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Cine épico y fantástico

Cine y superhéroes. Parte Segunda.

Cine y superhéroes. Parte Segunda.

             Las tramas folletinescas, llenas de venganza y dobles identidades, en ocasiones conforman un discurso que debía dar explicaciones para que resultasen coherente. Por ello, en los noventa, a través de la Editorial Vértigo, se crearon varias sagas cerradas, con un nuevo cómic de autor para adulto, impulsado entre otros, por Frank Miller y Alan Moore, quienes han creado una serie de novelas gráficas, con unas historias que no desmerecen al estilo de sus viñetas.

                El violento universo, teñido en el blanco y negro, monocolor, aunque con una apariencia al gótico escenario de Gotham City, que Frank Miller diseñó en Sim City, destruye el estereotipo del superhéroe para sumergirse en una ambigüedad moral del personaje. A una sola tinta, la negra, sus héroes se humanizan como nunca antes se habían hecho, para demostrarnos cómo las diferencias entre el Bien y el Mal pueden ser de matices. Literariamente, los oscuros universos urbanos de Frank Miller se acercan a los de Raymond Chadler y Daniell Hallsmett, los mayores creadores del cine negro en la literatura, y gráficamente algunas de sus viñetas, que luego serían adaptadas al celuloide, tenían la posibilidad de estar en el MOMA, de Nueva York, junto a las obras de Andy Warhol.

                También de Frank Miller es la novela gráfica 300, sobre la batalla de las Termópilas, que como cómic responde a las necesidades del pemplum, más que su adaptación cinematográfica, que en mi opinión, traiciona por ello a los códigos propios del séptimo arte, con una película que recurre en exceso a su parte digital. Más complaciente resulta ser V de vendetta. La obra de Moore sirve de catarsis de los universos negros del cómic de Miller. Aunque Estados Unidos y Hollywood, en particular, sepan sacar partido de las críticas al sistema, integrándolas comercialmente en el mismo, Alan Moore rompe con el servilismo político de los superhéroe de la Marvel o la DC y se une a los fanzine antisistema, sobrepasando con creces la frontera de la corrección política. Mientras que DC Comics genera universos paralelos, en donde Metrópolis (en el caso de Superman) y Ghotam City, son metáforas más o menos cercanas de la ciudad de Nueva York, la Marvel integra sus historias en nuestro universo real, lo que permite que los personajes de la Marvel lleven a cabo sus hazañas en conceptos históricos y geográficos concretos. Así, por ejemplo, la portada del primer número del Capitán América muestra al superhéroe propinando un puñetazo en la geta al mismísimo Hitler, pero si los personajes de DC, Batman y Superman se unen a la lucha contra el nazismo, una vez acabada la II Guerra Mundial, regresan a sus mundos paralelos. No es así lo que sucede con la Marvel, cuyos superhéroes patrióticos, y embriagados de una ideología políticamente correcta se embarcan en nuevas historias para enfrentarse al enemigo comunista, con unos valores declarados que serán la democracia y la libertad. “Luchamos por la verdad, la justicia y el modo de vida americano”, decía el protagonista de la película Jóvenes ocultos, de Joel Schumaher.

           Así pues, el Capitán América se enfrenta con su alter ego comunista, el Guardián Rojo, mientras que Hulk nacía del sabotaje atómico de un espía soviético y Los Cuatro Fantásticos surgieron para responder a la carrera espacial de los Sputnik rusos. Con el desmoronamiento del comunismo y el fin de la Guerra Fría, los superhéroes de la Marvel reinventaron mitología convirtiendo a los villanos soviéticos en alienígenas, neonazis o maleantes dotados de superpoderes. Estaba cantado de que a raíz del 11 M, con el surgimiento del Eje del Mal, la galería Marvel se movilizaría para apoyar la invasión de Irak y posar en pijama junto a Donald Ranfeld.  Frente a estos, el superhéroe de la Marvel, Spiderman es un personaje no politizado cuyo cariz adolescente le hace centrarse en su conflictiva vida existencial, que le acerca a las tragedias griegas.

                No obstante, existen en el desarrollo de las tramas e identidades de estos superhéroes, elementos que lo acercan a otro pilar en donde se sustentan estos personajes. Se inspiran en los filmes de los años setenta cuyo argumento central giraba en torno a la figura del “vigilante”, presentadas como unos westerns urbanos. El vigilante era alguien que aplicaba la ley por su cuenta de manera violenta, al margen de la policía. En definitiva, resultaba al trasladar la ley de la frontera a las calles de una ciudad, como ocurría en los conflictos legales del Oeste americano, cuando los asaltos de maleantes y bandidos se solventaban con una mano rápida y un Colt 45. Pero la figura del vigilante se encontraba a medio camino entre la realidad y la ficción –recordemos personajes salidos del cómic como Daredevil o The Punisher-. Muy popular, sobre todo entre las clases medias y barrios modestos, debido a la desconfianza generalizada por el aumento de los crímenes comunes, hacia las instituciones encargadas de poner fin a los pandilleros, ladrones y agresores sexuales. Fruto de esta experiencia, surgieron grupos civiles, reclutados en el propio vecindario, para velar por su propia seguridad, respondiendo con contundencia a las agresiones. Una de estas organizaciones, Ranch Rescue, hoy por hoy sigue patrullando la frontera con México en busca de los ilegales que cruzan Río Grande.

             La cruzada contra la de delincuencia de los superhéroes trasciende la mera venganza, como vemos por ejemplo en el personaje de Batman. Al constatar que la policía no hizo nada por detener a los culpables del asesinato de sus padres y que todo el mundo, a su alrededor, vive con miedo, la rabia y su frustración desemboca en un deseo de limpiar la sociedad de escoria. El personaje de Batman, por citar a uno de ellos, a pesar de enfundarse en una máscara, presentaría un rostro de pétreo estoicismo, de misteriosa inexpresividad, al mismo tiempo que se cierne en él toda una tragedia: cómo un ser humano convencido en las virtudes de la civilización se torna en un bárbaro. Mientras que presenta una respuesta, en definitiva, catártica. Pero también los superhéroes denuncian los males que abruman a una sociedad imperfecta, así como la inquietante ineficacia del sistema; además de una cínica postura de los conflictos planteados de forma reaccionaria, e incluso, teocrática, en donde el desprecio al ser humano y la imposibilidad para la redención marcan los destinos de estos “villanos”, tan corruptos como para mecer la libertad.

                Superman, Batman y Spiderman han trascendido de las viñetas y el cine, convirtiéndose en iconos de la cultura pop. Conforman por ello un triunvirato en el que comparten características comunes, como ser huérfanos y llevar una doble vida. Pero en el que también existen notables diferencias. Mientras que Batman y Spiderman son terrícolas, Superman es un refugiado de Krypton. Al margen de la kryptonita, ese ha sido su talón de Aquiles, porque Superman es un superhéroe por definición y humano por accidente. Su naturaleza es diferente a la nuestra  por lo que su parte humana no deja de ser la impostura de un extraterrestre con problemas de identidad. Pero lo mejor de Superman es su laca, porque el flequillo de su frente no se doblega ni volando a la velocidad de la luz.

                Este no es el problema de Batman, porque más que un superhéroe es un superhombre con sed de venganza. Batman no posee superpoderes, todas sus habilidades han sido adquiridas tras mucho esfuerzo y un duro entrenamiento. Y la fortuna de Bruce Weinn nace de su brillantez en el mundo empresarial. Es en definitiva, la quintaesencia del superhéroe, el superhombre de Nietzche, enfundado en látex negro. Por eso, nos solidarizamos con Burton y su simpatía por los supervillanos, lisiados e inválidos, expulsados a las alcantarillas de Gotham City, cuyas frustraciones emergen violentamente en busca de la dignidad que la sociedad les ha negado.

                Si los superhéroes made in Usa son fruto de una sociedad que, a pesar de todo, sigue confiando en el individualismo, los patrios son fruto de una sociedad escéptica, cínica y chapucera, pero con un alto sentido del humor. Superlópez y el Cálico electrónico son los máximos representantes del superhéroe español.

El Señor de los Anillos.

- La leyenda habla de un anillo que daba a su portador la capacidad de esclavizar el mundo y ahora ha sido encontrado.

El concepto de héroe todavía nos sigue resultando fascinante y universal, aún cuando estemos decididos a proscribirlo de nuestro imaginario colectivo. El héroe se erige como imagen de nosotros mismos adoptando diferentes formas y apariencias, funcionando como paráfrasis de los problemas reales y en sus historias épicas suelen estar presente valores morales. Nos recuerda quiénes fuimos o en qué podemos convertirnos y al mismo tiempo, permite que el relato adopte, en nuestra imaginación, características humanas.

- Se forjó en las llamas del Destino.  

                    gimli

Pero el héroe épico de Tolkien no está revestido de las fuerzas sobrehumanas favorecidas por dioses, el autor creó una mitología en donde el héroe (o los distintos héroes) logran su prodigiosa fuerza, su valor ante el desánimo y su desprecio al peligro – a través de poderes mágicos o extraordinarios – de sí mismos. “La edad de los hombres”, lo llama, junto a simpáticos hombrecillos de mediano tamaño, los hobbits, e incluso con un sentido ecologista, en los Barbol, aquellos gigantescos árboles vivientes.

- El arma de nuestro enemigo es un regalo, usémoslo contra él.
- ¡No puedes empuñarlo!
- Ninguno de nosotros puede, debe ser destruido.

                   Personajes

Para encontrarnos con todo un relato-río, en la que surgen tramas paralelas y se desarrollan con una multitud de personajes; en un momento en que este gran espectáculo queda servido hasta la saciedad por los efectos digitales, la incontable masa de extras –multiplicados hasta el infinito gracias al ordenador-, las secuencias aéreas del paisaje que se eternizan con el apoyo de una melodiosa banda sonora y los grandes planos generales, ayudados por las grúas. La cámara que sube, baja, vuela, que nos lleva a las profundidades o que nos hace creíble lo increíble, como por ejemplo, representarnos al corpulento John R. Davies como el enano Gimli. En definitiva, una colosal superproducción con los esquemas hollywodienses al uso, un estilo que tiende a la fantasía, puro cine épico, que presupone la familiaridad de los personajes de la historia con algunos clichés propios del cine de aventuras: el maniqueísmo del relato; el inquebrantable amor de Aragorn con su amada Arwen, tan valiente y temeraria como él - cumpliendo a la perfección aquel viejo proverbio: “tras un gran hombre siempre hay una gran mujer”, el componente moral que se desprende de la historia (la amistad, la honradez, la valentía, el coraje). E incluso espectaculares escenas de batallas, que ocupan una parte significativa del metraje.

                           las_dos_torres_

                                     

“300 contra 10.00”, dice el elfo Légolas, evocando la valerosa defensa del paso de las Termópilas de los espartanos contra los persas. En esta ocasión se trata de un ejército de orcos, los Uruk-hai, que se acercan al abismo de Helm con la intención de acabar de una vez y para siempre con la raza humana. No es sencillo elegir una batalla entre las monumentales que configura Peter Jackson en esta trilogía, pero el combate sin esperanzas frente a una fuerza muy superior, es difícil de superar. La tensión antes de la batalla que muchos dan por perdida “No mostréis piedad, pues ninguno habréis de recibir”, señala Aragorn.

                        Frodo y Sam

Nos hemos acostumbrado a ver a seres mitológicos arropados con sentimientos humanos, seres fantásticos que pelean con niños armados con varitas mágicas y a niños que descubren mundos alternativos dentro de un ropero. Animales que hablan y paisajes extraordinarios que resultan ser escenarios de aventuras legendarias; mundos paralelos que coexisten con el nuestro.

                                        aragorn y arwen

 De hecho, las sagas de fantasías han proliferado como las arañas de Mordor, pero esta versión de los clásicos de J.R.R. Tolkien gobierna sobre ellas cual Anillo Único sobre las fuerzas del mal. Como señalaba uno de los personajes centrales (Gandalf, Ian McKellen): "Un anillo para gobernarlos a todos, un anillo para encontrarlos, un anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas. Este es el Anillo Único". Por eso, adaptar El Señor de los Anillos haya sido un proyecto ambicionado por muchos (John Boorman fracasó en su intento, antes de su Excalibur, e incluso existe una versión animada de parte del relato), pero sería Peter Jackson quien se llevó el gato al agua. Muchos nos escandalizamos al enterarnos que el responsable de esta adaptación iba a ser un friki cuya primeras películas estaban dentro del terreno del cine gore. Pronto comprobamos el lado sentimental de este freak que supo convertir sus amados paisajes neozelandeses en toda una Tierra Media sobre la que desplegar legiones de elfos etéreos, orcos brutales y hobbits tragones. Por si eso fuera poco, Jackson contó con el hallazgo de Andy Serkins (Gollum), un actor con talento suficiente como para dotar de individualidad a un personaje digital y convertirlo en la figura más memorable saga.

Harry Potter y La orden del Fénix

Harry Potter y La orden del Fénix

Volvemos a la escuela, a la escuela de magia de Howargds en donde Harry Potter cursa su quinto curso, para comprobar cómo han ido creciendo unos personajes y los actores que conocemos desde que eran unos niños, cuando comenzaron esta saga llena de magia, fantasía, aventura y amistad, al mismo tiempo que abordamos los buenos resultados de la colaboración entre la literatura y el cine pensado para el gran público.

- Disculpe, ¿podría decirme cómo...?
- ¿Cómo llegar al andén? No te apures, también es el primer año de on en Howargds. Lo único que tienes que hacer es ir con decisión hacie el muro, entre los andenes 9 y 10.

 Desde que por primera vez, Harry Potter y sus amigos cruzaran la pared del andén 9 y 3/4, no han parado de llenar de magia y fantasía nuestros aburridos mundos. En esta ocasión, el personaje de Harry Potter llega con su quinta entrega cinematográfica con los mismos protagonistas y una historia tenebrosa.

 La idea de trasladar las obras de J. K. Rowling parte del director Chris Columbus realizador de títulos tan taquilleros como Sólo en casa y Señora Dodfuller. De este modo, la saga y el sucesivo fenómeno mediático surgido con la pottermania, dio el pistoletazo de salida con la primera entrega, Harry Potter y la piedra filosofal. En esta cinta, empezamos a conocer a los personajes, siendo aún niños, y a uno en concreto, el protagonista, un chico que se entera en su undécimo cumpleaños que es huérfanos de unos poderosos magos que murieron asesinados. Harry es invitado a asistir al colegio Howargds de magia y hechicería, en donde se embarca en la aventura de su vida.

- Harry Potter, ¡qué extraordinario honor!.

Bajo la batuta del realizador Chris Columbus, se llevaría a cabo Harry Potter y la cámara secreta, en la que un elfo avisa a Harry que una amenaza mortal se cierne sobre la escuela. Entre las grandes novedades de esta segunda entrega, es Keneth Branath, como el vanidoso profesor de la defensa contra las artes oscuras así como el recientemente fallecido Richard Harris.

 - ¿Tiruis Black se ha fugado de Azkaban para buscarme?
- Sí.
- Pero le acabarán cogiendo.

 Con el cambio de director, Chris Columbus cedió el testigo de la dirección al mexicano Alfonso Cuarón, Harry Potter y el prisionera de Azkabán arranca cuando el personaje principal, accidentalmente, utiliza la magia fuera de Howargds, algo prohibido, cuando se entera de que un enigmático mago, Tirus Black, se había escapado de azcaban, una especie de prisión de máxima seguridad para este tipo de personajes. Entre los actores de reparto, encontramos a Gary Oldman, en el papel del siniestro Tirius Black, y una irreconocible Emma Thompson.  Esta tercera parte de la saga se convirtió en la mejor entrega hasta el momento.

 Tras Alfonso Cuarón, Mike Niewel se encargaría de trasladar a la gran pantalla el cuarto volumen de la saga, con una entretenida y decorosa continuación, pero que en algunos aspectos se situaban por debajo de su predecesora. Harry Potter y el cáliz de fuego prolongó registros siniestros y oscuros, que dominaban sobre las anteriores entregas.

 - El Sr. Potter no tiene elección, es desde hoy un campeón del torneo.

Como novedad, introdujeron temas más adultos, como son las inseguridades sentimentales propias de la adolescencia.

- Da igual que un chico no vaya con nadie, pero una chica, ¿qué triste?.
- ¡No voy sola, por raro que parezca me lo han pedido!.

En el quinto episodio, Harry Potter y la Orden del Fénix, la primera entrega cuyo guión no está escrito por Stephen Love, los temores del joven mago se cumplen, el temido Lord Voldemor (Ralph Fiennes) ha vuelto. Lo que obliga a Harry Potter a reunir fuerzas para vencer al Mal, mientras que su enemigo hace lo propio con la idea de dominar el mundo, por lo que los fans de Harry se pueden preparar para sufrir, porque la película cuenta con escenas dramáticas de inusual intensidad en esta serie:

- Cornelius, espero que entres en razón, la evidencia de que el Señor Tenebroso, Lord Volvemor, ha regresado es irrefutable.

Los protagonistas han crecido ante nuestros ojos. Esa revolución hormonal de la adolescencia, que ya empezaba a observarse en el film anterior, da paso a un aspecto más adulto en la vida hollywoodiense de este joven personaje, a medio camino entre, el listillo y algo feucho joven Sherlock Holmes de El secreto de la pirámide y Sabrina, una bruja adolescente. Porque en esta película en la que Harry da el primer beso y recluta a un ejército - la Armada de Dumbledor- para someter al poder del Mal, no la podremos ver con la misma perspectiva de antes. Va a ser difícil mirar a Daniel Radclieft con su túnica vaporosa y sus gafitas redondas sin acordarnos del cartel promocional de la obra de teatro Equus, en el que aparece desnudo enseñando su varita. Porque el joven actor, al que vimos siendo niño, se ha hecho mayor y ya aspira a un placer adulto.

 En un sentido similar, este personaje invierte la famosa máxima de un viticultor: "que el vino gana con los años", porque Harry es un buen ejemplo de lo difícil que es crecer en ciertos contextos. A pesar del argumento y del beso -por cierto, insulso- el personaje principal no ha sabido mantenerse en el papel que le ha otorgado el destino, mucho más solitario que en las anteriores entregas y enfadado, algo que quizás no se veía tan claro en los pasados episodios. Nos han querido vender una historia, en apariencia más oscura y compleja, lo que se refleja en la evolución del personaje principal. De hecho, el paso del tiempo se nota, la historia es cada vez más enrevesada, menos infantil, y quizás también la más genuina de la saga, aunque se observan pocos avances con respecto los anteriores episodios, por lo que el argumento llega a ser aburrido en algunos momentos. En este se hacen referencias a diversos temas como la soledad, la búsqueda de la verdad, la rebeldía ante el poder o la delgada línea que separa el Bien del mal. Así lo explica el personaje interpretado por Gary Oldman.

 - Además, el mundo no se divide sólo entre buenos y mortífagos, todos tenemos luces y oscuridad en nuestro interior.

En este cambio continuo de directores, ahora le toca el turno al mediocre británico David Yates, muy popular en Estados Unidos, por dirigir algunas conocidas series televisivas. Entre las nuevas incorporaciones, se une a este reparto británico, la actriz Imelda Stauton, que interpreta a Dolores Umbridge, una de las profesoras incorporadas a la escuela Howgarts, esta temporada.

- ¿No serán estos maleficios para artes mágicas?
- Sí.
- No sé por qué necesitáis maleficios para mi aula.

La quinta entrega de la saga nos confirma que Harry Potter se ha convertido en una franquicia, en la que nadie se puede salir de su carril marcado, como el molde las hamburguesas, aludiendo al comentario anterior. Porque da igual quien lo dirija o quien escriba el guión. A pesar de las dos entregas dirigidas por Chris Columbus, las otras dos, por Mike Newell y Alfonso Cuarón, y la última, por David Yates, lo peor es que no hay ni la menor diferencia entre unas y otras. No se les puede reprochar técnicamente, pero no han conseguido otorgar personalidad alguna y condición artística. Por otra parte, el argumento de la última entrega se ha anquilosado en un producto de marketing, ocupado en pregonar a los cuatro vientos el regreso del Señor oscuro, Lord Voldemor.

También es puro marketing todo el entramado que se ha gestado alrededor de la saga, cuyos productores han sabido siguiendo una serie de pasos:

 
1. Tener un actor solvente (y no necesariamente un sex-symbol o una superestrella) como protagonista.

2. Conseguir villanos a la altura de las circunstancias.

3. Basarse en un best-seller de rentas millonarias.

4. Comprar los mejores ordenadores para poder crear efectos especiales de infarto.

5. Una historia llena de traumas y acción para que conquiste tanto al público adolescente como al adulto.

6. Una campaña publicitaria omnipresente.

7.  Dejar bien claro que esta va a ser la mejor de la saga.

 8. Un presupuesto estratosférico.

 9. Asegurarse de que el chico tiene rollo en la película.

10. Dejar un final abierto.

 Sin embargo, habrá que esperar a la conclusión de la saga con la llegada del último volumen a las librerías a cargo de la escritora J. K. Rowling, para saber qué suerte deparará a estos carismáticos personajes. Frente a esto, los fans de la saga se tendrán que conformarse con un filme en donde los efectos especiales cuentan con un gran protagonismo. Quedaría, por ejemplo, el humor característico de Los Simpson,  que nos acerca en un par de ocasiones a las entregas de Harry Potter, por ejemplo en el primer capítulo de la temporada 13, en el que esta peculiar familia viaja a Londres, conoce a la escritora y Lisa le pregunta: ¿Podrías contarme el final?. A lo que responde, Rowling: "Harry crece y se casa contigo, ¿eso querías oír?".

Tedio cavernícola: De los orígenes a 10,000.

Tedio cavernícola: De los orígenes a 10,000.

¿Os imagináis en qué idioma se comunicaba el cazador de mamut con su chica y su séquito ya en la Prehistoria? Acertáis, en inglés. La película nueva película del siempre taquillero Roland Emmerich, 10,000, ofrece espectaculares efectos especiales y unas bonitas ambientaciones, localizadas en Namibia, Nueva Zelanda y Sudáfrica, pero un guión bastante irregular y una deprimente perspectiva histórica.

 Como dijo Julio César, Emmerich vino, vio y venció. El cineasta europeo supo meterse en el bolsillo tanto a espectadores como a la industria de Hollywood, pero si los cinéfilos de pro vieron en Blake Edwards un Billy Wilder exagerado con más floritura que talento, Roland Emmerich pretende postularse como el Spielberg europeo, aunque más áspero e hiperbólico. En este sentido, el cineasta alemán se encuentra a sus anchas en su condición de jefe de pista ante números mastodónticos capaces de dejar en taquilla un resultado inversamente proporcional a la huella que dejase en la memoria del espectador. ¿Qué podemos recordar de Independence Day o Godzilla a parte de la destrucción de la Casa Blanca y el enorme monstruito empeñado en destruir Nueva York?.

 Roland Emmerich hace películas cuya máxima reside en la espectacularidad de sus efectos especiales y de hecho, en 10.000 el realizador alemán sigue en la misma línea que sus anteriores proyectos, es decir, colecciona una sucesión de escenas técnicamente meritorias, hilvanadas gracias a un guión, casi siempre sin grandes alicientes en la historia. En este sentido, su último trabajo hace explícito esta característica del director, tan anticarismático como colosalmente aburrido: una cacería de mamuts en estampida, que seguramente marque un hito en eso que llaman los anglosajones state of art de la tecnología digital. El mismo panorama nos lo ofrece la partitura del compositor austriaco Harald Kloser, empeñado más en arrebatos percusionistas que en buscar líneas melódicas. Así, entre efecto y efecto, Emmerich pretende trazar el periplo de un cazador de mamut, en pro de la liberación de su amada, prisionera de unos esclavistas egipcios. No hay que buscar tres pies al gato en lo que respecta al argumento, es la historia mil veces vista en la gran pantalla aunque con la singularidad de que está ambientada en la prehistoria, en concreto hace unos diez mil años. En realidad, su director lo presenta como el origen de una leyenda, en cómo un hombre llega a convertirse en un héroe, pero más que fundacional, su epopeya se diagnostica terminal. Esta leyenda inventada de Emmerich  podría suponer una versión ficticia de los orígenes del americanito de pro, el WAPS (anglosajón, blanco, protestante), con el Sueño Americano en pleno tedio cavernícola como fondo y novio al rescate, de tema. En realidad, la propia actriz protagonista (Camille Belle) lo simbolizaría sino fuera por sus evidentes genes brasileños. Si el lector considera disparatada esta teoría, la propia Belle se reiría de la delirante aventura prehistórica concebida por Roland Emmerich. Pirámides, tipos feos y peludos, mamut lanudos y todo tipo de fauna prehistórica. Un cocktail  a medio camino entre Von Daniken y un tal Graham Hackoc, autor de un disparatado ensayo "Las huellas de los dioses" en donde defendía la teoría de que las pirámides eran pruebas de la existencia de la Atlántida y que su catástrofe histórica obligó la marcha de supervivientes a América y Egipto.

 O lo que es lo mismo, metalenguaje y metahistoria. Son dos ideas, tan modernas como vacías de significado -al menos para uno que escribe-, que parecen presidir las últimas producciones cinematográficas con un telón más o menos histórico. Hollywood no quiere repetir tropiezos como los de Alejandro Magno (Oliver Stone) y El Reino de los Cielos (Ridley Scott) y presenta productos más acordes a Apocalypto o Gladiator, film de R. Scott, una de romanos pero con los arquetipos maniqueístas de siempre, es decir con un bueno muy bueno y un malo muy malo. Y si a esto, le sumamos la idea de venganza, el éxito está garantizado.

 En esta ocasión, un cazador de mamut (que el mamut sea un animal extinguido dice mucho: estamos justo después de la Era Glaciar) se enamora de una joven, Evolet, una belleza prehistórica (mucho más delgada que la Venus de Dusseldorf, para que vamos a engañarnos) pero una tribu malvada la rapta, con unos jinetes que sospechosamente recuerdan mucho a los jinetes negros del Señor de los Anillos.

 El raro y poco prolífico subgénero de cine cavernícola conquistó la memoria de este cinéfilo mediante la evidente orquestación de la mentira: era aquel territorio donde podían convivir al mismo tiempo voluptuosas chicas con biquini de pieles y  criaturas animadas gracias a la maestría de Harryhausen, obviando toda verisimilitud evolutiva. 10.000 se desarrolla en este sentido hasta demostrarnos cómo esta involución no sólo aparece en un argumento aburrido por completo, sino en formas menos carismáticas de mentir, además de ser más caras y aparatosas.

 Estaba claro que la supervivencia del más fuerte junto con el comportamiento troglodita con el sexo débil atraería la atención de D. W. Griffith, quien inauguró este subgénero con unos cortometrajes sobre esta temática (Fuerza bruta y La formación del hombre).Más tarde, parodiando Intolerancia -de este mismo director-, Buster Keaton ambientó dos los episodios de Las tres edades en la época de las cavernas, pero la prehistoria no sólo fue un contexto pasado. La fantasía de que en un algún rincón virgen de nuestro planeta, la evolución se detuvo, estuvo muy presente en estas primeras aproximaciones cinematográficas. Basada en la novela homónima de Arturth Conan Doyle, El mundo perdido, dirigida por Karel Zeman, fue el antecedente de King-Kong, primera experiencia en donde la estética de las bestias se produjo gracias a la técnica del stop motion. Varios remakes en los cincuenta, sesenta y otras tantas producciones más recientemente, hacen de El mundo perdido uno de los pilares de un género que, fagocitado por la licenciosa serie B, tuvo su salvación en la reinvención que la Hammer hizo del clásico en Hace un millón de años, o lo que es lo mismo, en el escote y la pantorrilla de Rachel Welzt, luciendo bajo el sol de Tenerife. El trabajo del maestro Ray Harrihaussen, encargado de la animación de las bestias, es sin embargo lo mejor de la película y gana hoy por su aspecto orgánico, frente a la fría percepción de las técnicas digitales.

 Si la arqueología fuera tan simplista como la historia del cine, lo de Atapuerca serían prácticas escolares. Porque en el género que fuese, sólo hay que poner dos palabritas para entender la involución de este subgénero cinematográfico: Roger Corman. Sobre todo, porque este Rey de la Serie B, se empeñó en volver a aquellas remotas épocas de las cavernas en más de una ocasión. Títulos suyos fueron Yo fui un adolescente cavernícola y Viaje al país de las mujeres prehistóricas, aunque en esta ocasión aquel saco sin fondo que fue Corman, para la serie B, cediese la dirección a Perter Bogdanovich. Lo de dirigir es una forma de decirlo, porque si esta película pasaría a la Historia por algo es por su carácter de reciclaje: la mitad del metraje fue montado directamente de escenas de El planeta de las tormentas, filme del realizador soviético Pavel Klouchantsev. Sin embargo, mi preferida de este subgénero anterior a la mítica Hace un millón de años es Eagh! (J. L. Woltoch). Argumento basado en el típico triángulo amoroso entre un gigante, una jovencita troglodita y su novio. ¡Todo ello en musical!.

 Algunas de las más meritorias aproximaciones son las diversas incursiones de los cineastas checos, cuya depurada técnica de animación estuvo siempre al servicio de la docencia. A parte del stopmotion, otra de las técnicas clásicas para crear a los dinosaurios fue la de filmar lagartos con ópticas macro y cámaras de alta velocidad. El máximo exponente lo encontramos en Viaje al centro de la Tierra, de Henry Liven, en donde los personajes descubren una realidad paralela en donde perviven criaturas antidiluvianas.

 Pero en el universo troglodita hollywoodiense se había descubierto su Lucy particular, por lo que ya se había dictado sentencia de lo que se quería ver: más carne y pechuga y no precisamente de los animalitos. La productora Hammer popularizó una serie de películas que llegaron por subgénero el nombre de Cave girls (Chicas de las cuevas). Cuando los dinosaurios dominaban la Tierra (Val Guest) y Mujeres prehistóricas (Michael Carreras)  son algunos de esos filmes, tan olvidados como olvidables. Sin embargo, esta estética naturalista,  que se interesó por deformar la Prehistoria, encontró como máximo exponente la serie animada creada por Hanna - Barbera. Estos adaptaron con gran éxito el American way life de los años cincuenta a la Edad de Piedra, en la mítica The Fligstone, Los Picapiedras. Pero si los ingleses hicieron una versión sui géneris de la Prehistoria, hubo quienes presentaron su adaptación menos pudorosa ¿Se imaginan quienes fueron? Los italianos, con Sergio Corbucci a la cabeza y títulos tan sugerentes como extravagantes: Cuando las mujeres hacían din-don y Cuando los hombres usaban cachiporra.

 Y el homínido se hizo faber. Sólo le bastó unos minutos para contarnos Kubrick una visión revolucionaria de la evolución del ser humano, un genial referente cinematográfico de nuestros orígenes que, por otra parte, abría una tendencia naturalista que tendrá su colofón en la obra de Jean Jacques Annaud, En busca del fuego. Basada en la novela de Jean N. Weilt, El clan del oso cavernario, trata uno de los episodios más interesantes de la evolución humana, la complicada convivencia entre el neanthertal y el hombre de cromagnon. La historia hiperrrealista de la tribu Ullam, con un lenguaje gutural ideado por Anthony Burguess, presentaba a nuestros ancestrales antepasados comos sucios y contrahechos que pasaban las horas muertas despiojándose unos a otros.

 La más actual, 10.000, navega entre El clan del oso cavernario y Hace un millón de años, cuya película no sólo no oculta sus referencias sino que tampoco hace nada por alejarse de ellas; sus escenas de cacería humana nos recuerdan a las de El planeta de los simios y por el empeño del director de mostrarnos la construcción de las pirámides, a través de la trata de esclavos, Emmerich se aparenta con su anterior película Stargate y Tierras de faraones (Howard Hawnks).

 - Nuevamente trae numerosos cautivos, ¿acaso los esclavos no significan también riquezas, y por consiguiente mayor poderío?.

 Es más, el nuevo film se quiere presentar como una mala copia del King-Kong de Peter Jackson, sustituyendo tiranosaurios por mamut. De hecho, en la puesta de escena de 10.000 hay ecos retóricos de los peores rastros de la notable trilogía de El Señor de los Anillos, los insistentes planos aéreos que pretenden subrayar la majestuosidad de los escenarios naturales, junto a las extemporáneas ralentizaciones de las imágenes que parecen servir de recurso para tapar agujeros que verdaderas figuras de estilo. En su película, Emmerich hace uso de diversas licencias, adivinándose un pasado no demasiado lejano, a pesar de los 10.000 años antes de Jesucristo, época en la que el hombre debía enfrentarse con animales prehistóricos, en su lucha por su supervivencia, como avestruces carnívoras o tigres de cuatro metros de altura. Por ello, se aparenta con un género resucitado por Spielberg e inspirado, hasta la saciedad, en la última década. Es posible que el hombre de aquella época tuviese los mismos anhelos y una visión de la vida no muy diferente al actual, pero otra cosa es lo que plantea Roland Emmerich en su película, sobre todo cuando el séptimo arte se ha mostrado inclinado por acercarse a la Prehistoria más de lo debido.

 En este sentido, 10.000 destaca por abogar un cine que considera a la imagen sintética como la única expectativa de un realizador como Roland Emmerich, sobre todo cuando la película -al menos, suponemos- no dejará huella en el subconsciente de sus espectadores, más allá de aquellos que vayan al cine con el único propósito de consumir digitalización. Porque hay películas que no deberían dar ese salto evolutivo entre un resultón trailler y un insoportable producto acabado.

 
 

Caballeros medievales: De las leyendas artúricas a los templarios.

La cinematografía nos ha ido acercando cualquier período de la Historia, por lejano que fuese, aunque con mayor o menor profundidad y verismo histórico. En este sentido, la visión que el séptimo arte nos ha ofrecido de la Edad Media, se ha movido entre la imagen cuidada, limpia y heroica, típica de las películas de Hollywood de Robin de los Bosques, a las grandes producciones de los años cincuenta o las aproximaciones más realistas del cine moderno. Un viaje en el tiempo que nos acercará a reyes, caballeros, monjes, juglares o campesinos. Sin olvidarnos de otras grandes temáticas como la legendaria figura del Rey Arturo. Las leyendas artúricas han dado pie a una larga filmografía, siendo Excalibur (John Boorman)  la representación más conseguida en el séptimo arte. Aparte del musical Camelot, protagonizado por Richard Harris, Los caballeros del Rey Arturo, un film para la Metro de Richard Thorpe con unas caras muy conocidas (Robert Taylor, Ava Gadner, Mel Ferrer), sin embargo no llega a la calidad dramática de esta nueva versión, pareciendo más trovadores con armaduras resplandecientes y penachos de plumas, que el mundo mágico propio de las leyendas artúricas.

 Los caballeros de la llamada Tabla Redonda aparecen equipados llevando arneses militares propios de distintos siglos del medievo. Destacan las largas lanzas de torneo, las cotas de malla, los cascos y las testeras de las monturas, propias de la caballería francesa del siglo XV. Cuando abandonan estas funciones de guerreros, estos mismos personajes parecen acaudalados burgueses renacentistas, luciendo toda suerte de sedas y brocados.

- ¿Buscas lo que desea Arturo? ¿Eso que llaman el Grial?

 Por lo que respecta al plano ideológico, protegen a humildes, como no podía ser de otro modo, y defienden la Cruz o buscan los Sagrados Tesoros, como el Santo Grial. Personajes que participan en las cuitas de la gente de aquellas épocas, atormentados por la guerra, la peste o con supersticioso miedo que lo invadía todo. Estas historias suelen estar ambientadas en un mundo rural medieval, en donde el futuro Cristianismo no era sino la pátina de respetabilidad que envolvía muchas creencias ancestrales que la Cruz no conseguiría erradicar por completo.

 Otros de los caballeros medievales más cinematográficos fueron los Templarios. Lo cierto es que el séptimo arte no ha mantenido un gran acierto historiográfico, con ellos, que suelen ser confundidos con los cataros o los Hospitalarios. Los templarios, la orden militar más famosa del medievo, también han aparecido en la pantalla como cruzados, los soldados cristianos que formaban parte de una serie de expediciones para recuperar los Santos Lugares.

 Desde la versión muda de Cecil B. Demille hasta la versión de Ridley Scott, algunos cineastas han retratado a los cruzados con simpatía, como Steven Spielberg en Indiana Jones en la última cruzada.

- ¿Quién es usted?                                                                
- El último de los tres hermanos que juraron hallar el Santo Grial.

                                        Ultimo cruzado
Todo lo contrario que El Reino de los cielos (R. Scott), una película rodada en España, para versionar la historia de la Tercera Cruzada, presentando a los cruzados como unos personajes beligerantes, sin ningún aprecio por la espiritualidad.

 - Dame una guerra.
- Eso sé hacerlo.

 Pero se equivocan si creen que lo habían visto todo sobre tergiversaciones históricas, con respecto a las órdenes de caballería medievales. Nos faltaba Dan Brown y su inefable Código Da Vinci, en donde los templarios eran los más peligrosos, tanto en su relación con el Santo Grial, también llamado Tesoro de Jerusalén.

Elisabeth, la edad de oro. (2007)

Elisabeth, la edad de oro. (2007)

La película del realizador de origen hindú, Shebka Kabur, nos acerca a un tema histórico, la segunda mitad del siglo XVI, en Inglaterra, la enemiga de España de la época. La historia se centra en la Reina Isabel I, el título Elisabeth, la edad de oro, y la intérprete toda una garantía, la australiana Cate Blanche. Destacar la presencia en la película del catalán Jordi Mollá, en el papel del monarca español Felipe II.

- Yo firmé la ejecución de Maria, yo asesiné a la reina ungida ante Dios, y ahora su hijo predilecto declara la guerra santa para castigarme.

El director retoma su pintoresca vida de la Reina Isabel I de Inglaterra, dando relevancia a un episodio histórico fundamental tanto para España como para las Islas, la amenaza del catolicismo dentro y fuera de su nación.

 - Se avecina un fuerte viento, majestad, que se llevará vuestra soberbia.
- Yo también puedo dominar el viento, tengo un huracán dentro de mí, que destruirá España si os atrevéis a desafiarme.

Por un lado está Felipe II y sus pérfidos españoles, y por el otro, la traidora de María Tudor, católica heredera del trono inglés pillada en plena in fraganti en plena faena conspiratoria. La tensión entre protestantes y católicos en esa época convulsa es aprovechada por Kabur en un icono de la tolerancia religiosa, revisión oportunista con la que trata de ganar nuestra simpatía en un mundo cada vez más enfrentado.

- Si mis súbditos quebrantan la ley serán castigados, hasta entonces debo protegerlos.
- Majestad tenemos motivos fundados para temer que todo católico...
- El temor genera temor y eso no significa que ignore el peligro, pero no castigaré a mi pueblo por sus creencias, solo por sus actos. Sé que los ingleses aman a su Reina, mi mayor empeño es no perder ese amor.

 Ya el propio realizador, Shebka Kabur señalaba que no se podía hacer una película histórica sólo con los datos que ofrecía la historia, sino como una forma de interpretar el presente. Desde luego el cine es el arte de la subjetividad, pero dista mucho de hacer buenas migas con lo burdo, a pesar de alejarse por completo de la visión ortodoxa ofrecida por la Historia. En este caso, las revisiones históricas, y en concreto las dirigidas a recordar lña vida de la Reina, son muy propensas al maniqueísmo  y el endiosamiento de sus reales protagonistas.

 - Hace un momento quería escapar, todo cuanto deseaba me resultaba odioso entonces, pero ahora encontraré un modo de vencer.

                            

Incluso el gran John Ford flaqueó en la vida de María Tudor, en la película que llevaba por título su nombre y que estaba protagonizada por la estrella de la época, Katherine Herburt. Él, católico, la retrató como una mártir, sufridora inocente de las iras de Isabel y de las intrigas de la Corte, llena de bondad que -como son las cosas- ponderaba la armonía entre religiones.

 - Sí es cierto, soy hija de María de Guisa y que me mantengo en la religión de mi padre. Sin embargo, y a pesar de todo, respetaré la vuestra y os daré la misma libertad que exijo para mí.
 
Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Era María Tudor una traidora o una santa?, ¿se vio obligada Isabel a decapitarla o lo hizo gustosamente?, ¿quienes eran los tolerantes, los católicos o los protestantes?

 - Te demuestra que un hombre puede ser católico y buen inglés.
- No al mismo tiempo, señora.

 Cada uno barre para casa, pero lo que en todos coinciden, sea la reina que se trate, es en la escenificaciónde unas privaciones, esfuerzos y penurias, a los que estas mandatarias están dispuestas a soportar altruistamente a favor de su pueblo. ¿De qué? Váyase usted a saber.

- Por que las necesidades de un pueblo están por encima que los de una mujer.
- Siento la voluntad del todopoderoso para que yo ocupe este puesto. Haré todo lo posible para cumplir con la obligación que tengo con mi pueblo.
- He dado a Inglaterra mi vida, ha de llevarse también mi alma.
 

Pero no hay película más subjetiva y distorsionada, en este sentido, que El halcón del mar, filme tan fantasioso como la novela de Rafael Sabatini, a la que no obstante sólo se parecen en el título, porque de creer  lo que nos contó tanto el escritor como el director de la película, Michael Curtiz, Drake había sido un gran patriota, preocupado por la supremacía naval de Inglaterra y siempre ávido por ayudar a su Reina, una Isabel I, a su vez, preocupada por el bienestar de sus súbditos, porque la construcción de una importante flota, los ahogaría en impuestos.

- El señor, Burlenson tiene razón, sois un pirata empedernido.
- ¡Oh no, majestad! Soy muy exigente en cuanto a las perlas, sólo puede ponerse sobre el cuello que sea capaz de reflejar su brillo.

El otro importante elemento de la ecuación era España, el reino católico por excelencia, y por tanto retratado como el intolerante, ambicioso y falto de bondad y de pudor, como el que más, el enemigo de la razón y de los deseos más puros y humanos. Esa era la visión que los ingleses del siglo XVI tenían de los españoles y que la cinematografía anglosajona recuperó en las películas del cine clásico de aventuras, que solían dignificar la figura del corsario, el pirata, hasta endiosarlo, siempre que estuviese a favor del triunfo de su patria -Inglaterra- frente al Eje del Mal -España-. Habrá llovido mucho hasta el día de hoy, pero parece que Hollywood se contenta con esta visión simplista, maniqueísta y distorsionada de la realidad, hasta tal punto que limita a presentar a los españoles como los malos de la historia y a los buenos, los ingleses de la reina Isabel.

 El gran malo de la aventura que cuenta El halcón del mar (Michael Curtiz) no es otro que Felipe II, cuya sombra se proyecta al principio de la película sobre un mapa del mundo mientras profiere una cruel amenaza: "Nosotros dominaremos el mapa del mundo, que será sólo España". Felipe II es presentado como un monarca ambicioso, como un tirano que pretende apoderarse del mundo y en cuya sombra se esconden los ecos de la tiranía. El contexto que parece girar la película tiene como elemento central el hecho de que Felipe II decide atacar una colonia inglesa en  América, por lo que contrata a un malvado embajador, Don Álvaro, que no es otro que la imagen del gran villano de los años cuarenta, Claude Rains. Frente  a ellos, la Corona de Inglaterra aparece laureada como símbolo de la libertad y de la luz, con una Elisabeth (Flora Robson) que no sólo encuentra la amenaza de enemigos exteriores -España- sino de los traidores que se refugian en los palacios de su corte.
 
Este sentido de la responsabilidad que les impide, por ejemplo, casarse con el hombre amado y el sentimiento que les genera al asumir su poder, es la clave para humanizar al personaje y hacerlos más cercanos.

 - ¿Desde cuando sentís miedo?
- Siempre lo he sentido.

Esta aracterización del personaje de Cate Blanche, pone de manifiesto las relaciones con Walter Raleigh, Clive Owen, como en la primera parte, veíamos a la reina enamorada de Robert Dudley (Joseph Fiennes). Sin embargo, en esta nueva ocasión, el personaje masculino decide dirigir su interés hacia otro miembro de la corte, una de las damas de la reina a la que deja embarazada (Abbie Cormish). Ella, despechada, mandará encarcelar a Walter Raleigh en La Torre de Londres, poco tiempo después de que él mismo le ofreciera dos regalos: el territorio de Virginia, en América, y hojas de tabaco.

 Algún espectador podría pensar que, gracias a los elementos del argumento anteriormente citados (las tensas relaciones con su prima, Maria Estuardo, las conspiraciones y su enfrentamiento con España) la historia no termina de desvirtuarse al estilo del cine comercial USA, pero desgraciadamente es así. En realidad, las frustraciones personales pueden entenderse como una influencia del entorno político actual. Así, la nueva Elisabeth deja de parecerse a Bill Clinton, cuyo affair con Monica Lewinsky es manifiestamente conocido, para embarcarse en una epopeya más cercana a la de George Bush. Sus motivaciones para invadir Irak y Afganistán resultan de lo más siniestras, así como que se postule con la posibilidad de su magnicidio. Pero lo que debería llamar la atención es su falta casi absoluta de rigor histórico. Reconozcámoslo, soy licenciado en Historia, pero también creo que un cineasta puede utilizar para una representación histórica ciertas licencias. Lo que incluso sucede en obras más serias como las de Jean-Marie Straub o Manoel de Oliveira. Pero de ahí que nos lleve al otro extremo, es otra cuestión. El cine comercial de los últimos años, seguramente influido por el éxito de El Señor de los Anillos (Peter Jackson) y el cómic, ha acentuado los elementos fantásticos, incluso en películas consideradas históricas. Véase como ejemplo, Troya (Wolgang Pettersem) o 300 (Zack  Zinder).