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Noche de circo. Aserrín y oropel.

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Es la oportunidad de conocer uno sus mejores trabajos y sin embargo, uno de los más desconocidos; “Noche de circo”, Gycklarnar afton, película de 1953. Su film número 13, en realidad  no gozó del favor del público y apenas de la crítica, tras el cual, el propio Bergman valoró la posibilidad de abandonar el cine, entrando en uno de sus habituales estados de  crisis. En aquella época Ingmar Bergman no gozaba del prestigio del que disfruta hoy. De hecho, se consideraba mejor director teatral que cinematográfico y algunos críticos no valoraban bien su cine. Pero, por fortuna, el tiempo siempre coloca todo en su lugar.

Fue su película inmediatamente posterior a ese inmensa historia vitalista que fue “Un verano con Mónica” (1953), que supuso para Bergman el descubrimiento de su primera gran musa, Harriet Anderson, y justo antes de “Sonrisas de una noche de verano” (1955), el film que le marcó internacionalmente, gracias a su éxito en Cannes, donde lograría el Premio Especial del Jurado.

Se trata de la primera vez que Bergman define sus preocupaciones temáticas y estilísticas, anticipando el ciclo que inició con “El séptimo sello” y finalizaba con “El silencio”. Por ejemplo, encontramos el recurso de los sueños como inspiración, en concreto del famoso flashback que marca el inicio del film y algunos temas que mostrará con mayor éxito, en títulos posteriores. Nos referimos a las tribulaciones de un grupo de artistas circenses, todos ellos hartos y desencantados, atrapados en un mundo representado por una carpa que levantan y retiran, al mismo tiempo que van repitiendo sus mismos errores.

Bergman y Ozu: una improbable comparación.

En los años cincuenta, Ingmar Bergman y el japonés Yasuhiro Ozu –dos cineastas separados por algo más que una simple cuestión de geografía- filmaron dos películas tan parecidas la una de la otra que resulta difícil pensar que haya pasado desapercibida esa comparación. En aquella época, Bergman tenía 35 años y era prácticamente un desconocido, mientras que Ozu, rozaba los 55 y estaba cerca de terminar su carrera.

Hablamos de “Noche de circo”, por supuesto, y de «Hierba errante» (1959); ambas representativas del cine de cada autor. La de Bergman es oscura y nos muestra, con el celo de Strindberg, el enfrentamiento de hombres y mujeres cuando las relaciones de poder se distorsionan. El film de Ozu usa el tono de la comedia con la que  nos muestra a unas familias desintegradas, a través de una compañía de kabuki que llega a un pueblo de pescadores. El gerente tiene una amante entre los actores y aprovechará la visita a la ciudad para reencontrarse con su antigua pareja, con la que tuvo un hijo. A pesar de las similitudes, creemos en una improbable influencia pues Ozu versiona una película propia de los años 30.

El film de Bergman cuenta con algunas escenas de “seducción” que faltan en la película japonesa, sobre todo porque el cine de Yasuhiro Ozu no contaba con esos recursos narrativo, al  situar a los protagonistas en la madurez. Recordemos una escena en “Noche de circo”, por la cual la versión americana fue conocida con el título de “La noche desnuda”, en la que Andersson presiona una faja sobre sus pechos que casi llegan hasta la barbilla.

Un alarde narrativo y dos grandes secuencias.

El film es un alarde narrativo porque toda la historia se desarrolla en un solo día. De esta forma, se inicia al alba, con el viejo y deslucido circo Alberti en pleno viaje. Un circo ambulante, que evidentemente había visto sus mejores días, junto a unas imágenes de los carromatos, a contraluz. Al pescante se encuentra el director del circo, Albert Johansson, sentado al lado de uno de los payasos, Jens. Este le contará el día en que Alma, la esposa del payaso Frost,  se bañó desnuda delante de un destacamento de artillería.

La historia del payaso (Anders Ek) reclamando a su mujer, -narrado en un inmenso flashback- es uno de los mejores inicios jamás filmado por Bergman. Frost se acerca al batallón de soldados, en plena maniobra, y siente una profunda humillación mientras rescata a su mujer de las risas malévolas.  Una secuencia que Bergman rodó a modo de cine mudo con rasgos del montaje de Eisensteiuna ciudad en la que esperan hacer un buen estreno esa noche, por lo que deben acudir a un teatro para que les dejasen parte del atrezzo y del vestuario. De esta forma, Bergman contrapone el mundo del circo y el teatral, del mismo modo que en “El rostro”, diferenciaba el mundo de la ciencia y la superstición.

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E igualmente, sabemos que el dueño del circo y maestro de ceremonias, Alberti, abandonó a su mujer por esa vida itinerante y una bella amazona, Anne (Harriet Andersson), aunque ya hubiesen perdido el encanto del feliz enamoramiento. El viaje le supondría volver a su pasado.  Para Albert, reencontrarse con su mujer e hijos por primera vez en años y tener la posibilidad de abandonar esa vida errante y casi en la indigencia -que una vez fue lo suficientemente deslumbrante como abandonar a su familia-, es la mayor esperanza de su personaje. Por su parte, Anne parece actuar por miedo, teme que algún día Albert la deje por una vida normal y espera marcharse primero.

En una cuidadosa elección de planos paralelos, entre el encuentro de Alberti y su esposa, y de Anne y Franz, el actor que pretende seducirla, deja entrever el paso del affaire al engaño. Dos situaciones que seguirán con unos primeros planos y silencios, muy elocuentes: los fracasos de Alberti renunciando a su amante, para volver junto a su mujer, y el de Anne, que descubrirá el propósito de Franz: utilizarla.

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Y un encuentro final, entre Alberti y Anna, a punto de regresar al circo, donde ambos se confiesan mutualmente.

Estamos, por fin, ante una de sus películas más amargas, cimentada sobre el mundo de los artistas ambulante y con un profundo poso de existencialismo y filosofía nórdica. “Gycklarnar afton”, trata sobre el conflicto de las fuerzas que afligen la conciencia humana: la necesidad de paz y seguridad, frente a la libertad de ejercer una vocación artística; el deseo de asentarse frente al deseo de comportarse de forma errante. Como sugiere la historia, en esta se entrecruzan los celos y la humillación sexual, algo con lo que el propio Bergman sintonizaba en su vida personal. En aquella época, estaba en su tercer matrimonio y mantenía una relación con Harriet Andersson.

“Noche de circo” establece la primera colaboración entre Bergman y el cameraman Sven Nykvist. Este se haría cargo cuando Hilding Bladh, abandonó el rodaje y se marchó a los Estados Unidos para formarse en un curso sobre el Cinemascope.

Éste filmó los exteriores y otorgó a la película un ambiente austero y onírico, que recuerda al expresionismo alemán. Hasta cierto punto, el distintivo trabajo de cámara de Nykvist marcaría el estilo del cine posterior de Bergman: fotografía en blanco y negro de alto contraste, uso evocador de largas sombras y ángulos de cámara desorientadores.

1 comentario

Sara. -

Maravillosa película!