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El séptimo arte repasa la guerra civil.

El séptimo arte repasa la guerra civil.

Como en todas las guerras de la era moderna, además de la consabida propaganda bélica, de los dos bandos, el interés por lo que estaba ocurriendo en España, entre los años 1936 y 1939, promovió una serie de documentales inequívocamente parciales, rodados in situ por algunas figuras destacadas de la cultura.

Entre todos ellos sobresalen algunos en los que materializaron una solidaridad con la causa de la República. Una amplia colección de imágenes rodadas con urgencia, bajo la amenaza de los bombardeos y filmadas por algunos profesionales de la cinematografía, como los operadores Rumar Karmen (Morir en Madrid) y Esfir Bub (Yspanibab), o el documentalista holandés Jorins Ybens, quien -con la ayuda de algunos nombres tan conocidos como Ernest Hemminguey u Orson Welles-, puso en pie Tierras de España; dirigidas, entre otras cosas, por la vana esperanza de que el gobierno de los Estados Unidos rompiera con su política no intervencionista. Pero de este período, la película más importante, no documental precisamente, es Sierra de Teruel (Espoir), dirigida por el intelectual francés André Malraux, a partir de su propia novela y con la colaboración de Max Aub, rodada -en su mayor parte- en los mismos escenarios en los que estaban desarrollándose los combates. 

 Los años cuarenta.

 Durante las décadas siguientes, el cine español se encargará de ensalzar a ultranza el heroísmo de los vencedores, en lo que se quiso llamar el cine de cruzada. En este género se agrupaban una serie de películas que estaban dirigidas a ilustrar algunos episodios bélicos, libremente inspirados en la realidad, en la que los protagonistas encarnaban los valores morales y religiosos de la España victoriosa. Raza, dirigida por Sáenz de Heredia, siguiendo el argumento de una novela escrita por el mismo Francisco Franco -aunque bajo el seudónimo de Jaime de Andrade-, nos contaba la Guerra Civil desde el bando nacional y con la figura representativa del personaje de Alfredo Mayo, alter ego de Franco, con una cita que servía para ensalzar las ideas del Caudillo: "Es el espíritu de raza". Otros títulos que podríamos citar son El santuario no se rinde y  Sin  novedad en Alcázar

- Se dice que si no se rinden, se les fusilará.

- Si es verdad, encomienda tu alma a Dios y muere como un patriota.

Entre nuestras producciones españolas, tendrían que pasar bastantes años para que el punto de vista de los perdedores y de los partidarios de La República, pudieran sumarse, aunque fuera tímidamente a la pantalla. Carlos Saura sería el encargado de abrir esta corriente con una serie de relatos, necesariamente crípticos, simbólicos o metafóricos, para burlar la censura, en donde los personajes recapitulaban sobre las heridas y los traumas, que en ellos - y de paso, en toda la sociedad española- había dejado el paso de la Guerra Civil. La caza, en Cuenca, años 60, cuatro hombres están de cacería cuando empiezan a exteriorizar su viejo rencor, el dolor de pasadas historias y las heridas que había dejado en sus vidas el conflicto. Una parábola del trauma, apenas superado, en quienes sufrieron los efentos de esta contienda fratricida en la adolescencia.

Hacia la Transición.

Los años setenta fueron muy dados a rememorar, de forma dolosa, la experiencia que unos cineastas quisieron ver en esta España que sufría las consecuencias de una guerra. Otro ejemplo característico fue el de El espíritu de la colmena, en donde su director, Víctor Erice presentaba una España terrorífica, como una colmena. Con todo, una película hermética, en cuanto a contenido, a nivel de crítica y simbología, desde la perspectiva de una madre (Teresa Gimpera), pero sobre todo con el punto de vista infantil de dos niñas.

- Pido a Dios que me conceda la alegría de volverme a encontrarte, te he querido siempre, desde que nos separamos en el vilo de la guerra. Te he querido siempre y te quiero ahora, en este rincón, en donde Fernando, las niñas y yo, tratamos de sobrevivir. 

 Algunos de los títulos más importantes, sobre la guerra y la inmediata posguerra se produjeron todavía en vida de Franco, en los estertores de la larga dictadura, algunos como ficción y otros que recogieron una interesante recopilación documental. En este aspecto, uno de los realizadores más destacados sería Basilio Martín Patino, conocido por ser el famoso impulsor de las Conversaciones de salamanca, junto a Juan Antonio Bardem, como pioneros del nueco Cine español, y especialista en el tema, con algunos títulos interesantes: Canciones para después de una guerra, Paraísos perdidos, Madrid y Caudillo, centrado en la figura de Franco, con una importancia del cine documental.

  - España cumple en los momentos actuales su destino providencial. Como en otras épocas, derrama ahora su sangre en defensa de la civilización. 

 Muerto Franco, la relación de títulos que tomaron como referencia la Guerra Civil, se multiplicó exponencialmente para acercarnos a este conflicto desde el bando de la República, que vinieron a recordar una serie de episodios, personajes e ideas, que hasta ese momento habían estado sencillamente prohibidos. En una selección por autores, es de justicia poner a Jaime Camino a la cabeza de los que más reiteradamente han vuelto, una y otra vez, sobre la Guerra Civil y sus consecuencias, desde distintas perspectivas, tanto en clave de ficción como de documental. 

  - Yo no podía comprender porqué me querían separar de mi madre. Cuando era niño de ocho años, me obligaron a perder a una madre. 

 Algunos incluso, lo trataron de una manera cómica, como la pareja que interpretaban Carmen Maura y Andrés Pajares, en ¡Ay, Carmela!

- Verá doctor, es que yo nací de un mal paso, usted me entiende, un desliz. Fue un 14 de abril.  

- Ah, ja, ja, ja. Un desliz, en primavera ya se sabe. 

Del tema resulta impensable hacer inventario de lo que se ha filmado, para bien o para mal, ha dado de sí este escabroso asunto en el cuarto de siglo que llevamos en el largo proceso de Transición y de democracia. En un país, como el nuestro, en ocasiones amnésico, pero siempre dispuesto a remover el pasado y a releerlos según los intereses del momento. Tanto incluso, que existen versiones y lecturas de estos episodios de nuestra historia reciente desde la perspectiva de los distintos nacionalismos, en cuyos proyectos se han querido destacar las diversos personalidades políticas de aquella época, como por ejemplo, sobre la figura de Company: 

- ¿Tiene usted dinero en Francia?

- Todos mis ahorros, unos setenta mil francos, están en Bélgica.

-  No se preocupe, nosotros los vascos estamos mejor organizados. 

El arco de los mismos temas revisados, se abre con el mismo núcleo de la guerra y las circunstancias que permitieron el Golpe de Estado contra la República, prologándose hasta la convivencia diaria de la población civil, con la amenaza constante de las bombas, el hambre y el miedo a la delación. Una adpatación de la obra teatral de Fernándo Fernán Gómez, Las bicicletas son para el verano, a cargo de Jaime Chávarri, dio lugar a una emotiva película protagonizada por Agustín González y Amparo Soler Leal (El crimen de Cuenca, Pilar Miró).

Los mismos temas, el de unas personas que subsisten en un ambiente de hambre y miseria, de miedo, rencores y odios, en medio de una cotidianidad, tanto de la contienda como de la posterior posguerra, aparecían en películas como Si te dicen que caí (Vicente Aranda), pero también en la reciente Trece rosas, porque el filme de  Martínez Lázaro también nos retrotrae a los años del asedio de Madrid, que sufría los bombardeos. En una escena, por ejemplo, aparecían unos niños jugando cerca de La Cibeles, a la que protegían de las bombas, cubriendo el monumento con arena, pero sobre todo destaca la secuencia en la que algunas de ellas se va conociendo

La guerra, propiamente dicha, la lucha fratricida, los combates, han sido en cierto modo menos frecuentes, tal vez por las manifiestas incompatibilidades del cine español con los de acción. De todos modos, existen algunas películas destacables, como otra de las revisiones de esta época a cargo del director Vicente Aranda, quién quiso reseñar de una manera especial, el papel que las mujeres jugaron en los campos de batalla, en las guerras en general (Libertarias), protagonizada por Ana Belén (Pilar), interpreta a una mujer que decidida a  vestirse de corto, se armó del rifle y fue a luchar a las trincheras, dispuesta a reivindicar el papel de mujer y la defensa de la República, en donde sufrió las mismas penas que cualquier soldado varón, con el hándicap de que solían frecuentarse las violaciones, además de las torturas, cuando fueron cayendo en manos del bando nacional: 

- No entendemos por qué la revolución tiene que correr a cargo de la mitad de la población solamente. Somos anarquistas, somos libertarias, pero también somos mujeres, que queremos hacer nuestra revolución. 

La consideración diferente y contrapuesta de cada uno de los bandos sobre la conservación de la Memoria Histórica, acerca del patrimonio cultural y artístico, se acerca a otras películas en donde querían recordarse aquellas personas anónimas que participaron en la guerra y que luego quedaron en el absoluto olvido, junto a los episodios pintorescos o anecdóticos, pero profundamente reveladores, incluyendo la saludable distancia del presente en el relato.  Por su puesto, está abierta la pregunta si la suma de todos estos títulos, lejanos o recientes, constituyen o no una verdadera historia. Por su puesto, fragmentaria y caleidoscópica, pero detallada y verosímil de la guerra civil española.

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