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Encuentros en la tercera parte. Cuarenta años de un clásico contemporáneo de la ciencia-ficción.

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-Si en la cara oculta de la Luna, todo está bien, venga las cinco notas.

Se cumple el cuarenta aniversario de “Encuentros en la tercera fase”, con la que  viajamos a una película de avistamientos, naves que llegan del espacio y de criaturas que pretenden establecer contacto con los humanos, una historia que Steven Spielberg imaginó siendo un adolescente y que recibió el aplauso de la crítica y el público. Lograría revolucionar no sólo el género de la ciencia-ficción sino también el cine mainstream, siendo este de los primeros blockbusters de la era moderna. 

Es curioso que se citen a David Cronemberg, Ridley Scott e incluso a Terry Gilliam, entre los nombres de referencia del género, mientras que la crítica especializada parece olvidarse de Spielberg, quién ha filmado algunos de los títulos más recordados por el gran público. Ahí quedarían, su regreso al mundo cretácico (Parque Jurásico), los universos distópicos (Minority Report), la robótica (AI, Inteligencia Artificial) y sus tres películas sobre contactos con extraterrestres.  La ciencia-ficción había retratado a los aliens como seres dispuestos a acabar con la humanidad (con la excepción destacada en “Ultimátum a la Tierra”) cuando llegaron los años setenta. El mensaje de paz de estos beatíficos extraterrestres coincidiría con sus fantasías de adolescentes, el impulso contracultural de la época y la crónica OVNI. De ahí, que Spielberg se aleje de los Monsters Aliens de los 50, para convertirlos en unos seres espirituales, unos ángeles con unos optimistas mensajes –no estamos solos en el universo-.

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La historia es, en apariencia, sencilla. Una serie de personas se sentirán atraídas por una “obsesión” tras sufrir una experiencia OVNI, entre ellos, Rod Neary (un empleado de electricidad y padre de familia) y Jillian Guiler (una madre que perderá a su hijo). Al final, franquearán una alambicada conspiración creada por el Gobierno para ocultar un “secreto”, el contacto con extraterrestres que van a devolver a un grupo de personas abducidas, a lo largo de los años. De esta forma “Close encounters of thirh kind” se convierte en el film definitivo sobre la ufología. Existe un tono didáctico y testimonial, por lo que existe una relación con los estudios de Josef Allen Hynek y Claude Lacombe (el personaje interpretado por Truffaut), e incluso con la obra del escritor suizo Von Däniken o con la crónica OVNI, de la época.

Pero, a la hora de estructurar el film, Spielberg sigue unos ejes principales. El contexto histórico e intelectual en el que se concibe una película, al mismo tiempo que busca una singularidad, centrándose en diferentes temas con implicaciones filosóficas muy concretas. Todo ello, a través de un arsenal de emociones. Steven Spielberg es un maestro de la manipulación fílmica, al jugar con emociones. Así nos hace sonreír, nos proporciona unas pequeñas dosis de tensión o miedo, e incluso nos deja que soltemos algunas lágrimas. También repite algunos temas (el padre conflictivo) y cuenta con un poso de oscuridad. La historia de Rod Nery no es otra que la padre/esposo que enloquece después de obsesionarse con los extraterrestres y que decide abandonar a su familia para realizar su viaje estelar con unos aliens que han ido secuestrando, sistemáticamente, durante años.

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La génesis de una historia, escrita a seis manos.

-El Sol salió anoche y me cantó.

El origen de “Close encounters” estaría en sus sueños de adolescentes, cuando era un crío que buscaba estrellas con su telescopio o formaba parte de los boy-scouts. Un chico que se fue a vivir junto a su padre (una vez que sus progenitores se divorciaron) y se mudaron de Ohio a California. Un entusiasta del cine, armado con una cámara de 16 mm., que a los 16 años filmaría su primer largometraje “Firelight”, sobre un grupo de científicos que investigaban unos extrañas luces en el cielo.

Spielberg era por aquel entonces un joven de apenas 30 años que venía de triunfar con “Tiburón” (Jaws, 1976), película que había superado a las previsiones más optimistas. Con ese bagaje, era normal que se presentase ante una gran productora –la Columbia, con un pie en la quiebra- y con el proyecto de una gran superproducción, el mismo año en que su amigo George Lucas estrenaba su “Star Wars”. Una apuesta que reunió a un equipo memorable. Douglas Trumbull fue el asesor de los efectos especiales y Carlo Rambaldi, quien diseñó a los extraterrestres; el compositor John Williams y  Isao Tomita –el autor de la música con la que ensayan los científicos el contacto con los “extraterrestre”- o a Vilmos Zsigmond, en la fotografía.

Se había contratado a Paul Schraeder para el guion, pero Spielberg hizo tantos cambios que Schraeder decidió retirar su nombre y ante la posibilidad de quedar desierta, el propio director se sentó a escribir la historia, con la ayuda de hasta seis personas. En cuanto al reparto, vuelve a contar con Richard Dreyfuss (después de “Tiburón”) y junto a él,  una prácticamente desconocida, Melinda Dillon; François Truffaut y Cary Guffey, entre otros, el crío de 5 años que desaparece, el futuro Danny Torrance, en “El Resplandor” (Stanley Kubrick). 

La película no dirime cuestiones, al estilo de “2001”, ni responde a los interrogantes que plantea, pero demostró las enormes cualidades de Spielberg (a la vez, artista y artesano, con fuerte raigambre clásica) justo antes de su primer gran fracaso de taquilla y crítica “1942”.

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