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Golpe en la pequeña China. Una mala gran película de aventuras.

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Una película de acción, rodada por unos grandes estudios  (la Fox) y aderezada con todos los clichés posibles sobre esa civilización que fue (y sigue siendo) China. Leyendas, magia negra, artes marciales, historia de fantasmas; lo que en definitiva conocemos gracias a la cultura y al cine americano. Desde la época silente, Hollywood nos ha mostrado, a Fu Manchú, Charlie Chan y el mundo del kung fu. Pero la historia de esta película es tan absurda que resulta genial: Chinatown sería la punta del iceberg de la eterna lucha entre el bien y el mal, un lugar dominado por hechiceros, maestros de las artes marciales y por un hombre de unos dos mil años, capaz de soltar luces por la boca, lanzar rayos y volar.

-Hemos hecho que se tambaleen los cimientos del cielo, ¿verdad?

Visualmente espectacular, con un punto de comedia y exotismo, “Golpe en la pequeña China” nació como un western. O así lo entendieron los dos guionistas que prepararon el primer borrador, una historia de artes marciales y fantasmas ambientada en el Oeste. De esta forma le llegó a John Carpenter, que venía escamado tras la fría acogida de “Starman” (1984), convirtiendo a Jack Burton, el protagonista (Kurt Russell), en un camionero que recordará tanto a Indiana Jones como John McClane. Un buen día le roban el camión y secuestran a la novia de su amigo, y se inicia una extraña aventura en los trasteros de Chinatown.  El motivo del secuestro es que se trata de una joven china de ojos verdes, una rareza, que será aprovechada por Lo Pan, un hechicero milenario, para recuperar su juventud.  Un tipo capaz de volar, lanzar rayos o luces por su boca.

Se trata de la cuarta colaboración entre Kurt Russell y John Carpenter, después de Elvis, Escape of New York y The Thing. Ese año, 1986, los espectadores estaban acostumbrados a éxitos más convencionales como “Aliens” o “Top Gun” y la película fue un fracaso en taquilla (apenas recaudó 11 millones de dólares de los 25 del presupuesto).

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Lo cierto es que se trata de una extraña  combinación de distintos géneros: cine de acción, comedia, historia de fantasmas y película de monstruos. Y curiosamente, el primer borrador –escrito  por Gary Goldman y David Weinstein- lo ambientaba en el territorio  del género del Oeste, como un western con artes marciales, convirtiendo a Jack Burton en una especie de John Wayne, pero la llegada del guionista WD Ritcher, al proyecto, fue lo provocó la reescritura drástica de la historia. Su idea original no cuajó y se produjo una guerra entre los guionistas por ver quién sería acreditado.  Goldman y Weinstein se resistieron tanto a los cambios que solicitaron una audiencia de arbitraje al Gremio de Escritores, concluyendo que aparecería en los créditos como “adaptación de WD Ritcher”. Otro obstáculo fue la rivalidad que surgió con “El chico de oro”, otro film con misticismo asiático de 1986, que estaba protagonizada por Eddie Murphy. Sin embargo, el mayor escollo de la película fue el propio personaje de Kurt Russell, peor definido que el su compañero Dennis Dunn, convertido en el auténtico héroe de la historia. Una posible explicación se deba a las reticencias de unos grandes estudios para que la protagonizase un no occidental.

La verdad es que la he visto una infinidad de veces, por  televisión. Cuando la vi por primera vez, me recordó tanto a Mortal Kombat –que jugaba en los recreativos- que por un momento casi creí ver a  Raider, Jonnhy Cage o Liu Kang, en la historia. En definitiva, una disparatada desde el primer plano al último, pero tremendamente divertida y muy, muy en la línea del cine de aventuras de los 80: ambientación exótica y un personaje perfecto. Jack Burton resultaba tan torpe que sólo requería de disparar su arma al techo para que se cayese el yeso en la cabeza. Capaz de personificar el estándar héroe americano de la época en donde predominaba la fuerza muscular, con todos sus defectos (vulgar, simplón y arrogante) aunque con el ingenuo suficiente como para soltar alguna frase legendaria de vez en cuando. En definitiva, un perdedor con gran carisma. ¿No eran así muchos personaje de los años 80, por ejemplo John Mclane?

El diseño de producción de John Joyd (quien llegaría a construir calles de Chinatown, en el set) y la fotografía de Dean Cundey, son dos las grandes bazas de una película convertida en todo un clásico de culto, sería también una historia de redención, pues la película hizo que Carpenter detestara su experiencia de Hollywood.

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2 comentarios

Sara -

De lo mejor del cine de los 80, me.gustó.mucho

Roger -

¡Un peliculón, superdivertido! ahora no se filman películas como esta.