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Travelling. Blog de cine.

Enemigo número uno.

Enemigo número uno.

La vida de ese ladrón de bancos, Jhon Dilinger, ha sido llevada al cine por el director de Heat, El dilema o Collateral, Michael Mann, autor especialista en mostrarnos las dobleces psicológicas de sus personajes con una forma de filmar que nos acerca a los lugares donde se desarrollaban los acontecimientos. Nos propone la revisión de un género, las historias de gánsters, protagonizada por Jhonny Depp. Gran Depresión, Chicago años 30. Es el momento de la creación del FBI, de movimiento del crimen organizado y una etapa conflictiva para las grandes corporaciones financieras.

 - Puedo atracar cualquier banco cuando quiera, tienen que estar en todos los bancos, a tdas horas. Por eso estamos en la cima del mundo.

La historia se desarrolla en plena Depresión, los años 30, por un lado son el inicio del FBI, por otro, el crimen organizado empiezan a extenderse hacia corporaciones capitalistas, y todas esas fuerzas se enfrentan a un solo hombre, el enemigo público. Mann explora el auge y caída de un bandido del pueblo, un Robin Hood de la Gran Depresión que no fue sino el mal de una sociedad desestructurada. Por eso, podría entenderse la crisis moral de esa sociedad que acusa los mismos males que la nuestra: una crisis financiera global, una desconfianza en las instituciones y un odio visceral a la banca como responsable del crack del 29.

- Lo conseguí, mamá, lo conseguí: la cima del mundo.

Es una película muy cinéfila. Pero la cinefilia aquí no es un recurso para enmascarar la torpeza del realizador y sus guionistas. Tampoco el realizador manipula la imagen para situarla en el contexto anacrónico del cine de hace medio siglo. En su última película hay un conflicto entre la compostura tradicional de la historia en un escenario de violencia desatada, en donde la acción adredalínica quita protagonismo al diálogo clásico. Es un cine menos sutil, pero muy explícito, que nos traslada a la turbia realidad de la psicología torturada de sus personajes. Mann tiene como referentes todo el cine de gánster que marcó una época, los años 30 y 40, con títulos como Scarface, Al rojo vivo o el Dillinger de Marc Nosseck.

- ¿Cómo se llama usted?
- John Dillinger. Quietos todo el mundo, no se muevan para nada.

Entre esta y la actual, existe otra versión a cargo de John Milius, que a pesar de su vocación más realista, no pudo evitar la influencia del western crepuscular. Ahora llega la de Michael Mann, quien a su vez también se ha visto marcada por el cine del momento, en concreto por Gomorra (Matteo Garrone). Esta marcó una ruptura con la tradición del género, para decantarse por una mirada hiperrealista que alejaba toda épica. Sin embargo, Mann aboga por recrear un mito (destacando en su dimensión romántica y en la autoconciencia de su propia leyenda).

- ¿Cómo te ganas la vida?
- Soy John Dillinger, robo bancos.

En esta ocasión Michael Mann, nos somete a la hiperrealidad, trasladándonos a escenarios auténticos y sumergiéndonos, con su cámara digital al hombro, en la misma historia. No obstante, no impide que sea puro artificio; de hecho, su propia Chicago de los años 30 o los personajes lo son. Lo que no impide presentarnos en su día a día, hasta acercarnos para comprender sus vidas.

- No sé nada de ti.
- Me crié en una granja en Indiana, mi madre murió cuando tenía seis años, mi padre me daba palizas porque no sabía otra forma de educarme. Me gusta el béisbol, el cine, la ropa elegante, los coches rápidos y me gustas tú. ¿Qué más necesitas saber?

Lawrence Tierney, Warren Oates o los apócrifos Humphrey Bogart y Carl Gable, pero Johnny Depp no está solo en la película. Tan extraordinario como el propio Dillinger era la banda que lideró: Pretty Boy Floyd, -a quien el cantante Woody Guthrie le dedicó un tema- o el psicópata Baby Face Nelson. Y por último, la chica de Dillinger, Billie Frechette (Marion Cottillard). El mayor enfrentamiento de la película no viene de la pareja, con una historia de amor que podría recordar a la de Bonny & Clyde, sino el que surge entre el atracador y el perseguidor, manteniendo las mismas dobleces que ya hiciera en su otro filme de ladrones de bancos, Heat.

- Así, que si un día me ves pisándote los talones, ¿vas dejar a esa amiga sin despedirte?
- Esa es la disciplina.
- Eso es un poco profundo, ¿no?
- Sí eso crees, es mejor que los dos cambiemos de oficio.

Parece evidente el eco de esa película, al describir el viaje interior de los dos polos opuestos. Comparten la desintegración de los valores del viejo género (la figura del forajido romántico, los principios éticos de defensor de la ley) por la asepsia, centrada en un crimen organizado y un desarrollo científico de ley. Sin embargo, algunos de los detalles crudos de la primera película desaparecen en esta; por poner un ejemplo, en Heat, el personaje interpretado por Tom Simezore se protege con una niña del tiroteo de la policía.

- Se comporta como un hombre seguro, Sr. Purvis, tiene buenas cualidades, probablemente es bueno a distancia, sobre todo si superan en número al otro tipo. ¿Cómo será cara a cara, cuando alguien esté a punto de morir, aquí y ahora? Estoy acostumbrado, ¿y usted?

El filme no sólo retrata el auge y caída de Dillinger, también el nacimiento de la organización que cambió la forma de luchar contra el crimen: el FBI. De hecho, en la película aparece su más importante figura, John Edgar Hoover, pero el peso de la ley recae en Melvin Purvis, el más feroz enemigo de Dillinger, interpretado por Christian Bale. Un miembro de la alta sociedad sureña, capaz de la violencia más extrema.

En Michael Mann encontramos dos personalidades cinematográficas: por un lado, el de un director interesado hasta el tuétano por el cine clásico, y por otro el de un amante de las nuevas tecnologías, que busca en la alta definición digital, la dimensión existencialistas de sus personajes. Sus criminales son engendros posmodernos, sociópatas del nuevo siglo, mientras que sus agentes de la ley, individuos amorales que ejercen la violencia legítima con mala conciencia.

La película, con sus licencias y sus grandes dosis de acción, tiros, persecuciones y demás elementos para el mejor y más taquillero blockbuster, no ha dejado de volcarse en la realidad del personaje para definir la trama. Una vida, que por cierto, resultaba muy cinematográfica y que no necesitaba de demasiadas licencias para ganar en espectacularidad. El final del trayecto del personaje es un ejemplo. ¿Qué le pasaría por la cabeza al propio Dillinger cuando vio a Blaky, interpretado por Cark Gable, personaje que pretendía ser una versión apócrifa de él mismo? John Dillinger estaba entre el público y no sabía que afuera le esperaban agentes de FBI, para matarle. Eso ocurrió de verdad y es uno de los momentos más intensos que recupera el filme de Michael Mann. Tanto en la ficción como en la realidad, la última proyección que vio en el cine, estaba centrada en su propia vida. Allí estaban los agentes de Hoover, dispuestos a todo para que no escapase un delincuente que era más popular que el propio presidente de los EEUU.

 - Miren a su derecha, miren a su izquierda. Si los ven, llamen a la oficina de Investigación o a la policía local.

La crítica ya la ha considerado como la mejor película del director norteamericano, destacando su virtuosismo visual, su ambientación o la profundidad del guión –que no decae en ningún momento-. Unas acertadas interpretaciones, sobre todo, las protagonizadas por Jhonny Depp y Marion Cotillard. El que no sale muy bien parado es Christian Bale, pero ya se sabe que no se puede tener todo.

- Quiero salir de aquí juntos, ¿quieres hacer ese viaje conmigo?
- Claro que quiero.

1 comentario

Roger -

Grande Johnny Depp, aunque prefiero sus personajes en donde tiene la posibilidad de trabajar unas interpretaciones algo excéntricas y alocadas.