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Mandy. Una vibrante orgía de venganza.

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Panos Cosmatos, el director greco-italiano hijo del también cineasta George P. Cosmatos (conocido por sus películas con Stallone como “Cobra”), firmó  hace años “Beyond The Black Rainbow” y regresa al cine para  hacer del exceso una virtud en su último trabajo, “Mandy”. Un ejemplo de que en el cine de género no es tan importante la sinopsis como el estilo con el que lo ruedes. Sobre el papel sería un batiburrillo de referencias, con sabor al más enloquecido ochenties. Pero la verdad es que la película, que se resumiría en unas pocas líneas, cuenta con muchas simpatías entre los amantes del género. Venganzas con imaginería “hevay-metal”, sectas con influencias de los Mason, animación de serie B y la dinámica de los juegos de rol. Todo esto, además, con el mejor Nicolas Cage que he visto en mucho tiempo.

Nos situamos en el año 1983, un leñador llamado Red Miller, termina su jornada de trabajo y conduce a una apartada cabaña donde vive, escuchando a Ronald Reagan en la radio. En su casa le espera Mandy (Andre Risebourough), el personaje que da título a la película, un alma sensible que pasa el tiempo dibujando viñetas de cómics. Son una pareja feliz y sencilla, pero la música electrónica –firmada por el  difunto Johan Johansonn-, las tomas largas y la saturación de colores, crean una ambientación que anuncia un suceso premonitorio.

El punto álgido se producirá a la hora del metraje, cuando el líder de una secta de motoristas (Jeremías) se obsesiona por Mandy, hasta el punto de raptarla y hacer añicos la vida ideal que llevaban. Entonces, dan por muerto a Red que luego se armará con todo de artilugios, decidido a vengarse.Hay una escena esencial, en este sentido: la que se desarrolla en un baño. Su personaje ingiere el alcohol de una botella que no se ha vertido en sus heridas y luego aúlla como un animal herido. Una gran actuación que recoge el dolor que siente Red. Las escenas de la venganza adoptan un estilo propio, con el protagonismo de una paleta de colores extremos que amplifican la naturaleza surrealista de esta experiencia.  “Mandy” sería una actualización del llamado “rape and revenge”, aunque con muchos códigos narrativos del género y referencias desde “La matanza de Texas” a “Hostel”. Es decir, nos introducimos en la violencia extrema, cine splatter, torture porn o explotation, con algunas imágenes que quedarán en la memoria cinéfila,  como el rictus del rostro de Cage cuando concluye su descenso a los infiernos o la cabeza que arde como si fuera cera.

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Los infiernos de Nicolas Cage.

La carrera de Nicolas Cage es una de las más difíciles de seguir. Gana Oscars, protagoniza decenas de películas infames pero nos regala alguna obra maestra. Se hunde y se vuelve a levantar, muta en cada nuevo papel y pasa de ser icono del cine de acción a poner rostro a mil proyectos inclasificables. Las interpretaciones más extremas de Nicolas Cage han servido de carnaza durante años, pero resulta que el cine sólo tenía que ponerse al día para encontrarnos con un inspiradísimo actor, al que por ejemplo, ofrecerle una motosierra a ver qué sale.

“Tras el arcoíris negro” (la traducción del título “Beyond The Black Rainbow”) era una extraña película de 2010; una psicodélica cinta de ciencia-ficción que contaba con muy pocos diálogo. Ahora en 2018, regresa con otra experiencia visceral, elegantemente rodada. Una venganza al estilo del cine de los 80, con una excelente puesta de escena y un extraordinario estilo visual.

1 comentario

roger -

Me encantó como trabaja Nicolas Cage, pero la película me parece surrealista. Hay partes que no entendía nada.