Las señoritas de Rochefort. Dulce canto de juventud.
No es frecuente que abra una crítica, recordando a un amigo y compañero, Rubén Moreno, quien escribió un texto magnífico de la película, supeditando nuestro punto de partida a lo que ya nos contó tan maravillosamente. Hablamos de ese clásico del cine francés y del musical, con mayúsculas, que fue “Las señoritas de Rochefort” (Les demoiselles du Rochefort, 1967) que cumple su cincuenta aniversario como también sirva para recordar a la inmensa Danielle Darrieux, fallecida recientemente.
Seguramente en esto días, mandes al mundo a hacer puñetas y busques en la comedia musical, el género optimista por antonomasia, el sentido de la vida. Y la verdad es que hay musicales tan idealizados que muchos quisiéramos quedarnos a vivir allí, “Un americano en París”, “Brigadoom” o este segundo film de Jacques Demy. De hecho, es una película que parece intemporal, como un soplo de aire fresco, que aún no ha perdido su modernidad.
Nos situamos en el pueblo francés de Rochefort, en los años sesenta. Allí dos hermanas gemelas (Delphine y Solagne) se ganan la vida dando clases de danza y música. Tienen pensado trasladarse a París para poder así desarrollar mejor sus respectivas carreras, pero el fin de semana que deciden marcharse de Rochefort, llega a la ciudad unos feriantes, que hará cambiar la vida de distintos personajes. Todo ello al compás de la música de Michel Legrad.
La película se inicia con la llegada de esos feriantes, una de las exigencias de la productora americana-la Warner-, y gracias a un movimiento de grúa, la cámara nos sitúa en la vida de las dos hermanas, con una de las grandes canciones del film. Dos hermanas gemelas “que nacieron bajo el signo de Geminis”, como nos enseñaron, cantando, y que soñaban con el amor, con ese que sólo podía surgir en las comedias de este género; mundo falso, pero maravilloso que nos dejaba grandes coreografías y momentos musicales para el recuerdo. Entre ellos, destacamos grandes momentos de la historia: la escena de Catherine Denueve en la galería o el encuentro entre Gene Kelly y Françoise Dorleac.
El reparto.
¿Alguien podría imaginarse la película sin este dúo de hermanas? ¿Y si les dijese que ellas no fueron la primera opción? El bueno de Jacques Demy tenía otros nombres en mente: Bridgitte Bardò y Geraldine Chaplin, pero por motivos de fechas no pudieron participar en la película y el director tuvo que echar mano de una actriz con la que ya había trabajado. Otra de las curiosidades de la película es que todo el reparto, con la excepción de Danielle Darrieux, fue doblado. Aún eso no le resta mérito alguno.
Las mellizas Garnier están interpretadas por Catherine Denueve y François Dorleac (hermanas en la vida real). Las dos bellas y maravillosas, con una química encantadora, interpretando a dos jóvenes despreocupadas y vitalistas, que nada podría sospechar el triste final. Françoise Dorleac falleció a los pocos meses del rodaje de esta película, en un accidente de tráfico.
Y junto a ellas, un reparto de lujo, un inmenso Michel Picoli, asombrando por sus dotes de bailarín; Danielle Darrieux, un referente del musical clásico de Hollywood como Gene Kelly y otro, de un título más vanguardista y renovador como “Wide side Story”: George Charikis.
Sirve como homenaje, pero no es Hollywood.
El francés, el cine nacido de las imágenes de los Lumière, fue hecho por unos vanguardistas con alma de poeta que en ocasiones buscaban su inspiración en su buena literatura, mientras que otras veces se dirigía hacia lo experimental, desde el surrealismo al realismo mágico, o se forjaba con las películas de Marcel Carnè o las obras maestras de Jean Renoir. A grandes rasgos, esa era la herencia de la Nouvelle Vague, cuando hizo su aparición en los años sesenta.
La película ahonda en este movimiento, aunque a Demy no le interesase la experimentación formal o la agitación política. Sus películas están muy marcadas por el cine de su esposa Agnès Varda y por pertenecer a la Nouvelle Vague tras su paso por la “escuela de la Rive gauche”, como los casos de Alain Resnais, Chris Marker o Lois Malle.
Un heterodoxo entre los heterodoxos que ya había filmado su particular versión de “Lola” y otro musical, con mayúsculas, “Los paraguas de Cherburgo”, también con Catherine Denueve. Se trataba de un melodrama enteramente cantado, sobre el amor y su ausencia, hasta su agridulce final. El tema central “Te esperaré”, es una de las grandes canciones de la Historia. Si aquel, fue un título muy personal, “Las señoritas de Rochefort” sería su homenaje a ese musical, procedente del otro lado del océano, con canciones y diálogos con una riqueza de juegos de palabras y una paleta cromática en la que dominan los colores pasteles, las grandes diferencias con el anterior trabajo de Demy.
A nivel técnico, destaca la simetría de los encuadres, pero también recurre a la grúa para filmar las coreografías. Hay muchos travellings y, como no podía ser de otra forma, planos característicos de la Nouvelle vague, como esos planos frontales en los que los actores miran directamente al espectador. Es decir, que si Jacques Demy tuvo que hacer algunas concesiones para contentar a la productora americana, a nivel técnico, era una película muy francesa.
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1 comentario
Celia -
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