Vértigo: De entre los muertos.
Acaba de ser noticia, por subir hasta el primer puesto de las grandes películas, lugar que ocupaba la merecidísima Ciudadano Kane, durante más de cuarenta años. De este modo, rendimos homenaje a Hitchcock, con esta celebrada y personal aportación al género que le daría más fama, como también a la conocida música orquestada por su compositor fetiche, Bernard Hermamm, en esta película atormentada, romántica, algo siniestra y enfermizamente bella, Vértigo. Incomprendida en el momento de su estreno, reivindicada más tarde e imitada hasta la saciedad, Vértigo o De entre los muertos, como gusten llamarla, sigue estando cincuenta años desupés en la cima del Olimpo cinematográfico. El propio Alfred Hitchcock la consideraba su obra más personal, y es que de un thriller que partía de la novela homónima, la película transcendía el género del suspense y se erige como una evocación onírica del amor románticos con tintes necrofílicos, que abarca muchas lecturas y subyuga al espectador con una poderosa puesta de escena y un depurado estilo visual.
El punto de partida de Vértigo tiene su origen en la atracción del director británico por la ciudad de San Francisco, en donde el maestro del suspense quiso buscar una historia adecuada para esa capital llena de cuestas y pendientes, junto con un inequívoco sabor europeo. Y la encontró en la novela francesa de Entre los muertos, con la que Alfred Hitchcock contruyó una film a base de círculos narrativos y tour de forces que se puede saborear a diversos niveles. El que tuviese oportunidad de leer la novela, comprobaría que la historia no tiene nada que ver con la película. En esta última, James Steward interpreta a Scott Fergunson, un detective retirado tras sufrir acrofobia, a raiz de un desafortunado suceso, con el que se inicia el filme.
- Deseo que sigas a mi mujer,... no, no es eso.
- ¿Entonces?
- Creo que alguien está siguiendo a mi mujer.
- ¿Alguien?
- Alguien que murió.
Un tiempo después es requerido por un antiguo compañero de Universidad para que siga a su mujer, un personaje enigmático. Scottie, el personaje de Steward se enamora de un mujer fantaseada, parece rodeada por un áura de fatalidad y misterio. La mujer, aparentemente enajenada por el pasado, poseída por una dama que la mira desde su retrato decimonónico, le conduce a un campanario, en donde se repite la historia. Debido a su vértigo, no puede salvarla. Postrado y oscurecido, Scottie Fergunson deambula por las calles de San Francisco en busca de un fantasma. Y lo encuentra, encuentra a Judi, una mujer que le recuerda a la desaparecida Madelaine. En un atrevido giro inexperado, a mitad de película Hitchcock nos descubre la verdad, todo ha sido una represantación ideada por el marido de Madeleine, para asesinar a su esposa, la verdadera Madeleine. Judith es una mujer sin futuro que se prestó a establecer ese papel para que el personaje interpretado por James Steward fuese testigo involuntario de su falsa muerte. A partir de ese momento empieza otra historia, de ecos turbadores. La obsesión del detective retirado por resucitar a Madeleine en la persona de Judith, mientras que los mimbres oníricos no descuidan la resolución de la trama.
- Tenemos que subir al campanario.
- No puedes, tienes miedo.
- Lo veremos, esta es mi segunda oportunidad.
Scottie descubre que ha sido engañado a través del broche que luce Judith, el mismo de Madeleine, y la empuja a acudir de nuevo al campanario, para resolver el caso y también su propio trauma, sin terminar de renunciar a un amor más allá de la muerte. Con unos de los finales más turbadores e inexperados que se recuerda, Judith cae está vez por el campanario y Scottie, en un plano final de una fuerza sobrecogedora, vence su vértigo a un precio que sólo la imaginación del espectador puede concebir.
Melodrama y thriller se unen en una película inclasificlable que sólo un genio podía hacer para un gran estudio. la brillante interpretación de James Steward, un actor con quien el espectador medio rápidamente se identifica, se veía complementada por la de Kim Novak. Actriz que se unió tarde al reparto, por el papel prinicpal iba dirigido, en un primer momento, a Vera Miles. Junto a ellos, el filme cobra importancia por la espléndida fotografía con una intensidad cromática de profunda resonancia de esa sensación de vértigo que sufre el protagonista, junto con el simbólico empleo del color rojo; o el trávelling en retroceso con un zoom avanti, montado en el llamado "dolly", de una de las escenas cumbres de la película. Sin embargo, la genialidad de Vértigo radica, en parte, en el hecho de que ese miedo a las alturas aparece reflejada también en la música de Bernard Hermann, cuyos acordes son tan intensos y conocidos como los que este mismo compositor realizase para otras obras de Hitchock como Psicosis o Con la muerte en los talones; o los títulos de créditos del gran Saul Bass. Lo que conforma un trabajo conjunto de una serie de artistas en estado de gracia.
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Sergio Lombardi -