Max Ophüls, entre la nostalgia y la mujer como temática de su cine.
- Me encanta el pasado mucho más tranquilo que el presente y mucho más seguro que el futuro.
Este hombre, Max Openhaim, alemán de origen judío que se marchó a Francia y se cambió el nombre por Max Ophüls, por la vergüenza que provocaba el derrotero que acontecía en su país, con su mirada siempre dirigida a un pasado que nunca era antiguo. La llegada a Alemania del nazismo transfornaría la carrera de unos cineastas alemanes más prometedores y decidió, como muchos de sus compatriotas, a exiliarse de su país. Su película La mujer de todos, su primer trabajo de esta nueva etapa, recoge todos los temas a los que volverá una y otra vez: una feliciadad que se presenta fugaz.
- Si esa tarde en el jardín te hubiera besado, quizás todo hubiera sido diferente.
Es un cineasta frente a un universo en donde las mujeres tenían su mayor protagonismo, unos constantes trazos para describir la condición femenina. Pero en sus películas, las mujeres a menudo son seres nobles y puros, enfrentadas a la vulgaridad y la fuerza, representadas en los personajes masculinos. En este sentido, fue Lola Montes su último personaje femenino y el principal.
- ¿Hay que pedir permiso para todo? ¿permiso para reir, para llorar, para jugar? ¿Pidió permiso, usted, para ser rey?
Su carrera cinematográfica está llena de melodramas románticos de época, como De Mayerling a Sarajevo. La nostalgia por el pasado, una Viena idealizada o el amor, ni siquiera vivido un instante, aparecen como esos temas recurrentes del director. Al amor, desde distintos puntos de vista, recurre en La ronda en donde no duda en convertirse en el propio narrador. Pero también en otra de sus obras cumbres, Carta a una desconocida.
- Si esta carta llega a tus manos, sabrás que he sido tuya, aunque no supieras que existía.
En El placer, el cineasta se sirve de Guy de Montpassan para seguir indagando en esa misma temática. En esta ocasión nos acerca a París, a un prostíbulo de la casa del 10, con un retrato tan benevolente a unas prostitutas como nunca antes se había hecho y un anciando, con la cara desfigurada oculta bajo una máscara.
- Le voy a quitar la máscara, le está axfisiando.
Su cine responde a las teorías que aplicase Douglas Sirk en sus melodramas: música y drama, sus bailes, el vals, el movimiento de la cámara (siguiendo el concepto cinematográfico de motion - emotion) marcan sus películas. Así lo encontramos, también en Madame de..., con el amor presente, pero esta vez en la crudeza de su ocaso.
- Pero, ¿de qué sufre usted?- De humillación.
Al final, la fatalidad, tan presente en su cinematografía se impone.
- En el mundo entero, el escándalo es oro y en America no tiene precio.
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Sergio Lombardi -