Whisplash. Sin miedo al fracaso por un sueño.
Es sorprendente pero en enero nos encontramos con una nueva película situada en la cima, Whiplash, una historia que nació como un cortometraje, capaz de seducir a un festival de prestigio como el de Sundance.
Whiplash toma como leitmotiv el jazz pero abandona las experiencias atormentadas, los clubs nocturnos y el mundo de las drogas, mil veces visto en el cine (Bird, El hombre del brazo de oro). En cambio, Damien Chazelle plantea un ambiente de enseñanza -un conservatorio- que enfrentará a un joven y prometedor baterista, Andrew Neyman, con su profesor, el perfeccionista, Terence Fletcher. Éste, interpretado por un inmenso JK Simmons, está empezando a ser reconocido por alzarse con el Globo de Oro y su nominación a los Oscars, curiosamente como Mejor Intérprete de Reparto, a pesar del importante peso de su personaje en la película.
-¿Te adelantas o te retrasas?
-No lo sé.
Eso sí, se acerca al carácter solitario entre quienes se dedican a una pasión creativa.
-¿Tienes amigos? ¿Por qué?
-No veo la necesidad. Charlie Parker no conoció a nadie hasta que un tipo le tiró un plato a la cabeza.
Whiplash (que podría traducirse por “latigazo”) se basa en la difícil relación maestro-estudiante, así como en la motivación personal de Andrew. Pero también son significativas esas escenas con la familia, en las que su personaje trata desesperadamente de convencerle sobre su trayectoria en la música; la misma situación que encuentro con mi familia. Resulta difícil de conectar con la gente que no comparte la misma pasión que tú, sobre cualquier tipo de forma de arte (y hablo de cine, producción de música, literatura, etc.)
-Morir arruinado y alcohólico a los treinta y cuatro años no es precisamente mi idea del éxito.
-Prefiero morir a los treinta y cuatro, arruinado y alcohólico, y que hablen de mí en una cena, a morir, rico a los noventa y que nadie recuerde quién fui.
A parte del guión, el mayor elogio de Whiplash viene de los dos protagonistas principales interpretados por Miles Teller y JK Simmons. De todas las películas que he visto de Miles Teller (Divergente) esta es sin duda su mejor actuación hasta la fecha. La interpretación de Teller como Andrew captura la pasión y el dolor que su personaje pasa por ese talento en la música que pretende desarrollar. Simmons es tan increíble como dicen que es, a pesar de que su personaje resulta antipático sin nada bueno que decir, muy parecido al sargento de R. Lee Ermey en Full Metal Jacket (La chaqueta metálica, Stanley Kubrick); esa masculinización a través de un aluvión de insultos es un tema explorado en Whiplash.
-Y mi reputación no se verá entorpecida por una serie de pichaflojas e idiotas de tempo flexible.
Muchas personas tienden a caer en estudios de los que se arrepienten, el resto de su vida. Algunos líderes modernos se sienten incapaces de relacionarse, comunicarse y no tienen mucho de lo que tiene Andrew: una comprensión de lo que quieren, una idea de lo que les falta o les inspira. Whiplash es una película que escupe en la cara de la expectativa social y la meritocracia: "¡Vete a la mierda, yo voy a ser el mejor baterista de jazz en el mundo y no hay nada que puedas hacer para detenerme!"
Whiplash es una obra maestra que se ha ganado por completo mi corazón, trepidante de principio a fin. Como curiosidad, podemos encontrar a Jason Blum (Blumhouse) entre los productores; la firma detrás de las más impactantes películas del terror actual. Como Andrew vive en una gran ciudad como Nueva York, el director de fotografía -Sharone Meir- crea un ambiente de aislamiento para el personaje principal, un estado de ánimo promovido por el relativamente pequeño reparto y es fundamental hacer hincapié en la importancia de la música en la vida de Andrew.
Por último, es importante destacar que la complejidad de la relación protagonizada por los dos actores principales va en crescendo hasta literalmente el plano final, una conclusión que estará entre las mejores en el cine este año. Y como era de esperar, la música en Whiplash es fantástica, llena de ritmos de jazz, que complementan los cortes rápidos editados en los puntos de transición de la película. Una delicia para los artistas musicales y amantes del cine por igual.
-No hay dos palabras más dañinas en nuestro idioma que “buen trabajo”.
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