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Gernika. Koldo Serra al frente de un episodio de la Guerra Civil inédito en nuestro cine.

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Todos los países tienen en su pasado alguna herida sin cerrar, lo que a menudo se convierte en tabú, un tema que no puede formar parte de la ficción hasta que ciertas películas den el pistoletazo de salida a una serie de narraciones que intenten sanar, comprender o ajustar cuentas con el pasado. Esto es lo que sucede con la Guerra Civil y la Posguerra, épocas que aunque nunca volverán realmente a estar de moda en el cine español, se siguen realizando películas que aúnan elementos del melodrama, cine social, cine bélico o relato de intriga. Pero “Gernika” (Koldo Serra, 2016) es una propuesta distinta al cine que solemos encontrar sobre este conflicto.

Resulta llamativo que hayan trascurrido 79 años para que se situase en el mapa del cine español uno de los episodios de la Guerra Civil: El bombardeo al municipio vizcaíno de Guernica, acto militar –deleznable, por carecer la ciudad de defensas antiaéreas- llevado a cabo por la Legión Cóndor, el 26 de abril de 1937. Se trataba de una unidad de la Lutfwaffe, al mando de Von Richthofen -primo del histórico aviador conocido como Barón Rojo- al servicio del bando franquista.

Es curioso que la película se inicie en una sala de cine. Hay unas imágenes en animación de corte propagandístico, acompañadas de la voz de Hugo Silva, que sirven para contextualizar la historia en su época. Pero la cámara sale de la imagen, pasando del formato documental a la ficción, a través de un travelling hacia atrás que nos permite descubrir a uno de los personajes centrales: Henry (James D´Arcy), un periodista alcohólico americano, que prefiere pasar el tiempo en los cines a buscar la noticia, hasta que un día se produce el bombardeo en Guernica.

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Una opción narrativa.

No es una película que hable sobre la acción bélica, esa, adrenalínica cámara en mano e imagen sucia, es más sobre la trastienda de la Guerra Civil, allí donde parece que no va a suceder nada. Últimamente se escuchan diversas opiniones encontradas sobre esta película. Que no tiene la capacidad dramática necesaria, que se han presentado unas expectativas demasiado ambiciosas que no se han cumplido o sobre un posible poso ideológico. La verdad es que el planteamiento es correcto, más allá de si la historia guste o no, y han optado por un ritmo ascendente hasta alcanzar el clímax.

“Gernika” responde al esquema del melodrama romántico en ambientes de guerra, que tan bien ha funcionado en el cine clásico, con una lujosa puesta de escena y un grado de detallismo en esa Historia con mayúsculas, pero desde la perspectiva de lo cotidiano, de la intimidad de unos personajes. Detalles interesantes serían el piloto alemán capturado y apaleado en plena calle, los vecinos que se miran entre sí con recelo o la represión vista en ambos bandos –la ejercida por los franquistas, a través de un sutil comentario del oficial alemán: “Franco avanza muy lento porque ejecuta de casa en casa” y la que se aplicaba en el bando republicano-, a fin y a la postre el lugar donde se centra el argumento.

La historia está contada desde el punto de vista de Teresa (María Valverde), alter ego de Constancia de la Mora –directora de la Oficina de Prensa Extranjera de la República- quién se enamorará de Henry, una versión de George Steer, el periodista inglés que recogió una crónica del suceso, aunque evidentemente la sombra de Ernest Hemminguey o Robert Capa, están muy presentes. De hecho, se les mencionan y se les hace un notable homenaje en la película, a través de otro de los personajes centrales: Marta, interpretada por Ingrid García Jonsson, una actriz sueca criada en Sevilla, imagen de Gerda Taro, fotógrafa de guerra alemana fallecida en El Escorial, dos meses después del bombardeo, y que firmaba con el nombre de Robert Capa, junto a su pareja Endre Friedman.

De ahí que la película cuente con una importante presencia internacional junto con mucho talento andaluz, tanto delante de las cámaras (Víctor Clavijo o Julián Villagrán) como detrás de ellas (Carlos Clavijo, el coguionista –junto con Barney Cohen- y productor)

Referencias cinematográficas.

Encontramos en “Gernika” referencias a David Lean, por el tono del melodrama dentro de un drama bélico, o de películas que crean una situación de tensa calma hacia el desastre, sobre todo pensando en aquellas que concluían en bombardeos como el japonés sobre Pearl Harbor como “De aquí a la eternidad” o “Pearl Harbor”. También hay un sello importante del cine negro, sobre todo en una trama protagonizada por la comisaría política del Politburó que ejercía un clima de delación y paranoia en el bando republicano. Pero si hay un referente claro es  Steven Spielberg –la secuencia del baile, el gran momento reservado a Víctor Clavijo o en planos próximos a su estilo como el del espejo del coche en donde aparecen los aviones alemanes-. Aunque lo que llama la atención es la capacidad de situar a los personajes dentro de la Historia, pero sin querer destacar algunos aspectos como los ideológicos. De ahí que “Gernika” sea una película atípica en el ideario del cine español sobre nuestra principal contienda del siglo XX, por ser una historia despojada de ideología, por ser la primera producción centrada en aquel famoso bombardeo y por alejarse estéticamente de lo ya visto.

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Una apuesta visual.

Al frente del proyecto se encuentra Koldo Serra, quién se enfrenta a su segundo trabajo en la dirección, desde “Bosque de sombras” (2006), un intenso thriller con reparto internacional en donde reconocíamos el sello de Sam Peckipah y Sergio Leone.

De los colaboradores de aquella película, Koldo repite con Unax Media, el director de fotografía, con un estilo visual muy característico que hace que visualmente “Gernika” no sea otra película sobre la Guerra Civil más. Ya no son los colores ocres los que dominan la paleta cromática sino que recurre a tonos vivos, como el naranja, para el fuego, o el negro, para las cenizas. Se ha apostado por una película clásica en un sentido amplio de la palabra. Un cine a la altura de los ojos, como diría Howard Hawks.

Aun faltarían muchas historias por contar, alguna que centre –por ejemplo- la figura de Blas de Lezo, y por eso es de agradecer el esfuerzo emprendido en esta película. Considerarla fallida o una ocasión perdida a “Gernika” por no cumplir unas expectativas que en ningún momento el film pretende crear o por el hecho de que no coincida con la imagen que muchos crean retener, sería ser cortos de mira. Estamos ante una de las películas del año  que seguramente quede como uno de los retratos de esa Guerra Civil sin maniqueísmos, con una puesta de escena clásica y un cine desde las tripas, lo que para estos tiempos de incertidumbre que corren es algo más que un canto del cisne. Esperemos que esto anime al director a continuar con su breve pero memorable filmografía y que no vuelva a tardar tantos años en volvernos a regalar trabajos como este.

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