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Canciones de amor en Lolita´s Club.

Canciones de amor en Lolita´s Club.

"El comportamiento de un hermano por el mal es imprevisible". Con esta rotundidad comienza Juan Marsé su última novela, Canciones de amor en Lolita´s Club, una poderosa y provocadora narración que Vicente Aranda ha llevado al cine, convirtiendo en escenario el mayor prostíbulo de España, con la cuarta novela de Juan Marsé que el cineasta traslada al celuloide, en donde destaca Eduardo Noriega, con un doble papel, al interpretar a dos hermanos gemelos radicalmente distintos. De este modo, encontramos la ambientación en un club de alterne en donde la prostitución está forzada por las mafias con una historia de amor-odio entre una de esas prostitutas y un policía alcohólico y violento, que conseguirá redimirse gracias a su hermano gemelo. Con este nuevo film, el realizador Vicente Aranda vuelve al universo particular de Juan Marsé; Eduardo Noriega se desdobla en una especie de Caín y Abel, un poli resabiado y un tarado enamoradizo que trabaja en el nightclub. Tangas, lencería fina y un periodista voayer. Todos nos citamos en uno de los clubs de alterne más lujoso del país. El ambiente más exclusivo, las mejores copas en buena compañía. Un verdadero emporio del sexo de las carreteras levantinas, y para la ocasión el director de Amantes ha escogido a Flora Martínez, la colombiana de Rosario Tijeras.

 El equipo de rodaje no podía haber escogido un mejor escenario para la película que este impresionante local alicantino. El D´Angelo Palace (Lolita´s en la película), que aparece como el Xanadú de los burdeles. Columnas de mármol, piscinas con pianos de matacrilato, escrulturas mitológicas-pornográficas y una multitud de espejos, que por lo pronto, supone un reto para el director de fotografía José Luís Alcaine. Lo más próximo a este tipo de locales en su filmografía había sido un bar de carretera que aparecía en Celos. Pero más importante es el retrato de los personajes, con algunas jóvenes secundarias que interpretan a las chicas de ese club de alterne como Lara de Miguel (de la serie Compañeros y la secuela cinematográfica No te fallaré), Yohana Cobo (Volver) o Carla Sánchez (Madrigal). Pero quizás lo más interesante sea Eduardo Noriega, quien en su primera colaboración con Vicente Aranda, se ha enfrentado a uno de sus retos más difíciles dar vida: dar vida a unos hermanos gemelos.

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Lo protagoniza un policía nihilista y violento, en una constante estado de embriaguez, kamikaze y deslenguado. El personaje da un poquito de asco, al principio, pero su destierro a las tortuosas raíces familiares va a peor. Se convierte en un esperpento sin gracia, en complaciencia en la sordidez, temática que apasiona de siempre a Aranda y en la que se mueve a placer (inenarrable e inolvidable La mirada del otro), pero que inevitablemente resulta fatigosa, increíble y boba para cualquier espectador con paladar mínimamente educado. Resulta que este policía irascible solo guarda amor incondicional y sentimiento de protección hacia su hermano gemelo, un tarado, sin tampoco mucha gracia, que trabaja en el local de alterne que da título a la película. Un burdel de carretera poblado por explotadas prostitutas latinoamericanas y que este entrañable personaje está colgado de la más voluptuosa, yonqui y trágica dama del lugar, Flora Martínez. En torno a ella, surgirá unas relaciones supuestamente complejas y con sentimientos contradictorios, a pesar de que ni emotiva ni conmociona.

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- Mira a tu novia, ha ligado.

- No, no ha ligado, es su primo el vinatero que le trae noticias de su hija que está en Colombia.

- Sí, sí, su primo.

 Vicente Aranda es muy fiel a la novela, exceptuando el final, pues aquí el desenlace se dulcifica ligeramente. Pero la película no ofrece más que un exceso de licra y un Noriega que, sin denostar la dificultad de interpretar un doble papel de hermanos gemelos, se esfuerza para que sus personajes resulten creíbles. Sin conseguirlo. El ceñudo salvaje no asusta y el dulce tarado no enternece. Lo mejor, la anatomía y el rostro de Flora Martínez, pero no compensa tanto tedio.  Canciones de amor en Lolita´s Club termina moviéndose entre la fascinación por los perdedores y la vieja idea de que todos queremos ser otros.

 

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