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Perdidos en la nieve: Enemigos forzados a entenderse.

 

 John Boorman estableció las reglas del cine de supervivencia en un contexto bélico, en Infierno en el Pacífico, una historia ambientada en la Segunda Guerra Mundial con dos únicos supervivientes de una batalla naval, un norteamericano (Lee Marvin) y un japonés (Toshiro Mifune) quienes tendrían que convivir en una isla desierta, si querían sobrevivir.

 -¿Qué vamos a hacer?

-Iremos hacia la costa, encontraremos a nuestro ejército y volveremos a la guerra.

 La historia de Boorman la repite Peter Naess, el director de Elling –película nominada al Oscar a la Mejor película de Habla no Inglesa-, quien parte de unos hechos reales, con cinco supervivientes como protagonistas, -tres aviadores alemanes y dos ingleses-, mientras que el escenario no es una paradisiaca isla del Pacífico sino el inhóspito desierto helado de Noruega: “¡Vayan a fuera y vivan la preciosa campiña noruega!”.

 Perdidos en la nieve está inspirada en una historia real: un avión británico de la RAF ataca a otro de la Luffwafe con tal mala fortuna que ambos terminan estrellándose en la nieve. Desde entonces, el grupo de soldados británicos y alemanes tienen que convivir y el azar hará que ambas tripulaciones se refugien en una misma cabaña, pero a pesar de ser enemigos les será difícil mantener la animosidad día tras día.

-Supongo que no será posible tomar una taza de té.

-Desde ahora sois prisioneros del Tercer Reich.

-¿No debemos matarlo? ¿Por qué no?

-No somos unos salvajes.

                

Perdidos en la nieve remite a un subgénero tan estimulante como necesario, al plantear una reflexión muy de actualidad, pero muy repetida en la historia del cine: cómo más allá de las ideologías, creencias o nacionalidades pesa una humanidad soterrada que sale a la luz en circunstancias muy diferentes. Porque, aunque no lo parezca, la gente que combate en una batalla son seres humanos y como tales tienen miedos y dudas que resultan universales. La más clásica de estas historias la encontramos en La gran ilusión (Jean Renoir).

-Los niños franceses aprenden alemán y los niños alemanes, francés, pero cuando crecen aprenden a matarse entre ellos.

De hecho, el director de Perdidos en la nieve termina haciendo esas mismas observaciones. Durante la convivencia forzada a la que deben someterse, los soldados llegaban a olvidar su condición de enemigos para centrarse en lo que realmente son: hombres que se necesitan mutuamente, para su propia supervivencia. “¿Qué pasaría si dos enemigos se viesen forzados a convivir y a sobrevivir juntos? En el mundo actual me parece de suma importancia contar historias como esta”, comentó el director que contó a la hora de preparar la película con el testimonio del único superviviente vivo de la tragedia: el centenario Horst Chopis.

-¿Por qué no podemos sentarnos y hablar como personas civilizadas?

-¿Una conversación? ¿Y sobre qué quieren que hablemos? ¿Sobre política?

Lo mejor de Perdidos en la nieve son las sólidas interpretaciones, en la que destaca el papel interpretado por el joven Rupert Grint, muy conocido por la saga de Harry Potter, demostrando que es mucho más que un mago en prácticas, en el cocholegio de Howarts, el Ron Weasley de la citada saga. Pero el reparto de este film noruego lo completan Stig Henrik Hoff, David Kross, Florian Lukas y Lachlan Nieboer.

-Le sugiero que se disculpe.

-¿Qué me disculpe, por qué? ¿Se ha vuelto loco?

-¡Deme ese arma!

                      

  

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