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Cine Latinoamericano

Roma. La épica de Alfonso Cuarón trasladada a su infancia mexicana.

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El cineasta mexicano, Alfonso Cuarón, filma en blanco y negro “Roma”, un drama ambientado en el México de los años setenta, con la que obtuvo el León de Oro y se ganó a la crítica, aunque no contase con su distribución en salas.

 El título podría dar a confusión. El último trabajo del director de “Gravity” o “Y tu mamá también”, no centra a la capital italiana, sino a una colonia de Ciudad de México pensada para la élite de la ciudad. “No importa lo que te digan las mujeres, siempre estamos a solas”. Es un grito que se expande a lo largo de esta épica e intimista historia. “Roma” se inicia con un primer plano  de un camino empedrado, sobre la que vemos una cascada de agua jabonosa, mientras alguien fuera de cámara lo está limpiando. En el reflejo del agua se aprecia el cielo y un avión que lo atraviesa. Esta es una idea que se repite a lo largo de toda la película; la extraordinaria forma de combinar el primer plano y el plano general, con un desarrollo de sus personajes y de su vida interior, junto a una escala mucho mayor.

 La mujer que limpia es Cleo, una sirvienta que trabaja para una familia adinerada de la Ciudad de México, en los años 70. Pero ella es más que una sirvienta; se siente como si esa fuera su propia familia (viaja con ellos en sus vacaciones, realmente ama a los hijos), pero también es severamente amonestada cuando, por ejemplo, se deja encendida la luz. Esta situación se mantiene incluso cuando ella queda embarazada (sus empleadores se preocupan de llevarla al médico), pero se torcerá tras la desaparición del padre de la criatura.

 El propio Cuarón (que habría aprendido un par de cosas de su amigo y colaborador Emmanuel Lubetzki) es el responsable también de la fotografía. El director despliega un estilo poético a su lenguaje visual, como también recurre al gran angular para trasmitir el detallismo de las escenas, buscándose un equilibrio entre verdad y arte. De ahí que la película sea como bucear en los recuerdos del cineasta mexicano, motivo por el que se decantó por un blanco y negro que a veces me recordaba al cine del también mexicano Arturo Ripstein. Éste podría servirle a Alfonso Cuarón como el padre espiritual de la parte íntima de la historia, mientras reconocemos el trazo de Scorsese en las impresionantes escenas de multitudes como aquella que evoca la masacre del Corpus Christi, cuando el ejército masacró a un centenar de personas durante una manifestación.

 La película, igualmente, estuvo abierta a la polémica por el hecho de haber sido producida por el gigante Netflix que, en vez de ser elogiada por haber financiado una obra maestra, fue atacada por limitar su distribución casi en exclusividad a las plataformas digitales, reduciéndose drásticamente su visionado en los cines. Una lástima porque estamos ante una pequeña pieza de museo hecha cine.

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La cordillera. La banalidad del mal

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Ya podemos ver en nuestras salas una de las películas más interesantes del año, el tercer trabajo de un cineasta de obligado seguimiento, como es el argentino Santiago Mitre, guionista habitual de Pablo Trapero, convertido en un director capaz de tratar la política de forma apasionante, a través de unos personajes asomados a los turbios mecanismos del poder. Así, sucedía en “El estudiante”, con el universitario Roque Espinosa -recién llegado a Buenos Aires- que terminaría militando en política, y en “Paulina”, con una joven abogada idealista que saldrá de su zona de confort para conocer una dura realidad de su país, antes de ser violada por una patota (una pandilla).

-Cuando hay pobres de por medio, la policía no quiere buscar la verdad, sino culpables.

En esta ocasión, la película ahonda en el thriller político de altos vuelos (el título “La cordillera”, tendrá más de un sentido), a través del presidente de la República de Argentina, casi un recién llegado a la Casa Rosada, Hernán Blanco (un inmenso Ricardo Darín). Todo pinta a que el hombre que está presidiendo el Gobierno no sea más que un títere –un hombre anodino, común, de barrio; un tipo “blanco”- cuyos hilos maneja el Canciller (apodado “el monje negro”, un soberbio Gerardo Romano); pero pronto se descubrirá que su carácter “inmaculado” es una fachada más.

Hernán Blanco llevará poco tiempo pero ya le duelen los golpes que ha ido recibiendo desde entonces; tanto en el frente familiar, -donde el ex de su hija Marina, parece haber descubierto que en su pasado se ha ensuciado algo más que su traje de Ermenegildo Zegna-, hasta en su entorno político. De ahí, que en su primera exposición internacional, comiencen los problemas: Una conferencia de mandatarios latinoamericanos en Chile con la idea de forjar una especie de OPEP, para controlar el mercado de los recursos energéticos. Una diatriba en la que surgen dos posturas: la defendida por el Presidente de Brasil y la de México (Daniel Giménez Cacho); situación que se complicará por la presencia del sector privado y el norteamericano. De hecho, no faltará el enviado de los Estados Unidos, interpretado por Christian Slater.

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Pero la historia da un inesperado giro de guión. En un momento de la película, se recurre a un psiquiatra chileno para tratar un conflicto del presidente argentino, con un particular método que incluye la hipnosis. De esta forma, “La cordillera” transitará a otros registros genéricos. Del thriller político se pasa al suspense psicológico cuando se ahonde en  unos asuntos familiares. El film, -que ya se ha visto  arropado, gracias el homenaje que se le concedió a su protagonista en el Festival de San Sebastián-, parece tender hilos a dos tendencias que suelen funcionar bin: una trama al estilo de “House of Cards” y otra, en la línea del psicodrama de Hitchcock.

Pero el guión, el punto fuerte de Santiago Mitre, es el elemento más endeble de “La cordillera”. Pensemos en la secuencia inicial.  Un electricista llega a la Casa Rosada, para hacer un trabajo, pero tras un equívoco con su identidad, se produce un largo trasiego de pasillos que conduce hasta alguien que llega tarde, un joven empleado que lleva los cafés a la “mesa chica” donde está reunido el Gobierno. Cuando por fin, este llega a su destino, todo lo anterior desaparece de la película, de un plumazo. A grandes rasgos, esta secuencia ejemplifica la estructura del film, en donde las escenas no aparecen bien conectadas.  Aunque sea una soberbia película, las demasiadas tramas que se van abriendo, lastran un poco el resultado final, por los muchos hilos que se desperdigan por el camino. Aun eso, muy recomendable, con una sorpresa, en el epílogo, que nos recuerda al cine de Michael Haneke.

 

El clan: Negocios de familia.

El clan: Negocios de familia.

Muchas veces, el cine nos trae familias desestructuradas o con una tendencia a la violencia, clanes familiares que se unen con fines pocos altruistas, como los de esta película, en donde un cabeza de familia, un ex miembro de los Servicios Secretos durante la dictadura, dirige un negocio muy particular: organizar secuestros para obtener el dinero del rescate y luego, deshacerse de las víctimas. El clan, de Pablo Trapero, ya ha batido récord de taquilla, en su país, y representará a Argentina en los Oscars.

El clan se abre con un rápido bosquejo de la situación política en la Argentina a principios de 1980, cuando el país trataba de salir de sus años de la dictadura para volver a la democracia y a la normalidad. El canoso Arquímedes Puccio está interpretado por una de las estrellas locales, Guillermo Francella, el patriarca de esta familia del acomodado barrio de San Isidro, uno de los grandes actores argentinos, que participó en esa película ganadora del Oscar, El secreto de sus ojos (J. Campanella). Junto a él, encontramos a su esposa,  Epifania (Lili Popovich), su hijo Alex (Peter Lanzini), una estrella del rugby; el chico más joven, Guillermo (Franco Masini);  las chicas Silvia (Giselle Motta) y Adriana (Antonia Bengoechea) y el hijo mayor, Daniel (Gaston Cocchiarale), apodado Maguila.


La película se inicia, adecuadamente, tres años antes, cuando Maguila todavía se encuentra en Nueva Zelanda, un hecho  que amarga a Arquimedes. Está bastante claro por qué: Es un tipo de familia en el que todo se hace juntos. De ahí, la importancia que cobra Alex, sobre todo en el secuestro de una persona muy acomodada, relacionada con el club de rugby donde juega.

-Todo lo que sois es gracias a mí, tu libertad o mi condena dependen de mí.

En una secuencia impresionante, Alex descubre que su liberación no fue según el plan acordado, que a pesar de recibir el pago del dinero fue hallado muerto. Las palabras de disculpa de su padre "No teníamos otra opción,  amenazó con destruir nuestra familia!" - marcarían la pérdida total de la inocencia de su personaje. Pero en lugar de rebelarse, sigue el ejemplo de Arquimedes y es cuando replantean la forma de organizar estos secuestros. El matar a sus víctimas, después de recibir el rescate, se convierte en un hábito familiar.

El guión, escritor entre el propio Trapero y el dúo forma do por Esteban Estudiante y Julián Loyola (quien co-escribió Crónicas de un escape), parece interesarse sobre todo ​​en la dinámica entre Alex y Arquimedes. El regreso de Maguila, establecerá una relación más triangular, mientras que el resto de la familia se encuentra demasiado en la periferia.

-Yo no voy a poner en riesgo a nuestra familia.

                               

Trapero y su co-montandor, Alejandro Carrillo Penovi, se aficionan  a la transversalidad a la hora de mostrarnos la crueldad de los secuestros –a menudo realizados por Arquímedes- y la cotidianidad –especialmente la de Alejandro, como por ejemplos los entrenos del rugby o la relación con Mónica. Establecer canciones optimistas como Sunny Afternoon, de los Kinks, en escenas de los secuestros, marcan el contrapunto de la vida de los Puccios que narra la película. Quizás, el mejor ejemplo lo encontremos en la secuencia en la que se funden el éxtasis sexual de Mónica con los gritos de auxilio del secuestrado.

Se trata de un nuevo ejemplo del destacado cine argentino, con títulos como El secreto de tus ojos o Relatos salvajes que contaba con el apoyo de la productora Deseo, de los hermanos Almodóvar, tal y como sucede con esta película. 

Relatos salvajes. Un día de furia.

Relatos salvajes. Un día de furia.

-¿Alguien más conoce a Gabriel Pasternak aquí? ¿Por qué están en este avión?

En psiquiatría, el síndrome de Amok es una espontánea explosión de rabia, con la que se mata o ataca de forma indiscriminada, aludiendo a una catarsis en el contexto social. Y la verdad es que a nuestro alrededor, ya sea en Argentina, en España o en cualquier otra parte del mundo, hay sobrados motivos como para armarnos de algún arma y desatar la ira en un auténtico“día de furia”. Injusticia social, corrupción, saqueos de políticos y banqueros,  pero también el cine y la literatura han dado buena cuenta de ello. Destaca a Holden Caufield, el personaje de ficción de la célebre novela El guardián entre el centeno (J.D. Salinger) y la película Un día de furia (Falling Down, Joel Schumacher). ¿Qué nos impide comportarnos como los personajes de estas historias?


Relatos salvajes es una película que libera la tensión y la frustración que genera en muchas personas la vida moderna en las grandes ciudades. Los personajes protagonistas del filme deciden enfrentarse a las adversidades, y lo hacen de forma violenta. La película juega todo el tiempo con una moralidad dudosa, que prioriza el desahogo frente a la racionalidad, y que se rebela contra todos. Es todo un acierto su presentación, asfixiante, directa e inconcreta, porque representa la reacción que podría tener un ciudadano medio cualquiera, que un día se levanta con el pie izquierdo y de repente pierde el control.

-¿Qué violencia, a ver? Yo estoy describiendo una realidad.

El film está narrado a modo de pequeños sketches, una serie de cortos hilados por la violencia catártica que surge ante una serie de injusticias cotidianas. Forma así un reparto coral con lo mejor del cine argentino. Nos referimos a actores como Ricardo DarínOscar MartínezLeonardo SbaragliaÉrica RivasRita CorteseJulieta Zylberberg y Darío Grandinetti. En España adoramos el cine argentino y cada vez son más frecuentes las relaciones cinematográficas entre ambos países. En esta ocasión no sólo la televisión española ha colaborado en su producción (TVE y Canal Plus) sino además, la firma Deseo (Pedro y Agustín Almodóvar) junto con Hugo Sigman.


Lo dirige Damián Szifron, muy conocido tanto en Argentina como en España, por sus películas enmarcadas en la comedia negra (Tiempo de valientes) como por sus series (Los simuladores, Hermanos y detectives). Relatos salvajes está compuesta de seis episodios (Pasternak, Las ratas, El más fuerte, Bombita, La propuesta y Hasta que la muerte nos separe) en donde el engaño amoroso, el pasado turbulento, la gente que se aprovecha de una situación desagradable para su propio lucro, el stress ante una injusticia de tráfico o la que nos genera alguien al volante terminan con una violencia final genial en donde el absurdo y el humor negro más brillante está siempre presente.

La película, igualmente, está lleno de curiosos detalles -durante los créditos con los que inicia la película, se identifica a cada actor con un animal salvaje o el puente donde se desarrolla el segmento "El más fuerte", es efectivamente el kilómetro 60 de la ruta que une Cafayate y Salta, como él mismo lo menciona durante la película mientras solicita por teléfono ayuda en carretera. La música que suena en el episodio de Bombita, cuando Ricardo Darín se siente desprotegido por las instituciones, está prestado de un conocido programa de la televisión argentina. 

-¿Sabéis que sois un negro resentido? 

Y para los amantes de las banda sonoras, aquí os dejo una de las mejores piezas instrumentales, procedente de la mítica película ochentera Flahsdance.

                      

                                   


 

No: Larrain nos trae la Dictadura de Pinochet en un film candidato al Oscar.

No: Larrain nos trae la Dictadura de Pinochet en un film candidato al Oscar.

Basado en una obra teatral de Antonio Skármeta, El pleisbicito, la primera película del chileno Pablo Larrain en estrenarse en España (la tercera de su filmografía), lleva como título el breve pero contundente "No". El film refleja los avatares de una guerra publicitaria, el enfrentamiento televisado entre Augusto Pinochet y la Comisión del NO, en el plesbitico que el dictador organizó y perdió en los años ochenta. Entre otras cosas, lo más importante fue que obligó la dimisión en el poder de Pinochet.

-Nosotros no pensamos que vayamos a ganar.

-Entonces, ¿para qué esta campaña?

-Para crear conciencia. 

Uno de los méritos de su director, Larrain, es rodar con viejas cámaras de la época con la idea de crear una sensación de documental o de realidad, más allá de los convencionalismos del cine comercial. Otro de los motivos es crear conciencia a través de las cuestiones a las numerosas líneas políticas, una de ellas es la duda que  le surgen a los demócratas cuando contratan al publicista para que les diriga la campaña del No. Les sugiere que abandone los antiguos lemas antifascistas por un estilo mucho más comercial. 

-Esto me parece comercial de Coca-Cola. 

-Estamos utilizando un lenguaje publicitario que es universal, familiar, atractivo y optimista. Eso sí, Larrain lo propone sin tomar, aparentemente, partido, con el objetivo de que el espectador por sí mismo sea quien tome su propia opinión. "No me interesaba -dice el director- hacer un cine de panfleto, sino un cine que muestre cómo deben ser las cosas, porque lo intento es crear conciencia y que no responda el espectador de una manera específica". 

La Dictadura de Pinochet y el cine.

Encabeza el reparto el actor el mexicano Gael García Bernal muy conocido aquí en España, junto a otros grandes actores que nos son más desconocidos, Alfredo Castro y Antonia Zelgre que ya trabajaron a las órdenes del cineasta en sus dos últimas películas. Santiago 73 post mortem y Toni Manero que configuran una trilogía junto con la película que analizamos.  Las tres películas coinciden en ambientar sus historias en la dictadura de Pinochet, como una crónica con diferentes líneas políticas. "Jamás pensé en realizar tres películas sobre el mismo tema", reconocía el director.

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Santiago 73 fija en un amargo trazos la vida de un hombre, empleado en una morgue, que se trastoca con la llegada de la dictadura a causa de la explosión de víctimas a raíz del golpe de Estado. Un ejemplo brillante de cómo van de la mano la tragedia particular y colectiva. La gran mayoría de películas centradas en la figura de Pinochet han profundizado sobre todo en la trágica represión que el general dictó para todos aquellos opositores del nuevo Gobierno que surgió del Golpe de Estado. Y cuando pensamos en las víctimas de la Dictadura, se hace inevitable pensar en la película de Costa-Gavras, Missing (Desaparecido). Jack Lemmon interpretaba a un padre coraje dispuesto a todo por encontrar a su hijo, perdido en el gran estupor del Chile de Pinochet.

- ¡Dios mío, le dieron tanto que no le soltarán hasta que esté en condiciones! No lo sé y no me importa. De veras no me importa, porque lo que está hecho, hecho está. Contacten con esa gente y díganle que me llevaré a mi hijo como esté. No armaré alboroto, no acudiré a la prensa. Redacté el documento que sea necesario y lo firmaré. Disculparé a cualquiera. Solo quiero llevarme a mi hijo. Es mi único hijo. 

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Uno de los aspectos más interesantes y controvertidos del cineasta fue revelar la complicidad asesina de los Estados Unidos con el gobierno del dictador.  -No estamos implicados, nuestra postura es absolutamente neutral.

-Eso es mentira, señor embajador. ¿Cómo puede decirme eso cuando me consta que hay coroneles del ejército e ingenieros reunidos en Villa del Mar?

Mucho menos afortunada fue el retratro que hizo el danés Bille August en La casa de los espírtius, en cuyo tramo final nos mostraba la represión golpista. Por cierto, como sabrán, la novela homónima de la que parte la película es obra de Isabel Allende,  la hija del Presidente chileno derrocado por Pinochet.

 La película "No" trae las constantes políticas a un primer plano;  destacando eso sí, cóm el film del chileno Pablo Larraín y escrita por Pedro Peirano se convirtió en la primera cinta chilena candidata al Oscar a la "mejor película de extranjera".

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              No película chilena

                  

Argentina: tango, fútbol y buen cine.

Argentina: tango, fútbol y buen cine.

Argentina, país que ha exportado el tango, una carne excelente, psiquiatras, actores y grandes futbolistas como Ayala, -que jugó  en el Valencia- o Leo Messi, jugador del Barça, también es la patria de un cine muy particular que tradicionalmente se había movido dentro de la denuncia política, aunque ahora se dirija al comprometido cine social y a las comedias, de tildes disparatadas.

Directores como Campanella, Bielinski, Burman o Puenzo y actores argentinos como Ricardo Darín, Leonardo Sbaraglia, Soledad Villamil, Miguel Ángel Solá, Héctor Alterio o Darío Grandinetti son algunos de los muchos argentinos que triunfan en el mundo entero e incluso manteniendo grandes relaciones con España. Que el cine argentino se ha ganado a pulso la admiración de nuestros espectadores, lo encontramos en una serie de películas, cuya calidad no ponemos en duda, como El hijo de la novia, de Juan José Campanella

- Por favor, padre, ahora resulta que para ser católico hay que razonar. Mi mamá no razonaba cuando la bautizaron. En ese momento no interesaba porque podía espantar a la clientela, ¿no?

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Nueva reinas, del fallecido Fabián Bieliski y, algo más tarde, el trabajo de Daniel Burman, El abrazo partido, que estaba protagonizado por Daniel Gezler, fueron dos de las producciones argentinas más interesantes de las últimas décadas.

- Todo puede cambiar, no creo que estemos mucho peor que otros países.

- Pero Argentina es otra cosa, no es un país. Es una trampa. Alguien inventó la zanahoria del burro, pero luego dijiste: puedo cambiar. La trampa es hacerte creer que puede cambiar. ¿Lo sentís cerca lo que es posible puede suceder ya, mañana? Y siempre se cae. Vienen los milicos y matan a treinta mil tipos, o viene la democracia y las cuentas no cierran, y otra vez a aguantar y a cagarse de hambre, y lo único que puedes hacer, lo único en lo que puedes pensar es tratar de sobrevivir o no perder lo que se tiene. Si el que no se muere, es porque hace milagros, y encima nos dicen que somos todos culpables.

Por supuesto existen unos magníficos precedentes como son las películas de Adolfo Aristaráin y Luis Puenzo, así como trabajos aislados de otros directores (Lucrecia Martel).  En el plano de la comedia romántica destaca el tandem formado por Peretti y Juan Taratuto, de la que surgió "No sois vos, soy yo", para muchos un gran éxito, una comedia genial. Diego Pereti es casi todo un tópico en sí mismo: Actor, psiquiatra y argentino y esta película es la primera y más destacada de sus colaboraciones con el realizador, en la que se pone el casco de fútbol americano para hablarnos de las relaciones entre hombres y mujeres, es decir, lo más complicado del mundo.

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La última película que nos llega desde esa tierra argentina es un prometedor thriller. La directora argentina Ana Piterbarg elige para su debut la pantanosa región de El Tigre, próxima a Buenos Aires, y a una estrella de Hollywood, como es Viggo Mortensen. "Todos tenemos un plan" es un thriller en el que también actúan Soledad Villamil, Daniel Fanego y Javier Godino. 

 Mortenssen da vida a Agustín, un médico bonaerense que toca fondo, pero también es Pedro, su hermano gemelo, un apicultor conectado con el mundo criminal que sufre cáncer terminal. 

 -¿A qué se debe la visita?

-Necesito que me ayudes, ayúdame por favor... hay plata. 

Una vez fallecido, Agustín adopta la personalidad de su hermano y marcha a la región donde se crió de niño, herendando un truculento pasado como participante en un asesinato. El propio actor, Mortensen, nos hablaba de la película: "Tiene elementos de tragedia griega, de conflictos universales, eternos y de identidad, muy propios del cine negro, en el que todos sus persoanajes tienen sus dudas y obsesiones con el pasado".

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El secreto de sus ojos: El mejor Campanella.

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Juan José Campanella -el autor de un puñado de grandes títulos como El mismo amor, la misma lluvia; Luna de avellaneda o El hijo de la novia-, vuelve a crear una historia llena de sensibilidad que provoca enormes emociones. Ha contado con la interepretación de dos interpretes habituales, - su actor fetiche Ricardo Darín, y Soledad Villamil, para encabezar el reparto del film. 

Darín da vida a  Benjamín Esposito, un oficial judicial jubilado que después de una larga vida entre las paredes de un Juzgado bonaerense, está decidido a escribir una novela. Quería preparar una historia basada en un antiguo caso sin resolver, que marcó a fuego su vida.  Entre las páginas del relato policial, un crimen sucedido en el Buenos Aires de los años setenta, se suspende una historia de amor inconcluso; historia que parte de la novela La pregunta de sus ojos de Eduardo Sacheri, quien lo adaptaba al guión junto a Campanella. "El secreto de sus ojos" fue la seguna película argentina en lograr el Oscar a la Mejor película en Lengua no Inglesa y el Globo de Oro a la Mejor Película; la primera fue Historia oficial de Luis Puenzo. 

El actor fetiche de cineasta argentino interpeta al narrador de la historia, pero habría que destacar también a otros dos personajes. Uno es Irene, interpretada por Soledad Villamil, que acompaña a Benjamín y comparte con él los dilemas de un amor no confesado. 

- ¿Y qué vamos hacer acá? Nosotros, vos y yo. 

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Por los despachos del Juzgado pulula Pablo Sandoval, a quien da vida el extraordinario  actor Guillermo Francella, decidido a ayudar a Espósito para esclarecer un caso que simplemento otros dan carpetazo. 

-De novia, de religión, de Dios, pero hay una cosa que no puede cambiar, Benjamín: no puede cambiar de pasión.

Una historia dramática, de suspense o de amor, que incluso puede servir de metáfora de la situación argentina actual. Pero si de algo estamos de acuerdo es que entra de lleno en la filmografía de uno de los más grandes. El cine de Campanella se inscribe en dos tendencias: una presenta un personaje psicópata, como el de su debut (El mediometraje "Prioridad nacional") o el asesino con facciones y físico de Javier Bodino en Secretos de sus ojos

-Si se preocupan el uno del otro, permanecerán juntos, puedes engordar, quedarte calvo o simplemente dejar de ser atractivo. Pero si me quiere de verdad, se quedará conmigo. 

              Juan José Campanella

En el otro extremo, Campanella ha desarrollado una obra obra cinematográfica en donde sobresale el "amor", su tema predilecto: el amor en sus más diversos puntos de vista, y sobre todo el romático. El amor entre amigos, el amor a través del tiempo, el amor no confesado, el amor a la familia o el amor al fútbol. Su gran pasión, que siempre suele aparecer en sus películas, incluída la de este reportaje. Pero en sus películas, no hay mojigatería, no hay amor embelesado, sin embargo, aflora en sus argumentos grandes dosis de humor e ironía. Un ejemplo lo encontramos en El hijo de la novia.

-¿Música grabada o en vivo?

-Música grabada.

-Cuatrocientos pesos. ¿Monaguillos?

-¿Cuanto son?

-Doscientos.

-Dame dos.

Juan José Campanella vive en Estados Unidos, dirigiendo series norteamericanas como House o Ley y orden, mientras que -de tarde en tarde- regresa a su país para brindarnos puro cine con mayúsculas.   


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