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Travelling. Blog de cine.

Érase una vez el Oeste.

Érase una vez el Oeste.

España se había convertido en un territorio virgen en donde el cine americano, sobre todo gracias al productor Samuel Bronston, realizaría numerosas superproducciones que llevarían a que un nuevo subgénero lo tuviera en el objetivo, para crear otro tipo de western que lejos de ser considerados como meras imitaciones europeas,  llegaron a ser obras maestras de este género. Nos encontramos en el desierto de Taberna, Almería. Donde no se gestó, pero que tomó como escenario de lujo una de las vertientes más populares del western. Todas ellas presentaban características técnicas y un lenguaje narrativo similares, rodados con un bajo presupuesto y con actores desconocidos que se convertirían en estrellas carismáticas de este subgénero, en donde la violencia tenía un papel destacado. He aquí algunos títulos reveladores: Ringo de Nebraska, Sugar Colt Winchester Bill, Oeste Nevada Joe, Las malditas pistolas de Dallas.

- Tuyo es el de la derecha, sheriff.
- No dispare aún, está muy lejos.
 - ¿Tu crees, profesor?

 Desde los años sesenta y cubriendo toda una década, el cine italiano generó una revolución, cuyas consecuencias, ecos e influencias se siguen sintiendo en esta industria. Se trata de un embrión en el genio de Sergio Leone, la provincia de Almería, algún desecho de Hollywood, magníficos secundarios españoles y unos guiones que mostraban con diáfana ingenuidad quien era el bueno, casi siempre uno, y los malos, el resto menos la chica. Películas que han sido tratadas con mayor o menor fortuna, sobre todo cuando de las doscientas producciones encontramos algunas pequeñas obras maestras, aunque sea indudable la influencia en muchos cineastas actuales, tanto que marcaron una época del cine europeo. Se trataba de producciones hispano-italianas en donde había un derroche de agresividad reprimida, de orgías de violencia y de tacos y chistes escatológicos a tutiplén, en donde muchos disimularon su origen a base de cambiar los nombres de los actores. Así Carlo Perdelosci se convirtió en Bud Spencer, Mario Girotti en Terence Hill, Enrique Martín en George Martin, e incluso el propio Sergio Leone camufló su origen italiano en su primer spaguetti-western Por un puñado de dólares, con el seudónimo Bob Robertson.

 Destapada la caja de los truenos del western europeo, el magistral Sergio Leone definiría la plasticidad del género, creando los arquetipos y los elementos que darían entidad propia a un lenguaje que bebía en fuentes ajenas para ser valiosamente moderno y original. Este estilo y la técnica de los enfrentamientos que planteó en ¡Agáchate, maldito!, protagonizado por Rod Steiger, se convertirá en el estereotipo de una nueva estética buscada por el cineasta italiano.

- ¡Te despellejo vivo, te ahorco con tus mismas tripas, te mataré, te mataré!.
- ¡Qué ingrato, después de las veces que tehe salvado la vida!.

 Pero, seguramente la imagen más perfecta que el director quiso ver en estos personajes, lo encarnó Clint Eastwood, protagonista ineludible de su famosa trilogía, aunque estuvo acompañado de algunos secundarios interesantes como el de Eli Wallach, un delincuente de poca monta con el que compartía un lucrativo negocio.

 Pero hubo otras muchas aportaciones al género que merecerían ser recordadas, como por ejemplo la de Sergio Corbucci que sumó a este nuevo western un buen puñado de obras maestras, en las que brillaba una estimulante y combativa lectura política del género. Entre sus títulos destaca Djiango, con un famoso tema musical a cargo del habitual del spaguetti-western, Ennio Morricone. No es el único título destacado de este italiano, sino que contó con otros caprichos estéticos inolvidables, como El gran silencio, toda una rareza. Rodada en Francia, un western nevado, con Johnny Hallyday, Klaus Kinski y Jean-Louise Trintignant encabezando el reparto.

 A otro Sergio, pero esta vez apellidado Sallina, se le debe otros títulos brillantes como El halcón y la presa, en las que el actor de origen cubano Tomás Millán, fetiche de Sallina, se convertía en una de las figuras más carismáticas del spaguetti-western, midiéndose nada menos que con Lee van Clift.

- No soy capaz de matar a un hombre a sangre fría, ¿ves cómo no soy tan malo como crees?.
- Hazlo, voy a morir de todos modos.

 Incluso la mujer empezó a tener mayor relevancia, más allá de la actriz Claudia Cardinale en Hasta que llegó su hora (Sergio Leone), en donde aparecía enfundándose Colt y rifles, haciendo ver que no sentía miedo a la preponderancia masculina. 

 - Guapetona, preciosidad!
- ¿Qué? ¿Qué pasa? ¿No habéis visto nunca a una mujer?

Rachel Weistz era la actriz norteamericana protagonista del western 100 rifles (Tom Gries), película que fue consecuencia de esta revolución, con nombres italianos y espíritu mediterráneo. Pero la influencia del spaguetti-western aún no ha desaparecido del mapa, su espíritu sigue presente en el coktail referencial de Kill Bill (episodio 2) de Quentin Tarantino.

 - No podemos olvidar el pasado, esa mujerse merece una venganza.
- Sí, y nosotros morir.

En el cine del español, Alex dela Iglesia quiso dedicar un sentido homenaje al género y a los míticos escenarios del desierto de Tabernas en su filme 800 balas, rodándola en los poblados del desierto almeriense, sirviendo como un western póstumo. Resultó ser un canto al amor al oficio del especialista, en donde Sancho Gracia encabezaba un reparto de caras conocidas, interpretando a un stutman, un especialista del género western obsesionado por conservar aquel pequeño rincón de una filmografía, ya clásica, en medio de una lucha entre la imaginación y la mediocridad.

 - Nosotros los especialistas somos parte de su éxito, pero desgraciadamente no compartimos su gloria. El señor Clint Eastwood es una estrella internacional y a nosotros no nos conoce ni Dios.

 

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