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Cine épico y fantástico

El hobbit: La desolación de Smaug. La aventura prosigue.

El hobbit: La desolación de Smaug. La aventura prosigue.

Orson Welles parecía un niño grande cuando formuló esa acertada definición del cine, que ya se ha hecho famosa: “el tren eléctrico más grande y divertido con el que pueda soñarse”. El tiempo le ha dado la razón, pero el siglo XXI parece  que este fabuloso tren esté entrando en vía muerta. A otro niño grande, Peter Jackson el negocio de este tren eléctrico le estará saliendo redondo, mientras que por el camino vaya perdiendo el alma de la historia en pos de una montaña rusa de efectos especiales. Un buen ejemplo, es la nueva película de El hobbit. Quienes no se sienten defraudados o les aburra las tres horas de duración, disfrutarán de la parte más oscura de la saga.

-Has cambiado Bilbo Bolsón, no eres el hobbit que dejó La Comarca.

La desolación de Smaug es la segunda parte de la trilogía que Peter Jackson ha reunido en torno al libro de El hobbit. El punto de partida es propio de Tolkien (el relato en el que Bilbon Bolson arrebata el anillo a Smigol) pero el desarrollo está estructurado como cual Frankenstein, a base de materiales que el propio escritor dejó escrito, junto a otros que Peter Jackson se ha ido sacando de la manga. La idea es abandonar el tono infantil de la primera entrega por algo más oscuro, cercano al estilo de El señor de los anillos. Con ese fin, creemos que rescata de la primera trilogía uno de los personajes favoritos de los fans, el elfo Légolas, como también toma prestado uno de los personajes presentes en el apéndice de la novela original, el dragón Smaug. Aunque el verdadero protagonista es Martin Freeman, el Watson de la serie Sherlock de la BBC.

-Ladrón, ¿dónde estás?

Su compañero en la serie,  Benedict Cumberbatch,- quién interpreta el rol de Sherlock Holmes-, es el encargado de poner la voz del dragón Smaug. Por cierto,  Cumberbatch participaba en una de la grandes películas de la temporada (Doce años de esclavitud, Steve McQueen) con el personaje de Ford, uno de los esclavistas del film.

La trama de esta segunda entrega arranca en el punto que terminó la primera, en la que Bilbo emprenderá un largo viaje para enfrentarse al dragón Smaug, quién tiene un maravilloso tesoro robado a los enanos. “Tiene un inmenso poder, pero una de sus debilidades es su vanidad, por eso es muy divertido de interpretar”, comentaba el actor que ponía voz a esta criatura digital.

-¿Eso es un terremoto?

-Eso, mi amigo, es un dragón.

Pero ese no será el único obstáculo, pues los orcos siguen de cerca al grupo. De ahí que los acontecimientos se precipiten y se vayan sucediendo los encuentros entre amigos y enemigos. Como consecuencia, las líneas argumentales se acumulan.

 -He encontrado algo entre las cosas de los trasgos.

-¿Qué has encontrado?

-Mi valor.

-Lo necesitarás.

Hemos visto cómo se ha pasado de la adaptación de una obra por un aficionado riguroso (El señor de los anillos), con El Hobbit, Peter Jackson se considera amo de la Tierra Media y utiliza a Tolkien casi como fondo para representar una nueva saga, hasta el punto de introducir un personaje totalmente nuevo, la elfa Tauriel, interpretada por una de las protagonistas de la serie Perdidos, Evangeline Tilly. “Un personaje que siente un odio visceral contra los horcos, un odio hacia todo lo malvado”.

-No es nuestra lucha.

-Sí es nuestra lucha y todo acabará aquí. Con cada victoria, este mal se hará más fuerte.

Es verdad que se ha logrado un filme que no se puede poner en duda, en los aspectos técnicos, o como  puro entretenimiento. Seguramente superará con creces la inversión realizada en la película y es incuestionable  la destreza de Peter Jackson para llevar a cabo toda esta maquinaria, pero dónde antes había un director capaz de transmitirnos emoción y carisma a la historia, ahora hay un productor (también Peter Jackson) que aprovecha los recursos que le ofrece la tecnología antes que insuflar alma a sus personajes.

-No pondré en peligro esta misión por un saqueador.

-Se llama Bilbo.

La figura del espadachín en el cine.

La figura del espadachín en el cine.

- ¿Puede el hombre pedir más ni el mundo ofrecer menos? ¿Quien quiere vivir hasta que la última botella esté vacía? Es lo del "todos para uno", Dartagnan, y lo de "uno para todos".

Los tres mosqueteros. George Sidney.

Desde que tengo uso de razón los espadachines que llenaron mi imaginario, todavía literario, eran los tres mosqueteros, Aramis, Athos y Portos, junto al famoso Dartagnan, formando parte de la guardia real de Luís XIII.  En mi niñez, la figura del espadachín era aquel noble caballero que defendía las causas justas, saliendo victorioso de todo tipo de aventuras gracias a su habilidad blandiendo un brillante acero, pero el personaje del espadachín existió en la realidad auque fuesen la literatura y el cine los medios que los convirtieran en universal. Hasta el siglo XV, siglo en el que aparecieron los primeros arcabuces, sería la espada el arma fundamental en el campo de batalla. Cuando dejó de ser un arma eficaz, sería parte de una disciplina con un sentido deportivo, la esgrima.

- Recordad esto, la espada es como un pajarillo, si la asís demasiado fuerte, la estrangulais; si la dejais demasaido fuerte, se escapa volando. Ahora bien, en esgrima toda la fuerza debe radicar en los dedos. Nunca en la muñeca.

El citado George Sidney se especializó en este género de la capa y espada con el otro clásico, titulado Scaramuche. En plena Revolución Francesa, André Moró se esconde bajo la máscara de un payaso en la escena teatral, tanto en una versión muda como en la dirigida por Sidney que recoge el mejor duelo a espada de la historia del cine. 

- ¡Hoy habéis dado vuestra última representación!

Desde entonces, el séptimo arte ha hecho gala de todo tipo de personajes que han defendido las causas nobles o sus propios destinos, blandiendo una espada. Sería el arma idónea para determinar la vida o la muerte, e incluso la defensa del honor del caballero, en películas como Los duelistas (Ridley Scott) o Barry Lyndon (Stanley Kubrick). Pero también la piratería se ha servido de la espada en sus abordajes, como haría Jack Sparrow el particular pirata interpretado por Johnny Depp, en La maldición de la perla negra

- Muchacho, ¿crees que es acertado hacer batalla a un pirata?

Encontramos a los personajes de El prisionera de Zenda, quien en el imaginario país de Ruritania defendía con su florín a su rey en la víspera de su coronación; o al no menos célebre personaje de Cyrano de Bergerac, inmortalizado por Gerard Depardieu, en su versión más conocida. 

- Ágil como el dragón, como Scaramuche ligero, os prevengo mi bribón que al finalizar os hiero.

                    cirano de Bergerac

En otras muchas películas la espada ha sido el arma idónea capaz de determinar el curso de una batalla o el combate de un héroe, pero no se trata de una "espada elegante", como el florete sino una más burda en el género de la "espada y la brujería". Uno de los personajes más emblemáticos es Conan, maestro en la llamada "disciplina del acero". Hasta llegar a nuestra época y encontrarnos con grandes duelos a espada. Sobresale la esgrima como deporte y la historia que nació de un relato de Pérez Reverte, "El maestro de esgrima", sin embargo, volvemos a Hollywood para cerrar nuestro reportaje con otra historia épica, la de Los inmortales, que nos trasladaba de las tierras altas de Escocia en plena Edad Media al Nueva York de nuestros días con ese personaje interpretado por Christopher Lambert y un inolvidable tema musical, a cargo de la banda Queen.

- Contigo se ha cerrado el número de los elegidos, debes estar preparado para cuando llegue el duelo final.- ¿Qué duelo?- A partir de ahora empezaremos a sentir una atracción irresistible de enfrentarnos entre nosotros, hasta que sólo quede uno.

                        Los inmortales

Excalibur: La aventura épica de Arturo.

 De la historia sobre este mítico personaje y su no menos célebre espada, se han rodado películas como el musical Camelot, la versión de la Metro (de Richard Thorpe) o la aventurera y romántica Él último caballero (con Sean Connery, en el papel del Rey Arturo). Pero es esta de J. Boorman la más completa y la que cierra el ciclo, como si de una Summa se tratase, desde que la espada fue arrancada de la piedra hasta que fue arrojada al lago.

-No pude hacerlo, Excalibur no se perderá.

-Haz lo que te mando. Volverá un rey y Excalibur resurgirá entre las aguas.

Es una aproximación de los mitos artúricos llevada a cabo por el irregular cineasta John Boorman, que la dirigió después de renunciar a su proyecto de llevar a la gran pantalla  “El señor de los Anillos”. Película que se apoya en la adaptación que Rospo Pallenberg hizo de la obra La muerte de Arturo, escrita por Sir Thomas Malory. Al final nos contaba una historia sobradamente conocida, la del Rey Arturo y sus caballeros de la Mesa Redonda, Camelot y la espada Excalibur. 

-Admirad la espada del poder, Excalibur.

Los acompaña todos los protagonistas, con las hazañas que todos sabemos y la importancia de la magia, que cobra protagonismo gracias al personaje de Merlín.

-Tu lujuria te hará volar y flotarás sobre el aliento del dragón. ¡Cabalga, cabalga!

Todo ello está contado primero, desde la mirada escéptica de Merlín (interpretado por Nicol Williamson).

                     excalibur_2

-En el nombre de Dios, San Miguel y San Jorge, te concedo el derecho a llevar armas y el poder de impartir justicia. 

-Es un deber que cumpliré solemnemente, como caballero y como rey. 

Sin embargo, el gran protagonista sería el rey Arturo, el eje centro del mito artúrico. Eso sí, no podemos olvidar de otros personajes como Perceval (Paul Geoffrey), vinculado con la búsqueda del Grial y la desaparición de Excalibur. 

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Pero Excalibur no sólo de “espadas y brujería”, sino mucho más, sobre los dioses y la llegada del hombre, sobre el amor y la fe. 

-Un dios único viene a acabar con los muchos dioses. Llegó la hora del hombre y sus costumbres.                

                     excalibur-9

De su reparto, merecería la pena citar que ninguno de los actores eran conocidos, ni Nigel Terry ni Nicol Williamson, pero encontramos otros actores que se harían conocidísimos con el tiempo. Este es el caso de Liam Neeson (en el papel secundario de Sir Gawain) o de Helen Mirren (en el importante rol de Morgana).

                                     

Una película con muchísimos encantos, considerada épica –antes de que ese término lo relacionásemos con la saga de El Señor de los Anillos- que aprovechó la belleza de los paisajes naturales de Irlanda, donde se rodó, o la música de Trevor Jones, quién no hizo otra cosa que recordarnos unos temas clásicos y universales. El mejor acompañamiento para momentos claves del filme,  como el Carmina Burana o diferentes composiciones de Richard Wagner.

                          

Entre las curiosidades destacamos la presencia de los hijos del director, en los papeles de Arturo joven o el hijo de Morgana. O las impresionantes localizaciones en Irlanda, cerca del condado de Wicklow. Algunos de estos lugares son el castillo de Cahir, la cascada Powerscourt (donde Arturo se enfrenta a Lancelot), y el Parque Nacional Montañas de Wicklow, en el que se encuentra el Lago Tay (de donde surge la espada Excalibur).

 

Robin Hood, de la leyenda al celuloide.

- ¡Una daga, una daga!
- Es natural, todos tenemos una. Estamos en el año 1183 y somos unos bárbaros.

El león en invierno. Anthony Harvey.

Se trata de un héroe universal cuyo origen no está en las viñetas de un cómic o en los videojuegos, sino un personaje rescatado de la tradición oral inglesa. Aunque los relatos de Robin Hood se remontan al siglo VIII, la imagen que seguramente tuviese todo hijo de vecino parte del siglo XVI. Los primeros poemas hablaban de un tal Robin el Decapitador, un tipo embaucador que vivía en el bosque y se dedicaba a cortar la cabeza de la gente que se cruzaba con él. Fue en el siglo XVI cuando se le situó en la época del mítico Corazón de León, como mayor defensor de los desfavorecidos. En esta línea, Walter Scott lo identificó con el sajón de Loxley en su novela Ivanhoe. Suficientemente conocido por la literatura, tendría que esperar al siglo XX para que ese medio, conocido como cine, lo hiciese universal. De las primeras versiones mudas, sólo quedaría la interpretada por Douglas Fairbacks, cuyo vestuario establecería el arquetipo.

- Bienvenida a Sherwood, milady.

La más clásica de todas ellas fue Robin de los bosques (Michael Curtiz), con Errol Flynn y Olivia de Haviland en los papeles principales. Sin embargo, se trataba de todo un reparto, lleno de conocidos actores de la talla como Basil Rathbone, Claude Rains o Melville Cooper. Con el permiso de Sean Connery y Audrey Herburt, son estos el Robin Hood y la Lady Marian en la memoria de todo cinéfilo.

                           


 Aprovechando el éxito cosechado por la Universal, la Hammer quiso para sí parte del filón y rodó una película sobre el personaje. En esta, Peter Cushing ponía rostro al Príncipe Juan y Robert Tayler se había aprendido de memoria los gestos de Errolt Flint. Desde entonces, habría versiones tan distintas en el que cada intérprete imprimía un rasgo propio a unos personajes tan universales como cambiantes. La más destacada fue una versión apócrifa, a cargo de Jaques Tournert, El halcón y la flecha, en donde Burt Lancaster interpretaba a un arquero de nombre Dardo.

- El que tiene verdaderos amigos, nunca morirá.

Pero encontramos rarezas tan variopintas como una adaptación en formato de serie televisiva, de los años cincuenta, con Richard Greene a la cabeza del reparto. O una versión animada, en la que Disney convertía al personaje en un zorro muy sagaz. Robin Hood ya era una de esas figuras legendarias sobradamente conocidas como para aparecer en todo tipo de registros. Desde productos televisivos a clásicos cinematográficos, han puesto la mirada en este personaje que representa al buen ladrón que ayuda a los pobres. Así, lo citaba Billy Wilder en Bandeja de plata.

- Quisiera que me contestaras a una cosa, ¿quién es Robin Hood?
- Es inglés, me parece. Llevaba calzoncillos verdes largos y hacía sus operaciones en el bosque.

E incluso fue carne de cañón de alguna que otra parodia poco afortunada: En su irreverente estilo, Mel Brooks hizo su propia lectura en Las locas, locas aventuras de Robin Hood. O aparecía en esa disparatada aventura infantil llamada Los héroes del tiempo (Terry William):

- Ese hombre es un tipo peligroso, un desequilibrado diría yo: Da a los demás, lo que no es suyo.
- Es uno de mis héroes.
- ¡Héroes, héroes! Los héroes no dan ni golpe.

En la década de los noventas, dos versiones compitieron en la gran pantalla. Ya casi nadie recuerda la de John Irving, con Uma Thurman como Lady Marian, mientras que Kevin Reynolds dirigió la más popular de todas las películas, tras el clásico de Errol Flint. Robin Hood, el príncipe de los ladrones fue como se tituló y la pareja protagonista, Kevin Costner y Mary E. Mastrantonio, resultaba de lo más insustancial. A pesar de ello, destacaron dos de sus secundarios: Alan Rickman, como el sheriff de Nottingham, y un sarraceno con el rostro de Morgan Freeman.

- ¿Cómo pudieron tus incultos contemporáneos conquistar Jerusalén?
 
                          
 
Al final, aparecía un glorioso Rey Ricardo (Sean Connery) dispuesto a reponer la justicia en Inglaterra. El actor escocés ya se había acercado a la iconografía de este personaje en un clásico por derecho, Robin y Marian (Richard Lester).

Un consternado Robin Hood, en busca de su retiro, se reencontraba con una madura Lady Marian, la elegancia de la madurez de Audrey Herburt. Lo más interesante, sin embargo, fue la desmitificación en torno al llamado Corazón de León.

- Cuando acabó con todos, tres mil cuerpos en la ladera, y ordenó que no se abrieran pues si en su interior se escondían piedras preciosas y gemas.
- ¿Porqué no te volviste, entonces?
- El era mi rey.

Esta misma visión aparecería en otras ocasiones. En El león en invierno, un joven Ricardo arrebataba a su pusilámine hermano Juan, el trono de su padre Enrique II; e incluso se insinuaba en ese gran clásico de Michael Curtiz:

- ¿Acusáis, pues al príncipe Juan?
- No, acuso a Ricardo, cuyo deber estaba aquí, para ayudar a su pueblo, en vez de luchar en tierras lejanas.

Y tampoco salía muy bien parado en la última de las versiones del personaje, una a cargo de Ridley Scott y con el rostro de su actor fetiche; cierto es que puede recordar demasiado a las peripecias del héroe romano Gladiator, para terminar constatando cómo la posmodernidad sigue recuperando a sus héroes universales e iconos de nuestra cultura.

- Las leyes de estas tierras someten a su pueblo, a su rey.


  

La forja de los héroes: humanidad y justicia en el séptimo arte.

La forja de los héroes: humanidad y justicia en el séptimo arte.

- Dichosa edad y siglo, dichoso aquel, en que llegasen esas hazañas mías, dignas de tallarse en bronce, esculpirse en mármol y de pintarse en tabla.

 Estas palabras en off, con las que comenzaba la versión del Quijote de Orson Welles, nos lleva a ese personaje universal del caballero andante, surgido de la imaginación de un español de Alcalá de Henares. Un personaje de la literatura que representó como nadie esa lucha constante contra “los molinos de viento” que eran las injusticias.

 Caracterizados por luchar por quienes sufren, por aliviar su dolor, encontramos un genuino ejemplo en el bosque de Sherwood, en pleno siglo XIV. Es la eterna lucha entre el bien y el mal, el villano y el héroe, con el personaje de Robin Hood y su enemigo, el Sheriff de Nottingham. Todos le conocemos por su seña de identidad: “Robaba a los ricos para dárselo a los pobres”; la frase la habremos oído en más de una ocasión, en este justiciero universal con tantos rostros en la pantalla como nuestro Don Quijote. Aunque si tuviera que quedarme con uno, este sería Errolt Flint.

 - Sois un hombre extraño.

- ¿Extraño? Porqué siento compasión por esa pobre gente?

- Sois extraño por que queréis remediarlo. Os enfrentáis con el mismísimo Príncipe Juan, aún a riesgo de vuestras vidas. Y uno de esos hombres era normando.

- ¿Normando? ¿Qué importa? Odio la injusticia, no a los normandos.

                        

 Pero el cine no sólo ha mostrado a individuos, a los llamados héroes, sino también a pueblos enteros que luchan por prevalecer la justicia.  Si no, que se lo digan a los habitantes de Fuenteovejuna, los vasallos de la localidad cordobesa que se enfrentaron al comendador Fernán Gómez, según lo recogía Lope de Vega en la obra teatral y alguna que otra adaptación al cine, como la de Fernando Morán, en los años cuarenta. Parecerá cosa de la literatura o de tiempos ya remotos, pero el siglo XX, también ha conocido este tipo de personajes. La modernidad ha traído a un justiciero vestido en látex y con habilidades propias de superhombres, próxima a la figura del vigilante, aquel que solía enfrentarse con violencia a los delitos comunes, que a veces no se resuelven por los medios tradicionales. Sin embargo, quisiera destacar aquellos hombres, más o menos anónimos, que se preocuparon de salvar vidas humanas dentro de grandes conflictos. Los que surgieron en el seno de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto judío, dieron lugar a todo género cinematográfico, y de destacar, sería el Oskar Schindler de La lista de Schindler (Steven Spielberg). Pero me gustaría recordar a otro que tendría como escenario una embajada española. Nos encontramos en Budapest, en donde el italiano Giorgio Perlasca se convirtió en cónsul español para salvar a miles de judíos de manos de los nazis.

 - De aquí no pasará nadie, porque esta es la embajada española y yo les prohíbo la entrada en ella.

- ¿Quién demonios eres tú?

- Yo soy Jorge Perlasca y yo soy cónsul español, ¿no habéis visto la bandera española en la entrada?

 

   

 Junto a la justicia, la libertad es el otro gran valor que aparecerá en todos estos personajes y que permite relacionar a algunos tan curiosos como dispares: El esclavo Espartaco, un judío de nombre Ben-Hur y el escocés William Wallace.

 - Y al morir en vuestro lecho, dentro de muchos años, no estaréis dispuestos a cambiar todos los días de vuestra vida, desde hoy hasta entonces, por una oportunidad. Sólo una oportunidad, de volver aquí y matar a nuestros enemigos. Pueden que nos quiten la vida, pero no nos quitarán la libertad.

 Esta es una de las arengas más famosas de la historia del cine. Mel Gibson interpretaba a otro de los heroicos defensores de la justicia y libertad, una que tenía un trasfondo histórico. William Wallace representaba el sentimiento independentista escocés del siglo XIII, que no contaba ni con gafas de sol ni con pulseras, como sucedía en esa mítica escena de El guateque (Blake Edwards), que retrasó mucho el rodaje. El mismo año de Braveheart, llegaba otra cinta con un parecido argumental, Rob Roy, a pesar de que la historia estaba ambientada unos cuantos siglos más tarde.

 - Mi padre pasó largos años en esa prisión por causa de hombres como vos, pero yo no iré allí.

- ¡Llamad a la guardia!

- No llaméis a nadie o le corto el cuello.

- Condenado McGregor, os mandaré al infierno.

- Vamos, señoría, dejad trabajo al Diablo.

   

      

 La palabra freedom es una de las más citadas en la gran pantalla y siempre sabe despertar una emoción; como bien se aprecia en la película Amistad, de Steven Spielberg, como uno de esos derechos inalienables del hombre:

 - Y lo afirmo que es una idea polémica, pero propia de todo hombre, la libertad.

 Estos sentimientos de empatía con el héroe pueden estar provocados por la valentía, aunque todo parezca perdido. Ningunos otros lo supieron mejor como aquel grupo de esclavos derrotados por los romanos en el filme de Stanley Kubrick: Espartaco. La veracidad histórica se fue un poco al traste, pero ¿importa algo?

- ¿Reconocéis el cadáver o al hombre, en el caso de que aún viese, del esclavo que responde con el nombre de Espartaco?

- Yo soy…

- Yo soy Espartaco.

- ¡Yo soy Espartaco!

                                                      

Jesucristo Superstar: El icono de la cristiandad en el cine.

Jesucristo Superstar: El icono de la cristiandad en el cine.

En el seno de la cristiandad, recordamos la imagen de Cristo, importante figura histórica y religiosa que nos ayuda a comprender muchos aspectos de nuestra civilización influida por el judeocristianismo. De ahí que vayamos a dedicar un repaso de las múltiples reencarnaciones de la imagen de Jesucristo en el séptimo arte.

La figura de Jesucristo da desde el punto de vista cultural, ya sea lacia o religiosa, una nueva ocasión para recordar a la figura histórica más importante de todo el mundo. Y que el cristianismo no prohíba la transmisión en imágenes de sus figuras relevantes y de sus objetos de culto, ha permitido que el cine se convirtiese en un excelente medio para difundir la palabra de Dios y para recrear en innumerables ocasiones –parafraseando uno de los títulos más emblemáticos- la historia más grande jamás contada.

 - ¿Cómo te llamas?

- Jesús.

- ¿Dónde naciste?

- En Belén.

- ¿No eres tú el que debiera bautizarme a mí?

En realidad, ya sea como figura cinematográfica como literaria, ha sido un Mesías que se ha visto cubierto de oro. No faltan argumentos para demostrar el indudable tirón comercial de todo lo relacionado con el personaje de Jesús de Nazaret. En primer lugar, nadie negará el éxito de El código Da Vinci, toda una ficción literaria que partía de una especulación sobre la descendencia de Jesús. En segundo lugar, también es reconocible el empuje mediático que ha tenido el supuesto descubrimiento de la tumba que podría pertenecer a la familia del Nazareno. O eso nos lo contaba, nada menos que James Cameron, ¿os acordáis? Y por ultimo, todavía debemos acordarnos del éxito de la torturada pero interesante visión cinematográfico que presentó Mel Gibson de la pasión y muerte de Jesús.

                     

La vida de Jesucristo, además de cinematográfica y sobrecogedora, contiene todos los ingredientes para recrear con espectacularidad y cinismo una de las historias más emocionantes y de mayor valor metafórico que se puedan imaginar. Historia y vida que instauró un pensamiento revolucionario que se extendió, y no sólo en sus aspectos formales, hasta nuestros días. Las primeras noticias de una adaptación al celuloide datan de los orígenes mismos del séptimo arte, con Ferdinand Zeca, director del cine mudo francés, posterior a Melié y demás padres de la cinematografía, que dedicaría uno de sus trabajos a la vida y muerte de Jesucristo, en una cinta de cerca de cuarenta minutos y por tanto, superior a muchas de las producciones que se hacía en ese momento. Pero destacaría la película del mayor especialista de las grandes historias y realizaciones, Cecil B. DeMille, e incluso la más espectacular de todo los tiempos, Intolerancia, de Griffith, recreaba la vida de Jesucristo, entre otros episodios históricos, para reflexionar sobre el amor a lo largo de las edades del hombre.

 - ¡Quítamela, quítamela, quítamela!

 - Tú le crucificaste, tú, mi amo y señor, pero con ello me has libertado. Y ya no más volveré a servirte.

 Al amparo del Cinemascope y el Tecnicolor, -como espectaculares reclamos para combatir la competencia de la televisión-, surgió un cine histórico o seudo-histórico en los años cincuenta, entre los que destacaba el cine de romanos, más conocido como pemplums, que sería uno de los géneros estrellas de la época. En algunos de sus títulos míticos aparecía la figura de Jesucristo. La Pasión era vista por personajes históricos o ficticios que lo contemplaban de una manera tangencial, algunas veces para adornar la historia de la película, pero también se dieron muchos filmes que lo centraban en el argumento.

Una de las primeras cintas que presentaron la historia sagrada de Jesucristo – y en concreto su muerte- era La túnica sagrada (Henry Kutter), que con la excusa de presentar la mortaja con la que se cubrió el cuerpo yacente de Cristo, nos cuenta su crucifixión y los años posteriores en Judea, aunque apariciones de este tema eran frecuentes en la filmografía de la época.

El director William Wyller puso frente a los ojos del personaje de Ben-Hur (interpretado por Charlon Heston), en Ben-Hur, la muerte de Jesucristo.

 - ¿Qué ha hecho para merecer esto?

  - Echarse sobre sí la carga de todos nuestros pecados. Para este fin decía que había nacido.

En este sentido, una de las propuestas más interesantes –pero no conseguida- lo constituyó la recreación de la historia de Barrabás, protagonizada por Anthony Quinn, quien al librarse del castigo máximo, gracias a Jesús, su vida mantiene un cariz similar, sufriendo la persecución y la muerte en la cruz, de la forma en que morían los condenados. Así, nos la presenta Stanley Kubrick para la muerte de Espartaco, el famoso líder de los esclavos que pretendió liberarlos, aunque para ello tuviese que enfrentarse al poder de Roma.

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 Dos grandes superproducciones centran la vida de Jesucristo, una Rey de Reyes, rodada en España y producida por uno de los mecenas más importantes del séptimo arte, Samuel Bronston, y dirigida por Nicolas Ray, cineasta que da una mayor expresión épica de la historia del Mesías, presentando a Barrabás como un cabecilla de la resistencia frente a la ocupación romana de Judea. De ahí que presentase de manera contrapuesta dos forma de luchar contra el poder establecido.

- ¡Habéis convertido en una cueva de ladrones la casa de mi Padre! ¡Fuera! Habéis profanado este lugar santo.

La otra película, La historia más grande jamás contada (George Stevens), tenía la vocación de convertirse en la película definitiva sobre la vida de Jesucristo. Para ello, sus credenciales se basaban en un reparto asombroso, encabezado por una estrella de la altura de Max Von Sydow, en el papel de Jesús, y la puesta de escena propia de las superproducciones.

- Tú, como hijo de Israel, sabes que hemos sido elegido por Dios, entre toda la Humanidad, para ser la Nación Sagrada y por eso nos dio la ley, la Toràh.

Siguiendo la misma tónica de las anteriores superproducciones, Franco Zeffirelli dirigió otro de los filmes más conocidos y taquilleros sobre su vida, Jesús de Nazaret (interpretado por el desconocido Robert Powell). Pero con una propuesta más sencilla tanto en medios como en los actores que intervienen en ella, se presentan algunas producciones que, sin embargo, reflejan una mayor frescura y autenticidad, como ocurre con El evangelio según San Mateo, película del director italiano Pier Paolo Pasollini e inscrita dentro del Neorrealismo, que trasmite mejor que ningún otro filme la contemporaneidad de Jesús.

- Mirad a las aves del cielo, ni siembran ni siegan, ni tienen graneros, pero vuestro celestial Padre las alimenta. ¿Es que vosotros no valéis mucho más que ellas? Y además, quien de vosotros, por mucho que se empeñe, puede alargar la duración de la vida.

 La película es un gozoso canto a la sencillez de espíritu, a la necesaria preeminencia de los valores inmortales y a un cine con un alto contenido social. No por casualidad, El evangelio según San Mateo (de autor promarxista y ateo convencido), estaba dedicado a Juan XXIII, el principal renovador de la Iglesia Católica, en su etapa histórica más actual, impulsor del II Concilio Vaticano y autor de una de las Encíclicas más significativas de nuestro siglo, Pacem in Terris. Su sucesor en la Curia, Pablo VI, bendijo el estreno de una de las más famosas óperas rock de todos los tiempos Jesucristo Superstar (Norman Jewinson), como una muestra de las inquietudes de las nuevas generaciones por acercarse a la figura de Jesús.

Pronto la película se convirtió en un considerable éxito, aunque ahora sólo se observe como el buque insignia de los años setenta, en el que se veían apuntes que llamaban la atención, como el hecho de dedicar una mayor identidad a los personajes aparentemente negativos y controvertidos que rodearon a Jesucristo, como el de Judas o María Magdalena.

Jesucristo Superstar: La visión contemporánea y polémica del Mesías.

Jesucristo Superstar: La visión contemporánea y polémica del Mesías.

 - ¿Quién eres?

 - Yo soy tu ángel, tu Padre es el Dios de la Misericordia, no del castigo, que te vio y dijo: ¿no eres tú su ángel guardián, pues ve a la Tierra y sálvale, que ya ha sufrido bastante?

Es evidente que la figura de Jesús sigue resultado hoy en día muy atractiva, a pesar de la mayor laicización de la sociedad porque parece que el personaje del Mesías se ha ido secularizando con el tiempo. De ahí que de la imagen del Cristo, hijo de Dios, que ha servido de objeto de adoración de los fieles, ha dejado paso a un nuevo Jesús más humano que nunca, al tratar los llamados "años perdidos" y fantasee con las posibles relaciones amorosas con María Magdalena.

La visión más arriesgada de Jesucristo nos la ofreció el sacerdote frustrado, reconvertido en director de cine, Martín Scorsese, adaptando la obra del cretense Nikos Kazantzakis, con guión de Paul Schrader (el habitual del cineasta norteamericano). En ella se retrata a Jesús (interpretado por Willem Dafoe) poniendo mayor énfasis a su naturaleza humana, con un tormento interior entre la duda y el sacrificio, que se impone a un hombre cuya existencia en la vida resulta de una dificultad sobrehumana. En la película, La última tentación de Cristo, Judas es un instigador frente a la dominación romana mientras que María Magdalena, es la mujer que representa los deseos y la pasión terrenal Jesús.

En realidad, la tentación que da título tanto al libo como a su adaptación cinematográfica es la de reflexionar en la posibilidad de la vida de Jesús lejos de la misión de Dios, en donde lleva una vida placentera y hogareña, en donde aparece Jesús como marido y padre de familia, con una vida anónima pero feliz.

Un capítulo interesante y que el cine ha abordado a cuenta gotas es preguntarse que ocurriría si el enviado de Dios hubiera nacido en nuestro tiempo. Delicado y polémico asunto que cuestiona si los mil años predicando la palabra de Cristo han servido para hacer un mundo mejor.

 - Pero bueno, ¿qué le harían si volviera otra vez?

  - Si Jesús volviera, no lo sé. Me temo que el mundo no haya cambiado demasiado.

El sueco Theodor Dreyer en su película Ordet (La Palabra) fue uno de los primeros en intentar responder a esta pregunta, mientras que ponía el dedo en la llaga acerca del anquilosamiento de la fe religiosa a base de convertirla en un ejercicio rutinario y en algo establecido.

- Malditos seáis por vuestra falta de fe, malditos seáis por no creer en mí, Cristo resucitado.

En Jesús de Montreal, del director Dennis Matred, pretende responder a una idea similar, pero partiendo, como recurso dramático creíble, de la puesta de escena de unos actores que montan una obra de teatro sobre su vida, sugiriendo que iba a ser tomado por un loco o un ignorante.

 - Todo el mundo sabe el final, señora, que muere en la cruz y luego resucita. No tiene ningún misterio, no es ninguna novedad.

En nuestro país, uno de los cineastas más hábiles de la postguerra, Saenz de Heredia,  realizaba una peculiar película con la pasión de Cristo como trasfondo, aunque el más destacado (y el más polémico) sea Luis Buñuel, en cuyo filme titulado Nazarín, un sacerdote pretende seguir los pasos de Cristo y dar una patada a un concepto del cristianismo acomodaticio.

-Llegó descalzo, igual que nuestro Señor Jesucristo, sálveme la niña padrecito, sálvemela.

 - Si no fuera por aliviar el dolor, aquí mismo la dejaba, pero, ¿cómo voy a hacer yo lo que no hace la ciencia?

- Si lo quiere puede hacer muchos milagros. Sí puede, sí. Haga la oración de Jesús sacramentado y sane a la niña, padre.

 La irregular película de Jean Luc Godard, Yo te saludo, María, que en su día provocó una gran contestación, es otra de las cintas que reflejan una reflexión de la espiritualidad en nuestro tiempo. Jesús nacería de una estudiante, empleada de una gasolinera, y un taxista.

 - ¿Es tu novia?

 - ¿Y a usted qué le importa?

 - Me importa un bledo, un bledo, pero vas a tener un hijo.

 - ¿De quién?

  - Yo no me acuesto con nadie.

 El acontecimiento mediático más importante de los últimos años vino marcado por la voluntad de un creyente en el mundo del espectáculo, Mel Gibson, quien arriesgó su propio dinero, enfrentándose a la opinión de los grandes estudios, para filmar La pasión de Cristo en arameo, el idioma de aquella época y aquel lugar. Más allá de la polémica que suscitó en su momento, se trata de una película impactante no sólo por la crudeza de las imágenes sino además por los valores estrictamente cinematográficos que presenta en pantalla. El filme, lujosamente ambientado y fotografiado se centra en un episodio concreto de la vida de Cristo, el extenuante castigo físico que sufrió el Mesías hasta su muerte en la cruz. Una de las influencias del director de fotografía procedía del pintor del Renacimiento italiano, Caravaggio. Acusada de antisemita o de bordear el sadismo, la película fue defendida a capa y espada por los estamentos del catolicismo, pues en última estancia retrata de una forma veraz la agonía de la figura central de la religión cristiana, al responder a la máxima de que al pagar por todos nuestros pecados tuvo que sufrir lo indecible. En cualquier caso, La pasión de Cristo, está llamada a convertirse en un clásico al que habrá que referirse con asiduidad.

Cine y superhéroes. Parte Primera.

Cine y superhéroes. Parte Primera.

El cine, que suele estar alimentado por la imaginación de los guionistas, también debe recurrir a otros medios adyacentes para encontrar la inspiración. Frente a la tradicional e inagotable fuente que ha dado la literatura, cada vez toma más fuerza entre las historias, el cómic y los videojuegos, estrella fulgurante en el entretenimiento de nuestra generación. Las grandes corporaciones, valedoras de las retroalimentaciones y de las que surgen estas fuentes de entretenimiento, han estimulado durante los últimos años para dar como resultado esta interrelación. De forma que los cómics generan películas, que a su vez generan videojuegos, y al mismo tiempo sirven para adaptarlas a la televisión.

 Mientras que en los años cincuenta y sesenta, el cine se preocupaba de realizar grandes superproducciones de carácter épico, al estilo del género del pemplum, la televisión se interesó por las folletinescas tramas del superhéroe del cómic. En este sentido, se inició una estrecha relación entre las narraciones de imágenes en papel y el séptimo arte, a partir del cual el cine americano vería influido por ella, de forma bien directa o a través de guiños. Pero el resultado ha sido poco conseguido, por lo general. Muchas series para la televisión se aprovecharían de estas narrativas dibujadas para encontrar la fuente de inspiración para guiones que no requerían de grandes gastos de realización. Y multitud de títulos aparecen en esta línea, que pasarían desapercibidas sino fuesen por sus adaptaciones al celuloide. Pero muchos procedieron de productos radiofónicos, como le ocurrió al Llanero Solitario, de la que resultaría una exitosa serie televisiva y algunas versiones cinematográficas, destacando la dirigida por William Fraker, en los años ochenta, con un desconocido Klinton Splisburry como protagonista. La primera de ellas en aparecer, sin embargo, fue la serie de Superman, como quedaba reflejado en la magnífica Hollywoodland, pero quizás alguien recuerde más a Batman, la casposa y extravagante serie norteamericana, de los años sesenta. Una colorista versión pop, por la que se había pasado un filtro catódico para atraer a la audiencia más joven. Un ejemplo sería la estrofilla que animaba a su fiel audiencia a continuar, semana a semana, tras la pista de esta pareja de superhéroes: “Descúbralo en la semana que viene a la bat hora y en el bat canal”.

                   

                Pero los primeros superhéroes del cómic surgieron en el cine a comienzos de los años setenta, cuando la Warner compró los derechos de la DC, editorial que poseía las historietas gráficas de Superman y Batman. Mientras que los personajes de la Marvel tuvieron que esperar a la década de los noventa para dar el paso a la gran pantalla. Con una psicología mucho más compleja que los héroes de la DC, los X Men, los Cuatro Fantásticos y Spiderman forman parte de la galería de personajes que tienen un universo común, el mundo Marvel. Sin embargo, las relaciones entre el séptimo arte y el cómic son bidireccionales, y así personajes como Robocob, Alien o Terminator, muy populares dentro del celuloide, tuvieron sus propias traducciones en las imágenes al papel. De ahí que el éxito de una película revitalice los beneficios de las novelas gráficas que inspiran sus guiones cinematográficos, y viceversa. Así, vemos como las ventas de cómics como V de Vendetta y Sim City, que estaban agotadas en las librerías, se multiplicaron por dos después de su paso por la gran pantalla. De hecho, este éxito ha permitido la repetición de fórmulas y no sólo en el personaje de Spiderman, sino que se espera las continuaciones de Sim City. En esto de las secuelas a Hollywood no le gana nadie.

 - Aquí tenemos a Superman, a Batman y a su compañero Robin. ¿Y tú qué, jovencito?.

- ¿Qué de que?.

- ¿De qué se supone que vas?.

 Los superhéroes son un fenómeno muy americano, fruto de una sociedad individualista altamente competitiva. La posibilidad de encarnar superpoderes para poder ajustar cuentas con los “villanos” del patio de colegio es uno de los sueños del niño protagonista de American Splendor, quien se refugia en el universo del cómic, en lugar de coger un fusil de asalto, y dar riendas suelta a su frustración.

 - Loosie, Dios me otorgó un don, manejo muy bien la pala, la manejo muy bien.

- Pero esto no significa que seas un superhéroe.

 La imaginería propia de estos tebeos no es potestad únicamente de los más pequeños de la casa, sino que pululan por nuestra sociedad y la pantalla, personajes adultos que se ven inmersos en misiones, con caracteres casi sagrados, o arropándose poderes propios de los superhéroes. El estereotipo en el caso de la película Mistery Man (Kinke Usher), con el personaje interpretado por William H. Macy, se cumple. El lector de los cómics de superhéroes suele ser un varón con limitadas habilidades sociales, en donde gastar la energía que ahorra en sus escasas interacciones con el mundo real. Esto mismo lo encontramos en otros personajes tan significativos de la pequeña y gran pantalla, por ejemplo, en el freaki del pueblo de Springfield en la mítica serie de animación de Los Simpson, o en el personaje interpretado por Samuel L. Jackson, en El protegido, un frustrado existencial a causa de su enfermedad que le obliga a buscar en los cómics un sentido a la vida.

                                

- Mira, no puedes ponerle número 77 de Superman al lado del 200. Aún no le habían atacado con Kriptonita roja. Ni tampoco puedes poner el 98 junto al 300. Loyse Laine todavía no había parecido en la serie.

- ¿De dónde has salido, de Krypton?.

 Para leerse un cómic clásico de la Marvel hay que empezar desde el principio, como señalaba el protagonista de la película Jóvenes ocultos (Joel Schumcher), porque la saga tiene un exceso de continuidad y porque muy habitualmente hacen referencia a lo sucedido en otra colección. De forma que para entender plenamente lo que sucede, debes leer lo que sucede en números pasados o paralelos.