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El buen pastor.

El buen pastor.

Robert de Niro, gran actor de joven y menos bueno ahora, se embarca en su segundo proyecto como director, muchos años después de que nos dejara esa pequeña obra maestra que fue Una historia del Bronx, para contarnos los entresijos y secretos de los orígenes de la CIA. O bien ha aprendido el arte del buen cine después de cuarenta años en la interpretación, o bien ha sabido reunirse de los profesionales adecuados a la hora de abordar un proyecto. En cualquier caso, ambas cualidades están relacionadas. De hecho, se ha rodeado de un equipo de primer orden en el reparto, en la base técnica y en la producción, siendo Francis Ford Coppola uno los productores ejecutivos.

- Se ha notado su aliento, si nos descuidamos llegarán hasta aquí. Por eso le he dicho al Presidente que necesitamos de un nuevo servicio de inteligencia que se ocupe en tiempos de paz de lo que hacía la OSS.

Es el nacimiento de la Agencia Central de Inteligencia, más conocida como CIA, y todo está contado desde la perspectiva de Matt Damon, un joven universitario que es captado a finales de los años treinta para unirse a una sociedad secreta, que será su precursora. Los personajes que cuenta la película, como la propia historia de estos servicios secretos, procedían de la II Guerra Mundial o como el rol de Matt Damon, de universidades como Yale o Harward, hombres con gran sentido de la lealtad, hombres de negocio, correspondiendo a la clase alta y que sabían lo que era mejor para América. Y será la doble condición de De Niro, tanto como director y actor lo que le ha permitido compartir escenas con su reparto y cuidar al máximo el trabajo de sus actores.

La película hace un seguimiento del trabajo de un espía a lo largo de algunos de los acontecimientos más importantes del siglo XX. El buen pastor es el reflejo del fin de un conflicto mundial que se metía en el período de Guerra Fría, como una partida de ajedrez, a escala internacional, entre los agentes de la CIA y de la KGB soviético. Pero además se da una preocupación por el control del armamento atómico, entre ambas superpotencias.

- Están ganando terreno llevándose a todos los científicos a su lado. Dentro de diez años tendrán la bomba. Hay que sacar de Berlín a cualquier persona que nos sea útil antes que ellos.

El protagonista de El buen pastor de familia acomodada, religiosa y blanca ve en la defensa de los valores y el estilo de vida americano las motivaciones incontestables que justifican sumergirse por completo en un constante juego de amenazas.

- Nunca harías nada por nadie.

- Eso es injusto.

- ¿Injusto? Abandonas a los tuyos cuando más te necesita.

-  Yo no abandono. He estado a tu lado. Y he lado todo lo posible por ser un buen padre para él.

- ¡Tú nos has hecho nada!

- ¡Me case contigo por él!

 Lo más novedoso del género, sea, quizás, la presencia de un espía lejos del estereotipo de personajes como el de James Bond, para aproximarnos a un sentido doméstico de este rol. Sin embargo, De Niro prefiere destacar otros aspectos en la historia, de ahí que canalice a través de este personaje el sentimiento nacional de un importante sector de la sociedad de su país. Retoma, por tanto, uno de los más clásicos pulsos que mantiene Hollywood consigo mismo, por mostrar las características del complejo sistema de valores norteamericanos envueltos en los colores de una América que no significa lo mismo para todos. En la película aparece reflejado en un diálogo entre los personajes de Joe Pesci y Matt Damon.

- ¿Quiero preguntarte una cosa? Los italianos tenemos la familia y la Iglesia; los irlandeses tienen su patria, los judíos tienen su tradición, pero y su pueblo, Sr. Wilson, ¿qué tiene?

- Los Estados Unidos de América; ustedes sólo estáis de visita.

Lo que hace Robert de Niro con esta película sobre la CIA, y por contexto, sobre el mundo del espionaje es acercarnos el agente secreto a la calle. Nos propone una visión más próxima a la realidad, más fresca y auténtica que esas películas de James Bond, dispuesto a salvar el mundo y sin despeinarse, e incluso a todas aquellas cintas que sólo destacan por la multitud de gadchets y artilugios del personaje protagonista. En el mundo real el espía es un hombre tan normal como cualquiera, nada de superhombre al estilo Bond, e incluso puede autodenominarse “funcionario”.

- Margaret nos ha contado que trabajas para la CIA.

- Mi mujer tiene demasiada imaginación. Soy asesor de comercio, un funcionario.

El film, basado en un guión de Eric Roth, responsable de Munich -otra lección de historia contemporánea- quiere acercarnos a la idea de que la vida de los espías es aburrida. John Le Carré ya nos lo había explicado bastante bien en sus novelas de la Guerra Fría, y antes que él, Graham Green.

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