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Suspiria. La danza y las brujas.

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Dirigida por el cineasta Luca Guadagnino, “Suspiria” (2018) es una versión de un título icónico de Darío Argento. Hay quienes oyen la palabra remake y piensan: “En Hollywood no quedan ideas, solo piensan en el dinero”, y aunque eso es cierto, en gran medida, hay excepciones.

La película se inicia con un intertítulo: “Seis actos y un epílogo, ambientado en un Berlín dividido” y luego nos sitúa a Dakota Johnson, interpretando a Suzie Bannion, la joven bailarina de Ohio que se une a la prestigiosa compañía de danza de Helena Markos, dirigida por Madame Blanc. A partir de entonces la inquietud se apodera de esa escuela y de la protagonista, con asesinatos y alguna que otra alumna (Patricia, Chloë Grace Moretz) sufriendo algún tipo de crisis, de por medio. Un extraño psicoanalista berlinés (el Dr. Klemperer) cobrará importancia en aquel lugar que todo parece indicar que sea un cubil de brujas.

La creciente sensación de temor se maneja de manera interesante, junto con la fría incomodidad de un Berlín lluvioso en los años setenta, en la que marchan de forma paralela, las noticias de terrorismo y lo que sucede en la escuela con las brujas. Se oyen las luchas intermitentes de la Facción del Ejército Rojo –la Badder Meinhoff- (hay una bomba fuera de cámara e incluso el personaje de Chloë Grace Moretz podría recordar a Ulrike Meinhoff) y esto se termina relacionando con el pasado del personaje principal, el enfrentamiento entre los Amish y menonitas en cuyo ambiente creció Susie, de niña.

También encontramos una lectura política en el feminismo que mantendría alguna similitud con el colectivo que surgió en Estados Unidos a finales de los 60: Conspiración terrorista internacional de las mujeres del infierno. En unos de sus panfletos se podía leer: “Eres una bruja siendo mujer, salvaje, colérica, jubilosa e inmortal” (Fuente Wikipedia).

Ambos compartirían personajes, escenario y la misma premisa: que una escuela alemana de danza sea el foco de atención de un aquelarre de brujas. Pero el film, escrito  por David Kajdanich (quien ya había colaborado con el director y fue uno de los responsables del éxito de la serie “The Terror”), tiene un resultado más disperso. Por una parte evoca la historia del fascismo y de los regímenes derrotados que de alguna manera se sienten de nuevo arraigados en la realidad. Por otra parte, vuelve a un tema de actualidad (el feminismo) que da mayor peso al mundo de la danza, que en el film de Dario Argento (1977).

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Bailando bajo la sombra de un clásico.

 Después de trabajar como crítico de cine y guionista (e incluso, colaborando en el guión de ese clásico del western de Leone, “Hasta que llegó su hora”), Argento debutó con “El pájaro de la pluma de cristal”, un título icónico del subgénero del terror italiano conocido como giallo. Poco a poco, el cineasta decidió expandirse a los ambientes del terror sobrenatural de “Suspiria de profundis”, de Thomas de Quincy (1848), coescribiendo esta película junto a la actriz Daria Nicolodi. La “Suspiria” de Argento contaba con algunas referencias cinematográficas, entre ellas “La residencia”, de Chicho Narciso Serrador. Esto, junto a una atmósfera casi abstracta, una fascinante puesta de escena y una legendaria música de Goblin la convertían en un imperfecto clásico del terror.

 Luca Guadagnino parte de una trayectoria muy distinta. Se ganó el respeto de la crítica con “Yo soy el amor”, un melodrama con trazos de Visconti en la que ya aparecía una pletórica Tilda Swinton en un film definido por su gran impronta visual, el elemento que comparte con todas sus películas. Después llevó a cabo el remake de la francesa “La piscina” (Jacques Deray), que llamó “Cegados por el sol”, con Tilda..y Dakota Johnson, en el reparto; un thriller, sin los sugerentes planos eróticos a los personajes femeninos del original. El film demostraba cómo su inmensa personalidad podría traspasar los límites del material de partida, lo que vuelve a suceder con “Suspiria”.

 De por medio, el cineasta italiano se encontró con otra personalidad arrolladora del séptimo arte: James Ivory y ambos acometieron “Call me by your name” (2017).

 Pero, ¿con cuál versión quedarnos?

 En realidad con las dos. Ambas funcionan de forma independiente.  Más allá de lo evidente (casi una hora de metraje de más), lo llamativo de la nueva versión es la personalidad arrolladora que ofrece Luca Guadanino.  Se traslada del bosque al centro de la ciudad y busca una mayor identidad en la estética audiovisual y en su contexto histórico. El nuevo film tiene un uso de la música mucho más coherente con la historia que cuenta que en la película de Argento, pues la estética iba en consonancia con los gustos de un tipo de cine que se hacía en los años setenta.

 “Suspiria” (2018) resulta técnicamente maravillosa y con escenas memorables como aquella del baile en solitario de Susie, en paralelo a un ataque telequinético de otra bailarina, que termina horriblemente destrozada. También podría ofrecer una  expansión seria e intelectualizada de la original a la que reverencia en muchos momentos (lo que más recuerdo de la película de Darío Argento son esos planos en los que Jessica Harper, recorría los interminables pasillos de la escuela).  Pierde por el camino la fantasmagoría del giallo y la chispa de locura de Argento, lo que hacía de ese cineasta un maestro. El enfoque narrativo es confuso y el personaje de Tilda Swinston parece estar escrito de una forma anticlimática (ni representa al mal ni ofrece un rescate moral redentor). “Suspiria” (2018) pasará a la historia como un más que reivindicable remake y un meritorio film que sin embargo, peca de sobervia (si se me permite la acepción) con respecto al original.

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1 comentario

Roger -

A mi me ha encantado,no entiendo porque dices que la historia se dispersa? Me ha parecido genial, muchísimo mejor que la de Argento.