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Travelling. Blog de cine.

La Segunda Guerra Mundial en el celuloide.

Un 1 de septiembre de 1939, la Alemania de Hitler invadía Polonia, desencadenado la Segunda Guerra Mundial y un 2 de septiembre de 1945 se ponía oficialmente fin al conflicto, con la firma de la rendición japonesa. En nuestro estilo, haremos un repaso a esas películas que han tenido en este conflicto su principal trama, claro, de una forma selectiva pues su filmografía es inabarcable. Los escenarios de las batallas, los campos de concentración, el holocausto, la bomba atómica; todo esto ha sido representado en la gran pantalla. Sobre todo cuando el séptimo arte ha retratado el conflicto desde varios frentes, convirtiéndose en arma de propaganda de los aliados. Desde los esfuerzos de los británicos en títulos como Sudor, sangre y lágrimas, a la Meca del cine, todos arrimaron el hombro para ganar la guerra, con una multitud de filmes con trasfondo bélico como Destino a Tokio (Delmer Davies).

- Damos las gracias a la Marina de los Estados Unidos para la realización de esta película, a nuestros submarinos que actualmente combaten y hacen sus patrullas en aguas hostiles.

Holywood comenzó la guerra con un patriotismo vulgar y barato, demonizando a los enemigos, pero pronto renunció a esto para evocar el valor y las emociones. Retrataba una visión tan desoladora de la guerra como humana de los soldados (Los mejores años de nuestra vida), el miedo, el valor, el horror. Todo se reflejaba claramente. Pero si hubo algo único que surgió de esa guerra, fueron los documentales de propaganda norteamericanos. Era esencial para ganar la guerra que el pueblo conociese con quien se enfrentaban, en este sentido, se rodaron numerosos filmes de propaganda. De la destrucción de Pearl Harbor por los japoneses, surgió una película montada en parte por Greg Toland y John Ford, pero sin duda, el más conocido es ¿Por qué luchamos? de Frank Capra. Se trataba de un conjunto de siete filmes, -uno de ellos de animación, dirigido por Walt Disney-, que pretendían justificar la participación en la guerra. El séptimo arte sirvió para encumbrar las grandes batallas y sus héroes, los centuriones de siempre: Eisanhower, Rommel, Patton, cuyos rostros ya son los de aquellos actores que los encarnaron.

- ¡Crímenes, brutalidades, torturas, atrocidades!

Sin embargo, su trabajo fue más eficaz cuando se basó en los sentimientos, en aquellos que producían horror, (Vencedores y vencidos) o el amor. ¿Quién no se acuerda del romance entre Rick e Ilsa? En este sentido, el espectador que viese Casablanca en su momento, lo vería de una forma distinta que el espectador de hoy.

- Bienvenidos a la lucha.

Casablanca no podía tener un final feliz cuando cada momento romántico se veía interrumpido por la guerra. La película era un buen retrato de los sentimientos amargos del público que iba a verla, porque era un filme que predicaba la renuncia y el sacrificio. Por eso Ingrid Bergman nunca podía estar con Bogart.

- Adiós, Rick, Dios te bendiga.

- Daos prisa, sino queréis perder el avión.

Otras películas empleaban el humor para satirizar al enemigo, destacando Ser o no ser y El gran dictador. Casi ninguno de estos títulos llegó a España, a causa de la censura y de los numerosos favores que el General Franco debía a Alemania e Italia.


- En las fortificaciones de la Costa Atlántica, se da la señal de alarma poco antes de amanecer el tercer día.

El No-Do narraba a los españoles la versión oficial (de hecho, la única) sobre el desarrollo de la guerra, como por ejemplo del importante desembarco de Normandía. Lo cierto es que en el bando del Eje apenas existió una producción cinematográfica en este sentido, los italianos se concentraron en el fundamental Neorrealismo y los japoneses rechazaban estás películas. Aunque Alemania dio muestras del cine bélico con los filmes rodados por Hippler sobre los primeros compases de la guerra, -cuando arrollaba la maquinaria militar alemana-, su cine de propaganda dio un nombre para su mayor gloria: Leni Riefestalh (El triunfo de la voluntad y Olimpia Film). A Goebbles no le convencía el cine como arma de propaganda, y Alemania se centró más en películas de evasión y de contenido histórico.

Pero aquella guerra terminó y el drama se convirtió en un buen telón de fondo para todo tipo de historias. En adelante, los retratos de la Segunda Guerra Mundial, se moverían entre aquellos que reflejaban la contienda en su forma más brutal y aquellos que se servían de ella para contar grandes historias: el desembarco de Normandía (El día más largo), la obsesión de un yanqui por fugarse de un campo de concentración (La gran evasión); romances, en pleno Pearl Harbor (De aquí a la eternidad) o la lucha de poder, con flema británica incluida, en la zona del Pacífico (El puente sobre el río Kwai).

- ¡Oficiales prisioneros, cojan las herramientas! ¡Y vuelvan a sus filas!

- Tengo que llamarle la atención, coronel Saito, respecto al artículo 27 del Tratado de Ginebra. Los beligerantes podrán emplear como obreros a los prisioneros, físicamente aptos, excepto a los oficiales.

- Déme ese libro.

- Con mucho gusto. ¿Usted sabe leer nuestro idioma?

- ¿Y usted sabe el nuestro?

- No señor, pero con una traducción más o menos literal podemos resolver el problema. Verá usted, el código especifica situaciones...

- ¡Quietos, que nadie se mueva!

Otros temas que iban apareciendo en la gran pantalla eran el expolio nazi de obras de arte (El tren, John Frankenheimer) y la llegada de los aliados a la capital francesa (¿Arde París?). O que doce condenados a muerte, tuvieran ocasión de redimirse con una misión suicida. (Doce del patíbulo, Robert Aldrich)

- Dese prisa en ponerse bien, necesitamos hombres como usted.


El cine pretendía demostrar que todos podían aportar su granito de arena, en pos de la victoria final. Que todo podía verse como un frente, incluso desde las alambradas de un campo de concentración, como en La gran evasión (John Sturges):

- La idea que centenares de efectivos tendrán que dejar el frente para quedar aquí, persiguiéndonos.

- ¿Cómo?

- Logrando que se fuguen más hombres de todos los campos de concentración que de todos los campos juntos. No van a ser dos o tres, sino doscientos o trescientos, desperdigados por Alemania.

- ¿Crees que es posible?

- Tenemos aquí quienes pueden hacerlo, los monos han puesto en este campo a todos los artistas de la evasión.

Pero como el mundo había cambiado con los años, la visión del conflicto también lo haría; aún quedaban grandes producciones, pero se sabía que las películas sobre esa guerra no serían las mismas. De hecho, se comenzó a respetar al enemigo, a ofrecer incluso una visión más humana de ellos. Tora, tora, tora, sobre la guerra en el Pacífico, sería ejemplar en este sentido.

- Me temo que no hemos hecho otra cosa que despertar a un gigante dormido y obligarle a tomar una terrible resolución.

En su día, Uno rojo: división de choque pasó por ser la visión mas dura de la guerra, pero llegaron Stalingrado, Enemigos a las puertas, La delgada línea roja, Salvar al soldado Ryan y Hermanos de sangre, la serie de televisión surgida de la película de Spielberg, por lo que nos dimos cuenta de lo mucho que quedaba aún por recorrer. Cuando el espectador pudo comprobar el verdadero horror del conflicto había llegado el momento de revisar algunos mitos. Lo hizo Clint Eastwood, de manera magistral, con un doble episodio centrado en la batalla de Iwo-Jima.

- Para mi padre y aquellos hombres, los riesgos que asumieron, las heridas que sufrieron, lo fueron por sus compañeros. Tal vez, luchaban por su patria, pero murieron por sus amigos, aquellos que estuvieron allí.

En Banderas de nuestros padres y en la superior, Cartas de Iwo-Jima, retrataba esa batalla desde cada uno de los bandos, reflexionando sobre el heroísmo, la amistad, la lealtad o el compromiso. Una forma muy diferente a cómo nos lo había contado Arenas sangrientas.

- Adelante, vamos, la guerra no ha terminado.

 

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