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El western. Episodio III: El fin de una era.

El western. Episodio III: El fin de una era.

Por fin llegamos a la evolución del género en su fase crepuscular hasta nuestros días. Desde los años sesenta, el western dejaría de ser como había sido hasta entonces, una oda del vaquero solitario, una apología del valor y heroísmo. Sobre todo porque el conflicto de Vietnam y el nuevo espectador llevaron consigo el desprestigio del cine de género, no sólo del western sino del cine clásico de aventuras y el cine negro.

- ¿Qué haces por aquí?
- Bueno, me dedico a la venta de aperos de labranza y ahora quiero establecerme en un rancho.

El género entraba en una fase crepuscular desde diferentes puntos de vista. Por ejemplo, en su contexto histórico, aquel western que discurre cuando ese mundo está desapareciendo, muy breve en realidad, desde el final de la Guerra de Secesión hasta finales del siglo XIX. La balada de Cable Hogue de Sam Pekimpah, es un western crepúscular porque al final llega la tecnología, cuando el personaje interpretado por Stelle Steve aparece con un automóvil, con el que atropella a Cable Hogue (Jase Robards) y muere; o la película Los valientes andan solos, de David Miller, en blanco y negro en el cual un vaquero, Kirk Douglas, es perseguido por el sheriff montado en un helicóptero. También se da el western crepuscular cuando la historia no centra a un héroe, sino a personajes que están de vuelta de todo, como es el que interpreta Gary Cooper en El árbol del ahorcado, personajes marginales sumidos en un profundo nihilismo, como los de Sam Peckimpah o los jocosos villanos, aficionados al whisky, de La leyenda de la ciudad sin nombre (Paint yor wagon, Joshua Logan), protagonizada por Lee Marvin y un joven Clint Eastwood.

- ¿Te marchas, Ben?
- No.
- Yo tampoco. Creo que hay dos clases de gente en el mundo, los que se marchan y los que se quedan, ¿no es cierto?
-  No, yo no lo creo.
- Pues que crees tú.
- Que hay dos clases de gente, los que van a alguna parte y los que no van a ninguna. Eso sí es cierto.

Los nuevos tiempos de ese lejano Oeste ya no lo representaba el “centauro del desierto”, el héroe de antaño forjado en la batalla contra el apache o el que se liaba a tiros con el villano de turno para luego echar mano de su caballo y perderse en la lejanía, en soledad. La aparición de realizadores como Arthur Penn (Missuri, El zurdo) marcó el inicio de una nueva forma de entender el western. Había subvertido las señas de identidad del héroe del género del género, con la figura legendaria de Billy el Niño, bajo la imagen personalísima de Paul Newman.

- Pude oír al general Custer tal como era.

                       

También fue el autor de otros títulos del género, ciertamente crepusculares, como Pequeño Gran Hombre, la desmitificación extrema de la batalla de Little Big Horn, evocando a la matanza del general Custer desde la perspectiva de un único superviviente.

- ¡No me importan vuestras flechas, salvajes, soy invencible!

John Huston, en Vidas rebeldes, apuntaló algunos de los derroteros del nuevo wertern, en un retrato de cuatro individuos que no encajan en ningún sitio, atrapados en causas perdidas.

- ¿Para que diablos lo has cogido?
-No me gusta que nadie decida por mí, sencillamente.

El propio Huston exploraría otro camino desmitificador, en los simpáticas y resolutivas sentencias del Juez Roy Bean, en El juez de la horca.

-En estos tiempos no es fácil ser un bandido.

- Si te viera delante de mi tribunal vería juzgarte y ahorcarte, pero si tienes dinero para pagar el whisky yo podría dispensarte de ese trato.

Otro precursor de lo que se avecinaba fue Richard Brooks, quien –primero en Los profesionales y luego en Muerde una bala- esbozó nuevas maneras de representar el género que empezaba a despedirse de su paisaje histórico.

- ¿Sabes lo que lleva encima un hombre pobre cuando muere? El ropaje del orgullo y le es tan poco útil cuando lo llevaba en vida.

                                

Sin embargo, fue Sam Peckimpah quien terminó por transformar el género de edad y ropaje, con un estilo visual novedoso, en filmes como Duelo en la Alta Sierra o Grupo Salvaje. El lirismo de la violencia y los tiroteos coreografiados serán dos de sus señas de identidad que marcarían el futuro del western.

- ¡Cable! ¿Cuánta agua crees que cabrá en este cacharro? ¿Será para dos o tres caballos?
-Y yo que demonios sé, el encargado eres tú.

Los personajes de Sam Peckipah, como Cable Hogue, anuncian los nuevos tiempos también en la tecnología que aparece con la Segunda Revolución Industrial, con los primeros automóviles. Así, que el personaje de Jason Robards fuese atropellado por uno, significaba mucho más que una simple anécdota.

- ¿Cómo te sientes?

- Es cómo si los tiempos hubieran cambiado.

- Los tiempos tal vez, pero yo no.

Peckimpah es, sin duda, el principal responsable de la nueva estética y de algunas de las imágenes más celebradas del final del western crepuscular, retomando uno de los mitos clásicos del género, como Patt Garret y Billy el Niño.

Desde entonces, surgirán directores de toda condición que realizan una inabarcable revisión del género desde todos los puntos de vista posibles. Hasta autores que parecían sentir alergia a estos paisajes, se atreven con algún título, entre fiascos como el de Leonard Nimoy (Cartlow) y Sean Connery (Kathana) y curiosidades como el Joseph L. Mankiewitz (El día de los tramposos). De hecho, el género estaba totalmente desprestigiado cuando Walter Hill (Forajidos de leyenda) y Sergio Leone (La muerte tenía un precio) intentaron renovar el far west, este último con sus personales spaghetti-western:

- ¿Qué nos jugamos?

- El pellejo.

En los ochenta, la espectacularidad que imprimió Michael Cimino en La puerta del cielo, una épica reconstrucción del lejano oeste desde una perspectiva social, resultó un auténtico fracaso y la ruina de la principal productora del género, United Artist. Desde entonces, el western quedó como espectáculo de circo, aunque resurgiese en nombres como Clit Eastwood, como imagen del género en sus propias películas o a las órdenes de otros. Continuador del estilo iniciado por Peckimpah o Sergio Leone, marca un estilo propio, con el realismo sucio y desbordante de sus imágenes, con Sin Perdón como título principal.

- Es usted un cobarde, hijo de puta, ha matado ha alguien desarmado.
- Pues debió ir armado, cuando decidió decorar su salón con mi amigo.

                  

Walter Hill fue otro de los más significativos realizadores, padrino de una serie televisiva Deadwood sobre esta temática y autor de un puñado de buenas películas en los que desempolvaba héroes del género como el apache Jerónimo (Jerónimo, la leyenda). Entonces, llegaron Laurence Kasdan, con sus versiones extemporáneas, y las sorprendentes de Kevin Constner (Bailando con lobos).

- ¿Y por qué ese interés por la frontera? - Le preguntó su superior al teniente de Caballería Dunbar.

- Porque quiero conocerla antes de que desaparezca. - Le responde el personaje de Kevin Constner.
 
Pero también el género se ha ido recuperando, con una cierta nostalgia, por ejemplo en el llamado space-western, la fusión de escenarios futuristas con las señas de identidad del formato original. Nos estamos refiriendo a Atmósfera cero (Peter Hyams), Wild wild west (Barry Sonnefeld) o Regreso al futuro (Robert Zemeckis). E igualmente, las características de este género han aparecido en el cine actual de acción, tanto en el lenguaje narrativo como en muchos personajes -el de John McClane (Bruce Willis) y el de Cordell Walker (Chuck Norris).-

 

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