades económicas, las condiciones de vida para su desarollo".

 El retrato de unos niños cuyas vidas no son amparadas por instituciones públicas, niños que se sitúan al margen de la sociedad y que forman parte de las estadísticas del hambre y la violencia en el mundo. Niños que, sin el amparo de padres y adultos, deben coger las riendas de la vida con sus propios medios. Los niños abandonados a su suerte, niños soldados, delincuentes juveniles, la infancia desarraigada, desprotegida, sumida en el horror de las circunstancias y oprimidos por el yugo del abuso y explotación de los adultos, ha sido desde los inicios del cine, tema en un sinfín de películas con desigual resultado. Ya sea en forma de comedia, melodrama y, sobre todo, tragedia. Este tema fue la base de una de las mejores películas de Charles Chaplin, El chico, en su estilo particular que sabía aúnar dosis de comedia y drama, para contarnos como el vagabundo Charlot se convertía en el protector de un bebé encontrado en la calle. La idea del niño abandonado también aparecía en El padrino II, en la figura del gran mariscal de los Corleone que conoció de pequeño la violencia de las familias mafiosas y buscarse la vida cómo podía, cuando le enviaron a América.

 - ¿Cómo te llamas? ¿Tou nomen?

- Vito Andolini. 

- Corleone, Vito Corleone.

                              

 La mayor parte de los retratos de adolescentes, abandonados al flujo abigarrado de las calles, ha surgido en el cine americano y transcurre, sobre todo en los distintos barrios de Nueva York. De sus huellas indelebles quedaron unos personajes que de mayores destacarían por su profesionalidad mafiosa y criminal.

 - Este es nuestro barrio, Hellskitchen. Las calles del Westside de Manhhattan era nuestro patio privado. Aquí es donde nos sentíamos como reyes absolutos. En Hellskitchen convivían una mezcla incómoda de trabajadores irlandeses, italianos, puertoriqueños y americanos, hombres de clase media-baja.

 De los chicos de Sleepers (Barry Levison) a los de otros neoyorquinos carismáticos, como Martin Scorsese. Este cineasta basó buena parte de su filmografía en la vida en el barrio, en ambientes turbios. Así, lo reflejó en Malas calles, el relato de unos jovenzuelos atrapados en los mecanismos de la violencia y los complejos sentimientos de la culpabilidad, mientras que en Uno de los nuestros, los recuerdos de un niño dispuesto a adoptar los modelos que observaba a su alrededor.

 - Para mí, ser uno de ellos significaba ser alguien en un barrio lleno de don nadies. Ellos eran distintos a todos, me refiero a que hacían lo que les daba la gana.

 Necesariamente cercano a Scorsese se encuentra el actor Robert De Niro, quien debutó en la dirección con la estupenda Una historia del Bronx, en la que contaba los recuerdos de otro niño inclinado más por las actitudes arrogantes de los gansters de su barrio que por la honradez de su propio padre.

 - Este es mi padre, Lorenzo, conducía el autobús que pasaba por la calle 187. Me gustaba subir y hacer con él la ruta.

 Sobre los mismos temas y en geografías similares, pero desde su particular y combatiente perspectiva, Spike Lee se ha explayado instantemente en el retrato de los niños de la calle, a merced de sus instintos y de los intereses siempre ambiguos del Bien y del Mal. El sentido racial, la marginalidad y las drogas, suelen estar presente en su filmografía, con un título intersante en este sentido, Camellos.

                         

 Uno de los pioneros en esta cruda intromisión a los infiernos de la marginalidad fue Luis Buñuel en Los olvidados, un retrato cruento, descarnado y sin concesiones de la infancial marginal de México, que podía sublimarse de un modo universal. Mientras que en España, fue Carlos Saura el primero en sumarse a este sugerente apartado con Los golfos, en donde sus personajes mediatizados por la moda de la época, parecían más variopinto de lo que realmente eran.

 - Hay que hacer aquello del garaje, que preparamos hace tiempo. Lo he vuelto a pensar, a lo americano: Y hay que tenerlo previsto, paso a paso. Os voy a contar mi plan.

 Más estilizada y próxima en el tiempo, se sitúa Barrio (Fernando León de Aranoa), en torno a tres chicos abandonados al azar, en su lógica particular, del ambiente de la calle.

 - Con un bazoca.

- Sí, con un bazoca, con un tanque.

- No hace falta, cogeremos la pistola de mi padre y le ponemos la pipa en la cara, mientras le damos un tiro al otro y nos llevamos el camión.

- ¿Y si no sale?

- Seguro que sale.

- Igual no, ¡tú que sabes! Igual se caen mal y le da igual que le peguen un tiro al otro.

- ¿Cómo se van a caer mal? A ti, lo que te pasa es que te da miedo.

                             

  Siete Vírgenes (Alberto Rodríguez) viene a constatar con contundencia que la marginalidad es también un hecho consumado en las ciudades de tamaño medio, pretendiendo erigirse como una imagen premonitoria de ese momento sin retorno, para muchos, cuando se deja de ser niño y se toma conciencia de que la vida va en serio. Otras producciones más recientes surgen de la influencia en la infancia de una sociedad maltrecha. Seguramente la película actual más interesante, sobre este desolador asunto sea Ciudad de Dios (Fernando Mierelles), ambientada en Brasil.

 - En aquella época, yo creía que los chicos del Tío Ternura era los más peligrosos de Río de Janeiro. Pero en realidad sólo eran un atajo de novatos.

 Pero el cine latinoamericano ha sido prolijo en retratar estos asuntos de chicos engullidos literalmente por la violencia, sobre todo en Colombia, en donde basta poco menos que abrir el periódico para encontrar materiales equiparables con los que Barber Schreder encontró en la novela de Fernando Vallejo, para poner en pie La virgen de los sicarios. Como La vendedora de rosas, del colombiano César Gabiria, consigue emocionarnos, en esta ocasión con una historia de unos niños de la calle en Medellín, los gamines, los meninos da rua, que deambulan por las calles y duermen a la interperie, con mucho atributo a Los olvidados de Buñuel, e incluso a Pasolini, si se quiere, como una excursión al fin de la noche en los últimos barrios de una ciudad en donde el único lenguaje posible es el de la navaja.

 - ¿Así que vos soys “La laguna azul”? ¿Por qué matastes a Alexi?

                                             

Crecer en un territorio adverso y conflictivo ha sido un espectáculo muy recurrente y enriquecedor de la historia del cine. En esta línea, algunas obras maestras de la literatura han sido fuentes de inspiración para historias que tienen en una infancia maltrecha el centro del argumento. Lo que hace que cobre una clara importancia el famoso relato de Charles Dickes, Oliver Twist, en la mejor de las versiones cinematográficas a cargo de Carol Reed.

  Otros clásicos del séptimo arte, cuyo paso del tiempo no han hecho más que realzar su discurso, nos presentan a niños desarraigados de esa primera etapa vital y fundamental de toda persona. En Alemania, año 0, de Roberto Rossellini hacía hincapié en el Berlín de posguerra, desde el punto de vista de un chico que se reencontraba con su antiguo maestro de escuela.

 - Ya te lo he dicho, déjate de sentimentalismos, la vida es como es. Hay que afrontarla con valentía. ¿Tienes miedo que se muera tu padre? ¡Aprende de la naturaleza!

                               

 Eran los golpes que se recibían en la infancia: lo mismo daba que viniesen de una situación de guerra, que te obligase a afrontar la vida con valentía, o del propio seno familiar. Sentímos empatía con el protagonista de Los cuatrocientos  golpes (F. Truffaut) cuando se le malinterpretaba cada vez que llamaba la atención.

 - Tus padres dicen que mientes más que hablas.

- ¡Qué miento! ¡Qué miento! No es para tanto. Si le dijera algunas cosas que son verdad, no me creerían y prefiero mentir.

 En ocasiones, el séptimo arte se ha detenido en el caso de niños abandonados, lejos del calor del hogar y sus padres. Charles Laugthon nos presentaba en La noche del cazador a dos críos acechados por un ogro con la piel de cordero y los dedos tatuados con las palabras "amor" y "odio". Otras veces es el  niño de ocho años más listo del cine quien se defiende cuando unos desvalijadores amenazan su territorio. Sólo en casa, de Chris Columbus, nos demostraba que dejarse olvidado al niño en casa, cuando se van de vacaciones, puede ser el mejor sustituto de las compañías de seguridad. Uno de los abandonos más deslumbrantes del séptimo arte lo protagonizaba un niño robot que, en pleno bosque, ve que no sólo no es querido como el quisiera sino que, para colmo, se le deja tirado como un perro. La mejor escena de Inteligencia Artificial (Steven Spielberg).

                               

  Sin embargo, no todas las miradas inocentes de los más pequeños aparecen regidas por los insoportables y sabelotodos macaulyculkins. En el país del videojuego, en donde la cultura del trabajo y la competividad hacen estragos en las relaciones personales, una serie de cineastas recurren al tema de la infancia, porque en el Japón consumista, deshumanizado e hiperindustralizado del siglo XXI también suceden estas cosas. La mirada de estos niños queda reflejada en los ojos del pequeño Yang-Yang en la inolvidable Yi Yi (Un uno y un dos), del taiwanés Edward Yang; de Kikujiro, el pequñín que pasaba el verano como podía junto a Takeshi Kitano, o de los escolares chinitos que retrataba Zhang Yimou en Ni uno menos. También los clásicos siguen esa imagen de la infancia: las travesuras de los chavales de Buenos días, de Yasujiro Ozu, que era un remake de otra película con niños titulada I was Born, But. El maestro Kurosawa también trató este tema con un jovencito minusválido psíquico en Dodescaden.

 

Los jóvenes problemáticos de Gus Van Sant.

Los jóvenes problemáticos de Gus Van Sant.

Gus Van Sant es sinónimo de sobriedad estética y experimentación, situándose al margen del cine de Hollywood, al menos del estilo mainstream, con un cine independiente, de bajo presupuesto y con una fijación temática por una juventud marginada. 

Su universo más personal está lleno de adolescentes desorientados, sumidos en su propia búsqueda existencial, un patrón de comportamiento o simplemente dejándose llevar por la atracción de lo diferente en una maraña social en la que se desenvuelven sus personajes. Gus van Sant suele insistir en estos patrones argumentales, como el prototipo de cineasta independiente que encontramos en su debut, En mala noche: rodado en blanco y negro, con una cámara de 16 mm., con el tema de la homosexualidad en el trasfondo de la historia. O en los drogatas de Drugstore cowboy, que no hacía sino huir del desamparo para ir a su particular universo, con la ayuda de todo tipo de sustancias. Encontramos aquí uno de los primeros y mejores trabajos del actor Matt Dilon.

- Al entrar en la sangre sentía un picor agradable que se extendía hasta llegar al cerebro y producía una suave explosión que empezaba en la nuca. Iba a más, hasta que la sensación de placer era tanta que el mundo se convertía en algo bello y delicado.

  Drugstore cowboy

 Mi Idaho privado

 Otro tanto puede decirse, de los personajes de Mi Idaho privado, una declaración de principios y de independencia, marcada por la necesidad de todo tipo de afectos, con la búsqueda obsesiva de padres y madres, y el ritmo recurrente de la narcolepsia que padece el protagonista. Este, River Phoenix, llevaría una vida como si de un personaje de Gus van Sant se tratase; al final, se terminó suicidándose con una sobredosis.

  - Yo puedo amar a alguien aunque no me haya pagado para eso.

  Su hermano, Joaquin Phoenix, interpretó a otro adolescente sumido en sus búsquedas y existenciales a las órdenes del director. En esta ocasión, para dar vida a un joven que se ve atrapado entre la marginación social y las garras de una “mujer fatal”, capaz de hacer cualquier por triunfar.  El título ya lo dejaba claro: Todo por un sueño.

  - Nunca me había interesado el tiempo hasta que conocí a la Sr. Maretto; ahora me lo tomo muy en serio. Tanto si llueve, si haya rayos o truenos como si nieva, tengo que cascármela.

 Todo por un sueño

Elephant

  Varios años después, se rinde a los pies de Hollywood, en cuya línea continua, a pesar algunas excepciones muy interesantes como Elephan. Sin embargo, sus personajes siguen movidos por los mismos resortes, aparentemente esquizoides y evidentemente de supervivencia. Sujeto al sistema de estrellas pero fiel, en el fondo, a su propia filosofía, en Descubriendo a Forrester la base central de la película era la simbiótica relación maestro/pupilo, entre un adolescente afroamericano (Jamal) que se esconde de sí mismo y un adulto (el escritor William Forrester/ Sean Connery) que se esconde del mundo. Gracias a la amistad que desarrollan, Jamal le supone a Forrester el redescubrimiento de un mundo del que se había desprendido durante años, mientras que Forrester se convierte en el catalizador de su talento literario.

  - La primera clave de la escritura es escribir, no pensar.

  En realidad, el filme no hace más que repetir un argumento muy similar a su premiada y exitosa película El indomable Will Hunting. En esta ocasión, se reparten el protagonismo Robin Williams y Matt Damon, para establecer la historia en torno a la amistad de un adulto excéntrico y un chico problemático, pero con un enorme talento oculto.

 - Si te pregunto por el amor me recitarás un soneto, pero nunca has mirado a una mujer y te has sentido vulnerable.

  El indomable Will Hunting

  La estrecha relación va más allá de la edad de los protagonistas, a los similares ambientes o a la manera de encuadrarlos. Observando la filmografía del director, podría entenderse el fiasco que cosechó con el remake de Psicosis, esa obra maestra de Alfred Hitchock, en la que su protagonista mantenía una particular relación con su madre; como también las imágenes de Last day, que ilustraba de manera superficial pero magnética la vida tortuosa de Kurt Cobain, músico, líder de un conocido grupo de rock, o aquellos adolescentes incomprendidos que arremetían con un acto de violencia en Elephan.

  - Quiero que no vuelvas, va a pasar algo gordo.

  Observando la carrera del cineasta, apenas podemos encontrar similitudes entre sus primeras películas y las últimas, aunque es cierto que en estas encontramos una cierta formalidad propia del cine independiente. Lo que sin duda es cierto es que Elephan es la película que tiene más concomitancia con Paranoid Park, el filme que cierra su filmografía hasta el momento. Vuelta a los jóvenes torturados y la presencia de la muerte, como cicatrices de una juventud que no sabe (o no puede) encontrar definitivamente su lugar en el mundo. Una reacción al cine convencional, con  una película pequeña, pero muy recomendable.

Carpe Diem: Juventud y muerte.

- Carpe Diem, aprovechad el momento. Coged una rosa mientras podáis, porque seremos pasto de los gusanos, porque lo creáis o no, todos lo que estamos en esta sala, un día dejaremos de respirar, nos enfriaremos y moriremos.

 El club de los poetas muertos. Peter Weir.

  Si existiese un subgénero sobre adolescentes marcados por la muerte, Nicholas Ray marcó las pautas en una serie de trabajos en la que destaca Rebelde sin causa, en donde sus tres protagonistas se encuentran perdidos, en un mundo que los asfixia y no les comprende. Todo un legado que sigue vigente.

  - Yo me dije: este va a ser un día fantástico, así que aprovéchalo, porque mañana quizás no vivirás.

  La ópera prima de Sofía Coppola, Vírgenes suicidas, exploró el camino tomado por cinco hermanas que reflexionan sobre la vida y la muerte, aunque no perdiendo por ello el sentido del humor.

 - ¿Qué haces aquí? Eres muy joven para saber valorar lo que es la vida

 - Obviamente doctor, usted no ha sido una chica de trece años.

 En el otro extremo, en el cine español encontramos interesantes reflejos de la adolescencia, como en el filme de Fernando León de Aranoa, Barrio, cuyos protagonistas pasaban las horas muertas paseando por las calles, descubriendo la mezquindad en cada recodo. Unos chicos que discuten sobre un futuro incierto.


 - ¿Te imaginas adelantar 10 años seguidos o 30, y tener 40 de golpe?

 - Sería de puta madre.

 - Ya casado, con curro, viendo la tele en tu casa.

 - O tirado en un albergue, no te jode, echo mierda, con el hígado reventado.

 - O en la piscina, rodeado de tías en pelotas.

 - O en la cárcel, con un tiro en la cabeza.

 - O en un yate, en Marbella tirándome a Claudia Shiffer.

 - No jodas, ya será una vieja.

 El recuerdo de la adolescencia nos lleva a veces a esa nostalgia, sobre todo cuando el deseo de "aprovechar el momento" se convierte en una necesidad ante la inminencia de la pérdida. Miguelito, personaje de El camino de los ingleses, -película de Antonio Banderas-, observa a los amigos, sabiendo que pronto los va a perder; con la misma emotividad con la que Alejandro Iñárritu, presentaba a la adolescente sordomuda de Babel. Son los amigos que juegan con los deseos más íntimos, como sucede a los chicos de Historias del Kronen, de Montxo Armendáriz, o de Tomates verdes fritos (Jon Avnet), que descubren el iniciamiento de la muerte, el amor e incluso la homosexualidad.

 En definitiva, se trata de una etapa de nuestras vidas en donde nosotros mismos vamos dándonos cuenta de nuestra propia identidad y en la que hay una mayor ánsia de libertad.

 - Soy un crío, estoy en la flor de la vida y sólo se es joven una vez. 

 Rob Reiner, en Cuenta conmigo, nos enseñaba que hasta alguien como Stephen King tuvo una infancia. Al fin y al cabo, estamos ante un momento único en nuestras vidas, por el pasamos todos y que siempre solemos recordar con cariño. También nos lleva a planteamientos existencialistas, que devienen en los problemas típicos de la adolescencia: la propia apatía o la soledad que lleva a la muerte. En definitiva, la fugacidad de la vida, la necesidad del Carpe Diem.