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Paris-Texas: El desarraigo y la pérdida, a ritmo de road-movie.

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Wim Wenders es un alemán de pura cepa que se convirtió en cosmopolita y en un enamorado de la música popular estadounidense, cuando renunció a su vocación religiosa por estudiar fotografía y cinematografía. Abanderó el llamado “Nuevo Cine Alemán” y habría dirigido “Hammett”, un encargo hollywodiense del que no tiene más que malos recuerdos. Entonces, Wenders conoció a Sam Shepard, quien le habló de una serie de relatos que, años más tarde se publicaría en uno de sus libros más famosos:  Crónicas de motel. Así nació Paris Texas, película que hoy 19 de septiembre, se cumple el 33º aniversario de estreno en Francia; efeméride que cobra repercusión tras el deceso de Harry Dean Stanton (su protagonista) y el propio Sam Shepard, unos meses antes.

Este es un rostro entrañable dentro del cine, el del tipo amnésico que vagaba por el desierto, con la gorra de béisbol y los jeans –el genuino traje norteamericano- y que tras mucho deambular, terminará desmayándose en medio de ninguna parte. Así comienza uno de los míticos films de los ochenta, un desgarrado retrato del Sueño Americano, a ritmo de la música de Ry Cooder.

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La película de Wenders es la historia de una doble pérdida, la de un individuo llamado Travis (un Dean Stanton, en estado de gracia) que una vez estuvo casado y tuvo un hijo, a los que perdió, y cuando logró recuperarlos, años más tarde, los volvería a perder, aunque esta vez como parte de un sacrificio. “Paris-Texas” va sobre la soledad y el desarraigo, con tormentas, cielos imposibles y carreteras infinitas. Y un hermano.

-¿No me reconoces? Soy Walt, tu hermano Walt.

Éste, (Dean Stockwell) le llevará a su casa de Los Ángeles, donde descubrirá que su mujer y él, se han hecho cargo de su propio hijo, Curtis, porque su madre tampoco estaba en condiciones, aunque les llegase un cheque mensual desde Houston. Este permitirá que Travis tome la carretera, con la idea de reencontrarse con su mujer, y en compañía de su hijo. Durante el viaje mantienen largas conversaciones con su hijo Hunter, hablan sobre mujeres o debaten sobre la relatividad y el origen del universo, para luego pasar a preguntar más difíciles como “¿por qué nos dejó?”. El joven Curtis Carston contaba con la habilidad de muchos actores infantiles: mostrarnos la verdad sin ornamentos.

De esta forma, llegarán a un prostíbulo de Houston, donde trabaja la mujer (Natasha Kinski) con una maravillosa secuencia, en la que ellos están  separados por un cristal, por el cual, ella no le puede ver a él. Allí encontramos uno de los diálogos más famosos del cine. “Conocí a unas personas…”, que le sirve a Travis para ir desgranando la historia de por qué se separaron y no volvieron a verse más.

Un road movie referencial.

Wenders traería cierta elegancia europea a un libreto norteamericano y desgarrado de Shepard (el título podría referirse tanto a la localidad texana como a su identidad trasatlántica). Para una película que transita el cine de carreteras: el género americano por excelencia, junto al western (¿no sería aquel una relectura moderna de éste?), pero también desprende parte de esa personalidad cinematográfica de Wenders: su trilogía alemana. Sería fácil reconocer a “The Searches” en “París-Texas”, como también a “Taxi Driver”, cinta deudora del clásico de Ford. En la primera, John Wayne se adentraba en el desierto con la idea de rescatar a una mujer de unos indios, a los que no estaba dispuesto ni a conocer ni comprender; mientras que en el film de Scorsese, Travis era un taxista dispuesto a liberar a una joven prostituta de su proxeneta.

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Es curioso como el final de la película de Wenders recuerda al de “Centauros del desierto”. Travis contempla el reencuentro de su hijo con su madre desde el tejado de un garaje, antes de retomar la carretera. Lo mismo hacía, John Wayne. Una vez que había devuelto a su sobrina, a su hogar: Ethan marchaba de nuevo al desierto.

En cuanto a la “trilogía alemana”, el road movie había sido el formato de tres grandísimas películas del director. Estas serían “Alicia entre las ciudades”, “Falso movimiento” y “En el curso del tiempo”, todas ellas fotografiadas por su cameraman habitual, Robert Müller, el responsable de la maravillosa fotografía de “Paris-Texas”.

La última nota: la Palma de Oro en Cannes.

En una de sus autobiografías, “Backhole”, Dick Bogarde recordaba su experiencia como presidente del Festival de Cannes de 1984, el año en que se entregó la Palma de Oro a “Paris-Texas”. Ese año competía junto a  “El elemento del crimen” (Lars von Triers), “Viaje a Cytera” (Theo Angeloulos) y “Bajo el volcán” (John Huston), mientras que el jurado lo formaban Isabelle Huppert, Stanley Donen y Ennio Morricone, entre otros.

2 comentarios

Roger -

Una de las mejores películas de Win Wenders, que buena es esta y qué mala su ultimo trabajo. Un saludo.

V -

Una gran película, lástima de actor, era muy bueno.